CONCEPTO BÍBLICO ESPIRITUAL

Juan Bta. García Serna

 Introducción

Según diccionario teológico, lo espiritual es: “lo que pertenece al Espíritu Santo; comunicado por Él; determinado por Él; y hecho bajo su influencia”. Una tendencia equívoca es la "espiritualización" que conlleva lo que Jesús dijo a los religiosos judíos de su tiempo: “Mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen” (Mt.23:3)

“No pretendo, Señor, penetrar tu profundidad, porque mi intelecto no se puede comparar con ella. Lo que deseo es entender, siquiera imperfectamente, tu verdad. Esa es la verdad que mi corazón cree y ama. No trato de comprender para creer, sino que creo y por ello puedo llegar a comprender” (Anselmo de Canterbury, natural de Italia, hijo de una familia noble, quién en 1060 se unió al monasterio, y allí se dedicó al estudio teológico)

Cuando Dios creó al ser humano lo compuso de una parte material y otra espiritual: “entonces Jehová Dios formó al hombre (no hubo una evolución, sino una creación) del polvo de la tierra (materia) y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén.2:7) Vino a la existencia como un ser humano, y con sus cualidades espirituales, al ser semejante a Dios, “y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó” (Gén.1:27)

La parte corporal nos relaciona con el mundo exterior, y la espiritual con el Dios creador. Según el apóstol Pablo la persona esta compuesta de “espíritu, alma y cuerpo” (1Ts.5:23) Y en razón de la caída de Adán y Eva, se deterioró la personalidad humana, por ello, el espíritu requiere renovación, “renovaos en el espíritu de vuestra mente” (Ef.4:23), y al alma purificación, “habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu” (1Ped.1:22), y al cuerpo vivificación, “Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Rom.8:11)

Todo el ser humano, de manera integral, necesita la santificación de Dios, “y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1Ts.5:23) Pablo dice que hay tres tipos de personas en lo que respecta a la vida espiritual, y cada uno se refleja en ellas.

La persona natural

Es aquella que no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque las considera irracionales, no comprensibles, “pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1Cor.2:14) Lo que el apóstol indica es que no hay posibilidad alguna de que las personas perciban las cosas de Dios desde la ceguera espiritual, sin haber habido un nuevo nacimiento espiritual, porque “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn.3:6) Para entender las cosas de Dios hay que tener “un corazón nuevo”, como dijo el profeta Ezequiel (36:26) “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”. Ezequiel habla de un cambio de vida que, en el Nuevo Testamento, según Jesús, se trata de “nacer de nuevo” (Jn.3:36)

La persona carnal

Es aquella que no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, aunque sea creyente, o cristiano, en razón de no vivir conforme a la voluntad de Dios, por eso Pablo dice a los creyentes que se “despojen del viejo hombre”, o sea, la herencia de Adán y Eva (Ef.4:22), y que se “vistan del “nuevo hombre”, o sea, la herencia del segundo Adán, Jesús (Ef.4:24)  Pablo dice a los creyentes de Corinto que son carnales, y por ello no pueden percibir las cosas espirituales, “de manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo” (1Cor.3:1) Y la razón de ello es porque andaban en “celos, contiendas, y disensiones” (3:3) Esta es una actitud que obstaculiza la vida espiritual.

La persona espiritual

Es aquella que percibe las cosas que son del “Espíritu de Dios”, en razón de su madurez espiritual, “el espiritual juzga todas las cosas” (1Cor.2:14, 15) Las cosas espirituales han de entenderse desde la espiritualidad, y no desde la carnalidad, ni el intelecto humano, “se han de discernir espiritualmente” (2:14) Pablo expresa esa sabiduría que conlleva la madurez espiritual (1Cor.2:4)

Hay tres cosas que quiero señalar de suma importancia a la hora de buscar la espiritualidad.

 1. Un progreso hacia una vida de madurez espiritual ha de pasar de manera inevitable por un tiempo de oración y una constante lectura y reflexión de la Biblia.

