SEÑALES, APOCALIPSIS (6:9)

Juan Bta. García Serna

Al ser una sección algo larga, me veo obligado a dividirla en tres partes, con la mira de que no sea demasiada lectura, y poder comprenderla en su resumen. Así que trataré primero el versículo 9

QUINTO SELLO          

(Ap.6:9)

Samuel Pérez Millos

Cuando abrió el quinco sello, si bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.  “Y cuando abrió el quinco sello, vi bajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de – Dios y a causa del testimonio que tenían” (Gr.)

En su acción celestial, el Cordero que había abierto los cuatro sellos anteriores, abre ahora el quinto. La apertura de este sello, no va a producir acciones inmediatas en la tierra, como ocurrió con los precedentes. En esta ocasión establece una relación vinculada directamente con el cielo.

En su observación Juan contempla un altar en el cielo. ¿Qué altar es este? En el santuario terrenal, figura en cierta medida del celestial, había dos altares: uno estaba situado en el atrio exterior y se llamaba el altar de bronce, lugar donde se quemaban los sacrificios (Éx.27:18); el otro estaba el interior del santuario en el Lugar Santo, delante del velo que separaba el Santo del Santísimo. Este era de oro y sobre él se quemaba el incienso (Éx.30:1-10)

No se trata de enseñar que en el cielo haya, como ocurría en el santuario terrenal, un altar de sacrificio y otro del incienso. Los valores celestiales y la revelación de cosas correspondientes al cielo deben interpretarse y valorarse como asuntos que son de una dimensión espiritual y que se describen con palabras propias de una dimensión material, terrenal. Lo único importante es que se aprecia un altar que vincula el “Salón del Trono” con el “Templo del Altísimo”. Si la figura es del Santuario celestial porrque a ellos se vincula y relaciona la enseñanza y la revelación, es necesario entender que lo que Dios pretende que se conozca es que, lo mismo que la figura del trono habla de la presencia en el ejercicio de soberanía de Dios que reina sobre cielos y tierra, ahora la visión que tiene que ver con el santuario en que se adora al Dios de santidad y justicia.

Juan ve bajo el altar “las almas de los que habían sido muertos”. Se trata de una muerte violenta producida por la acción del que monta el caballo y al que se la llama muerte. ¿Quiénes son estos mártires? No parece probable que Juan se esté refiriendo a cualquier martirio ocurrido durante la historia de la Iglesia. Es más, debiera entenderse que la panorámica historia del libro comprende el tiempo de la tribulación en el que, como se ha considerado antes, la Iglesia no debe estar presente en la tierra (3:10; 1Ts.1:10)

Juan habla de las almas, ¿cuál es el significado de esta palabra en el contexto? Sabido es que en ocasiones la palabra alma, especialmente en el hebreo, se usa para designar hombres en su esencia total (Gén.1:20; Éx.1:5), de ahí que cuando el hálito divino es insuflado se crea un ser viviente (Gén.2:7)

Para  la teología antropológica hebrea el hombre es, en este sentido, no un cuerpo y alma, sino un cuerpo-alma, es decir, una unidad de vida. En ocasiones el alma se vincula a la persona o incluso al cuerpo humano, de manera que se dice que el alma puede tener hambre y sed (Sal.107:5), o algo que puede ser entristecido (Gén.42:21), en esa manera denota el yo mismo (Job 16:4; Sal.124:7) El alma es una referencia al individuo en su totalidad.

“Las almas de aquellos que habían sido muertos”. Son personas a las que se le había privado de la vida física, por esta razón Juan dice, en una visión transcendente al tiempo de aquellos, que habían visto “las almas y no los muertos. Esa es la verdad que Jesús expresa cuando dijo: “No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt.10:28)

Juan ve las almas bajo el altar. Está utilizando una figura que corresponde a los sacrificios del Antiguo Testamento. Dios enseñó que la vida está en la sangre (Lev.17:11) y esta se vertía alrededor del altar del sacrificio donde se quemaba la víctima, cuya sangre, figura de su vida, discurría por debajo del altar. Los muertos que habían sido asesinados se los ve como si se tratase de un sacrificio. De la misma manera se contempla al Cordero como inmolado. A los santos se les representa aquí como inmolados en sacrificio.

Juan da las razones de la muerte de estos creyentes. La primera causa fue por “la palabra de Dios”, eran gentes obedientes y leales a la palabra de Dios. La palabra se usa también para referirse al evangelio que Dios ha dado a los hombres, al que Pablo llama “palabra de la cruz” (1Cor.1:18) Este evangelio de la gracia comprende tanto la muerte como la resurrección y glorificación de Jesucristo. El que acepta la palabra del evangelio acepta incuestionablemente el señorío de Cristo. Para el cristiano sólo hay un Señor, y es Jesús. La lealtad a la palabra de Dios los pone en conflicto con el mundo y su sistema introduciéndolos en la experiencia de morir por Cristo, en una expresión de fidelidad consecuente con su fe (2:10)

La segunda razón, de su muerte fue “a causa del testimonio que tenían”. Debe apreciarse aquí que no es por el testimonio que daban, sino por el testimonio que tenían. Era el testimonio que había sido dado por Jesús, el testigo fiel y verdadero (3:14) y que ellos habían aceptado y asumido plenamente, no sólo por convicción mental, sino por principio vital de vida (Fil.1:21). De la misma manera que Jesús fue llevado a la muerte, desde la perspectiva humana, por haber dado testimonio de la verdad, así también estos serán muertos por la misma razón. Cristo habló de la vinculación con los creyentes y sus consecuencias, idénticas para ambos, salvo en el aspecto de redención o salvífico (Jn.15:20)

Debemos llegar, pues, a una conclusión: estos muertos por el testimonio que tenían y por fidelidad a la palabra de Dios, no son los mártires de la Iglesia, sino los primeros muertos en el tiempo de la tribulación, cuya dimensión se apreciará más adelante (7:9). Estos han sido objeto de la persecución del Anticristo y han sellado con su vida la fidelidad que corresponde a quienes son verdaderamente creyentes en Cristo. ¿Cómo llegaron al conocimiento de Cristo? El evangelio de la gracia será predicado a todas las naciones de la tierra, cumpliendo así lo que Jesús había anunciado en el discurso del Monte de los Olivos (Mt.24:14), y producirá una abundantísima cosecha de salvos en todas las naciones del mundo, y muchos de los cuales morirán por su fe en Jesús. 

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