CONVERSIÓN (2ª)

C. H. SPURGEON

EL ARREPENTIMIENTO DE HOY

El significado del mismo es, primeramente, que nuestra conversión debe ser real y efectiva, en lo más real de nuestro ser y vida. Acaso alguno alegará: “Si; yo me vuelvo hacia Dios, y desde este día no desearé pecar más, y viviré procurando andar en santidad. Mis pasiones serán abandonadas por mí, mis pecados aventados lejos, y de todo corazón yo obedeceré la voz de Dios”. Yo os aseguro que todo consistirá en verter vuestros ojos una lágrima o dos, que al día siguiente se habrán secado ya, olvidando vuestra decisión momentánea.

No es vuestra promesa de arrepentimiento, ni vuestra solemne resolución, o vuestras lágrimas lo que podrán salvaros. No es la emoción de un momento sentida en vuestro corazón, lo que puede ser estimado como conversión” o vuelta a Dios, puesto que, si decís que os sentís tristes por vuestro pecado, pero seguís pecando, vuestro arrepentimiento es vuestro pecado mayor en realidad, haciendo vuestra perdición más segura, ya que, el que promete a su Hacedor algo, que luego no le paga, ha pecado terriblemente por intentar engañar al Todopoderoso, mintiendo a Dios, a su propio Creador. El arrepentimiento verdadero, para ser evangélico, debe afectar, real y profundamente la vida entera y manifestarse en la conducta al vivir.

Además, nuestra conversión ha de ser total. No será, por lo tanto, el dejar un pecado o más, sino la renunciación de cada pecado, la prueba de nuestro arrepentimiento, principio de nuestra conversión. Si guardáis una sola de sus serpientes en vuestro corazón será para vuestro daño. Si sois indulgentes con una sola de vuestras malas inclinaciones, aunque desterréis de vosotros los demás, como un agujero en el casco del barco, pondrá en peligro de hundirse vuestra alma. Recordad, pues, que, un sincero arrepentimiento debe ser un arrepentimiento entero.

CONVERSIÓN INMEDIATA

Esto significa la enseñanza del texto; pues se refiere a un inmediato arrepentimiento. Si decís que os arrepentiréis cuando os sintáis a la muerte y entonces cambiaréis vuestro camino, decís una tontería sin valor alguno. No os engañéis. Pocos han cambiado al fin de una larga vida de pecado. El Dios de los Cielos, dirigiéndose a los pecadores les dice: “Si oyereis hoy mi voz, no endurezcáis vuestro corazón”. Cuando de veras el Espíritu Santo redarguye al hombre de pecado, éste no deja para mañana su arrepentimiento. Los rabinos judíos decían: “Cada hombre debe arrepentirse un día antes de su muerte; y como sea, que puede morir mañana, procure volver de sus malos caminos hoy”.

Además, debe ser nuestra conversión, de Corazón. No será, por lo tanto, el acto de verter unas lágrimas falsas, o mostrar una aparente tristeza por el pecado mientras el corazón ríe escondido; ni cerrar todas las ventanas apagando todas las luces en señal de luto; sino, el apagar cada lámpara de fiesta en el corazón en señal de pena en el alma.

Un hombre puede renunciar a cada pecado exteriormente, sin arrepentirse interiormente, y el verdadero arrepentimiento es un cambio de frente no solamente en el corazón, sino que, también en la vida, un darse el alma a Dios para siempre, renunciado a cada pecado del corazón y de la vida. Al no ser así, será una mera fantasía mental, sin que el “hombre viejo” haya muerto, siendo la criatura “hecha nueva” por el “nuevo nacimiento” del Espíritu Santo.

 

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