CÓMO VENCER LAS PREOCUPACIONES
PSICOLOGÍA -
ESTUDIO BÍBLICO
Por
WILLIAM W. ORR
CAPÍTULO I
¡PUEDES SER LIBRE!
¡La preocupación es una tiranía! Esclaviza diariamente a
multitudes de hombres, mujeres e incluso a niños. Son sentenciados cruelmente,
sin misericordia ni pena a una vida de esclavitud. Continuamente les está
robando la herencia de la vida, libertad, y la búsqueda de la felicidad que les
pertenece por derecho. ¡Pero podemos ser libres! Podemos desechar las cadenas
de eta gran desesperación. La preocupación puede verse por lo que realmente es,
un enemigo vulnerable. Podemos vestirnos de la buena armadura de la verdad,
podemos coger en nuestras manos las armas del coraje, y ganar la victoria.
No pienses ni por un momento que Dios tenga el propósito de
que pases el tiempo de tu vida en la prisión de la preocupación demasiado
inquietante. Su plan sabio y bueno es que vivas en paz permanente y gozo
continuo. No lo entiendas mal. La vida en efecto lleva problemas, y los años
traerán pruebas; pero no es para enterrarte en la tierra movediza del
desaliento. ¡Dios quiere que seas libre!
Mira el glorioso reino de la creación de Dios. Piensa en las
palabras del salmista: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a
otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje ni palabras, ni es oída su voz.
Por toda la tierra salió su voz y hasta lo extremo del mundo sus palabras”
(Salmo 19:1-4)
El sol que sale da vida, y sale en magnífico esplendor cada
mañana. Los pájaros cantan. Es maravillosa toda la Creación. Dios es sabio,
justo y bueno. Hizo al hombre a su imagen y a su semejanza. La tierra de los
alrededores está llena de incontables bendiciones en beneficio del hombre. Dios
está presente en Su mundo. Cada día puede contestar al grito del corazón de la
humanidad. No hay límite en Su poder o en Su amor.
Nos equivocamos si intentamos entronizar a la preocupación y
al cuidado ansioso. Es el poder del mal que se empeña en aplastar los corazones
humanos en un diluvio de ansiedad sin sentido. Es un enemigo personal de Dios
quien astutamente entra cautelosamente y planta semillas de duda y temor en los
corazones cristianos. Dios tiene una respuesta completa al cuidado ansioso. Es
posible vivir felizmente más allá del alcance de la esclavitud de la
preocupación. Ésta debería ser nuestra meta. Deberíamos poner nuestra mira
constantemente en conocer y seguir la senda que conduce a la paz personal. Nada
no tendría que permitirse detenernos. Es verdad, ¡puedes ser libre!
CAPÍTULO II
¿QUÉ ES LA PREOCUPACIÓN?
Esencialmente, la preocupación es temor, particularmente,
temor de lo que pueda suceder. Hay una clase de preocupación que resulta
ridícula, innecesaria, inútil, sin fundamento. Desgraciadamente dicha clase de
preocupación es bastante real y hace el mismo daño que si fuera provocada por
un verdadero motivo.
Hay otra preocupación que puede parecer justificada. Es la
comprensible ansiedad acerca del resultado de los sucesos que sabemos que
tendrán lugar. Sentimos ansiedad porque somos incapaces de prever el futuro.
Nos decimos a nosotros mismos que sucederá lo peor. Muchas veces estamos
completamente equivocados, p ero la preocupación ha dañado ya nuestro espíritu.
Es verdad que una preocupación razonable es perfectamente
lícita. La vida es una cosa seria; y no somos meras mariposas volando de una
flor a otra sin pensar en la realidad. Pero cuando la inquietud se degenera en
una ansiedad irrazonable - cuando nubes de duda y temor cubren el rostro del
Señor y la luz de la razón y del sentido común - la preocupación se convierte
en el monstruo de la perdición.
Puedes preocuparte por otros o por ti mismo. Realmente, la
preocupación es mayor cuando se centra en uno al que tú amas- tu esposa o
marido, tus hijos, tus amigos íntimos. Cuanto más grande se la capacidad de
afecto de una persona, probablemente se preocupará más.
La esfera de la preocupación es tan amplia como la vida
misma. Cubriendo muchas áreas. La salud es tal vez la base de mayor
preocupación. Los negocios y las finanzas ofrecen una gama espléndida de
posibilidades de preocuparte hasta enfermar sin dificultad alguna. El cuidar
una casa y criar unos niños puede fácilmente hacer que uno entre en una vida en
la que nunca sea libre de ansiedad, irritabilidad y depresión.
Poca gente parece estar completamente inmunizada de las
ruinas de esta tortura. Cuanto mayor es el avance de la vida, mayor es la
posibilidad de inquietud ansiosa. La educación no trae la solución. La salud o
la posición sólo multiplica las posibilidades. La inmadurez de la juventud
puede abrir las puertas, y ciertamente aumenta grandemente sus causas. Una
buena herencia no es una garantía de conseguir la libertad de la ansiedad.
Aunque haya un medio ambiente “ideal”, ello no cierra la entrada a este ladrón
de paz.
Aunque todo esto es desesperadamente verdad, hay solución.
Juntos la encontraremos.
CAPÍTULO III
LOS EFECTOS DE LA
PREOCUPACIÓN
Para el cristiano la preocupación no es loable. Y los
resultados de la preocupación son casi innumerables. Si a la preocupación se le da un poco de
apoyo crece hasta hacerse una costumbre que roba casi todo lo que vale la pena.
Las primeras cosas que caen presas de la preocupación pertenecen al reino de la
felicidad, placer y disfrute. Cuando existe una preocupación demasiado ansiosa,
desaparece la capacidad de disfrutar de toda clase de placer. Toda escena es
frecuentemente por el espectro de un mal desconocido que puede pasar. El dulce
néctar de los buenos momentos se vuelve agrio.
La preocupación te roba la tranquilidad mental. Esta
tranquilidad o paz es un verdadero don de Dios, quien ofrece a sus hijos la
serenidad al afrentar los problemas de la vida. Proporciona calma para tiempos
tempestuosos. Hace que la vida valga la pena vivirla. En cambio, la
preocupación entra para ahogar la paz, y en su lugar pone un miedo que roe. La
salud se perjudica. Muchas personas saben que la mente ejerce una influencia
poderosísima sobre el cuerpo. Toda la composición del hombre va compaginada a
una mente normal.
Al permitirse la preocupación y el miedo, todo cuerpo queda
deprimido. La buena digestión se estorba, se desarrolla la tensión, los
músculos se cansan con facilidad, aumenta la tensión arterial, el cerebro no
funciona bien, se reduce la habilidad. De hecho, la eficiencia del cuerpo puede
reducirse a prácticamente cero por la preocupación intensa.
Íntimamente relacionado con todo esto, hay el efecto de la
preocupación sobre los logros conseguidos. Casi todo el mundo tiene algo que
hacer en la vida. El marido y padre su trabajo o negocio. La esposa y madre
tiene su hogar y sus hijos, los jóvenes sus estudios y deportes. Si la mente no
está en forma, y si el cuerpo no funciona bien, pueden producirse toda clase de
fracasos, y de dolencias.
Considera también el efecto de la
preocupación en la salud espiritual . El
hombre es el úni9co ser creado que posee la capacidad de conocer y tener
comunión con Dios, el Dios del universo por medio de Su Hijo. Esta capacidad es
mucho mayor que la que tiene de tener comunión con otros seres humanos. Es el
poder asombroso de entrar en compañerismo íntimo con Dios, por Su gracia. Esta
capacidad eleva al hombre por encima de lo ordinario a unas alturas increíbles
de gozo. Pero esta comunión depende de la pureza de la vida interior del
hombre. El gran ladrón, que es la preocupación, puede, en cualquier momento,
presentarse y robarle al creyente su comunión con Dios estropeando su confianza
y fe en el Padre perfectamente sabio y que ama totalmente.
Si a la preocupación le permites que
lo haga, puede robarte todo aquello que hace que la vida valga la pena. ¡Cuán
trágico y cuán innecesario!
CAPÍTULO IV
La preocupación es una característica
natural de los hombres. Hay muchas cosas en la vida que causan una atención
demasiado ansiosa. Vivimos en un mundo complejo donde hay una multitud de
factores interrelacionados que operan todos a la vez. No se necesita una
inteligencia sobrenatural para entender por qué la preocupación sea tan
frecuente, no que se por ello justificable o buena, pero sí que sea tan común.
Por ejemplo, hay el hecho de vivir en
sí. Cada día trae sus problemas. El cabeza de familia se ocupa de proveer las
necesidades de la vida para él y para los demás. Cuando las cosas van mal,
cuando peligra su empleo, o cuando los precios suben, se puede comprender por
qué los padres responsables se preocupan por el futuro.
Los que nos rodean también tienen sus
problemas. Tal vez un vecino tiene un accidente, o un amigo enferma. El
resultado puede ser incapacidad permanente o algo todavía peor. Es fácil pensar
en este acontecimiento como algo que podría sucederle a uno también. La
posibilidad de la enfermedad siempre está presente. Aunque, por una pare,
vivimos en unos cuerpos maravillosos, no obstante, están sujetos siempre a la
posibilidad de dolor o enfermedad. Las enfermedades y otras tragedias pueden
alcanzar nuestras familias.
Hasta las presiones de una vida
corriente producen tensión. Los padres quieren que sus hijos vayan bien en sus
estudios y demás actividades. La mayoría de los padres procuran mejorar sus
empleos y aumentar sus sueldos. A toda familia se le presentan difíciles
problemas. Las situaciones que pone a prueba no respetan a nadie.
Esto no hay que malentenderlo. No
sería justo no ocuparse de estas cosas. La “ocupación” muestra un sincero
interés en alguien o algo. Pero la “preocupación” es un temor demasiado activo
de que las cosas tiene que empeorar. La “ocupación” hace que una persona
afronte las dificultades con calma y con la mente despejada, apta para
encontrar soluciones. La “preocupación” produce deducciones falsas, repentinas,
tristes, en vez de intentar encontrar una solución verdadera.
No obstante, hay un remedio para la
preocupación, a pesar del hecho que a veces se trata de una costumbre vieja
profundamente arraiga, y es orar y confiar en el cuidado y poder de Dios. “Echa
tu carta sobre Dios, y Él te sustentará” (Salmo 55:22)
CAPÍTULO V
LAS SOLUCIONES
HUMANAS
Todos los que tratan el problema concuerdan en que la preocupación es una enfermedad seria y peligrosa que tiene que tratarse como tal. En la manera de tratarla, hay una gran variedad de opiniones.
Los médicos a menudo recetan drogas
que aplacan los nervios y de esta forma tranquilizan los espíritus. Con algunos
pacientes estas drogas nunca se dejan de administrar, ya que los problemas
supuestos o reales que produjeron originalmente la ansiedad no se solucionan.
Los psicólogos, que intentan entender
la mente y los psiquiatras, que procuran curarla, emplean una variedad de
métodos para desenterrar y aislar los “bloques” mentales que, según ellos,
causan los problemas. Algunos tienen éxito, otros no.
