PROFECÍA DE APOCALIPSIS (I)
Samuel Pérez Millos
LA SEXTA TROMPETA
APOCALIPSIS
(9:13-21)
“El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una
voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaban delante de Dios”
(v.13) “Y el sexto ángel tocó trompeta, y oí voz una de los cuatro
cuernos del altar del de oro del delante de Dios” (Gr.)
Juan al sonido de la trompeta oyó una voz
que procedía de entre los cuatro cuernos del altar de oro. Se precisa el lugar
de donde salía la voz que oyó, del trono de Dios.
“Diciendo al sexto ángel que tenía la
trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río
Éufrates” (v.14) “Que decía al sexto ángel el que tenía la trompeta:
Desata a los cuatro ángeles los que están atados junto al río el grande
Éufrates” (Gr.)
El destinatario de la voz que Juan oyó era
el mismo ángel que había hecho sonar la sexta trompeta. La voz contiene un
mandato, ya que el verbo está en imperativo, lo que implica tanto el mandato
para comienzo de la acción como para que quede totalmente completa. El ángel
debía desatar, soltar, totalmente, sin que quedase ninguna restricción,
equivaldría a “soltar de inmediato y totalmente”. En esta ocasión el mandato de
Dios se dirige a un ángel santo, en contraste con el mandato de liberación de
los demonios con la apertura del pozo del abismo, que se dio a un ángel caído
(vv.1-2) La soberanía de Dios se pone de manifiesto una vez más al utilizar a
los seres creados, conforme a sus propósitos, en el ejercicio de su voluntad.
Los demonios no pueden actuar como como y cuando quieren y en la forma que lo
desean, al margen de la soberanía de Dios que, como se ha considerado antes,
limita sus acciones o las establece según su voluntad.
Aquí un ángel santo al servicio de Dios
desata a cuatro ángeles encadenados o sujetos. No debe confundirse a estos
ángeles con los otros cuatro mencionados antes (7:1) Necesariamente han de ser
demonios por su condición de atados, lo que nunca se dice de los ángeles santos
de Dios (Judas 6). Los ángeles atados son siempre ángeles caídos (2Ped.2:4;
Lc.8:31)
No se dan detalles que permitan
identificar a estos cuatro demonios; lo único que se revela es que estaban
atados, sujetos, junto al gran río Éufrates. El Éufrates era el límite oriental
de la tierra prometida por Dios a Abraham (Gén.15:18). En el Antiguo Testamento
recibe el nombre de “gran río” (Gén.15:18; Dt.1:7; Josué 1:4). Al otro lado del
río Éufrates estaban los ejércitos de los imperios que sucesivamente fueron
enemigos del pueblo de Israel, especialmente Asiria y Babilonia, por esa razón
el río llegó a ser un símbolo de la separación entre el pueblo de Dios y sus
enemigos (Is.7:20; 8:20; Jer.46:10). Por otro lado, la frontera del imperio
romano hacia el oriente era el Éufrates. Todo el entorno profético
destaca la importancia que el río tendrá en el tiempo final de la historia
humana inmediatamente antes del regreso de Jesucristo. Será desde el entorno
del Éufrates desde donde se preparará la acción militar de los reyes de oriente
que traerá como consecuencia la última gran batalla de la guerra del Armagedón.
La liberación de estos cuatro demonios señala la rapidez del cumplimiento del
tiempo profético que Dios estableció para preparar la venida del Señor.
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