SALMO XXIII (1ª)
Juan C. Varetto
“Jehová es mi pastor; nada me faltará”.
Que cada uno pueda decir: “nada me faltara”. No me faltará el
pan de cada día, porque tengo en el cielo un Padre que me ama. No me faltará el
vestido, porque soy hijo de aquel que viste de hermosura a los lirios del campo.
No me faltará el perdón, porque grandes son las misericordias del Altísimo. No
me faltará su dirección, porque Él es mi pastor amante. No me faltará su
consuelo en la hora de la prueba ni su fuerza en la hora de la tentación. No me
faltará su gracia en la hora de la muerte. No nos faltará una morada en el
hogar celestial, porque Cristo la compró con su sangre para mí. En la vida y en
la muerte: “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (v.1)
“En lugares de delicados
pastos me hará yacer; junto a aguas de reposo me pastoreará”.
David, el autor del salmo, antes de ser rey fue humilde
pastor de ovejas, y podía recordar la manera como él conducía su rebaño a los
lugares de descanso. Imaginaos a las ovejas y tiernos corderitos descansando en
verdes pastos, disfrutando de la sombra de algún árbol, un sitio donde hay
aguas tranquilas, y ahí tenéis la idea representada en este versículo bíblico.
En el cálido clima de la Palestina cuando llegan las horas de calor sofocante,
Nosotros también necesitamos descanso y por eso Cristo nuestro pastor nos dice:
“Venid a mí los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”
(Mt.11:28)
Todos los que han acudido a Cristo han hallado un descanso
seguro y duradero. El alma que después de vagar incierta por los tortuosos
caminos de las tradiciones y credos humanos, abandonando todo eso, acude a
Cristo, encuentra en Él un reposo suave que le permite exclamar:
“Oh qué paz Jesús me da,
Paz que antes ignoré,
Todo nuevo se tornó,
Desde, que su paz halle”.
En vano buscaríamos reposo fuera de Cristo. Él es el único que puede decir: “Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas”. Nosotros necesitamos alimento para nuestras almas, y Cristo el buen pastor nos guía a deliciosas praderas de la palabra de Dios. La lectura de la Biblia es el pasto espiritual que sirve de alimento a las almas que siguen al Señor: “no con sólo de pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt.4:4) En la Biblia tenemos esa palabra nutritiva. Leámosla cada día, y meditemos en ella, y esa lectura confortará nuestra vida espiritual. (Salmo 1:2-3)
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