JESÚS EN LA CRUZ (V)
Juan Bta. García Serna
Cada palabra de Jesús en la cruz bien merece una reflexión que nos lleve a entregarle nuetra vida, ya que que Él lo hizo por nosotros, ya que la vida cristiana no consiste en buenos deseos, sino en una experiencia de songración a Dios, y así Él puede usarnos para ayudar a tantas almas perdidas en sus "delitos y pecados".
CRISTO EN LA CRUZ
Por:
CARLOS ARAUJO
Los crucificados sentían una sed abrasadora, y estaba profetizado
que Jesús -varón de dolores- padecería tal martirio. “Era necesario que se
cumpliese lo que de Él estaba escrito en la ley, en los profetas y en los
Salmos”. Fácil hubiere sido calmar la sed de Jesús; pero no huno para Él tal
auxilio. Quien tanto consuelo había de darnos, careció de toda consolación en
su agonía. Quien había de darnos riquezas infinitas, no tuvo ni una gota de
agua en sus dolores.
Quien hizo brotar un copioso raudal de agua de la peña de
Horeb para que bebieran los israelitas, tuvo que sufrir el tormento de la sed
junto al pozo de Jacob y en el Calvario. Quien formó los mares, cubrió de nieve
las montañas, hizo que corrieran los ríos, que brotasen las fuentes y
descendieran las lluvias, es el que ahora dice desde la cruz: “Tengo sed”. Pero
no hay agua para Él, porque nuestra redención había de constarle toda clase de
sufrimientos.
Aquella sed corporal iba unida a la sed espiritual que Jesús
sentía de nuestra salvación y de la gloria de Dios. Jesús tenía un vehemente
deseo de que Dios fuera glorificado con loa expiación que Él consumaba en la
cruz y de que las almas fueran salvadas por su sangre.
También tiene sed de nuestro amor, de nuestra gratitud y de
nuestra obediencia, y nosotros podemos apagarla entregándonos a Él para amarle,
servirle y glorificarle, siendo suyos, pues Él tiene derecho a poseernos por
habernos redimido con su muerte.
Tengamos, pues, nosotros sed de servirle, de ver el adelanto
de su Reino, de verle glorificado por toda criatura humana. Él, que tuvo sed de
redimirnos, bien merece que nosotros tengamos sed de su honra y gloria.
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