JERUSALÉN Y PUEBLO JUDÍO (1ª parte)

Juan Bta. García Serna

Recopilo un artículo publicado en la revista de “Restauración”, con fecha de octubre del año 1988, y que me parece de bastante actualidad por las diferentes posturas que en la actualidad hay respecto a Israel y al pueblo judío. El autor de tal artículo ha sido un gran teólogo y escritor, de merecido reconocimiento en el campo evangélico, e inclusive entre algunas autoridades civiles. Al ser un artículo algo extenso, prefiero dividirlo en dos partes, y así, resultará más ameno el comentario. 

JERUSALÉN

UNA HISTORIA DE

DOS CIUDADES

Por

José GRAU

Jerusalén fue en sus orígenes una ciudad-estado cananea (Josué 10:1) que David convirtió en capital de su Reino y consideró como posesión privada suya (2ª Samuel 5:6-10. De ahí que, al paso de los años, se la llamara también Ciudad de David (1ª Reyes 8:1; 1ª Crónicas 11:5), juntamente con Sion, nombres sinónimos todos ellos (2ª Crónicas 5:2)

A partir de la monarquía, Jerusalén, como capital real, se convierte más y más en el centro no sólo político sino espiritual de Israel. Ciudad en la que se levanta el templo de Yaveh, con un culto único y centralizado allí, viene a ser el compendio y la cifra de la religiosidad judía. Incluso después de la división del Reino en dos (Judá al sur e Israel al norte), incluso en los tiempos de apostasía y disolución moral, la santa ciudad era el símbolo de las esperanzas nacionales y espirituales (Isaías 48:2; 52:1)

Algunas experiencias de la historia y, más todavía, la reflexión teológica, desarrollaron la idea de su inviolabilidad; Jerusalén y su templo no serán destruidos jamás. Hipótesis nefasta y de fatales consecuencias a la que se opuso firmemente el profeta Jeremías (Jeremías 7:1-9). Otra reflexión paralela, pero correcta y guiada por la inspiración divina, hace del nombre de Jerusalén la encarnación de las expectativas escatológicas (Jeremías 31:38) Jerusalén como ciudad que atrae a los gentiles (Jeremías 3:17) y se convierte en “casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56:7). Y es en este desarrollo de la Revelación divina cuando Sion aparece más veces como sinónimo al lado de Jerusalén.

JERUSALÉN REAL Y LA

JERUSALÉN IDEAL

En los profetas se da una doble enseñanza. Por un lado, cantan la gloria de la Jerusalén escatológica y, por el otro, al comprobar la suciedad moral y espiritual de la Ciudad de David, proclaman el inevitable juicio de Dios sobre ella (Jeremías 6:22; Isaías 32:8), juicio que será llevado a cabo mediante el uso que Dios hará, en su soberanía y omnipotencia, de algunos pueblos paganos como Asiria y Babilonia (Isaías 40). Después, Dios la limpiará y la bendecirá. Lo presente y lo escatológico, la triste realidad de lo que era Jerusalén y la visión ideal de lo que tenía que ser, aparecen entrecruzados en el mensaje de los profetas. Lo escatológico va convirtiéndose, gradualmente, en algo sobrenatural; es decir. Jerusalén terrena y miserable. hace contraste con la gloria de la Sion futura.

JERUSALÉN, PUNTO DE

PARTIDA DE LA NUEVA

COMUNIDAD

En el Nuevo Testamento el vocablo Jerusalén aparece 139 veces. Al igual que en la Versión de los Setenta, el nombre de la ciudad aparece bajo dos formas: IEROUSALEM (76 veces) y IEROSOLUMA (63 veces). El nombre Sion aparece sólo 7 veces en el Nuevo Testamento, casi siempre para citar textos del Antiguo Testamento; solamente Hebreos 12:22 y Apocalipsis 14:1 usan el nombre independientemente de cualquier texto veterotestamentario. Jerusalén destaca en los dos escritos de Lucas. Tanto al comienzo como al final (Lucas 1:5-25 y 24:53) de su Evangelio, ha referencias a acontecimientos que tuvieron lugar en el templo. La promesa dada al antiguo pueblo de Dios es ahora realizada, y cumplida, en la historia de Jesús y de su Iglesia. El verdadero Israel, al que Pablo llama el Israel de Dios, se reúne en el lugar santo (H.Schultz en el DICTIONARY OF N.T. THEOLOGY). Hechos siguen en esta misma dirección y hace de Jerusalén “el lugar que vincula la historia de Jesús con el comienzo de la nueva comunidad” (Hebreos 10:29; 13:27, 31) (E. Lohse)

De ahí que los discípulos permanezcan en Jerusalén por mandato expreso del Maestro (Lucas 24:49,52) en espera de ser investidos del Espíritu Santo (Hechos 1:4;2:1). De acuerdo con la Gran Comisión, comenzado a proclamar la Buena Nueva a todos los pueblos comenzando a partir de Jerusalén (Lucas 24:47; Hechos 5:20). Asumieron las funciones tanto de los escribas como de los servidores del Templo (Lucas 24:53; Hechos 2:46; 3:1; 5:42) dándoles su dimensión plenamente espiritual por medio de la alabanza como auténtico y único sacrificio posible después de la resurrección de Jesucristo. La ciudad fue el punto de partida para la nueva comunidad.

Pero, a semejanza del ministerio de los profetas, en el Nuevo Testamento aparece otra enseñanza paralela a la que acabamos de describir: Jerusalén es la urbe malvada que mata a los enviados de Dios (Mateo 23-24; especialmente Mateo 23:37; Lucas 13:34) En ningún otro lugar se halla en mayor peligro un profeta que en Jerusalén (Lucas 13:33). La ciudad no reconoce lo que toca a su paz (Lucas 19:42). Por lo tanto, caerá el juicio sobre ella (Lucas 19:43), que, como en el caso de los tiempos del Antiguo Testamento, será ejecutado por tropas extranjeras (Lucas 21:20: Jerusalén será destruida (Mateo 23:28; Lucas 21:24) justamente. Pero algo nuevo surgirá de las ruinas, Jesús volverá a la ciudad destruida y será saludado con las exclamaciones que han de dar la bienvenida al Mesías (Mateo 23:39 que cita el Salmo 118). Jerusalén es el lugar de la pasión de Cristo.                                                                                                                                             

 

                 

 

 

 

 

 

 

                             

 

 

 

                             

 

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