CATOLICISMO ROMANO (I)

Dr. Francisco Lacueva

DIFERENCIA BÁSICA ENTRE

ROMA Y LA REFORMA

Dos diferentes maneras de concebir la aplicación de la Redención

La doctrina católica romana declara:

a)     La Iglesia es la continuación de la Encarnación de Jesucristo. Así como el Verbo de Dios hecho carne llegó así a ser el Mediador entre Dios y los hombres en su visible cuerpo mortal, así también la Iglesia, como mística prolongación de Cristo, viene a ser la única visible mediadora para la aplicación de la salvación hasta que el Señor vuelva. “Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él” (“Constitución Dogmática sobre la Iglesia”)

b)     La Iglesia es ya la anticipación del final Reino de Dios. Aun cuando los miembros de la Iglesia sean imperfectos y el pecado puede hacer presa en sus más altas jerarquías, sin embargo, la Iglesia como tal es perfectamente santa (“Constitución Dogmática sobre la Iglesia”)

c)     Siendo la prolongación de la Encarnación y el gran sacramento de salvación, la Iglesia es colocada (en cuanto mediadora de salvación) al mismo nivel que su Esposo y Cabeza, llegando a identificarse místicamente con Él. Desde esta perspectiva, Jesús (“Yahweh- salva”). Pierde su soberana trascendencia ante la Iglesia (en contraste con Apocalipsis capítulos 1 -3). De aquí la suprema importancia de la función salvífica de la jerarquía sacerdotal mediante los SACRAMENTOS.

d)     El hombre cayó de su estado sobrenatural y perdió también sus dones preternaturales, pero no sufrió quebranto sustancial en lo que pertenece a la integridad de su pura naturaleza: poder de raciocinio, libre albedrío y todos los medios necesarios para alcanzar el fin natural de su vida. Así, pues, es capaz de disponerse de alguna manera para la justificación, cooperar en acción simultánea con la gracia de Dios y merecer su salvación eterna mediante BUENAS OBRAS.

La Reforma, por su parte, enseña que:

a)   La salvación es algo esencialmente personal. Pertenecemos a la Iglesia porque somos salvos, no viceversa. El ministerio eclesial no comporta una mediación entre Cristo y los hombres, que transfiera a la jerarquía un carisma institucional por el que “quien escucha a los pastores, escucha a Cristo”, sino “embajada de reconciliación (2ª Corintios 5:20), por la que el ministro de Dios, como Juan el Bautista, apunta hacia el Cordero de Dios, no hacia sí (Juan 1:29), permaneciendo en un vértice del triángulo, mientras dirige al pecador directamente hacia Cristo, menguando él mismo mientras sólo Jesús crece (Juan 3:30)

 b)) La Iglesia es juntamente santa y pecadora mientras marcha en peregrinación hacia la patria celestial. Sólo la Iglesia escatológica (final, o sea, la celestial) será perfectamente santa (Efesios 5:27; 1ª Juan 3:2)

 c) Jesucristo nunca pierde su trascendencia (su infinita santidad e incomunicable majestad) sobre la Iglesia. Él es su Juez tanto como su Salvador (Apocalipsis caps.2-3). No es la Iglesia la que engendra miembros mediante el Bautismo y la que renueva sus vidas mediante la Penitencia, sino que es el Señor el que añade a la Iglesia, una por una, a las personas regeneradas y salvas por el Espíritu Santo (Hechos 2:41)

d)   La naturaleza humana quedó, en sí misma, íntimamente deteriorada por el pecado e inclinada hacia el mal, de tal manera que no puede percibir las cosas que son de Dios (1ª Corintios 2:14), ni puede obedecer la ley de Dios (Romanos 8:7). Por tanto, el hombre está espiritualmente muerto hasta que es vivificado por el Señor y hecho salvo totalmente gratis, de una vez por todas (Efesios 2:1-10) (1)

 

(1)

CATOLICISMO ROMANO

Por

Francisco Lacueva Lafarga

(ex -sacerdote)

Se licenció y doctoró en teología dogmática por la Universidad Pontificia de Salamanca. Tras su ordenación sacerdotal desempeñó cargos de Coadjutor, profesor y canónigo magistral de la catedral de Tarazona de Aragón.

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