Hay diferentes religiones que
declaran que el mejor modo de tratar las cosas desagradables es negar que
existen. Su tratamiento consiste en persuadir a la persona afligida que niegue
la realidad de lo que le preocupa y actuar como si tal dificultad no existiese.
Lo triste es que los problemas sí que existen, y aunque uno llegue a despojar
su mente de ellos, ello no cambiará la dificultad misma.
Otros defienden el proceder de
afirmar repetidas veces al día, que no existe problema alguno y que, de hecho,
lo contario es lo cierto. Se trata de una manera de hacerse un auto – lavado
del cerebro. Ha habido un éxito limitado en algunos casos. Pero en la realidad
tanto el preocupado como la causa de su preocupación permanecerá igual.
Otros van tirando como pueden por la
vida. Sienten que la preocupación es parte de la vida y que no se puede hacer
nada para combatirla con éxito; por lo tanto, siguen adelante quejándose de
cosas grandes y pequeñas. Los resultados son depresión de espíritu y vidas
acortadas.
La verdad es que vale la pena
deshacerte de este hábito destructivo que es la preocupación sea como sea.
Sencillamente irte a un lugar tranquilo y razonar contigo mismo en el sentido
que la preocupación en sí no sirve de nada y por lo tanto, lo mejor es que hagas
lo que puedas para quitar los problemas de tu mente e ir tirando como puedas.
Esto puede ayudar, en cierto grado. Pero hay buenas nuevas. Existe una solución
mucho más eficaz a esta amenaza de la preocupación. Hay ayuda disponible de una
Fuente celestial.
Hay una solución espiritual. Y no se
trata de algo que nadie haya experimentado; pues hay miles de personas que, se
si se les pudiera preguntar, podrían dar testimonio del hecho real que Dios
quita la preocupación. Ésta es la finalidad con que se escriben las siguientes
páginas, describir con claridad en enfoque espiritual de este problema de la
preocupación.
CAPÍTULO VI
HAY NECESIDAD DE PREOCUPACIÓN
Tienen necesidad de preocuparse los
que no son salvos. Los que nunca han llegado a conocer el poder redentor
transformador de Dios deben preocuparse mucho. ¡Están en muy mala situación!
Considera la situación del perdido
tal como La Biblia la describe. Todos nosotros nacimos en pecado (Salmo 51:5),
heredando una naturaleza caída que nos viene de nuestros padres. No hay
escapatoria de tal legado. Toda la raza humana (Romanos 5:12) está bajo esta
maldición. Ahora, junta este hecho con la evidencia innegable de que todos los
hombres son pecadores actuales. El pecado es ante todo un estado, seguido de malos
pensamientos, palabras y hechos. El pecado es cualquier cosa que se oponga al
perfecto deseo de Dios. ¿Empiezas a ver cuán difícil es la situación en la que
se encuentra la humanidad?
De hecho, el asunto va más lejos que
esto. La paga del pecado es muerte (Romanos 6:33) La paga del primer pecado fue
la muerte, muerte espiritual, que es la separación de Dios. Esto significa que
en este mismo momento los hombre y mujeres van por todas partes moralmente y
espiritualmente muertos (Juan 3:18) Tienen la vida física temporánea; pero a
menos que el asunto de la muerte espiritual se arregle, la muerte espiritual
concluirá en eterna separación de Dios.
No se trata de que al hombre se le
permite ir viviendo su vida hasta algún juicio futuro, cuando Dios pesará sus
obras malas y buenas y decidirá su destino en consecuencia. El terrible hecho
es que los hombres ya están, ahora mismo, bajo la condenación del Dios justo.
Si no se hace algo, el infierno es el único destino que pueden esperar los
incrédulos.
Muchos hombres no se dan cuenta de la
existencia de Satanás. Como supremo enemigo de Dios, intenta mantener al
pecador en un estado de ignorancia mortal (2 Corintios 4:4) y hace que éste
pase por algo el peligro de su situación. Como Satanás hizo con nuestros primeros
padres, así intenta dañar la humanidad de hoy, susurrando la mentira que Dios
es demasiado bueno para castigar a los incrédulos, o que nos hemos equivocado
completamente en nuestra impresión de lo que es Su actitud para con el pecado y
nosotros mismos.
En oposición a las maliciosas
mentiras del diablo, está el testimonio de la Biblia y el Espíritu Santo en el
mundo. Ambos suplican en serio al hombre que se de cuenta de su condición
perdida y que confíe en Cristo para salvación. ¡Ojalá que el mundo de los
perdidos se preocupase por este asunto vital! ¡Ojalá que esta preocupación
diese como resultado días preocupantes y noches sin dormir hasta que se
encontrase la respuesta a esta preocupación!
CAPÍTULO VII
Y LA RESPUESTA
Ésta es la respuesta de Dios a la
preocupación que penetras en la vida del no cristiano. Deja que perdone tus
pecados y que haga que los dones de su gracia sean reales y maravillosos en tu
vida.
Hay demasiados errores acerca de lo
que de hecho es un cristiano. Algunos piensan equivocadamente que un cristiano
es simplemente cualquiera que no sea un pagano; cualquiera que intenta hacer lo
que está bien. Nada más lejos de la verdad. Dios nunca ha salvado ningún alma
sobre la base de lo que ha hecho o no ha hecho. Todo el asunto de la salvación
se basa en la gracia de Dios.
¿Qué queremos decir por gracia?
Se pusieron de acuerdo por la gracia
de Dios. En la plenitud de los tiempos, Dios envió al mundo a Su propio y
querido Hijo, el Señor Jesucristo, para quitar el castigo del pecador y para
pagar su culpa. Cristo se dio a Sí mismo en la cruz para ser un Sacrificio
voluntario para los pecados de este mundo. En Su muerte quedó vindicada por
completo la justicia de Dios, y su amor satisfecho. Cuando el pecador acepta y
agradece la muerte de Su Hijo, Dios puede perdonarle, limpiarlo del pecado, y
hacerle Su hijo. Ésta es la gracia (Efesios 2:8,9), o el favor inmerecido, de
Dios.
Este es el mensaje del Evangelio aún
hoy día para aquellos que son pecadores y están en inminente peligro de una
eterna separación de Dios, la llamada a estas inmensurables Buenas Nuevas (Juan
3:16-18) prosigue de siglo en siglo: Cree en lo que Dios ha hecho por ti, abre
tu corazón a Cristo, recíbele en lo más profundo de tu corazón como Salvador, y
te verás libre de la preocupación que es propio que te cause la muerte y tu
futuro eterno.
Cuando aceptar el Don de Dios sincera
y verdaderamente, Dios inmediatamente hace que en tu vida se sucedan una serie
de milagros únicos: Todos tus pecados te son perdonados; naces en la familia de
Dios; se te da vida eterna; se te da la misión de ser embajador de Cristo. Todo
ello sucede en un período de tiempo más corto que el que has empleado para leer
este párrafo.
¿Cómo puedes recibir este gran Don de
Dios? No es difícil. Busca un lugar tranquilo. Eleva tu corazón a Dios.
Confiesa que eres un pecador. Dile a Dios que recibes a Su Hijo como tu
Salvador (Juan 1:12). Y luego, cree en Dios de todo corazón. Él te salvará del
pecado, y del infierno.
CAPÍTILO VIII
LOS CRISTIANOS TAMBIÉN
SE PREOCUPAN
Es una triste verdad el que
cristianos nacidos de nuevo también se preocupen. Sí, muchos de los que
genuinamente han experimentado la redención por la sangre de Cristo también se
preocupan. Algunos cristianos sólo se preocupan por los grandes problemas de
sus vidas. Cuando se encuentran con los así llamados problemas “menores”, se
apoyan confiadamente en el Señor. Sin embargo, cuando se encuentran con
problemas que afectan verdaderamente la estructura de sus existencias, parare
que no estén dispuesto a confiar en la habilidad, poder y sabiduría del Señor
para solucionarlos.
Respecto al asunto de la salvación
eterna, la mayoría de los cristianos disfrutan de una completa libertad ya que
han puesto todas las culpas de una vida pecaminosa pasada, que ya no pueden
eliminar por sí mismos, bajo las promesas de Jesucristo, y por ellas saben que
Él los ha perdonado y limpiado, y que están en su camino hacia el cielo. Sin
embargo, cuando se trata de alguna pequeña dificultad de su vida presente, como
saldar una deuda de dinero que apremia, o de encontrar consuelo cuando un ser
querido tiene un accidente serio, inexplicablemente parecen incapaces de
confiar en el Señor. Se rinden, por lo tanto, a una preocupación hiriente y
cruel.
Los que están preocupados no ayudan a
la casusa de Cristo. Alrededor de cada creyente hay observadores atentos,
amigos, vecinos, compañeros de trabajo, conocidos, que continuamente miran al
cristiano y ven que, cuando las cosas van bien, el cristiano esta feliz,
contento, libre de cuidad, y el testimonio de su vida no causa mucha impresión.
Cualquiera puede estar libre de preocupaciones si tiene salud, dinero en el
banco, un buen trabajo, y una familia satisfecha.
La prueba viene cuando las cosas van
mal, cuando viene la adversidad, cuando hace su apariencia el dolor, cuando se
presentan problemas altos como montañas. Entonces los amigos mundanos viran la
reacción del cristiano a las pruebas de la vida. ¿Dará lugar al desespero el
que profesa tener un Padre celestial? ¿Aturdirán sus desgracias su ecuanimidad?
¿Es real el cristianismo? ¿Es suficiente para los problemas diarios de la vida?
Desgraciadamente, hay cristianos que se preocupan por TODO. Se inquietan, se
irritan y están indebidamente preocupados por casi todo. Desde la mañana hasta
la noche viven en un constante temor de que algo les tiene que pasar. Su
confianza en el amoroso cuidado de Dios parece que no existe. Exteriormente,
viven como si no tuvieran en absoluto a un Padre celestial. ¡Qué tragedia!
Esta situación no se limita a los
nuevos cristianos. Hay algunos que hace años que viven vidas cristianas pero
que son igualmente culpables de esta falta de. En algún momento a través de su
experiencia cristiana dejaron de aprender a confiar en el cuidad de Dios. En el
transcurso de los años, este hábito se ha establecido tanto que ahora casi no
saben lo que es pasar un día sin estar preocupados.
CAPÍTULO IX
¿POR QUÉ?
Algunos cristianos siguen a sus compañeros.
Se preocupan porque ellos lo hacen. Tienen cierta tendencia a adoptar hábitos
de amigos que están fuera de Cristo. Sin lugar a dudas, la preocupación es
contagiosa. A no ser que los cristianos se sitúen ellos mismos bajo una
estricta disciplina espiritual, se sentirán tan desgraciados como si no
conocieran el cuidad de Dios.
También, además, algunos cristianos
nunca han recapacitado en la consoladora verdad de la atención diaria de Dios
hacia ellos. No se dan cuenta de que en el plan de Dios para Sus hijos hay un
programa perfecto de protección. Lo que les ayudaría sería un estudio cuidadoso
de los pasajes de la Biblia que tratan del poder de proteger que hay en Cristo.
