ADORACIÓN A DIOS (1ª)

Juan Bta. García Serna

Al recopilar este tema de la adoración sólo a Dios, sólo me mueve ayudar a los que tienen algún tipo de confusión, ya que adoran a imágenes, dicen, en representación, pero no directamente a la imagen en sí, pero esta percepción es contraria a la enseñanza de las Sagradas Escritura, por ello, invito a una reflexión con auténtica sinceridad, a los católicos practicantes a que examinen la Biblia.

Juan C. Varetto

LA ADORACIÓN

En una de las visiones que el apóstol San Juan tuvo durante su destierro en la isla de Patmos, contempló a un ángel que volaba en medio del cielo, teniendo el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de toda la tierra; a toda nación, tribu, lengua y pueblo, el cual iba diciendo en alta voz: “Temed a Dios y dadle honra, porque la hora de su juicio es venida; y adorad aquel que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas” (Ap.14:7)

Los juicios estaban próximos a manifestarse castigando severamente a los que habían participado de las obras impías de Babilonia, pero antes de que esto sucediese, Dios mandaba que, con poder celestial, se proclamarse por todo el mundo que todos los hombres indistintamente deben rendir culto al Creador: al que hizo el cielo, y l atierra y el mar, y las fuentes de las aguas. Teniendo presente las majestuosas palabras de este texto, vamos a estudiar el tema de la adoración, a fin de saber a quién tenemos que rendir culto y en qué forma.

Recordemos en primer lugar que el sentimiento de la adoración es natural en el hombre. Ante la inmensa grandeza de todo lo que nos rodea en el universo, y ante los inescrutables misterios de la vida, del alma, y del pensamiento, el hombre ha comprendido siempre, que él es sólo un átomo diminuto que debe inclinarse reverente ante algo que es superior a todo lo que él ve y comprende, y las fuerzas naturales de su espíritu le han estado diciendo a gritos que hay un Dios, y que es a ese Dios a quien debe constituir en objeto de su adoración.

Por mucho que se vanaglorien los ateos, tienen que admitir, que han sido siempre y son ahora todavía, tan sólo una ínfima minoría en el mundo, y aun ellos en alguna época de su vida sienten flaquear sus ideas y claman a ese Dios que en vano han tratado de borrar de sus memorias negando su existencia

Hablando de la universalidad del sentimiento religioso, escribió Plutarco, en la antigüedad: “Si os tomáis la molestia de viajar por el mundo, hallaréis pueblos y ciudades sin murallas, sin letras, sin reyes, sin edificios, sin riquezas, sin dinero, sin teatros ni estudios; pero nunca ha sido vista ni se verá jamás, una ciudad sin templos dedicados a los dioses, donde se acostumbre hacer oraciones, promesas, adivinaciones, y sacrificios para conseguir bendiciones y favores, y evitar maldiciones y calamidades”.

Sostenemos, en primer lugar, que hay que rendir culto solamente al Dios Todopoderoso.

Cuando fue entregado el decálogo a los hijos de Israel en el monte Sinaí, el primer mandamiento, como lo hallamos en la Biblia decía: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éx.20:3) La iglesia romana que ha tenido la osadía de modificar y corregir los preceptos del Eterno, hace que el primer mandamiento, como lo imprimen en sus catecismos diga: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. Es, como se ve, muy diferente del original, que tenía por objeto sentar las bases del monoteísmo en contra del politeísmo que los israelitas habían conocido en Egipto. “No tendrás dioses ajenos”, era el mandamiento destina a perpetuar la creencia en un solo Dios y la saludable y piadosa costumbre de rendir culto a él únicamente. La misma enseñanza recibieron en el libro de Dt. 5:8-10. “No harás para ti escultura, ni imágenes algunas de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. “A Jehová tu Dios temerás y a él servirás, y por su nombre jurarás: no andéis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos” (Dt.6:13)

 

 

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