A LA LEY Y AL TESTIMONIO (2ª)
(El Culto de las Imágenes)
Es verdad que el mencionado Concilio de Trento declara en la
antedicha sesión: “Nosotros adoramos a Cristo y veneramos a los santos, a quienes
estas imágenes representan, cuando las besamos y nos descubrimos en presencia
de ellas y nos hincamos de rodillas”. Esto es sin duda, lo que ha dado lugar a
que se forme la otra corriente de opinión dentro de Roma sobre lo que llaman el
culto relativo, que es una manera sutil de pretender negar un hecho. No
adoramos, dicen, a la imagen, sino al original que representa, aunque lo
hacemos por medio de la imagen. Bien, el argumento es el mismo que emplean los
paganos cuando los cristianos primitivos les hacían notar el culto idolátrico que
tributaban a las imágenes de sus dioses. Y vamos a tomar prestadas palabras de
unos pocos grandes hombres de la Iglesia antigua, que, desde luego, no pensarán
los de Roma que eran protestante.
Arnobio, del siglo III, dice: “Decís, se refiere a los
paganos: Adoramos los dioses por las imágenes. ¿Cómo pues? ¿Si estas imágenes
no existieran, no conocerían acaso los dioses que eran adorados? ¿No se
apercibirían del honor que les tributáis? ¿Puede haber cosas más injusta,
irrespetuosa y cruel que reconocer a uno como Dios o ofrecer súplicas a otra
cosa? ¿Esperar la ayuda de un Ser divino y orar a una imagen que no tiene
sentido?”.
Orígenes, del siglo III, contra Celso, dice: “¿Qué persona
sensata no se reirá de un hombre que, mira a las imágenes y les ofrece su
oración, o contemplándolas se dirige al ser contemplado en su mente, a quien él
se imagina que debe ascender del objeto visible, que es el símbolo de aquél?”.
San Ambrosio, obispo de Milán, del siglo IV, hablando sobre
el valor exterior del oro y demás metales que usaban los paganos en sus
imágenes y del culto relativo que ellos les daban, dice: “Las palabras que
ellos pronuncian son ricas y grandes; las cosas que ellos defienden, totalmente
desposeídas de verdad, ellos hablan de Dios y adoran una imagen”.
Finalmente, leamos las palabras de San Agustín, que también
discute contra la manera sofistica de argumentar que tenían los paganos con relación
al culto que daban a sus imágenes. Dice este famoso Padre de la Iglesia: “Pero
a estas personas les parece que pertenecen a una religión más purificada, y dicen:
“Yo no adoro una imagen, ni a un difunto, sino que considero la figura corporal
como la representación de aquel ser a quien debo adorar”. Y cuando, además, se
trata de estrechar a los más ilustrados gentiles sobre el hecho de que adoran
los cuerpos, ellos son bastantes atrevidos para responder que no adoran las imágenes
mismas, sino las divinidades que las presiden y gobiernan”. Creemos que con lo anteriormente expuesto
podrá el lector atento sacar suficiente elemento de juico para comprender la
falacia de eso de culto relativo porque no se adora a la imagen, sino al
original que representa.
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