Tampoco es difícil de entender esta verdad. Así como toda la creación de Dios,
Su obra se basa en el tiempo y la eternidad a la vez. Debe quedarnos bien claro
en nuestra mente que, si Dios tuviera que desamparar a aquellos que Él ha
salvado, Su nombre quedaría mucho peor que el nuestro.
De igual modo algunos cristianos no
han considerado suficientemente el carácter de peregrino del camino del
creyente. De hecho, este mundo no es nuestro hogar. “Estamos sólo de paso” como
afirma un himno evangélico. Al igual que Abraham esperamos “la ciudad que tiene
fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”” (Heb.11:10). Por lo tanto,
no debemos esperar que todo sea suave y fácil. Tenemos que anticipar tiempos
difíciles y problemas. Que no son una indicación de que Dios nos olvida o no se
interesa lo suficiente en nosotros. La vida nunca se dijo que sería suave; no
estamos destinados para “pisar sendas llenas de flores”.
Por otro lado, la Biblia enseña con
énfasis que habrá penalidades (Juan 16:33; 2ª Timoteo 3:12) por el camino. De
hecho, tenemos que esperar la tribulación. A través de la tribulación, la
paciencia (Romanos5:3; 12:12) nace y se nutre. Aún más Dios permite que
haya pruebas para fortalecer nuestros caracteres. Al encontrar y al superar los
problemas crecemos en la gracia.
Tampoco debemos quitar importancia a
la oposición que vine de parte de Satanás. Cada cristiano se enfrenta con un
enemigo tremendo. El diablo odia el Nombre que llevamos con un odio diabólico.
Tampoco se detendrá ante nada para hacernos caer bajo tentación o para robarnos
nuestra paz y felicidad celestial. Que nadie menosprecie el poder de Satanás
(1ªPedro 5:8)
Sin embargo, Dios no planea ningún
problema, o ninguna prueba, o ninguna tentación para hacer preocupar a los
cristianos. Todo puede ser vencido y el hijo de Dios puede salir victorioso al
aprender a confiar en su Dios.
CAPÍTULO X
LA PREOCUPACIÓN DAÑA
A LOS CRISTIANOS
Los cristianos deshonran a Dios
cuando se preocupan. Piensa en lo que sienten los padres cuando los hijos, a
los que prodigan amor y afecto, y trabajan a fin de proveer de cualquier necesidad,
desconfían de ellos. ¡Imagínate que un hijo va de arriba abajo con cara larga y
el corazón escogido, y que cuando se le pregunta qué le pasa, responde que está
preocupado acerca de cómo obtener alimento y abrigo! Los padres sentirían
profundamente la falta de confianza del niño en ellos. Del mismo modo que tiene
que ser herido el corazón de nuestro Padre celestial cuando Sus hijos dejan de
confiar en Él para sus necesidades.
La preocupación daña gravemente la
vida del cristiano. Normalmente, un cristiano debería de estar animado y ser
simpático. Y esto no es posible cuando se ciernen nubes de preocupación por
encima de él. La paz del cristiano se va; está receloso y angustiado. En cierto
sentido siente pavor ante el día que ha de venir, por las dificultades que
podrían traer.
Asimismo, se estorban las
oportunidades de testimonio. ¿Cómo puede un cristiano contar a otros del amor y
el cuidado, y de la paz, consuelo, y bendición de la vida cristiana, si no da
ejemplo de estas cualidades? De hecho, el ejemplo de un cristiano preocupado
puede impedir a alguien aceptar a Cristo como su Salvador. No podemos culpar a
una persona no salva si llega a la siguiente conclusión: “Si esto es la vida
cristiana”, no quiere saber nada de ello.
La preocupación disminuirá
gradualmente las oportunidades del cristiano, si no la deja completamente
aparte, de obtener recompensas eternas. La salvación es completamente libre.
Dios actúa en gracia inmaculada y salva al pecador culpable, solamente en la
base del sacrificio de su Hijo. Nadie puede pagar o comprar su salvación. Pero
las recompensas (1ªCor.3:8; Col.3:23,24) son otra cosa, pues se ganan. Serán
dada por todos los fieles servicios llevados a cabo en el nombre del Señor, y
por amor a Él.
¿Cómo puede un cristiano servir al
Señor con eficacia si está viviendo en un cenagal de preocupación? El incentivo
al trabajo desaparece. La mente se llena de temores. CESA EL CONTACTO CON el
Padre celestial. El corazón angustiado se ocupa de pensamientos sobre
dificultades amenazadoras y aún sobre destino eterno.
La preocupación innecesaria además es perjudicial, es una de las herramientas más afiladas del diablo. Mediante esta actitud tan poco natural, se frustra la voluntad de Dios, se estorba su obra, y el hijo de Dios se siente desgraciado. El daño que se ocasiona va más allá de cualquier cálculo. La preocupación, en demasía, no tiene por qué existir en la vida de un creyente.
CAPÍTULO XI
¿QUÉ HACER?
En lo más profundo del corazón de
casi todos los cristianos hay remordimiento por las dudas en las que han caído,
y una resolución, tal vez todavía no cumplida, de parar el inútil, y
degradante, hábito de preocuparse.
¿Cómo podemos empezar a pararlo?
En algunos casos, la preocupación o
la depresión tienen que ver con una dificultad realmente física. Vivimos muy
cerca de nuestros cuerpos, y éstos se descomponen y llevan a cabo funciones
equivocadas. Nuestro elaborado sistema nervioso ocasionalmente se afloja y como
resultado de problemas, se producen períodos de extremo desaliento.
Indudablemente hay períodos de fatiga del cerebro. Un médico puede recetar
tranquilizantes. Si el problema es solamente físico, el médico lo curará. El
tratamiento médico no dará resultado si el problema es esencialmente espiritual,
las pastillas no serán una respuesta a la depresión o preocupación que tenga,
como causa, razones morales o espirituales.
Una necesidad espiritual requiere un
tratamiento espiritual. No es el deseo de Dios que Sus hijos se arrastren por
la vida en un estado de ánimo desalentado y derrotado. Ciertamente hay pode
disponible para convertir la preocupación en confianza y el desaliento en
victoria.
Tal vez el punto de partida sea
precisamente aquí: una determinación por parte del creyente de salir de este
valle de depresión, por la gracia de Dios. Fijando resueltamente la mira en la
cumbre de la montaña de la adoración y la esperanza en las promesas de Dios la
depresión se curará. ¿No es éste el desafío de la vida cristiana? ¿No podemos
clamar al poder de Cristo para que nos eleve fuera de los pantanos del miedo
esclavizante y que nos ayude a escalar las alturas de la alegre confianza y el
gozo?
Hay muchos peldaños en esta
ascensión. El conseguir la libertad en el lugar de la aprensión tal vez no sea
posible ni en un día ni en más. Incluso puede haber algún período de
reincidencia. Pero debemos mirar siempre hacia adelante, y en el tiempo
oportuno, ganaremos. Pero tenemos que empezar con resolución.
Si hace tiempo que estás afligido por
esta enfermedad espiritual, haz los preparativos. Busca un lugar silencioso.
Abre el libro de Dios, La Biblia, y lee algunos pasajes preciosos de animación
y de desafío, tales como Josué 1; Salmo 103:6; Romanos 8. Después arrodíllate
en oración y confiesa sinceramente lo necio, inútil y pecaminoso que es no
confiar en tu Padre celestial. No escondas nada, sácalo todo y ten el valor de
confesar delante del Señor tu propia vergüenza. Recuérdale tu gran deseo de
vivir por encima de este hábito degradante, y pídele con fe que te libre. Haz
esto desde lo más profundo de tu corazón.
Espera confiadamente que Dios
responda a tu plegaria. Como una ayuda adicional escribe tu petición y ponla
delante del Señor.
CAPÍTULO XII
EL SIGUIENTE PASO
Tómate tiempo para comprobarlo: Es
completamente inútil esperar que Dios nos dé una vida de paz, gozo, y de éxito,
a menos que seas Su verdadero hijo. Demasiados de los que piensan que son
cristianos no han experimentado genuinamente la salvación ni nunca han nacido
de nuevo.
Un cristiano no es meramente uno que
vive una vida un tanto respetable, guardándose de ciertos males. No se es
cristiano por tener buenos pensamientos y por hacer buenas obras. Nadie es
admitido en la categoría de los redimidos sobre la base de lo que él es por
naturaleza o por lo que ha hecho por caridad. La justicia propia-las obras de
la carne-no son el camino de salvación según Dios.
Muy sencillamente, un cristiano es
uno por quien Dios ha hecho grandes cosas, sobre la base de haber recibido al
Hijo de Dios como su Salvador. Dios le ha perdonado sus pecados, cada uno de
ellos. Dios le ha traído a Su familia sobre sobre una base completamente justa.
Él, aquí y ahora, posee el incomparable don de vida eterna. En su corazón moran
tanto el Cristo resucitado como el bendito Espíritu Santo. Nada menos que el
total de l asuma de estas cosas constituye a un cristiano.
La base de la salvación ahora y para
siempre es la Obra de Cristo. Los hombres han sido pecadores desde que nuestros
primeros padres desobedecieron a Dios en el hermoso huerto de Edén. Pero Cristo
vino al mundo para vivir y morir. Vino a vivir como una prueba de sus reclamos
de Deidad única y sin mancha. Murió como el sacrificio perfecto, el Cordero de
Dios, quien se dio a sí mismo voluntariamente por los pecados del mundo y
resucitó al tercer día, como había prometido que lo hará.
Entonces, la salvación es posible
sobre la base del sacrificio de Cristo por nosotros. Cuando creemos esto, y
obramos por nuestra fe encomendando nuestras vidas enteramente a Cristo,
encontramos el milagro del nuevo nacimiento, el cual sólo Dios realiza.
Cristo es el único Camino (Jn.14:6)
No es simplemente “un” camino, o un indicador del camino. Él mismo, en persona,
es el Camino. No hay otro sendero por los que uno pueda acercase a Dios: no por
buenas obras, ni guardándose del mal, ni por el ascetismo.
La pregunta más necesaria y urgente
es: ¿Eres un verdadero cristiano? ¿Ha habido un tiempo definitivo en el que en
verdad has confiado en Jesucristo como tu Salvador? Si tu respuesta es
negativa, o incierta, entonces esto es lo que tienes que hacer: Recibe a Cristo
ahora. Tenlo como el paso más importante de la vida. Ven a Dios sobre una base
escritural (Mt.11:28) Cuando lo hayas hecho, cuenta (Ro.10:9,10) a otros lo que
Él ha hecho para ti.
CAPÍTULO XIII
RASGOS DE SALVACIÓN
Seguramente el cristiano se hará
notar en tu vida. Para los que no están seguros de cuándo fu exactamente que
pusieron su fe en Cristo, este hecho puede servir de prueba. En los que hace
poco recibieron a Cristo, los rasgos de la vida de Cristo no tardarán en
manifestarse. Por ejemplo, el apóstol Pablo dijo que el cristiano es “nueva
criatura, o creación” ((1ª Cor.5:17) Las cosas de la vieja vida irán siendo
menos y menos importantes para él. En su lugar, habrá nuevos intereses, nuevos
apetitos, nuevos móviles, nuevos deseos.
