PROFECÍA BÍBLICA (VII)
WILLEM KRAAK
CAPÍTULO VII
La gran tribulación
Quizás alguien haga la pregunta: ¿Por qué el Omnipotente no
aniquila de una vez toda injusticia e iniquidad en la tierra? Contesta la
Biblia: “Por mi vida, dice el Señor Javé, que yo no me gozo en la muerte del
impío, sino que se retraiga de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros
malos caminos” (Ezq.33:11)
Dios sabe ganar, mediante el castigo, a muchos hombres para
conducirles al arrepentimiento y la conversión. La revelación lo mostrará. Los
individuos que no quieren reconocer a Dios, ellos mismos se quedan fuera de su
gracia. Esta separación entre los hombres se efectúa a través de calamidades
como las que se describen en el libro de Apocalipsis. Es de notar que se
distinguen en la horrible tribulación que se avecina diferentes factores:
El apóstol Pablo bosqueja resumidamente una Humanidad sin
Dios. “Como ya no quieren reconocer a Dios, él los ha abandonado a sus
pensamientos. Están llenos de toda clase de injusticia. Son envidiosos,
asesinos, pendencieros, engañadores” (Rom.1:28-31) En consecuencia es
primeramente una serie de desastres, como guerra mundial, hambre, enfermedades
contagiosas, causando la muerte de millones de víctimas (Ap.6:1-8) Sigue el
castigo por parte de Dios en forme de un gran terremoto que rae también
innumerables muertos. Todos los habitantes de la tierra pensaban que el fin del
mundo había venido (Ap.6:12-17)
Entre tanto, desde el cielo se nota una inmensa multitud de
conversiones de entre todas las naciones, de personas que sintieron su
culpabilidad, y que han sido salvados para la eternidad por dar testimonio de
su conversión, honrando a Dios y confesando a Jesucristo. San Juan vio: “muchas
gentes, de toda nación, raza, idioma y pueblo, que estaban en pie delante del
trono y delante del Cordero; eran tantos que nadie podía contarlos, y estaban
vestidos de blanco y tenían hojas de palma en las manos. Todas gritaban con voz
fuerte, diciendo: La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el
trono, y del Cordero” (Ap.7:9-17)
Y todos los ángeles adoraron a Dios, diciendo: “¡Amén! La
alabanza, la gloria, la sabiduría, la gratitud, el honor, el poder y la fuerza
sean de nuestro Dios por todos los siglos, Amén”. Entonces, uno de los ancianos
me dijo: “Estos son los que han pasado por la gran aflicción, los cuales han
lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero”.
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