LA TUMBA VACÍA
DR. WALTER L. WILSON
“Y entrando
no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”
(Lc.24:3)
La tumba vacía de Jesús proclama el Señorío del Cristo de
Dios, resucitado de entre los muertos, confirmando la deidad del que había sido
en ella sepultado como si fuese un mero hombre. Es, además, la promesa a cada
cristiano de que un día, él también se levantará del polvo para reinar con Su
Salvador en el primogénito, las primicias de la resurrección, para la felicidad
eterna.
La tumba vacía es una solemne amonestación a los pecadores
advirtiéndoles del peligro en que viven, ya que el que murió se levantó de
nuevo para ser el Juez de todos, cuando Sus enemigos habrán de ser condenados
en un terrible juicio y una horrible condenación.
La tumba vacía es un recuerdo perenne que nos dice que Él se
levantó para nuestra justificación. Murió por nuestro pecado, pero se levantó
para justificarnos ante Dios. Y Su obra fue tan perfectamente acabada, que el
Juez le levantó de la muerte, le alzó a Su Cielo, y le sentó junto a Sí mismo
en Su trono.
La tumba vacía es un constante mensaje que nos recuerda un
juicio venidero, “a causa de que ha sido señalado un día cuando Él juzgará
al Mundo, con justicia, por aquel Varón que Él ordenó, dando fe a todos con
haberle resucitado de los muertos” (Hch.17:31)
La tumba vacía es la afirmación y proclamación de Dios y de
Su poder sobre la Muerte. La Muerte no acaba todo, pues siendo solamente la
Puerta de Salida por done el hombre se dirige a su eternidad, Jesucristo salió
de Su tumba con su propio cuerpo vivo, para anunciar al Mundo que Él posee
poder sobre las otras tumbas, y hará que todos resuciten: los unos para
salvación, los otros para condenación eterna.
Por estas razones, los que no seáis todavía salvos, debéis
daros a Cristo para que Él pueda salvaros. El Vencedor del Pecado y de la
Muerte, Él se levantó de Su tumba, os llama y os dice hoy: “Venid a mí”. El desea daros vida eterna, salvándoos de una
muerte eterna, Él desea que seáis suyos para siempre. Él quiere aseguraros en
vuestra misma alma y experiencia que, si os dais a Él, él os llevará a Su
Morada Eterna. Él no desea hallaros frente a frente en el Día del Juicio como
enemigos del Señor y Salvador de los Pecadores.
Permitid que os señale la urgencia de vuestra decisión. Es necesario
que os deis cuenta de la gran verdad: Si os dais a Él, tal como estáis, seréis
salvos. Si le rechazáis pereceréis. Si lo dejáis para otro día, seguís en el
mismo peligro de perecer, haciendo tarde. Confiad, pues, en Él, hoy, y ahora.
Amén.
Fuente:
“El Eco de la Verdad”, 1951
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