En un principio, tal vez, no se
presenten como una fuerza irresistible, pero con el tiempo aparecerán en su
vida, si verdaderamente es nacido de nuevo. Uno de estos nuevos intereses será
un apetito que tendrá para la Biblia. Mientras que por una parte la Biblia se
había considerado irremediablemente fuera de moda e inaplicable a las
necesidades del mundo de hoy (excepto para los que están a punto de morir),
ahora se presentará como el comentario más al día de las cosas del mundo y de
los problemas personales que jamás se conoció -un libro lleno de sabiduría
extraordinaria.
Juntamente con el amor a la Palabra
de Dios, apare otro rasgo de la salvación genuina (1ª Ped.2:2) Un nuevo interés
en la oración. Los que no son salvos puede que oren en momentos de peligro y pánico,
pero un hijo de Dios quiere vivir (1ªTs.5:17) en una atmósfera de oración. No
orará simplemente antes de acostarse por la noche, sino muchas veces durante el
día. NO sólo pedirá favores a Dios, sino que buscará el compañerismo con Él, al
leer la Palabra y expresará al Señor lo que tiene en su corazón.
Además, en el corazón cambiado,
entrará poco a poco un sincero amor (Jn.12:335) para otros creyentes. Antes de
ser salvo podía haber considerado como “extraños” o “anticuados” a los
cristianos; pero ahora sentirá un nuevo interés y simpatía para con ellos. Los
cultos de la iglesia también le serán atractivos y los himnos adquirirán una
melodía para el corazón del recién convertido cristiano. Gozará de los sermones
del pastor (si éste efectivamente predica la verdad) y el culto de oración, de
media semana, le gustará.
Pero hay más todavía. Antes, el nuevo
cristiano pensaba en la vida desde el punto de vista de lo que se podría
aprovechar de ella, es decir, lo que la vida podía darle a él; ahora la considera
al revés. Su afán será honrar a su Señor, “darle fruto a Él” (Gál.5:22,23)
Querrá colaborar para adelantar el trabajo de Cristo. Se interesará por los
misioneros de los confines de la tierra (Hch.1:8) La Gran Comisión del Señor de
“ir por el mundo” (Mr.16:15) será un mensaje personal para él.
CAPÍTULO XIV
¿QUÉ TE PASÓ A TI?
Una liberación real de la
preocupación puede tener un resultado glorioso de meditar en serio sobre los
aspectos de la salvación lejanos. Piensa: “¿Qué hizo Dios para mí cuando confíe
en Cristo?” “¿Eran todas esas transacciones permanentes?”.
Entendemos que Cristo murió por
nuestros pecados. Pero ¿nos acordamos de que todos nuestros pecados están
pagados (Heb.9:12,26,28)), incluso los pecados todavía futuros? Esto incluye
pecados que hacemos después de ser creyentes. Así es que, si nuestros pecados
nos amenazasen en separarnos del amor de Dios, tal separación nunca podría ser
(Sal.103:12: Rom..8:38,39)
La salvación hace entrar en la
familia de Dios. Si somos desobedientes, nuestro Padre celestial puede darnos
una fuerza que nos permita no desobedecer más. Castiga (Heb.12:6) a Sus hijos
como lo hace un padre humano fiel. Es el Padre ideal, y nosotros podemos
confiar en Él con toda seguridad.
La vida eterna es un don Dios
incomparable y adicional, no en el instante de la muerte, sino en el mismo
momento en el que recibimos al Señor Jesucristo como a nuestro Salvador. Dios
no se está exponiendo a la deshonra por unos hijos que yerran. Ya ha calculado
el coste y sabe muy bien lo que los años venideros traerán. En “aquel que es
poderoso para guardarnos sin caída y presentaros sin mancha delante de su
gloria con gran alegría (Judas24)
Considera también las implicaciones
de la justificación. Cuando Dios nos salva, nos declara justos (Rom.5:16,17).
No solamente somos vistos en Cristo como completamente libres del pecado, sino
que además Dios nos ve como si nunca hubiéramos pecado. Dios, en su gracia,
pone en nuestra cuenta la justicia de Cristo (Fil.3:9) Llevaremos Su justicia,
no la nuestra, para siempre.
Otras realidades espirituales y
gloriosas son nuestras: Somos santificados (Heb.10:10), o reservados para el
honor de Dios. Somos embajadores (2ª Cor.5:20) para Cristo, completamente
autorizados por Él. Estamos en la línea de la recompensa sin precio por el
servicio. Somos poseedores de toda bendición espiritual.
¿Cómo podemos preocuparnos, cuando
todas estas cosas son nuestras en Cristo? Esto es lo que realmente cuenta. ¿Por
qué dejar que las pequeñeces de los problemas terrenales obscurezcan los picos
de las montañas de las verdades de Dios?
CAPÍTULO XV
CUANDO LOS CRISTIANOS PECAN
La entera estructura de la salvación
es completamente una obra de Dios para el hombre, y de ninguna manera una obra
del hombre para Dios. Así es que, como todas las obras de Dios, la salvación
será duradera. Nuestro perdón y nuestra seguridad, están libres de lo incierto
de los esfuerzos humanos. Esto rae una paz mental incomparable.
Pero, también es verdad que incluso
los cristianos pecan, y el pecado es siempre una cosa condenable y ruin. ¿Qué
sucede cuando un cristiano peca? Nada puede separar (Rom.8:38,39) a un creyente
del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. De todas formas, cuando
un cristiano cae en pecado se suceden unas consecuencias sumamente serias. Por
un lado, el cristiano pierde su paz. La paz mental y del corazón es el
resultado de una relación íntima entre el cristiano y su Salvador. Cuando se
peca, o cuando habiendo aparecido el pecado no se juzga ni abandona, la paz
desaparece.
Entonces la felicidad también
desaparece. Dios había pensado hacer de la vida del cristiano una vida de gozo
profundo interior. El gozo lo produce el Espíritu (Gál.5:22) Cuando se peca o
después de aparecer el pecado no se juzga ni abandona, el Espíritu Santo en
lugar de producir fruto en la vida del creyente le redarguye por el pecado. Las
oportunidades para dar testimonio también desaparecen. El hablar a otros del
Salvador de forma entusiasta, está inseparablemente relacionado con la
condición espiritual del creyente. El deseo de dar testimonio a otros parece
irse, si el corazón del cristiano retiene el pecado.
En resumen, un pecado no confesado es
el ladrón del gozo del cristiano y de la paz mental. Aquí está la puerta abierta
a la ansiedad con todos los males que resultan de ella. Pero espera. Dios ya ha
provisto una solución a esta amenaza. Hay una liberación del pecado y de sus
efectos: El lado legal ha sido cubierto por la muerte de Cristo. Murió por
todos nuestros pecados, una vez y por todas. Pero ¿y qué del lado “familiar”,
del hecho de que somos hijos errados en la familia de Dios? Esto también es
increíblemente sencillo. Tenemos que “confesar” (1ªJn.1:9), decirle al Señor
que nos hemos equivocado, tenemos que ponernos a Su lado en lugar de permanecer
en nuestras propias cosas mal hechas. Esta confesión tiene que ser sincera;
nuestro arrepentimiento debe ser genuino. Debemos confesar, decirlo
sinceramente a Él y creer que Él nos limpia. Entonces conoceremos la restauración
de nuestra paz y de nuestro gozo y podremos levantar la cabeza y volver a
testificar.
Podemos confesar y, de hecho, debemos confesar el pecado a Dios todas las veces que sea necesario. (Hay que señalar que no siempre la pérdida del gozo y de la paz, se debe algún tipo de pecado en la vida del cristiano, sino que también hay otras razones: las circunstancias de la vida producen el desasosiego, la ansiedad, y como decía un psiquiatra cristiano: “la mente también enferma, lo mismo que cualquier otro miembro del cuerpo” - subrayado mío)
CAPÍTULO XVI
LAS PRUEBAS SON DE ESPERAR
Hay otra cosa en la debemos pensar
concerniente al temor y a las preocupaciones: las pruebas, o todo lo que nos
pone a prueba, son una parte normal de la vida del cristiano.
Cuando uno llega ser cristiano por la
fe en la obra acabada de nuestro Señor Jesucristo, sigue siendo nada más que un
bebé en Cristo. Su alimento es la “leche” de la Palabra, o las verdades más
sencillas de la Biblia. Su experiencia es la de un principiante. Desde este
plano debe moverse a la madurez espiritual.
El gran Maestro, el Santo Espíritu de
Dios, se compromete a enseñar, entrenar y guiar al creyente a la madurez
espiritual. Las pruebas son de esperar. Si no fuese así ¿cómo podríamos
madurar? Las pruebas pueden incluir problemas financieros, enfermedad, dolor,
desacuerdos con otras personas, desilusión, fracaso real o imaginario,
tentaciones: una hilera de pruebas tan ancha como la vida misma.
En apariencia, muchas pruebas son
iguales a los apuros por los que pasan los no cristianos. Pero las pruebas de
un cristiano no están ni mucho menos en la misma categoría. Cada prueba en tu
vida está sabiamente designada y permitida por Dios, tu Padre celestial. A
pesar de que habrá castigo (Ap.3:19) por tus cosas mal hechas, y corrección por
tus fallos en confesar y ser limpiado de tu pecado, todo es administrado en un
amor de Padre, y Dios personalmente supervisa la disciplina.
Quizá te parezca que tus vecinos o
amigos, quienes no presumen conocer a Dios a través de Cristo, tienen menos
problemas que tú. En algunos casos, parece que se escapen sin que les pase nada
de lo que a ti te hace sufrir. Incluso cuando están envueltos en pecados y
ofensas de las cuales tú te apartarías son repugnancia, progresan y tienen
éxito en sus empresas. Puedes ser tentado a gritar a Dios “¿Por qué Señor; por
qué?”
Acuérdate de esto: inevitable e
inexorablemente vendrá un tiempo en el que el incrédulo tendrá que dar cuentas.
Ningún pecado se quedará sin ser castigado; ninguna ofensa será paliada.
Ciertamente el pecador un día aparecerá ante el juicio de Dios. “Está
establecido para los hombres que mueran una sola ve, y después de esto el
juicio” (Heb.9:27)
En resumen, la mayoría de las pruebas
de los creyentes están bajo la clasificación de “entrenamiento filial”. Dios
nos está probando, no con la idea de enfatizar nuestros fallos, sino para
capacitarnos para sobrellevar cosas pesadas, hacernos más fuertes, más sabios,
y más parecidos a Cristo. Juntamente con cada prueba, hay una promesa (1ª
Cor.10:13) de que no será demasiado difícil de llevar. Esto debería aliviarnos
a nosotros de nuestras preocupaciones.
CAPITULO XVII
CÓMO AFRONTARLAS
Es cuando recibimos a Su Hijo como Redentor nuestro que Dios se hace nuestro Padre (Jn.1:12; Rom.8:14-16). Y su forma de tratarnos es todo lo que se puede esperar de un padre, de hecho, más que lo que podríamos imaginar. Podemos tenerlo por seguro que Él se interesa profundamente por nuestro comportamiento y crecimiento en la vida cristiana. Es Su plan que nuestras vidas sean conformadas a la imagen de Su amado Hijo (Rom.8:29) Por eso, nuestro Padre, tan sabio, permite que las pruebas sean parte de nuestra formación.El conocimiento de esta verdad da un significado totalmente distinto a las dificultades. Si son de parte de Dios para nuestro crecimiento y madurez, debe haber la manera de utilizarlas o superarlas. Si el propósito del problema es de enseñarnos lecciones importantes, aprendámoslas.
