LA DEIDAD DE CRISTO

UN ENSAYO DOCTRINAL

Por 

Evis CARBALLOSA

Dr. en teología, pastor evangélico, profesor, conferenciante, escritor de variedad de libros de exposión bíblica. 

La doctrina de la deidad de Cristo es uno de los pilares fundamentales de la Iglesia cristiana. Esta doctrina es claramente enseñada a través de toda la Biblia. El propósito de este escrito es presentar primeramente lo que la Palabra de Dios enseña acerca de la deidad de nuestro Señor y en segundo lugar presentar una respuesta adecuada a aquellos que niegan esta doctrina.

Sólo nos mueve el deseo de exponer con claridad la Palabra de Dios y dejar que la Biblia hable por sí misma. Veamos, pues, lo que Dios nos dice en Su Palabra.

LA BIBLIA PRESENTA A JESUCRISTO

COMO EL HIJO DE DIOS

Uno de los versículos más hermosos de toda la Biblia dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a Su Hijo Unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (J.3:16). Jesús mismo se dirige a Dios llamándole “Padre” (Jn.17:5). Dios el Padre habló desde el cielo al momento del bautismo de Cristo, y dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt.3:17); y otra vez desde el monte de la transfiguración, el Padre dijo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Mr.9:7)

Cuando la Biblia dice que Jesús es el “Unigénito Hijo de Dios” está simplemente afirmando que Jesús es absoluta deidad. La palabra traducida Unigénito significa literalmente “único en su clase y diferente a toda cosa creada”. Jesús es el Hijo eterno de Dios; Él nunca comenzó a ser Hijo, Él siempre, por toda la eternidad pasada, ha sido el Hijo de Dios.

El Profesor K.S. Wuest dice:

“Cunado un pecador cree es engendrado de Dios, ese nacimiento tiene lugar. Pero el nacimiento de Jesucristo como el Hijo de Dios nunca tuvo lugar. Es una realidad eterna. Cuando un pecador nace de nuevo se convierte en un hijo de Dios. Pero el Señor Jesús nunca comenzó a convertirse en hijo de Dios. Él siempre fue. Debido a que el carácter único de Su nacimiento incluye Su relación eterna como Hijo con el Padre, Juan argumenta que Él, debido a la eternidad de Su existencia, tiene que ser Dios”.

No es posible concebir que el Padre Eterno tenga un Hijo que no sea Eterno. Esto es lo que Pedro sugiere cuando dice:

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente” Jn.6:68-69)

El mismo Señor Jesús expone que “todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Jn.5:19). El Hijo no es imitador del Padre, sino más bien es duplicador de Él. El Padre y el Hijo poseen el mismo poder para dar vida, poder para juzgar y ambos son dignos de que se les rinda el mismo honor. “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envío” (Jn.5:23)

La relación de Jesús con el Padre como Hijo Unigénito no tuvo comienza ni fue creada, es una relación eterna. Jesús dijo en su oración: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (Jn.17:5). Cuando Jesús declaró ser Hijo de Dios, estaba declarando su deidad en el grado más absoluto. Esto es revelado en la actitud de los judíos cuando oyeron a Cristo referirse a Dios como Padre. Por ejemplo, después de haber sanado en sábado a un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo, los judíos procuraban matar a Jesús, y el Señor les dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn.5:17)

Después de haber hecho tal declaración, los judíos se enfurecieron más contra Jesús, y Juan añade: “Por esto los judíos procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn.5:18). Es decir, que al decir Jesús: “Mi Padre es Dios” los judíos se ofendieron porque Jesús se estaba “haciendo igual a Dios”.

La palabra “igual” en el griego es el vocablo “ison” y se usa en varias ocasiones a través de la Biblia para indicar exacta igualdad. Por dejemplo, en Apocalipsis 21:16: “La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura”. En Hechos 11:17 “Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo”. En Filipenses 2:6 “El cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrase”.

Cuando Jesús llamó a Dios su propio Padre los judíos entendieron inmediatamente que Él se estaba haciendo igual a Dios. Esta observación se hace más patente en Juan 10:33 “Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos sino por la blasfemia; porque tú siendo hombre te haces Dios”. El mismo asunto sale a la luz en Juan 19:7: “Los judíos le respondieron: nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios”.

Ahora bien, si los judíos entendieron que Jesús, al llamarse Hijo de Dios, estaba clamando igualdad con el Padre, dos cosas son posibles: (a) o que los judíos interpretaron mal la aserción de Cristo, (b) o que la interpretaron correctamente. Si la primera posibilidad es cierta, es inexplicable que Jesús no aclarase el asunto y permitiese que los judíos creyesen en una mentira. Si la segunda posibilidad es verdad, entonces tenemos el argumento más poderoso para creer en la deidad de Cristo, esto es, el hecho que el mismo Señor Jesús declara que Él es Dios.

