UN DISCÍPULO DE JESÚS

 EL VERDADERO DISCIPULADO

Por

William Mc Donald

1º Un amor supremo por Jesucristo.

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos y hermanos y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lc.14:26)

Esto no significa que debamos tener animosidad o mala voluntad en nuestros corazones hacia nuestros familiares, pero sí quiere decir que nuestro amor a Cristo debe ser tan grande que, en comparación, todos los amores sean menores. En realidad, la parte más difícil de este pasaje es la expresión, “y aún también su propia vida”. Amor propio es uno de los más persistentes obstáculos para el discipulado. Y hasta que no estemos dispuestos, por nuestra propia voluntad, a poner nuestras vidas a Su disposición, no estaremos en el lugar donde Él nos desea.

2º Una negación del “yo”.

“Si alguno quiere ver en pos de mí, niéguese a sí mismo” (Mt.16:24). Negación del yo no es lo mismo que la abnegación. Lo último significa privarse de algunas comidas, placeres o posesiones. Pero negación del yo significa tan completa sumisión al señorío de Cristo, que el yo no tiene derechos ni autoridad alguna. Quiere decir que el yo abdica al trono. Está expresado en las palabras de Henry Martyn: “Señor, permíteme no tener voluntad propia, ni que considere mi verdadera felicidad como dependiente, ni en el más pequeño grado, de las cosas que puedan sucederme exteriormente, sino descansar completamente en Tu voluntad”.

3º Una elección deliberada de la Cruz.

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz” (Mt. 16:24). La cruz no es una enfermedad física o angustia mental, estas cosas son comunes a todos los hombres. La cruz es un sendero escogido deliberadamente. Es “un camino que, tal y como el mundo lo considera, es un deshonor y reproche”. C.A. Coates. La cruz simboliza la vergüenza, persecución y abuso que el mundo cargó sobre el Hijo de Dios, y que el mundo cargará sobre todos aquellos que elijan resistir en contra de la corriente. Cualquier creyente puede evitar la cruz conformándose a este mundo y a sus caminos.

4º Una vida empleada en seguir a Cristo.

“Si aluno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt.16:24). Para emprender lo que esto significa, uno simplemente se pregunta a sí mismo: “Qué caracterizó la vida del Señor Jesús? Fue una vida de obediencia a la voluntad de Dios. Fue una vida de servicio desinteresado para otros. Fue una vida de paciencia y largo sufrimiento ante los más graves errores. Fue una vida llena de celo, de desgaste, de continuo control de sí mismo, de mansedumbre, de bondad, de fidelidad y devoción (Gál.5:22:23). Para poder ser sus discípulos debemos andar con Él anduvo. Debemos mostrar el fruto de nuestro parecido con Cristo (Jn.15:8)

5º Un amor ferviente por todo lo que pertenece a Cristo.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn.13:35). Este es el amor que estima a otros mejores que a uno mismo. Este es el amor que cubre multitud de pecados. Este es el amor que es capaz de sufrir por largo tiempo y es amable. No es jactancioso y no se envanece. No es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera y todo los soporta (1Cor.13:4-7). Sin este amor el discipulado sería un ascetismo frío y legalista.

6º Una inquebrantable continuidad en Su Palabra.

“Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Jn.8:31). Para que haya verdadero discipulado ha de haber permanencia, continuidad. Es relativamente fácil empezar bien y lanzarse adelante en un deslumbramiento de gloria. Pero la prueba de la realidad es la resistencia hasta el fin: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc.9:62). No servirá la obediencia espasmódica a las Escrituras, Cristo desea que los que le sigan lo hagan con obediencia constante e incuestionable.

7º El abandono de todo para seguirle a Él.

“Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo” (Lc.33). Este es, quizá, el menos apreciado de los términos de Cristo para el discipulado, y se podría probar que es el versículo menos apreciado de la Biblia. Teólogos entendidos pueden dar un millar de razones para probar que el versículo no significa realmente lo que parece decir, pero los discípulos sencillos lo asimilan con ardor, asumiendo que el Señor Jesús sabía lo que estaba diciendo. ¿Qué quiso decir con “renunciar a todo”? Significa el abandono de todas las posesiones materiales que no nos sean absolutamente necesarias y que puedan ser usadas en la extensión del evangelio.  El hombre que renuncia a todo no se convierte en un necio holgazán; él trabaja duramente para proveer las comunes necesidades de su familia y de sí mismo. Pero al ser la meta de su vida el adelantar la causa de Cristo, invierte en el trabajo del Señor todo lo que sobrepase sus inmediatas necesidades y deja el futuro en las manos de Dios.


            

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