Cuán diferente es esta actitud de la de algunos cristianos que, cada vez que se encuentran con dificultades suponen que Dios los ha olvidado; o “lloran como un bebé”, cuando las cosas no van exactamente como les gustaría a ellos. Si hay una pregunta acerca del significado de alguna adversidad, no olvidemos que tenemos el derecho de entrar en la presencia de Dios mediante nuestro Señor Jesucristo. Podemos acudir a Él en oración y preguntarle por qué. “Y ésta es la confianza que tenemos en Él, que, si pedimos alguna cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye” (1ªJn.5:14)
Puede ser que algún cristiano con problemas esté tolerando algún pecado en su vida el cual está dañando su testimonio y deshonrando a Dios. Puede estar seguro de que el Espíritu Santo le redargüirá, y el remedio está cerca. Que confiese a Dios su pecado y lo deje enseguida. Por otra parte, la respuesta que Dios da podría ser que ha enviado la prueba por motivos que sólo Él sabe. Esto nos basta. El amor y la sabiduría de Dios lo envió, y saldrá bendición más tarde de nuestra prueba. No deberíamos estar cargados, y quejosos, sino perseverar hasta que venga la victoria.
Hay mucho consuelo en considerar las
pruebas de los héroes de Dios de antaño. Pensemos por ejemplo en la vida del
fiel Job. Fue puesto a prueba de una forma que pocos tienen que sufrir. Los
Salmos de David son un arsenal de consuelo, pues David fue puesto a prueba de
forma continua. Daniel y sus tres amigos hebreros, que permanecieron leales a
Dios frente a una gran tribulación, son ejemplos brillantes de personas reales
que fueron puestas a prueba y salieron como oro puro.
En algunos casos, cuando más pronto
uno deja su propia voluntad y sus preguntas, y acepta gozosamente la voluntad
de Dios que todavía se desconoce, tanto más pronto vendrá la bendición.
CAPÍTULO XVIII
CONSIDERA EL AMOR DE DIOS
¿Qué más en la vida puede importarnos
a fondo cuando ya sabemos que Dios nos ama? Es la calidad más destacada de la
relación de Dios con nosotros. Fue el amor de Dios que realizó todo el plan y
el cumplimiento de la salvación.
No necesitamos hacer teorías sobre el
amor de Dios, pues ya hemos tenido la demostración más convincente posible de
él. “De tal manera amó Dios al mundo” (Jn.3:16) de gente no atractiva, que se
empeñó en redimirlo para que fuese un pueblo suyo. Para hacer esto de una
manera que fuese a la vez recta y justa, envió a Su Propio Hijo Amado para
llevar a cabo nuestra Redención y perdón y así hacer posible la recepción de
pecadores redimidos en Su familia.
El amor de Dios no puede ser
entendido. Podemos entender cómo puede castigar creación. No es difícil
entender que Él pueda despreciarnos a causa de nuestros pecados, nuestra
rebeldía, nuestro egoísmo, nuestra fealdad. No hay que forzar la imaginación
para ver la justicia de la ira de Dios que se derrama sobre la orgullosa
humanidad no arrepentida.
No obstante, las noticias que se
proclaman desde el trono del universo no son solamente de juicio venidero sino
de MISERICORDIA. Desde que murió Cristo, la llamada de trompera desde el cielo
es que Dios ofrece perón pleno y gratuito a cualquier persona, y a toda persona
que quiere aceptarlo. Aunque parezca increíble a los que han quebrantado todas
las buenas leyes de Dios, se extiende la mano del perdón. ¿Qué es lo que causó
todo esto?
La respuesta parece hasta demasiado
sencilla. Dios nos ama. Tal amor no lo merecemos. Nuestros hechos nunca lo han
merecido. Pero el amor no se da sobre esta base. Dios ama porque es Su
naturaleza amar, nosotros somos los receptores afortunados que no merecen el
amor que recibimos.
Tampoco depende el amor de Dios de
nuestro buen comportamiento. No se reparará si hacemos lo malo alguna vez.
Espero que sepas entender esto. Es verdad que Dios se preocupa profundamente de
nuestro comportamiento, insiste que vivamos bien o justamente. Pero Su amor no
falla cuando nosotros pecamos. En cambio, se esfuerza aún más para Pero
¿Qué lugar hay, pues, para la
preocupación en nuestras vidas? La preocupación no es otra cosa que dudar del
amor de Dios. Ello representa la negación de Su propia naturaleza, un insulto a
Su gracia. Sólo contemplar el amor de Dios trae paz a nuestros corazones. Sólo
leyendo vez tras vez los pasajes del amor de la Biblia tenemos descanso para la
mente. Sólo pedir que su amor se derrame nuevamente en nuestros corazones hace
que ellos rebosen en humilde gratitud (Rom.5:5)
CAPÍTULO XIX
Y SU PODER
Dios es un Dios Grande. No hay nada
que Él no pueda hacer. Su poder se manifiesta, no sólo en el mundo material. Se
ve una manifestación mucho mayor de Él en el mundo espiritual.
Pero miremos por un momento el lado
material. Vivimos en un mundo inmenso de 36.245 kilómetros de circunferencia, y
toneladas de peso. Nuestra tierra es parte de un sistema solar con otros nueve
planetas, unas cuantas lunas y un sol central inmenso que si fuera hueco
podríamos colocar un millón de tierras dentro de él.
Nuestro sistema solar es parte de una
galaxia, o grupo de otros sistemas solares o soles. Se nos dice que en la Vía
Láctea sola hay 100 billones de soles. Notarás que en el Universo se trata de
billones, no de millones. Recordamos que nuestra galaxia es sólo una de cientos
de millones de otras galaxias, muchas de ellas mucho más grandes que la
nuestra. Dios hizo el Universo
No hay nadie que sepa lo que hay en
los otros mundo y galaxias. Pero cerca de nosotros, en nuestro mundo, hay
árboles, ríos, y montañas; océanos y nubes; peces y pájaros, sin contar hierba,
y viento, y lluvia. El poeta lo dijo bien cuando declaró que el mundo “está tan
lleno de un número de cosas” que él estaba seguro que “tendríamos” que “estar
tan felices como reyes”.
Dios tiene poder espiritual ilimitado
también. Puede cambiar un corazón pecaminoso en uno que se justo. Puede
derrotar las fuerzas del mal, y traer victoria a sus hijos débiles. Tiene la
capacidad necesaria para guiar a uno sin vacilar a través de las pruebas hasta
los pastos verdes y aguas tranquilas. Y lo hará, si confiamos en Él.
¿Por qué va a preocuparse, un hijo
Dios, cuando tiene a su disposición Su poder? De hecho, solamente orando se
alcanza (Jeremías 33:3) No queremos decir que Dios contestará inmediatamente
toda petición exactamente de la forma que Le pedimos que lo haga. Hay muchas
oraciones que son necias, y Dios no se rebaja a la necedad. Pero Su oído está
atento; Su corazón compadece; Su poder es suficiente.
Un pequeño secreto: Dios quiere
demostrar Su poder para llevar a cabo Su santa voluntad. Nuestras oraciones
serán más eficaces si están de acuerdo (1ªJn.5:14) con esta voluntad.
CAPÍTULO XX
EL ESPÍRITU SANTO
Considera ahora, la última noche de la
vida del Señor en la tierra antes de Su crucifixión. Estaba con los suyos en el
aposento algo. Bien sabía lo que iba a pasar. Sabía que sus discípulos pronto
serían esparcidos como ovejas sin pastor, y Su corazón se conmovía para con
ellos. ¿Qué podía decir para calmar sus temores y consolar sus corazones?
Sabemos que, en el discurso maravilloso del aposento alto, uno de los temas
principales fue la pronta venida del Espíritu Santo (Jn.14:16,17) De hecho, el
Espíritu había de ser para los discípulos todo lo que Cristo había sido para
ellos. Sería el Paracleto, o “ayudador cercano” tal como el Señor Jesús mismo
lo había sido.
Así fue. El día de Pentecostés, 50
días después de la muerte y resurrección del Señor, efectivamente, vino el
Espíritu Santo, e inmediatamente empezó Su ministerio. Aunque es verdad que
trabajaba en los incrédulos, Su ministerio íntimo es en los creyentes, los
hijos de Dios. El Espíritu Santo es el regenerador, es decir Aquel que lleva a
cabo el milagro del nuevo nacimiento (Jn.3:7,8)
El pecador que confíe en Cristo se transforma totalmente, Habiendo sido hijo del diablo ahora es hijo de Dios, y puede vivir una nueva vida como hijo de Dios. Luego el Espíritu Santo es quien se encarga del bautismo (1ªCor.12:13) del creyente. Su ministerio es el que une de forma vital al creyente con Cristo y con otros creyentes, el cuerpo de Cristo. La ilustración escritural es la del cuerpo humano. Es como se si uniese mediante hábil cirugía el dedo al cuerpo. Después de esto llega a ser parte del cuerpo en función y de él recibe su sostén. Es exactamente así que el creyente es bautizado en Cristo.
Espiritualmente queda “soldado” o
“fusionado” al cuero de Cristo, que es la verdadera Iglesia. El Espíritu Santo
llega a ser un sello (Ef.4:30). Nunca podemos olvidar que hay una poderosa
fuerza de mal en este mundo. No cabe duda que Satanás procura dañar los
miembros del cuerpo de Cristo si puede. Pero en cada cristiano está puesto el
Sello de Dios, que no es otra cosa que la misma presencia del Espíritu. Es Él
quien dice al Diablo: “¡No metas la mano en ellos, son Míos!”
Todas las obras del Espíritu, se cumplen, cuando uno recibe a Cristo. No necesitan ser pedidas, y por cierto no se merecen. Son dones dados a todo creyente y tienen un alcance eterno. Siendo así traen paz inestimable al corazón del que lo entiende.
CAPÍTULO XXI
EN LOS CORAZONES
DE LOS CREYENTES
Tampoco esto es todo. Tal vez la
mejor bendición del Espíritu es morada en el creyente. Aunque parezca increíble
la residencia que ocupa el Espíritu no es otra cosa que el corazón recién
limpiado del creyente. Como puede ser esto, o por qué el Espíritu infinito
creador se humille para ocuparse en ello, nadie puede entenderlo plenamente. No
obstante, no deja de ser una verdad gloriosa.
Es importante no equivocarnos. El Espíritu Santo no está dividido entre los cristianos. En toda Su plenitud, vive en el cuerpo de cada hijo de Dios ((1ªCor.3:16) Si están tentado a preguntar cómo puede ser esto debes recordarte que ello plan de Dios. Es una realidad tal como lo testifica la Palabra de Dios.
