ESTUDIO BÍBLICO (I)

Ernesto TRENCHARD

EXPOSICIÓN DE LA

EPÍSTOLA A LOS

HEBREOS

(1:1-3)

 “Dios habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,  en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.

El Hijo es Voz de Dios

“Dios habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (vs.1-2) Los “padres” eran, desde luego, los israelitas antecesores de los hebreos a quienes va dirigida la carta, y los “profetas” todos aquellos hombres llamados y capacitados por Dios para recibir y transmitir mensajes divinos, sin excluir los redactores de los libros históricos, que los judíos llamaban los “profetas anteriores”, en todo ello se pone de relieve la revelación final y perfecta en el Hijo, pues Dios nos ha hablado por Su Hijo. La frase “en estos postreros días” se traduce literalmente por: “al final de estos días”, y quiere decir que Dios se reveló en su Hijo al final de la época de las manifestaciones diversas por medio de los profetas

El Hijo es el heredero de todas las cosas                                     

“A quien constituyó heredero de todo” (v.2) Esta frase declara que el Hijo es “heredero de todo”, significando que todos los propósitos de Dios se han de llevar a cabo por medio del Hijo. La frase viene a completar otras declaraciones de las Escrituras que enseñan que Dios no hará nada en el esfera de los hombres, y ni aún en las esferas espirituales sin el Hijo: “Todas las cosas me fueron entregas por mi Padre” (Mt.11:27) El apóstol Pablo declara en cuanto a Cristo: “De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Ef.1:10) “Y por medio de Él reconciliar todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col.1:20)

El Hijo es Creador del Universo (de los siglos), v.2

Poco podemos saber aquí abajo en cuanto a las interrelaciones y las diversas operaciones de las excelsas Personas de la Santa Trinidad, pero de lo que se ha revelado notemos que, dentro de una unidad esencial de sustancia y de propósito, el Padre se presenta como Fuente y Origen de todas las cosas; el Hijo o Verbo se ve como el Agente para todo lo creado y el revelador de Dios; el Espíritu Santo se describe como el Vivificador quien da vida y suple la energía a aquello que ha sido creado por el designio del Padre y la operación del Hijo. Además de la tajante declaración de nuestro texto, debieran leerse los pasajes análogos de Juan 1:1-4 y Colosenses 1:15-20.

“Universo” es la traducción de “los siglos” o “las edades”; las unidades de tiempo a través de las cuales el Hijo realizó la obra de la creación en sus diversos aspectos. Sólo Dios es Eterno por su naturaleza, y todo cuanto se ha creado surge del “tiempo”, y es tan íntima la relación entre el “tiempo” y lo que en él se crea que “las edades” significan también el “mundo” o el “universo”, comprendido desde el punto de vista de su desarrollo. Otro caso se halla en 11:3: “Por la fe entendemos haber sido compuesto los siglos por la Palabra de Dios”.

El Hijo es el Resplandor de la gloria de Dios, v.3

En cuanto a la gloria esencial de Dios, Pablo declaro: “Dios sólo tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible, a Quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (1ªTm.6:16) Pero la luz que en sí es inaccesible llega a nuestra visión espiritual por medio del Hijo, quien es el “resplandor” de ella. Tal “resplandor” no es inferior a la luminosidad esencial de la Deidad, sino que es una parte constituyente de la misma que se hace visible por medio del Hijo, de la manera en que los rayos de luz que proceden del sol, y que nos dan su imagen, son ondas de energía que radian la misma substancia del astro.

El tema se relaciona mucho con el del Apóstol Juan en la introducción a su Evangelio, pues de la manera en que el “Verbo” trae al oído del ser humano los acentos de la Voz de Dios, así el Hijo, como “Resplandor” del Padre, lleva al ojo del creyente la imagen de Dios, subrayando ambas metáforas que se conoce a Dios únicamente por medio del Hijo. Pablo se valió de la misma figura al escribir: “Dios resplandeció en nuestros corazones para iluminación de la gloria de Dios es la faz de Jesucristo” (2ª Cor.4:6)

El verbo en la frase “siendo el resplandor de su Gloria” indica el carácter eterno y esencial de esta manifestación. El Hijo “llegó a ser” el Siervo de Jehová y el Sumo Sacerdote, pero siempre era el resplandor de la gloria de Dios.

