SALMO XXIII (2ª)
Juan C. Varetto
“Junto a aguas de reposo me pastoreará”.
Los pastores en Oriente para evitar a
sus ovejas los peligros que ofrecen los arroyuelos impetuosos que descienden
bruscamente de las montañas, desvían el agua por medio diques rústicos y la
llevan a lugares seguros y de tranquilidad. A esas aguas se les llama, aguas de
reposo. Nosotros también necesitamos
beber agua espiritual para apagar la sed del corazón. Por eso dice Dios en
Isaías: “A todos los sedientos: venid a las aguas: y los que no tienen dinero,
venid, comprad y comed” (Is.55:1)
Bebamos de esa agua que ofreció
Cristo cuando junto al pozo de Jacob dijo a la mujer samaritana: “Si conocieses
el don de Dios, y quién es el que te dice: dame de beber: tú pedirías de él, y
él te daría agua viva”. “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener
sed, mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed:
mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida
eterna” (Jn.4:10,13)
Oigamos también a Cristo decir: “Si alguno
tiene sed venga a mí y beba” (Jn.7:37) “Hará volver mi alma; me guará por
sendas de justicia por amor a su nombre: Cuando la oveja se extravía, su vida
corre peligro. ¡Ay de ella si el buen pastor no acude en su socorro! “Hará
volver mi alma” quiere decir: salvará mi vida, restaurándome de nuevo al redil.
¿Qué mejor comentario de esta expresión que la bella parábola de la oveja
perdida, que tenemos en el capítulo 15 de San Lucas?
“Me
guiará por sendas de justicia”
Él nos “guiará por sendas de justicia”,
es decir, por sendas rectas. En los países montañosos hay sendas muy peligrosas;
sendas que conducen a precipicios, y sendas tortuosas que forman laberintos de
los cuales es difícil salir. El pastor conoce las sendas seguras y por ellas
conduce amoroso a su querido rebaño. Él va adelante y las ovejas le siguen. Dice el sabio Salomón: “Hay camino que parece
derecho al hombre, mas su salida son caminos de muerte”. Por tanto, no debemos
escoger nosotros mismos el camino, sino seguir obedientes al buen pastor que
nos conduce por senderos de justicia.
“Yo soy el camino”, dice Cristo.
Aceptarle y seguirle es sabiduría. Cuando el hombre elige el camino que a él le
parece bueno, sin buscar que sea el camino trazado por Dios, es seguro que
escogerá no el camino angosto y dificultoso que lleva a la vida, y por el cual
van muy pocos, sino el camino ancho y fácil de la mundanalidad. Camino de encantos
y muy frecuentado, pero que conduce a perdición. “Como son más altos los cielos
que la tierra, así son mis caminos más latos que vuestros caminos”, dice el
Señor.
Y al decir el salmista: “por amor de
su nombre”, nos enseña que no nos concede Dios este favor porque lo merezcamos
o porque seamos dignos en alguna manera. “para no atribuirse ninguna cosa a su
propia dignidad o mérito. David presenta la bondad de Dios como la causa de tan
grande liberalidad, declarando que Dios le concede todas esas cosas por amor de
su nombre. Y ciertamente el escogernos para ser sus ovejas, y el hacerse
nuestro pastor, es una bendición que procede enteramente de su bondad libre y
soberana.
Gracias demos a Dios por la gran
misericordia mostrada para con su pueblo, y renunciando a seguir en nuestros
propios caminos, sigamos complacidos en la buena senda de su voluntad, y
recordando su infinita bondad digamos con confianza y reverencia: “Hará volver
mi alma; guiándome por sendas de justicia por amor de su nombre”.
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