A LA LEY Y AL TESTIMONIO (3ª)
(El Culto de las Imágenes)
III. buscando argumentos. En esta cuestión, como en otras
muchas más ha seguido Roma la misma trayectoria. El error fue desarrollándose
paulatinamente en el transcurso de lo siglo, y cuando hubo que enfrentarse con
una crítica bíblica depurativa, echó mano Roma de aquellos textos que creyó
poder usar como fundamento, torciendo, naturalmente su significado, como dice
Pedro (2ª Ped.3:16), para perdición de sí misma.
Es notable, apunta un escritor, que la Iglesia de Roma quiere
derivar toda la fuerza de su argumentación para probar la licitud del culto a
las imágenes del Antiguo Testamento, cuando es ahí precisamente donde con más
energía se condena esta práctica. Así, por ejemplo, alude Roma a los dos
querubines de ora que el Señor mandó hacer a Moisés para colocarlos sobre el
propiciatorio (Éx.25:18); a la serpiente de metal que hizo Moisés para que
mirasen a ella los israelitas mordidos por aquellas otras venenosas (Núm.21.9);
a los querubines esculpidos en las paredes del templo (1ª Reyes 6:229; al mar
de fundición asentado sobre doce bueyes, a los leones (1ª Reyes 7:23-29)
Ahora bien, ninguna de las figuras simbólicas que fueron
grabadas en el templo estuvieron puestas en altares especiales como para recibir
honor o culto de ninguna clase, ni mucho menos fueron sacadas en procesión
jamás para que el pueblo les rindiera pleitesía. Se ha argumentado no sin
razón, que el rey Jeroboam tomó inspiración de los bueyes del templo para
construir los dos becerros de oro que puso en Bethel y en Dan, deseando atraer
a los santuarios al pueblo; pero la Palabra Santa nos dice que “esto fue causa
de pecado” (1ª Reyes 12:30)
Por lo que respecta a la serpiente de metal, que fue un símbolo de Cristo mismo, debe tenerse en cuenta que por haber sido adorada y habérsele quemado perfume fue hecha pedazos por el rey Ezequiel, que la llamó Nehustan (cosa de metal), el cual rey quebró las otras imágenes, haciendo desaparecer todo vestigio de idolatría, por lo cual es alabado (2ª Reyes 18:4)
Todavía se atreven los defensores del culto a las imágenes a
citar el versículo 5 del Salmo 99 (en la Vulgata, el 98); pero rogamos al
lector que lea dicho Salmo y vea por su propio juicio y razón, si en ese trozo
del Libro Sagrado se alude para algo al deber de dar culto u honor a ninguna
estatua o imagen.
IV. Argumentos contra el culto de las imágenes. Diríamos que la antigüedad cristiana
entera a la voluntad plena de Dios expresada en su Santo Libro. Para probar lo
primero, basta la opinión de los Padres que hemos transcrito en el número II y
el canon del Concilio de Elvira (Granada), celebrado por el año 303, que hemos
citado también al principio, y que puesto en castellano dice que agradó al
Concilio o creyó conveniente el Concilio decretar que “las pinturas no deben
estar en la Iglesia, porque lo que se reverencia o adorna no se pinte en las
paredes”.
Para probar lo segundo veamos unos pocos pasajes de la
Palabra de Dios. El segundo mandamiento, que Roma no enseña a sus fieles dice: “no
te harás imagen ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo
en la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás” (Éx.20:4-6) En el libro de Deuteronomio, en el capítulo
27, se manda al pueblo la impetración de algunas maldiciones sobre pecados
nefando, tales como deshonrar a los padres, reducir el término del prójimo,
hacer errar al ciego en camino, incesto, adulterio, traición; y al lado de
todos esos pecados se pone también una maldición para el que haga esculturas o
imágenes de fundición y las pusiere en secreto (v.15)
El capítulo 44 de Isaías es un pasaje muy interesante sobre
el tema que nos ocupa. En el capítulo 42, versículo 8, escribe Isaías: “Yo
Jehová. Este es mi nombre, y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas”.
En fin, en Deuteronomio 16:16:22, el mandamiento es expreso: “Ni te levantarás
estatúa lo cual aborrezco Jehová tu Dios”. He aquí, pues, amado lector,
explicado el por qué las iglesias evangélicas no admiten el culto u honor de
las imágenes, porque quieren cumplir la voluntad de Dios, que desea ser adorado
en espíritu y en verdad y busca tales adoradores que adoren así.
S.M.M.
De “La carta Circular”, 1952
¿QUÉ DICE LA BIBLIA?
“No a nosotros, Yavé, no a nosotros, / sino a tu nombre has de dar gloria / por tu piedad y tu fidelidad. ¿Por qué han de decir las gentes: “Dónde está su Dios”? Está nuestro Dios en los cielos, / y puede hacer cuanto quiere. Sus ídolos son plata y oro, / obra de la mano de los hombres; tienen boca, y no hablan; / ojos, y no ven; orejas, y no oyen; /narices, y no huelen; sus manos no palpan, / sus pies no andan; / no sale de su garganta un murmullo. Semejantes a ellos serán los que los hacen / y todos los que en ellos confían”.
Salmo 115:1 al 8
NACAR-COLUNGA
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