De lo dicho anteriormente, podemos concluir diciendo que la expresión “Hijo de Dios” usada con referencia a Cristo es un título que implica absoluta deidad. Tanto Jesús como sus discípulos y los judíos que oyeron esa expresión entendieron que la expresión Hijo de Dios es equivalente a ser Dios. En segundo lugar, la palabra Unigénito que se usa cinco veces en referencia a Cristo en el Nuevo Testamento, significa una relación única entre la persona del Padre y la del Hijo. El Hijo es de la misma naturaleza que el Padre. En su carácter de Hijo Unigénito, Cristo posee el poder divi9no y las cualidades inherentes en su naturaleza.

Inmediatamente después que Tomás hizo su declaración o más bien, confesión, llamando a Cristo “Señor mío, y Dios mío”, el apóstol Juan concluye diciendo que, aunque Jesús hizo muchas otras obras, él solamente ha escogido enumerar algunas de ellas, y dice: “Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que creyendo tengáis vida en Su nombre” (Jn.20:31) El apóstol Pablo también presenta el asunto de la deidad de Cristo desde el punto de vista como Hijo de Dios. Por ejemplo, en su Epístola a los Romanos, Pablo dice:

Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declaro Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” Ro.1:1-4)

Dic Pablo que Jesús fue “declarado Hijo de Dios”. El verbo traducido aquí “declarado” es del griego “jorizo” y significa “señalar de antemano”-. El argumento del apóstol Pablo no es que Jesús se convirtió en “Hijo de Dios” al resucitar de entre los muertos, sino que la resurrección de Cristo de entre los muertos es una verificación y manifestación de su deidad. La resurrección de Jesucristo es la confirmación de que Él es todo lo que Él clamó ser.

EL NOMBRE DIOS ES CONFERIDO

A CRISTO REPETIDAMENTE A TRAVÉS

DE LA BIBLIA          

La Biblia presenta a Jesús como el Hijo de Dios lo cual constituye una declaración de Su absoluta deidad, pero además la Biblia confiere a Jesús el nombre de Dios. Notemos como ejemplo esta declaración en el Evangelio según San Mateo. En el relato de la anunciación del nacimiento de Cristo, el escritor cita al profeta Isaías: “He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mt.1:23)

El Unigénito Hijo de Dios es Emanuel, y Él es Dios con nosotros. Uno de los pasajes más significativos en este asunto de la deidad de Cristo es sin duda Filipenses 2:5-11, en que el apóstol Pablo presenta la humillación de Cristo al morir en la cruz y su subsecuente exaltación. Pablo comienza diciendo: “Hay pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios no escatimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Fil.2:5-6) Hemos de considerar solamente las expresiones “siendo”, “forma de Dios” y “ser igual a Dios”.

La palabra “siendo” es un participio activo en el cual la noción del tiempo no interviene y puede traducirse mejor por la palabra “existiendo”. Esta palabra sugiere la existencia eterna de Cristo, y esto en sí es un aspecto de Su deidad. La segunda expresión que deseamos considerar es “forma de Dios”. La palabra forma es una traducción del griego morfe. En nuestro idioma “forma” indica la apariencia externa de una cosa. Pero la palabra Morfe indica la naturaleza o el carácter que describe o presenta al ser a quien pertenece. Es por eso que este versículo es una declaración irrefutable de la deidad de Cristo.  

Si el Señor Jesús “estaba existiendo” en morfe de Dios es porque Él es Dios, ya que solamente Dios puede poseer las cualidades intrínsecas de la deidad. Por último, la expresión “igual a Dios” denota que Cristo posee la misma naturaleza divina que el Padre posee, y por lo tanto Él puede ser llamado Dios al igual que el Padre.  Cuando Jesús se presenté delante del incrédulo Tomás después de Su resurrección, y le mostró Sus manos y le invitó a palpar Su costado, Tomás dijo a Cristo: “Señor mío, y Dios mío” (Jn.20:28)

Aquí la palabra Dios va acompañada del artículo en el original griego, lo cual indica que Tomás está identificando a Cristo llamándole Dios. En su Epístola a Tito, el apóstol Pablo dice: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13) El apóstol Pablo enfáticamente declara la deidad del Señor al llamarle “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Esto dicho de cualquier ser que no fuese Dios sería una blasfemia.

El apóstol Pablo enumera los privilegios de la nación de Israel en Romanos capítulo 9 y dice: “De quienes son los patriarcas y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Ro.9:5) Y en 1 Timoteo 3:16, Pablo escribió: “Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Creído en el mundo, Recibido arriba en Gloria”.

El apóstol Juan concluye sus primera Epístola, diciendo: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1Juan 5:20) En el libro de los Salmos, el mismo Dios llama al Hijo Dios, diciendo: “Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; cetro de justicia es el cetro de Tu reino” (Sal.4:6; Heb.1:8)

 

 

 Seguirá.

 

 

 

 

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