EL DIOS JUSTO (1ª)

C. H. SPURGEON           

C. H. Spurgeon fue en su día el más popular predicador, cuyos mensajes llevaron a millares de pecadores a los pies de Cristo. Ha sido incluso estimado como el más bíblico de los predicadores desde los días apostólicos. Todavía sus sermones, traducidos a infinidad de lenguas, son usados por Dios para salvación de muchos. He aquí una muestra de sus mensajes, cuyo estilo sencillo y bíblico, puede servirnos por modelo.

EL DIOS JUSTO

El grito de nuestro tiempo es que Él es Amor, pero esto es verdad sin dejar de serlo, asimismo, que Él es justo, inflexiblemente justo. No sería Dios si no lo fuese, ni amor si no fuese, primeramente, justicia, pues que el castigo de los perversos es indispensable para poder mostrar su misericordia hacia los que, dejando su perversidad, acuden a ´El en demanda de la misma, en contraste con los primeros.

"Los perversos serán castigados en el Infierno y todos los que olvidan a Dios”, es también un texto bíblico, como igualmente este otro: “Dios está airado contra los malos cada día”.

Es, precisamente, por la perversidad reinante hoy, que los hombres niegan el Infierno, y es por razón de su hipocresía que fingen no temerlo. ¡Ay del predicador que predicando del Amor de Dios deja a un lado Su Justicia faltando a su deber, predicando la Verdad en su propio gusto y al de su auditorio, olvidando que son llamados a testificar de la Revelación de Dios tal y como nos ha sido entregada por Santo Espíritu! Yo temo que, en muchos casos, la doctrina del castigo eterno es dejada de lado, y burlada como una fantasía y quimera mental. Sin embargo, el día vendrá cuando la realidad se impondrá inexorablemente.

Achab se burló de Miqueas y de su amenaza como profeta; la generación de los días de Noé se burló de su amonestación, burlándose del “viejo loco”. Pero ¡ay! cuando sintió en su pecho el dardo mortal, o cuando las aguas del diluvio subían amenazadoras, unos y otros creyeron ser verdad la profecía, cuando no había ya camino de escape. Así es, también, con nosotros en los días presentes, y así será para siempre. No nos pidáis, pues, que, disimulando el mal que llega, prediquemos un Evangelio sin un juicio para los que le rechazan. Dios honrará un día a los que, fieles a Su Verdad, habrán predicado Su Verdad fielmente, al advertir a los pecadores que, si no se arrepintieren, todos perecerán”.

 

 

 

                                                                         

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