EL PODER DE LA ORACIÓN (1ª)
Billy Graham
INTRODUCCIÓN
Cuando los discípulos de Jesús, aquellos hombres sobre cuyos hombros descansaba la responsabilidad de cristianizar al mundo, vinieron ante el Maestro con una petición suprema en su valor: “Señor, enséñanos a orar”. Y ¿Dónde suponéis que ellos habían aprendido la importancia suprema de la oración? De Jesús mismo y de su vida de oración: “Y levantándose muy de mañana, aún muy de noche, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.
Al Hijo de Dios la oración tenía más importancia que la
congregación de grandes multitudes: “se juntaban muchas gentes a oír y ser
sanadas de sus enfermedades; mas él se apartada a los desiertos y oraba” (Lc.5:14)
Las horas de comunión con su celeste Padre significaban para nuestro Salvador
más que el sueño, porque la Biblia nos dice: “Y aconteció en aquellos días, que
fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Lc.6:13)
Él oró en el velatorio, y los muertos resucitaban. Oró sobre
cinco panecillos y dos peces, y una multitud fue alimentada. Él oró “no mi voluntad
sino la tuya”, y un camino fue abierto al hombre pecador para que pudiera
acercase a Dios. Sus discípulos, sí habían descubierto que había una relación
directa y estrecha entre la vida de ministerio de Jesús y su vida de oración ferviente
De ahí que su primera petición de los discípulos fuese: “Señor,
enséñanos a orar”. Y es que agradó a Dios siempre unir su obra a favor de los
demás en la súplica de su pueblo: Noé oro, y Dios le ofreció un plano para el
Arca salvadora. Moisés oró, y fueron grabadas en piedra con el dedo de Dios la
Ley. Gedeón oro, y los ejércitos del enemigo huyeron ante el empuje de sus
trescientos hombres. Salomón oró, y descendió el fuego celeste que consumió el
holocausto y los sacrificios.
Daniel oró, y las bocas de los leones fueron cerradas. Elías
oró, y el fuego de Dios consumió el agua alrededor del altar. David oró, y el
terrible Goliat fue vencido con los filisteos. Los discípulos oraron, y fueron
llenos del Espíritu Santo. Pedro y Juan oraron, y un cojo fue curado y cinco
mil almas creyeron en Cristo Jesús. Los discípulos oraron, y las puertas de la
cárcel se abrieron y Pedro se vio libre.
Orar es la más alta habilidad practicada del espíritu en el
hombre, y debe ser su pasión predominante, la misma aspiración de aire vital en
su vivir y alentar cristiano. Muchos hombres han mal entendido qué sea “orar en
el Espíritu” Orar no es formular frases sin sentido, vagas, sin dirección
marcada, de que Dios provea lo que nuestro egoísmo está pidiendo. La oración
verdadera no es un rito psicológico afectando al que ora, sino una invocación sincera
a Dios. La oración que prevalece no es una vana repetición de rezo, de palabras
ofrecida para demostrar un fervor aparente. Jesús dijo: “Y orando no seáis prolijos,
como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mt.6:7)
Comentarios
Publicar un comentario