LA QUINTA TROMPETA (IV)
Samuel Pérez Millos
APOCALIPSIS
(9:4)
"Y se
les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a
ningún ´árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en
sus frentes". Y fue dicho les que no dañarían la hierba de la
tierra ni a toda cosa verde ni a todo árbol sino a los hombres los que no
tienen el sello de Dios sobre sus frentes" (Gr.)
Aunque
quienes salen del abismo son seres infernales y maléficos, dispuestos a
acciones dañinas, no están fuera del control de Dios. Aquel que entregó al
ángel la llave del pozo del abismo para que abriese y dejase en libertad a los
demonios presos en él, es el que limita la actuación de esos ángeles caídos.
Dios establece un mandato sobre ellos que Juan enfatiza: "se les
mandó". Este mandato les impedía dañar el reino vegetal. A las
langostas se les manda hacer lo que es contrario a las langostas animales;
éstas dañan la vegetación como forma natural de su vida, en cambio a aquellas
se les manda que la preserven. La soberanía de Dios se haca notoria a cada paso
en el libro, estableciendo el control sobre todo disponiendo todo conforme a su
propósito.
Estos
demonios podían dañar a todos los hombres. Ningún lugar de la tierra les
quedaba vedado; donde hubiese seres humanos, allí podían llegar ellos para
dañar. Sin embargo, en este alcance universal, quedan también preservadas un
grupo de personas cuya identificación consistía en tener el sello de Dios sobre
sobre sus frentes. Estos sellados por Dios son también propiedad suya
(Ap.7:1-8). La proclamación del evangelio entre los hombres durante la
tribulación trajo como consecuencia la salvación de miles de personas, que
fueron muertos a causa del testimonio de Dios, y que Juan contempló delante del
trono de Dios y del Cordero, como quienes habían salido de la tribulación
(Ap.7:13-17)
Los
seguidores del Anticristo habían perseguido a los creyentes causando entre
ellos una gran mortandad (Ap.6:11; 7:13-17). Los salvos en la tierra son
preservados absolutamente en este período final de la tribulación. Pudiera ser
que la mayoría de estos salvos, sean ya del pueblo de Israel y pertenezcan al
remanente al que el apóstol Pablo alude en la carta a los Romanos (11:25-26),
de ahí la protección de que serán objeto como parte del programa de Dios para
el establecimiento del reino mesiánico.
Se aprecia
también el cumplimiento de la ley de la siega y la siembra. Muchos de los
hombres de la tierra afligieron, angustiaron y aún dieron muerte a los
creyentes. Entonces les llegará el tiempo a ellos de ser también atormentados,
ya que Dios no puede ser burlado y cuanto el hombre sembrase también segará
(Gál.6:7). Las personas incrédulas del mundo serán entregadas a merced de los
demonios que han salido en libertad al abrirse el pozo del abismo.
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