Si esto escasea, también escaseará el entendimiento de las cosas que son del “Espíritu de Dios”. Unos textos bíblicos nos ayudarán a entender esta realidad de percibir la vida espiritual:

(a) “En la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace prosperará” (Sal.1:2, 3). El salmista consideraba la ley de Dios como “delicia”, y ello le movía a meditar en ella “día y noche”, y el resultado era “y todo lo que hace prosperará”. (b) “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Sal.55:17). El salmista expresa seguridad de qué si él cumple con su deber de buscar a Dios por medio de la oración: “él oirá mi voz”. Ser escuchados por Dios es el mayor privilegio de un cristiano, y cuando recibimos respuesta a la oración nuestra vida cambia. Y nos apartamos de todo lo es superfluo e irrelevante que pueda condicionar nuestra vida espiritual.

(c) “Mas tú cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mt.6:6). Jesús habla de una vida de oración no dada a la ´publicidad´, sino a un recogimiento íntimo de comunión con Dios: “cerrada la puerta ora a tu Padre que está en secreto”. Una actitud diferente a la farisaica, que solamente buscaban la “aprobación de los hombres”. (d) “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche tardará en responderles?” (Lc.18:7). Una parábola que evidencia el resultado de la insistencia en la oración. Dios requiere esta persistencia en clamar a Él, sin duda porque muestra autenticidad en un corazón con anhelo de obtener la presencia de Dios. A tales cristianos: “¿Se tardará en responderles?”. La promesa divina es que habrá respuesta a la constancia en la oración.

(e) “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8). Fue un mandato de Dios a Josué, él era el que introduciría al pueblo israelita a la tierra de Canaán. Y en este liderazgo debería tener en cuenta las enseñanzas dadas por Dios en la ley divina. (f) “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). La oración no debería ser una especie de ritual, sino un “clamor a Dios”. Así lo expresa el salmista: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Sal.42:1 y 2). Queda claro que un tiempo devocional nos adentra en la vida espiritual al percibir la voluntad de Dios, la cual no será posible comprender sin esta práctica de vida de oración.

2. Un progreso en la vida espiritual pasa inevitablemente por un reconocimiento humilde de no haber llegado a la meta, pero que hay un anhelo de crecimiento espiritual (Fil.3:12)

No hay acercamiento a la meta si no hay propósito definido, o sea, auto renuncia a uno mismo, priorizando la escala de valores; así lo expresó Jesús a los que quisieran seguirle: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc.9:23). No se trata de la Cruz de Jesús, que Él ya la llevo, sino la propia, es decir, en la adversidad, sea cual sea la misma, y en ella, seguir a Jesús pagando el coste de abnegación.

3. Un progreso en la vida espiritual pasa inevitablemente por un reposo en Dios, en quien depositamos todas nuestras abrumadoras cargas, como dice el salmista (Sal.55:22)

Y la experiencia del apóstol Pablo debe servirnos de aliento; “porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”, y parafraseando sus palabras, “el poder de Cristo, reposa sobre mis debilidades” (2Cor.12:9,10) Una confianza en Dios nos llevará “en triunfo en Cristo Jesús” (2Cor.2:14) “Más gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1Cor.16:57)

Y como dice la epístola apostólica a los Hebreos, haciendo alusión a los creyentes, que padecieron por la causa de su fe en Dios: “Sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas” (Heb.11:34). Cada cristiano verdadero se enfrenta, como dice el apóstol Pablo a una batalla espiritual: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne sino contra principales, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad em las regiones celestes” (Ef.6:12. Se trata de una lucha diabólica, con la cual nos enfrentamos y que la única manera de vencer al maligno es a través de Cristo, y no por medio de nuestras limitadas fuerzas naturales.

4. Un progreso en la vida espiritual pasa inevitablemente por anular todo tipo de afán desmedido (Fil.4:6)

Cualquier tipo de afán desmesurado conlleva la ansiedad. Y el apóstol Pedro dice que la tal debe uno descargarla en Dios: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él cuida de vosotros” (1Ped.5:7) Una actitud de afán desproporcionado conlleva una ausencia de paz interior y confusos pensamientos, ya que radican en uno mismo y no en Dios. Es muy reflexivo el texto sagrado: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil.4:7)

 Conclusión

Lo expuesto en este concepto de vida espiritual, no debería enfocarse solamente en algo teórico bíblico, sino que debería formar parte de una praxis espiritual, ya que no es una retórica teológica lo que santifica, sino el hecho de poner en práctica las enseñanzas de las Sagradas Escritura, como dijo Jesús: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Jn.13:17). Así que la bienaventuranza no está sólo en conocer sino en hacer. Y como dijo el apóstol Santiago: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos” (Stg.1:22)

 

 

                                                

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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