CONVERSIÓN (3ª)
C. H. SPURGEON
¿CONVERSIÓN LEGAL O CONVERSIÓN EVANGÉLICA?
Hay una gran distancia entre ambas. La primera es,
sencillamente, miedo a la condenación. La segunda, temor a la causa que nos
condena, es decir al pecado. Estos dos distintos sentimientos nos marcan o
señalan qué se la verdad real. Cuando un hombre se arrepiente por el don de la
gracia del Espíritu Santo, la cual obra en él, no se arrepiente del castigo que
ha de seguir a su culpa, sino de la culpa que ha de motivarlo. Este es el
arrepentimiento que nos lleva a la salvación, sin el cual, “todos pereceréis
igualmente”, y sólo en esta sangre, sin ningún mérito propio nuestro.
Con frecuencia hemos al predicar, de usar de ideas fuertes y
amenazadoras, para despertar las conciencias. No es posible imaginar a un Dios
justo en la Biblia, que pueda dejar pasar al pecado en nosotros sin castigarlo.
Ningún hombre sensato lo pensó jamás. Nadie puede pensar en un buen rey o en un
buen gobierno sin la justicia para gobernar. Tampoco es posible separarla del Dios
justo.
LA CONVERSIÓN PERPETUA
Últimamente, la conversión debe ser para siempre,
no por un tiempo. No será volver a Dios hoy para dejarla mañana la fidelidad a
su Palabra. El cambio que Él debe obrar en nosotros no será transitorio ni
superfici9al, no en coarte por encima del tumor, ni el limpiar el polvo exterior
de un día, sino el atacar a la raíz del mal, y el limpiar de la suciedad y su
causa en lo más hondo de nuestro Yo. No debemos ser honrados hoy y mañana, y
después, como dice la Escritura: “El perro vuelve a su vómito y como la puerca
lavada a revolcarse en la suciedad”, el arrepentimiento no os servirá sino para
hundiros más profundamente, en vez de dejar que la gracia divina obre en el
corazón.
CRISTO EL DADOR DE LA CONVERSIÓN
¿Cuál es el camino al arrepentimiento? Seriamente os declaro,
que nadie puede arrepentirse, según el Evangelio, por sí mismo. Escuchad: “El
que murió en la Cruz, ha sido el único levantado para dar arrepentimiento y
remisión de pecados”. Esto dice la Santa Escritura, en multitud de sus textos
bíblicos.
Por lo tanto, si sentís que sois miserables pecadores,
incapaces de propia salvación, humillaos ante Dios, confesadle vuestra culpa,
decidle que no sentís tanto como quisierais vuestro mal, incluso, tan
gravemente enfermos estáis, y Él os ayudará, seguramente. No os levantéis de
vuestras rodillas hasta que ´El os dé sentir de profunda convicción de pecado. Guardaos
de un arrepentimiento, sin sentir que estáis arrepentidos, cuando hay verdadero
arrepentimiento y conversión, entonces: “No hay ya ninguna condenación para los
que son de Cristo”. Y continúa: “Venid luego y razonemos juntos, dice Dios, si
vuestros pecados fueren como la grana, serán vueltos como blanca nieve”
(Is.1:18. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hech.16:30) “El que creyere
y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyeres será condenado”
(Mr.16:16)
Fuente:
"El Eco de la Verdad", 1951
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