SANIDAD SEGÚN LA BIBLIA
Juan Bta. García Serna
En Este tema, como en cualquier otro, que tenga que ver con la respuesta de Dios a la oración, uno debe aceptar el plan divino: “Y esta es la confianza que tenemos en él que, si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye, y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1ª Epístola San Juan 5:14-15) Hay dos enseñanzas en estos versículos bíblicos: orar en la voluntad de Dios, y creer que él nos escucha. Esta cuestión de la sanidad hay que tratarla en su plan bíblico, y así no ir más lejos, ni quedarnos cortos, de lo permitido por la palabra de Dios. ¡Los tiempos cambian, pero núnca la palabra de Dios!
Cada cristiano cree en la sanidad divina, sea esta una intervención directa de Dios, o indirecta; no obstante, uno puede observar una inclinación que priorizada hacia la ciencia médica, la cual, sin duda, Dios usará, pero, en cierto modo, se elude el anhelo prioritario de la búsqueda de Dios, en primer lugar, en la sanidad directa, y esto es lo que quiero compartir utilizando las Sagradas Escrituras. Hay dos posturas en esta cuestión, y hemos de equilibrarlas, dejando que actúe la soberanía de Dios, en un caso u otro, según el plan divino, ¡el cual debería prevalecer por encima de otro!
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; y por su llaga fuimos nosotros curados” (Libro de Isaías 53:4 y 5) En el Evangelio San Mateo 8:17, hace alusión al texto sagrado citado: “para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”. Por ello, Jesús no solo llevó nuestros pecados en la cruz, sino también nuestras enfermedades físicas. ¿Creemos, y actuamos en consecuencia?
Al leer los Evangelios, Jesús se ocupó de la sanidad espiritual de las personas, como algo prioritario, pero también hizo muchas sanidades físicas en la gente que le imploraba. Aún dio autoridad a sus discípulos para que hiciesen milagros de sanidad: “Y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades” (Evangelio San Marcos 3:15), lo cual hicieron. Y ya en la era Apostólica se hicieron variedad de sanidades. Y dentro de los dones espirituales dados por Dios a los cristianos, estaba el don de sanidad: “Y a otro, dones de sanidad” (1ª Epístola a los Corintios 12:9) Y también era una práctica en la congregación de cristianos orar por la sanidad de los enfermos: “Orad unos por otros para que seáis sanados” (Epístola Santiago 5:16) ¿No debería ser usual hoy en la iglesia tal intercesión persistente?
Epafrodito, un colaborador del Apóstol: "Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir, pero Dios tuvo misericordia de él" (Epístola San Pablo a los Filipenses 2:27) Y el mismo Apósotol San Pablo estuvo enfermo: "Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncie el evangelio al principio" (Epístola a los Gálatas 4:13) Pablo, el Apósotol, en la Isla de Malta, vio la mano de Dios en la sanidad de varias personas: "Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama con fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó. Hecho esto, también los otros que en la Isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados" (Hechos de los Apóstoles 28:8-9) Sin duda, sería algo increible ver la mano de Dios.
San Pablo tuvo un "aguijón", una enfermedad que ignoramos de qué se trataba:"Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abotee, para que no me enaltezca sobremanera: ón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no enaltezca sobremanera; respecto: a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia: porque mi poder se perfecciona en la debilidad" (2ª Corintios 12:7-8) Las enfermedades, como bien sabemos, ocurren en todo ser humano: "¿Quién enferma, y yo no enfermo?" (2ª Corintios 11:29) "Y a Trófimo dejé en Mileto enfermo" (2ª Timoteo 4:20). Cuando el rey Ezequías estaba enfermo, y poco tiempo le quedaba de vida, Dios intervino en su sanidadd, y le fue comuniado por medio del profeta Isaías: "Vuelve, y dí al Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehovám el Dios de David tu padre: Yo he oído, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová" (2ª Reyes 20:5) ¡Sanidad divina!
A través de la historia de la Iglesia se han dado milagros de sanidad física, sin intervención de la ciencia médica, y en respuesta a la oración. Y no solamente, hay que remontarse a la histoia lejana, sino también leyendo y escuchando de casos de la intervención directa de Dios en sanar diversas enfermedades que, la propia ciencia médica no da crédito a lo sucedido en diversos casos, en los cuales no había nada que hacer al respecto por el estado crítico del enfermo, nop obstante, las palabras de Jesús tienen un relevante significado: "Los sanos no tienen necesidad de médicos, sino los enfermos" (Evangelio San Marcos 2:17), aunque la idea del contexto del texto bíblico es: la sanidad espiritual, pero también destaca la función de los médicoss, y la efectividad de la medicina.
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