También podemos regocijarnos por la
permanencia de la morada del Espíritu Santo en nosotros. Un pensamiento natural
es que el Espíritu morará en el corazón de los creyentes todo el tiempo que se
retengan de pecar, y luego, forzosamente, los dejará. Pero con gozo nos
acordamos que Cristo dijo que moraría “para siempre” (Jn.14:16) Es verdad que
cuando un creyente peca, el Espíritu se entristece. Es verdad que cuando el
creyente deja de escuchar la dirección del Espíritu, y no presta atención a su
voz, el Espíritu se “apaga”.
Pero nunca se irá. Él redarguye del
pecado, y cuando las condiciones se corrigen, cuando el pecado se confiesa y se
sigue Su guía, está allí mismo para reanudar Su trabajo de consolar, animar y
Su ministerio que da poder.
Como miembro de la Trinidad, no hay
cosa que el Espíritu Santo no sepa. No hay ninguna área de la experiencia
humana que Él no entienda perfectamente. Sea la que sea la necesidad, Él puede
suplirla con abundancia. En tiempo de tristeza, Él es el gran Consolador. En
tiempos de gozo, se regocija juntamente con nuestro espíritu alegre. Cuando
falta dirección (Rom.8:14), Él indica el camino. El Espíritu posee todo
atributo que poseen el Padre y el Hijo, en la infinita Trinidad Divina.
No debemos considerar que el
ministerio del Espíritu sea puramente pasivo. Él ha venido para dirigir
activamente nuestras vidas. No se trata de que se quede escondido esperando
hasta que vayamos a Él con nuestros problemas. Más bien es Él quien tiene un programa
que va adelante planeado para hacer que nuestras vidas sean un éxito a los ojos
de Dios, y para conformarnos a la imagen de Cristo.
Evidentemente, no ha motivo para
ninguna clase de preocupación o inquietud indebidas, cuando consideramos estas
verdades del Espíritu. No hacemos bien, cuando estamos inquietos, furiosos y
temerosos en vez de depender de Él. De hecho, la completa solución de la
preocupación, ¿no está en depender enteramente del ministerio de gracia del
Espíritu Santo de Dios?
CAPÍTULO XXII
LA BIBLIA ILUSTRA
En cierto sentido, la Biblia es el
libro de texto sobre la cura para la preocupación. Sus páginas están llenas de
ejemplos de cómo Dios suple las necesidades humanas. Por ejemplo, considera el
caso de Pedro en la cárcel (Hch.12:1-19) Pasó cuando hacía poco que el Señor
había vuelto al cielo; el lugar fue en Jerusalén.
El individuo criminal que reinaba en
Judea, era Herodes el tetrarca. Ya había hecho degollar a Jacobo, hermano de
Juan. Ello gustó a los dirigentes religiosos judíos, de manera que pensaba que
era listo cuando hizo arrestar a Pedro y ponerle bajo severa custodia. ¿Qué
podía hacer la iglesia? De hecho, era una situación seria.
La iglesia hizo lo que tenía que
hacer. Los creyentes se juntaron para una reunión de oración. Sus oraciones se
extendieron hasta altas horas de la noche. En cuanto a Pedro, estaba encadenado
a dos soldados, a la vez que había otros en los corredores y en las puertas
vigilando. No había la más remota posibilidad de que Pedro pudiera escapar de
ellos. Parece mentira, pero Pedro no estaba preocupado. Estaba durmiendo.
Lo que pasó es emocionante. De
repente una luz brilló en la celda, y de la luz salió un ángel del Señor. Los
soldados cayeron desmayados. Las cadenas que sujetaban a Pedro por las muñecas
se deslizaron de ellas como si fueran hechas de papel. Señalando a Pedro que le
siguiese, el ángel le condujo por una puerta tras otra hasta que llegaron en
plena calle. Pedro seguía pensando todo el tiempo que soñaba. No fue hasta que
se encontró en el pleno aire de la noche, cuando se dio cuenta de que todo ello
era realidad y no un sueño. Luego el ángel le dejó, libre, en plena calle.
Se apresuró a ir a la casa de Juan
Marcos en Jerusalén y llamo suavemente a la puerta. Una joven criada que se
llamaba Rode y reconoció la voz de Pedro, quedó tan sorprendida que volvió y lo
dijo primero a los que se habían reunido para orar. Y fue difícil convencerles
de que efectivamente Pedro estaba allí. ¡Qué tiempo de regocijo después!
¿Qué significa esto? Ha ocurrido muy pocas veces que Dios enviara ángeles a libertar a cristianos encarcelados. Pero lo importante es que lo haya hecho una vez. Lo importante que tengamos en mente es que nada es demasiado para Él. Dios se preocupa por Sus hijos y tiene abundancia de poder para librar. Ésta es la clase de Dios que servimos. Recuerda también que hubo mucha oración tras la liberación de Pedro. Esto también es vital.
Hechos 16:12-40
La razón de que Dios no haga en el
día de hoy muchos milagros, es por lo que dice S. Pablo: “Por fe andamos, no
por vista”. Si Dios hubiese repetido muchos sucesos semejantes a éstos que
leemos en la Biblia a lo largo de la Historia, existiría tal evidencia de fe
que esta virtud que Dios recomienda como método probatorio de confianza en Él,
no tendía ningún mérito. Jesús dijo a Tomás: “Porque has visto, Tomás, creíste;
bienaventurados son los que sin ver creerán”.
Para nosotros este régimen de fe nos
parece largo y difícil porque solamente podemos ver las cosas que tocamos y
palpamos de este planeta probatorio, en el cual Dios están levantando una
familia de hijos espirituales, fieles y agradecidos para hacernos al fin
“testigos suyos a principados y potestades en los cielos” (Ef.3:10)
A vista de Dios y de los ángeles que
ven desde el otro lado de la muerte, éste no es más que un traslado de una y
otra dimensión de este casi infinito universo de Dios; pero en el cual nuestro
propio espíritu, hecho a imagen y semejanza del mismo Creador, puede
vislumbrar, por razonamientos sensatos y por la fe, las cosas invisibles. De
esta superior facultad están faltos los seres vivos compuestos únicamente de
materia física
CAPÍTULO XXIII
Y OTRO EJEMPLO
Durante un viaje, Pablo vino a Filipos (Hch.16:12-40) Filipos era una ciudad colonial que disfrutaba de privilegios especiales. El evangelio había tenido un caluroso acogimiento, y las obras potenciadas por Espíritu Santo, a través de Pablo, condujeron preciosas almas a Cristo. En medio de su ministerio, Pablo echó de una joven a un demonio que le afligía, la cual hacia predicciones. Esto provocó la ira de los hombres sin escrúpulos que la habían usado para que adivinase, para que ganase dinero para ellos. A Pablo y a Silas los arrastraron violentamente delante de las autoridades, acusándoles que habían interferido en su manera de ganarse la vida.
Por un motivo u otro que desconocemos Pablo no protestó basándose en su ciudadanía romana, como lo hizo en otras ocasiones, sino que aceptó los latigazos y encarcelamiento. A los oficiales se les dieron órdenes que guardasen seguros a Pablo y a Silas en el calabozo de más adentro con los pies sujetos en el cepo. Aunque no hay constancia escrita de ello, podemos estar seguros que ´si hicieron oraciones sinceras para Pablo y Silas por la pequeña iglesia, tan joven, en Filipos. Dios contestó de la siguiente manera.
A media noche, en vez de los gemidos, maldiciones e imprecaciones que se solían oír de los infelices presos que sufrían, se oía un sonido muy distinto procedente de Pablo y Silas. Se levantaban oraciones y cánticos de alabanza a Dios, y los presos los oían. De repente la tierra tembló; las pareces de la cárcel se tambalearon. Súbitamente las puertas se abrieron girando sobre sus goznes. Los pernos que sujetaban los cepos se soltaron, y los presos estuvieron libres para escaparse poniendo en movimiento sus piernas doloridas.
El carcelero estaba desesperado. Si
los cautivos huyesen, la responsabilidad sería suya y ellos significaba su
muerte. Pero Pablo le llamó en compasión impidiendo que él se matase. Luego
Pablo le llevó a Cristo, y a su vez fue ayudado por el carcelero. El carcelero
y su familia fueron bautizados aquella misma noche, en testimonio a su recién
hallada fe en Cristo. ¡Qué giro inesperado de los sucesos! ¡Cuán diferente de
lo que Pablo y Silas hubieran podido imaginar y que sus enemigos hubieran
podido planear!
Es verdad que Dios puede guardar a
Sus siervos de recibir latigazos y sufrir doloroso encarcelamiento y las dudas
que seguramente los acompañaban. Pero escogió, más bien, producir un milagro de
Su gracia, para demostrar Su poder.
CAPÍTULO XXIV
MADRES EN APUROS
La mujer era viuda de uno de los
hijos de los profetas. Tenía grandes problemas financieros. Evidentemente no
había salido a no ser que se entregase a sí misma y a sus hijos para ser
vendidos como esclavos. ¡Aquí sí que había motivos de preocupación! Pero
observa lo que Dios hizo para ella (2ª Reyes 4:1-7)
Acercándose a Eliseo, el profeta de
Dios, la viuda le contó todas sus tristezas, problemas y pesares. Eliseo le
preguntó qué le quedaba en posesión. Le dijo que no le quedaba más que una
vasija de aceite.
Eliseo le dijo que pidiese prestadas
vasijas vacías a sus vecinas. Dijo claramente “que no sean pocas” (1ª Reyes
4:3). ¿Iba a obedecer? ¿Cuánta confianza tenía en el hombre de Dios? El profeta
mandó además que entrasen sus dos hijos en la casa con aquellas vasijas vacías
y que empezasen a verter aceite en ellas. Tenía que llenar las vasijas
prestadas de aceite que contenía la suya.
La viuda obedeció al pie de la letra.
Vertía y vertía y vasija tras otra se llenaron hasta arriba. Dijo a uno
de sus hijos, “tráeme otra vasija” y él le dijo, “ya no hay más” y el
aceite paró de fluir (4:6). La viuda preguntó al profeta ¿Ahora qué? Él le dijo
que vendiese el aceite para pagar sus deudas y vivir de lo demás. Los jóvenes
escaparon de la esclavitud, y la fe triunfó.
Otra historia fascinadora en la
Palabra de Dios tiene que ver con el profeta Elías, otra viuda en la tierra de
Sarepta, y su hijo ((1ª Reyes 17:9,10). Dios mandó a Su profeta que fuese a la
viuda, la cual le daría sustento en tiempo de gran hambre. Pero cuando Elías
llegó, encontró que la mujer no tenía más que aceite y comida para para una
torta para ella y su hijo, después de lo cual pensaba que moriría de hambre.
El profeta le dijo que hiciese la
torta para él primero y luego una para ella y su hijo. ¿No era esto motivo para
preocuparse? Pero obedeció. Nadie hubiera criticado a la mujer si vacilase o
hasta rehusar. Pero queda claro en la Palabra: ella hizo tal y como el hombre
de Dios le ordenó, haciéndole primero la torta para él.