 El Hijo es la “Exacta Representación” de la sustancia de Dios (v.3)

En las versiones modernas las palabras “la misma imagen se traduce por “exacta representación”, o “la exacta expresión” de su sustancia. El término griego, indica o la impresión que deja del sello o bien el sello mismo. Se destaca el concepto, pues de la correspondencia exacta que existe entre el Padre y el Hijo, se hace ver que no se trata de una mera impresión indistinta de Dios que recibimos al contemplar al Hijo, sino “la exacta expresión”. Más habremos de aprender en el Cielo, pero hasta donde llegan las posibilidades de la visión aquí, la impresión no es borrosa, sino precisa y clara.

El Hijo es “Sustentador” (v.3)

La magnitud de la obra del Hijo corresponde en todo a las excelencias de Su Persona, pues no sólo revela a Dios como “Verbo” y “Resplandor”, sino que, por su potente palabra, sustenta y lleva adelante a su consumación “todas las cosas”, que son aquellas que Él mismo creó. Así le vemos en estos pocos versículos como el Creador, Heredero y Sustentador de toda la obra de Dios. “Palabra” aquí no es la expresión general del pensamiento, como en el “Verbo” de Juan 1:1, sino la palabra concreta, o sea, el decreto o mandato, como cuando Dios dijo “Sea la luz”, y la luz llegó a existir. La palabra “sustentador” también da el sentido no sólo de “llevar” sino de “llevar a cabo” todas las cosas.

Podemos hacer un pequeño algo en este estudio para meditar en el “Sustentador” en relación con la obra del Señor que nos es encomendada. ¡Cuánta paz se apoderaría de nuestra mente y espíritu si comprendiéremos bien, por un acto de fe, quién es este Sustentador, para luego echar sobre Él las cargas que nos abruman! Es el HIJO que sustenta y perfecciona todas las cosas, incluso aquellas que nos preocupan tanto. Sus hombros y sus manos no desfallecen nunca, y podemos dejar nuestras manos cansadas en las Suyas, para que Él obre a nuestro favor lo que ha determinado.

El Hijo es Purificador de nuestros pecados (v.3)

Esta tremenda verdad se señala en el griego por una brevísima frase participial, y seguramente nunca se ha expresado un hecho tan sublime con tanta economía de palabras. Más tarde el autor habrá de desarrollar ampliamente este glorioso tema, pero aquí se contenta con esta sucinta expresión de la base de la Redención, pues ni la obra de la revelación de Dios a los hombres, ni la de llevar adelante hasta su consumación la Nueva Creación, podrían realizarse sin antes quitar el gran obstáculo del pecado. La creación estaba manchada, y sólo por la obra de la Cruz se podía quitar la mancha, para que luego el Hijo- Siervo se sentara en triunfo a la Diestra de Dios para llevar adelante Su obra, por sus etapas sucesivas, siendo Vencedor sobre el pecado, la muerte y el diablo.

El Hijo a la Diestra de la Majestad en las Alturas (v.3)

El Heredero, el Sustentador y el Purificador toma su asiento a “la diestra de la Majestad en las Alturas”, o sea, en el lugar ejecutivo desde donde dispone de todas las prerrogativas de Dios, y de todos los recursos de la Omnipotencia. Puede obrar libre y poderosamente ya a favor de los sumisos a Su voluntad porque Él mismo, por Su Sacrificio, ha anulado el pecado y ha puesto de manifiesto la justicia de Dios. En todo esto hemos de acordarnos del propósito del autor, que es el de señalar de tal forma las excelencias del Capitán de nuestra salvación y la eficacia de su labor de Sumo Sacerdote, que nadie podrá pensar ya en volver a las meras sombras del antiguo régimen. ¿Quién podría montar más alto que a la Diestra de la Majestad de las Alturas? ¿Qué ser en la tierra o en el cielo puede compararse con este gran Vencedor? Toda autoridad les es dada en el cielo y en la tierra” (Mt.28:15-20; Mr.16:15-20; Ef.1:4-14)

 

 

 

 

 

 

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