A LA LEY Y AL TESTIMONIO (1ª)
(El Culto de las Imágenes)
Uno de los puntos más vulnerables que tiene Roma es la doctrina
y práctica del culto a las imágenes.
I. La práctica.
El autor de estas líneas coincidió en un viaje con un
sacerdote romano en el departamento de un tren, y pudo escuchar la defensa que
dicho sacerdote hacía sobre la falsa, decía, él, inculpación de idolatría que las
iglesias protestantes suelen hacer a los católicos, porque éstos tienen
imágenes en sus templos. Es un error, agregaba, suponer que nosotros adoramos a
las imágenes, y los protestantes que nos tildan de idolatras no saben lo que
dicen.
Poco más tarde tuvimos ocasión de presenciar en el primer
templo de la capital de nuestra residencia una ceremonia religiosa, dirigida
por el prelado de la archidiócesis. Al terminar l función fue anunciado por el
mismo prelado que ahora deberían ir los fieles a la capilla, que él nombró, para
adorar la imagen del Niño Jesús. Permanecimos allí, y, en efecto, hubo no sólo
inclinaciones de cabeza, sino que los fieles se arrodillaron, se persignaron, etc.,
en fin, pude presenciar en la capilla, delante de la imagen ya dicha, todos los
efectos exteriores de un servicio de culto y adoración.
A nosotros nos costaba trabajo armonizar en nuestra mente la
práctica de lo estábamos viendo con las palabras del sacerdote, que fue nuestro
compañero en el tren, de que los católicos no dan culto a las imágenes, pues en
aquel templo catedralicio se desmentía la afirmación del cura. Pero, ¿qué sucede
cuando mira uno a los altares de los demás templos romanos? Todos están llenos
de imágenes, rodeadas éstas de toda clase de objetos que implican homenaje y
adoración. Y cuando luego observa uno a los devotos de estas imágenes, que vienen
ante ellas para arrodillarse, para contemplarles, ofrecerles velas, etc.,
entonces no sabe uno a que atenerse porque si eso no es idolatría, es que la
palabra habrá perdido ya su significado clásico en nuestro idioma. Pero aún
pude ser reforzado más este hecho si contemplamos las procesiones de nuestros
pueblos en los días de los Santos Patrones. ¿Qué aquellas manifestaciones y
rogativas e incienso, etc., no son adoración? Pues, francamente, es una manera
un tanto difícil de querer convencer a uno de que lo que ve negro sea blanco.
II. Doctrina de Roma. El artículo VIII del Credo del
Papa Pío IV obliga a los fieles de Roma a creer lo que sigue: “Sostenemos
firmemente que las imágenes de Cristo, de la Madre de Dios, siempre Virgen, y
también de otros santos, se pueden tener y conservar, y que debe dárseles
debidamente veneración y honra”.
El Concilio de Trento, en su sesión XXV dispuso que las
imágenes de Cristo, de la Virgen y de otros santos deben ser tenida y conservadas,
en las iglesias, y a las cuales, debe dársele el debido honor y veneración.
Como este honor ha quedado a arbitrio de los prelados, y sacerdotes, da por
resultado que hay diferentes y curiosas opiniones entre ellos en cuanto a la forma
de rendirlo.
El Cardenal Belarmino, por ejemplo, admite “que el mismo
honor se debe a la imagen que al ejemplar: de aquí es que la imagen de Cristo
debe ser adorada con el culto de latría, la imagen de la bienaventurada
Virgen con el culto de hiperdulía, y las imágenes de los demás santos
con el culto de Dulía”. En apoyo de esta opinión cita a Tomás de Aquino,
al cardenal Cayetano, a S. Buenaventura, Marsilio, Almagne y otros (“Sagradas Imágenes”,
cap. XX, Ed. Prag., 1721)
El “Pontificale Romanum” (pág.468, Edic. I. Romae, 1818)
ordena que la cruz de legado del Papa se debe llevar en la mano derecha, “quia
debetur ei latria”, porque se le debe culto de latría”, el mismo,
aclaramos que, dicen los romanistas, se debe tributar a Dios. La opinión de
Santo Tomás de Aquino mismo, que ayudó a Belarmino para sustentar la suya, es
muy sustanciosa. He aquí: “Como Cristo mismo, es adorado con honor divino, se
sigue que su imagen debe ser adorada con honor divino.
Ofrecemos la suprema adoración de latría a aquel Ser en quien
colocamos nuestra esperanza de salvación, y colocamos nuestra esperanza de
salvación en la cruz de Cristo, porque canta la Iglesia: “Salve, oh cruz, nuestra
única esperanza en este tiempo de pasión; aumenta gracia al piadoso y concede perdón
al culpable”. Por lo tanto, continúa Tomás de Aquino, la Cruz de Cristo debe
ser adorada con la suprema adoración de latría. De modo, pues, que hay una muy
autorizada corriente de opinión dentro de Roma que afirma que las imágenes se
les debe dar el mismo honor y culto que el original que representan.
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