Para su fe, se dice que el suministro se hizo inagotable, “y el barril de harina no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó” (1ª Reyes 17:16), hasta que vinieron las lluvias y cesó el hambre. La historia acaba con la observación que tanto ella como el profeta, y su casa, “comieron muchos días” (17:15)
Aquí podríamos buscar palabras de
preocupación, pero no se encuentra en ninguna parte. Dios es capaz de suplir la
necesidad, y en ambos casos fue a través de un siervo Suyo. Dios honra la
palabra de Sus sinceros ministros fieles.
CAPÍTULO XXV
LA PREOCUPACIÓN
Y EL DESESPERO
El siguiente caso podría llamarse
extremo. El protagonista principal en este drama fue uno de los mayores hombres
del Antiguo Testamento. Era un gran líder, el principal responsable en llamar a
la nación de Israel que volviese a Dios.
Inmediatamente antes de este
incidente preocupante (1ª Reyes 19:1-18) Elías fue el gran “director” que puso
en escena una gran confrontación entre Dios y Baal, entre las fuerzas del Señor
y las de Satanás, entre la adoración a Dios y la adoración a los ídolos. El
resultado fue una victoria decisiva para Dios ya que bajó fuego del cielo en
respuesta a la oración de Elías. De modo que fue un gran éxito.
Pero la malvada reina, Jezabel,
esposa de Ajab, rey de Israel, era adoradora de ídolos y una de las mujeres más
inicuas que jamás hayan existido. En su ira por la derrota de Baal y la muerte
de 450 profetas de este ídolo-diablo, ella hizo un voto que sus dioses podían
hacer a ella lo que había pasado a aquellos profetas paganos, si en 24 horas no
se había vengado de Elías matándole.
Ahora bien, después de una victoria
tan destacada, uno pensaría que el profeta habría quedado firme riéndose de sus
amenazas. Pero lo increíble del caso es que Elías fue lleno de pánico
irrazonable, y huyó para salvar su vida en un viaje de un día en el desierto.
Agotado, se sentó bajo un árbol y pidió al Señor que le dejase morir.
Qué situación más extraña para un
hombre que tan poco antes había pedido a Dios que descendiera fuego del cielo,
y que había sido un líder en la destrucción de aquellos enemigos de Dios. Ésta
es una preocupación seria, de angustia y dolor.
Cansado y triste, Elías se durmió bajo
el árbol. Un ángel le despertó y le dio una torta y bebida. Se durmió de nuevo,
y otra vez el ángel le proporcionó comida nutritiva. Reforzado con estas dos
comidas, Elías siguió viendo cuarenta días y noches, hasta que llegó al Monte
Horeb, donde encontró lugar para cobijarse en una cueva. Allí oyó la voz del
Señor preguntándole qué hacía allí.
No hubo reprensiones, ni castigo, ni
ridiculización de su actitud. Elías explicó que sentía que era el único de los
siervos de Dios que quedaban en vida. El Señor le demostró cuán equivocado
estaba y volvió a darle su misión y le devolvió a su ministerio.
Después de momentos de victoria hay un gran peligro. Uno necesita mantenerse muy cerca de Dios. Cuando se comenten grandes errores, hay perdón, limpieza, y oportunidad renovada de servicio.
CAPÍTULO XXVI
DOS CATEGORÍAS
Puede decirse que hay dos clases
principales de preocupación, La primera podía llamarse ansiedad insensata,
innecesaria, sin un fundamento justificable. Ésta puede ser el resultado de
información incorrecta o de insuficiente información. En otras palabras, no
entiendes bien los hechos y llegas a una conclusión equivocada. La respuesta, o
solución, de esta clase de preocupación es fácil. Busca la verdad del asunto
hasta encontrarla. Serás grandemente aliviado y la preocupación
terminará al momento.
También puede darse el caso que tú te
hayas puesto en áreas de preocupación donde no tienes derecho a meterte. A
menudo aceptamos para nosotros preocupaciones que no son nuestras. Nos
preocupamos por otros. El remedio en este caso es fácil: no hacerlo.
Luego hay una manera de considerar la preocupación de puro sentido común. Por ejemplo. Cuando los problemas son reales, las dificultades existen y ha verdaderos peligros. Pero luego uno de preguntarse “Si me pongo demasiado preocupado por ello, ¿ayudará en encontrar una solución?” Cuando tú no puedes hacer absolutamente nada para cambiar la situación, ¿no es sabio quitarlo de tu mente?
Con mucha frecuencia hay preocupación
por asociación. Por ejemplo, puedes saber que alguien tenía un problema
específico que causó una multitud de tristezas. Luego oyes hablar de otro caso
que parece reunir las mismas circunstancias, e inmediatamente supones que las
misas terribles consecuencias seguirán en el caso cuestión. ¿Cómo lo sabes?
Puede haber otros factores. Los resultados pueden ser totalmente diferentes.
En otras palabras, una buena parte de
preocupación puede ser sencillamente el resultado de información incorrecta o
de no aplicar la sabiduría. ¡Ojalá que todo el mundo tuviera suficiente
sabiduría además de suficiente información! En esto, el lado espiritual es
importante. Dios está disponible para dar a Sus hijos la sabiduría necesaria
cuando Le piden. Sencillamente mediante la oración del que cree se consigue esta
calidad que es de un valor inestimable.
¿Cómo es que tu médico se queda en tanta calma cuando tú le explicas todos tus temores? La respuesta es que él sabe la cura de tu necesidad física y tiene la suficiente sabiduría para aplicar el remedio, tus temores desaparecerán. Una aplicación estupenda de sabiduría es exponer claramente tus preocupaciones para luego analizarlas con calma. ¿Se basan en los hechos reales? ¿El preocuparte te ayudará en algún sentido? Perderás la mitad de tus preocupaciones si de forma honrada las contestas correctamente.
CAPÍTULO XXVII
LA SEGUNDA CLASE
No todas las preocupaciones tienen su
origen en asuntos ridículos, no justificables o no comprendidos. Es un hecho
que existen muchos problemas serios en la vida. Con algunos de éstos, tener
información completa sólo añade preocupación. Hay esta otra categoría que
requiere una sobria consideración.
Repasemos nuestras definiciones: el
“ocuparse” de algo puede definirse como tener una comprensión seria, adecuada y
calmada de un problema, juntamente con el más profundo deseo de solucionarlo.
Por otra parte, la “preocupación” es una ansiedad irrazonable a veces ilógica
que puede llegar a ser una histeria y causar alteraciones altamente
emocionales. La “ocupación”, en el sentido, es necesaria; y no la esquivan las
personas responsables. La “preocupación” es inútil. No soluciona nada y sólo
sirve para aumentar el problema.
La misma naturaleza de la vida
requiere la “ocupación”. Hay batallas que librar y victorias que ganar
(1ªPed.5:8) Se ve la necesidad de un punto de vista serio. Habrá oposición en
la vida del cristiano. Dios lo ha proyectado así. Los problemas de la vida
tienen la tendencia de hacerle madurar a uno. Es así que se crece, moralmente.
La vida cristiana tiene otra dimensión. Los problemas, hostilidades,
dificultades, hasta las tribulaciones (2ª Tm.3:12) han de venir necesariamente.
No hay una vida cristiana verdaderamente viva que no los tenga.
¿Cómo puede ser esto, cuando el
cristiano posee un Salvador que le ama y un Padre todopoderoso? Claro que no
puede ser a causa de falta de interés o de poder. Más bien hay un plan
profundamente arraigado debajo de los problemas de la vida. El punto de vista
de Dios es naturalmente extenso. Su corazón no se limita a la tierra, sino a
las cosas del cielo. Se interesa por nuestro bienestar eterno. Es Su propósito
de gracia que los redimidos de la tierra moren con Él para siempre (Jn.14:2,3).
Pero tenemos que estar preparados, y la vida presente es la base de esta
preparación.
Como ejemplo, consideremos unos padres sabios que educan a sus hijos. Permiten que sus hijos tengan que pasar por ciertos problemas para que sean preparados para la vida. Mientras tanto vigilan todo el tiempo con cuidado. No permiten que las pruebas sean demasiado fuertes. Así es Dios, pero mil veces con mayor poder y atención. ¿Nos pondremos demasiado ansiosos por los problemas que Dios no envía? Claro que no. Más bien los aceptaremos para aprender las lecciones que nos enseñan, vivir con oración diaria, y creer que nuestro Padre celestial no nos abandonará.
CAPÍTULO XXVIII
AQUELLOS PASAJES
TAN HERMOSOS
Por toda la Palabra de Dios hay
versículos que echan de la mente la preocupación cuando los incorporamos en
nuestras vidas. Algunos de los más destacados debemos no sólo leerlos, sino
memorizarlos y meditar en ellos constantemente.
Las primeras palabras del Salmo 37
nos provocan a ello. Podrían traducirse: “No te preocupes”. Tenemos la
tendencia de comparar nuestra suerte como hijo de Dios con la de los no salvos;
pensamos que nuestros problemas son grandes y los de los no cristianos poca cosa.
Ellos pueden prosperar, mientras que nosotros quedamos pobres. Pero el Salmista
nos avisa que su vida es breve; la nuestra eterna.
Más adelante, en este mismo Salmo,
encontramos la fórmula para una vida cristiana feliz. Primero, debemos confiar
(37:3) Se trata de una actitud activa que incluye “hacer el bien”. Para esto
hay una promesa segura que “moraremos en la tierra” y seremos “alimentados”.
Después, el que quisiera ser feliz de “deleitarse” en el Señor (37:4) Esto
parece ser exactamente el opuesto de lo que hace el cristiano que lo es
solamente de nombre. El que responde a este mandato no encuentra su placer
principal en los intereses mundanos, sino que encuentra su mayor gozo en las
obras y la Palabra de Dios.
El versículo que viene después es una “receta”, condensada maravillosamente, para conseguir una vida cristiana. Primero, uno encomienda su camino al Señor (37:5); es decir, no sólo recibe a Cristo como su Salvador, sino que también pone toda su vida en las manos hábiles del Señor. Luego, se revela el secreto del vivir con éxito. Es confiar, de día en día. Pase lo que pase, confía en el Señor. Para todas las circunstancias se “receta” lo mismo. Hay muchas ramificaciones, pero la clave pata toda bendición espiritual es la misma en todo caso: esta confianza continua. Confía en Dios. El versículo acaba con una promesa llena de gracia: “Él hará”. Dios en Su poder sin límite y Su sabiduría sin par y Su amor infinito, se cuidará de que Su propósito se lleve a cabo.
El versículo 7 es un punto culminante
muy apropiado: “Reposa en Dios”, es decir: todo lo que nos pesa lo pasamos a
Él. No tenemos que llevar nuestras cargas solos. Si todo lo que deseábamos no
se ha conseguido, esperemos con paciencia a que Él lo lleve a cabo.
Sé honrado. Si tú obedeces estas
instrucciones tan llenas de gracia, ¿es posible estar preocupado a la vez?
Estos remedios sencillos pero profundos no son el producto de la sabiduría del
hombre, ni siquiera provienen del “especialista”. Este antídoto para la
ansiedad humana nos ha venido del Dios Todopoderoso, el Creador, que dio a Su
Hijo para que nos salvase.
*Este parece ser el significado del
versículo traducido “Calla a Jehová o “Guarda silencio ante Jehová” en las
versiones españolas.
CAPÍTULO XXIX
LOS VERSÍCULOS QUE NOS
DICEN “NO TE PREOCUPES”
Posiblemente no te habrás fijado
nunca en Filipenses 4:6,7. Pero contiene precisamente el mensaje que estamos
enfatizando: “¡No te preocupes!” “Por nada estéis afanosos” dice la versión de
Cipriano de Valera, lo que equivale a una orden directa que no debemos
preocuparnos, como si se tratara de un mandamiento absoluto: “no te preocupes”.
Pero ¿cómo?
El escritor inspirado lo explica a
continuación. Se nos exhorta que pongamos todo delante de Dios en oración. Es
evidente, que el énfasis está en la palabra TODO. Algunas personas se contentan
con poner en las manos de Dios solamente los grandes problemas. Pero, ¿sabemos
de modo cierto, cuales son los verdaderamente grandes? La mayoría de las veces
no lo sabemos, pues los asuntos pequeños crecen en nuestra imaginación hasta
hacerse inmensos.
Nota que se dice que las “peticiones” deben ser con oración y ruego. La oración incluye tanto la adoración como la petición; el ruego parece significar una petición bien definida, específica, para una respuesta a una necesidad específica. Hay que ver, también, que incluye “acciones de gracias”, este versículo. Ello tiene su motivo. Cuando agradecemos a Dios las bendiciones pasadas, nos animamos a creer que Él contestará nuestra petición para necesidades futuras y actuales.
Todo el tema del pasaje es de oración
continua. Esto no significa una petición una vez para siempre, pero, más bien,
el llevar delante de Dios, sin cesar, aquellos asuntos que nos interesan. Y a
Dios no Le desagrada esto. No Se impacienta como nos impacientaríamos nosotros
si se nos “bombardea” de peticiones. De hecho, nos exhorta a que vayamos a él.
En el versículo 7 se menciona el
resultado. Se nos dice que La paz de Dios, la misma paz de Dios, guardará,
sostendrá y protegerá nuestros corazones y mentes. Ahora bien, hay que tener
presente que Dios no promete contestar las peticiones tal y como Se las
presentamos, ya que muy frecuentemente nuestras peticiones son tristemente
inconvenientes. Pero lo que nos promete es que entrará en nuestras mentes y
corazones aquella seguridad de que todo irá bien.
En otras palabras, la preocupación se
desvanecerá, y en su lugar vendrá la confianza de que Dios se cuidará del
asunto en el momento oportuno que Él sabe. No mencionamos el pensamiento
introductorio de los versículos anteriores de Filipenses 4. Lo que se desea es
el gozo en el Señor. Todo el mundo sabe que el gozo es imposible si el corazón
está, por así decirlo, “roído” de preocupación. Así pues, por Su gracia,
podemos decir “¡Fuera la preocupación y bienvenido el gozo del Señor!”
CAPÍTULO XXX
UNA INVITACIÓN A LA
SERENIDAD
Mira las palabras directas del mismo
Señor, palabras de gracia que se encuentran en Mateo 11:28-30. Antes de
pronunciarlas había proclamado terribles ayes para los n o arrepentidos. Pero
con Su ojo que todo lo veía observó sin duda a algunos, aun en aquellas
ciudades condenadas, que se arrepentían y creerían y Le recibirían como su
Salvador. De aquí su invitación:
“Venid a mí todos los que, y yo os
haré descansar”. He aquí una traducción extendida y completada: “Venid a Mí,
todos los que estáis cansados hasta el
extremo de estar agotados, y que hace tiempo que estáis cargados de
sentimientos abrumadores, de manera que os sentís agotados, y curvados bajo su
peso, y Yo haré que cesen vuestros trabajos y quitaré vuestras cargas y os
aliviaré con el descanso, porque Soy manso y humilde de corazón, y hallaréis
descanso de vuestros trabajos y refrigerio para vuestras almas, porque mi yugo
es agradable y mi carga es ligera”.
De hecho, este versículo se explica a
sí mismo. Debemos “venir”, es decir, estar dispuestos a movernos hacia Cristo. Nos
espera, pero tenemos que movernos hacia Él. Venimos sólo a Cristo, no a ningún
hombre, iglesia, creencia, credo, o programa. No hay límite; todos pueden
venir. La invitación de Cristo se dirige especialmente a los cansados y
cargados. Sus palabras no van dirigidas primeramente a los que sufren el
cansancio físico, aunque el cansancio físico puede tener que ver con ello. No
son los músculos cansados a lo que se refiere, sino más bien a los corazones
abrumados, a las mentes deprimidas, a los espíritus agotados. A éstos Él ofrece
descanso, refrigerio, renovación.
En el versículo 11:29 hay otra invitación, en ella se nos pide que tomemos el “yuyo” de Cristo para compartir Su ministerio, unirnos a Él en el trabajo más grande que jamás existió, el de llevar las buenas nuevas del Evangelio a los amigos, al otro lado de la calle y al oro lado del mundo. Para este ministerio hay un descanso más. Tal vez en esto se trata del descanso de haber conseguido algo, la emoción del éxito en este sentido. Podría decirse que es el placer de ver completada una tarea. De todas formas, hay una promesa de serenidad y relajamiento para el cuerpo de parte del Señor cuando de esta forma entramos en Su trabajo.
El hecho es que el yugo de Cristo se
describe como fácil y ligero porque se trata de un yugo doble. El buey que
tenía otro buey más fuerte al lado tiraba su carta con más facilidad. El Señor
tiene el plan de trabajar con nosotros si trabajamos con Él. Nadie dudará de
que la tarea sea inmensa y la responsabilidad más allá de nosotros. Pero el
Señor recuerda a sus discípulos, “todo poder me es dado en el cielo y en la
tierra, por tanto, id” ((Mt.28:18-20)
CAPÍTULO XXXI
UN ALMACEN DE TESOROS
DE CONSUELO
En cierto sentido la Biblia entera es
una respuesta al problema de la preocupación. En ella hay ayudas de toda clase:
sermones conmovedores, historias inspiradoras, proverbios incisivos, biografías
emocionantes, y cartas instructivas. Pero tal vez el grado mayor de consuelo se
encuentra en un libro que está en el mismo centro de la Biblia. Contiene 150
poemas de los más conmovedores que jamás se hayan escrito. Me refiero, por
supuesto al Libro de Los Salmos.
Estos poemas, originalmente escritos
para ser cantados con música, abarcan toda una gama de experiencias humanas.
Casi no se excluyen ninguna clase de emoción humana. Hay canciones de alabanza,
de inspiración, de contrición, de consuelo, e instrucción. Hombres y mujeres de
todas las edades, al encontrarse preocupados y temerosos han acudido a estos
escritos divinamente inspirados y han encontrado que sus cargas se quitan y sus
corazones hallan refrigerio.
La mera lectura de estos Salmos eleva el alma, especialmente se si leen en voz alta. Además, lo mejor que puedes hacer es leerlos desde el primero hasta el último, subrayando las frases mas significativas. Hay varios Salmos que se destacan y se aplican de forma especial a uno que suele tener temporadas de preocupación.
Empecemos con el Salmo 1. La primera palabra misma es “Bienaventurado” lo que significa “Feliz”. Después se explica cómo alcanzar la felicidad. Luego se deja claro el contraste que existe entre el placer mundanal y las satisfacciones del camino de los justos. El Salmo 23 tiene sólo seis versículos. Pero en toda la literatura humana no se encuentra una combinación más magnífica de 105 palabras. De hecho, el Salmo 23 se clasifica entre los mejores poemas, aun por literarios no cristianos. Se trata del cuidado del Señor por los Suyos. Si creemos que es así, el cristiano no tiene motivo alguno para estar preocupado.
El Salmo 27 es un poema maravilloso. El Salmo 34 se escribió en momentos de extrema adversidad para el autor y tiene que ver con necesidades y temores básicos. El tema del Salmo 46 es el refugio eterno que sólo Dios ofrece. El Salmo 51 es una expresión de profundo arrepentimiento y contrición por haber pecado y fallado. El Salmo 72 señala más allá del sistema actual del mundo a un tiempo venidero cuando el mundo estará lleno de justicia y paz como las aguas cubren el mar. El Salmo 103 exhorta a que se alabe a Dios como conviene; el Salmo 104 hace resaltar Sus obras en el mundo; el Salmo 107 insiste en que se alabe vez tras vez a Dios. El Salmo 119, un punto culminante final, está lleno de alabanza.
CAPÍTULO XXXII
PUEDES VENCER
Dios no ha tenido nunca la intención de que tú seas esclavo de la preocupación. No es Su voluntad que tus días se pasen pagando el tributo del temor, sometido a dicho tirano. Los cristianos son los hijos del Dios viviente. Nuestro ambiente es el de libertad y felicidad. Ello es verdad, a pesar de que los tres enemigos, el mundo, la carne, y el diablo, no cesan de conspirar contra nosotros. Pero Aquel a quien servimos puede, de forma gloriosa, darnos el poder de derrotar a las fuerzas terribles del rey preocupación. Decidámonos desde ahora que no vamos a rendirnos a él.
Tenemos todo a nuestro favor. Nuestra posición como hijos de Dios es inconmovible. Las fuerzas que podemos llamar en nuestra ayuda son irresistibles. Las verdades que se encuentran en el Libro son insuperables. ¿Qué más se necesita? Sólo se requiere una cosa, nuestra voluntad de ir adelante a la victoria. Debe haber en nuestro corazón la convicción, coraje, y el celo para derrotar al enemigo y seguir teniéndole vencido. Una chispa de deseo de nuestra parte movilizará todas las fuerzas a nuestro favor.
Hay algunos para quienes la
preocupación es una aflicción de toda la vida. Posiblemente, algunos ya
nacieron en casas llenas de ansiedades. Es posible que las circunstancias de
sus vidas hayan aumentado esta tendencia de considerar el lado negativo en vea
del optimismo. La costumbre puede estar arraigada que uno crea que nunca la va
a superar. Pero, créeme, el poder de Dios es tan grande que dicha persona,
puedes ser tú, puedes ser liberado, si quieres.
Puedes leer este libro desde el hoyo más profundo del temor, desánimo y tristeza en que puede caer el ser humano. Puedes estar llegando a considerar el quitarte tu propia vida, por ser la preocupación tan grande que no parece haber salida. No has encontrado la manera de librarte de ella. Pero créeme, nuestro Dios es un gran Dios. Si no pudiera ayudarte, no sería Dios. ¡Pero es Dios y sí que puede! Por tu voluntad para una vida de libertad de la preocupación. Decídete en la profundidad de tu ser que harás tu parte. Luego clama al Dios de amor y perdón y poder, que levante tus pies y los ponga en la roca sólida de Su gracia y favor.
¡Por medio del Señor Jesucristo! Su amado Hijo, tú puedes vencer hoy.
Referencia:
Libros CLIE
Galvani, 113
08224 TERRASSA (Barcelona)
CÓMO VENCER LAS PREOCUPACIONES
William W. Orr
Versión española: Samuel Vila
Originaly published in the USA under the title WHO TO OWN OVER WORRY by Scripture Press Publications, Wheaton, III.
* 1988 por CLIE para la versión española
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