COMENTARIO AL APOCALIPSIS (1:1-3)

Juan Bta. García Serna

Un comentario exegético al libro del Apocalipsis, y lo hago utilizado un gran libro que tiene en cuenta el texto griego, pero, por su extensión, me limito a exponerlo de manera resumida para los lectores de mi blog, quiénes pueden adquirir el libro. Sería de gran utilidad consultar los textos bíblicos que se incluyen en este análisis del libro revelador de Apocalipsis.

Don Samuel Pérez Milos

APOCALIPSIS

(Cap.1:1-3)                  

1. La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan.

Juan comienza su escrito estableciendo para él la categoría de revelación. Con este sustantivo se abre el texto. Siendo el primer nombre en la primera cláusula, el valor es incuestionable en el griego, enfatizando la condición del escrito, como una revelación que se va a comunicar. El término griego tiene el sentido de descubrir, desvelar, expresando la idea de quitar un velo que oculta algo para hacerlo visible. El sustantivo aparece en otros lugares del Nuevo Testamento, para referirse a la manifestación de verdades sobrenaturales, en algún caso como una luz que permite la visión espiritual de los gentiles en la manifestación del Verbo de Dios encarnado (Lc.2:32); o la expresión de la verdad que se conoce por revelación directa de Dios mismo (Ro.16:25); incluso la capacidad que sólo Dios puede comunicar para conocerle a Él (Ef.1:17). La misma palabra se usa también en relación con revelaciones especiales hechas por Dios a alguna persona, cual es el caso de las revelaciones que Pablo recibió directamente del Señor Jesucristo (Gál.1:12; Ef.3:3); o las indicaciones que por la misma vía de revelación recibió para hacer alguna cosa (Gál.2:2); también en relación con visiones recibidas sobrenaturalmente (2 Cor.12:1). Otras veces la palabra se usa para referirse a la segunda venida del Señor o a su manifestación futura. Así ocurre en relación con el juicio para los no arrepentidos en el día de la ira de Dios (Ro.2:5); con la aparición gloriosa del Señor que los creyentes esperamos (1Cor.1:7; 2 Ts.1:7; 1 Ped.1:7, 13; 14:13). Juan afirma que cuanto va a escribir se produjo de semejante manera, como una revelación que Dios le hizo directamente. Por esta causa se conoce también el Apocalipsis con el título de Revelación.

La revelación es de Jesucristo. El texto griego exige que se tomen los dos nombres, Jesús y Cristo, como genitivo subjetivo, es decir, es una revelación que hace Cristo, pero que la hace de sí mismo. Pudiera tomarse también como un genitivo objetivo, en cuyo caso sería una revelación acerca a Jesucristo. Ambas cosas son verdad, sin embargo, debe entenderse que esta revelación, que sin duda tiene que ver continuamente con Jesucristo, llega a Juan por Cristo mismo que se la da. Es una revelación que tiene que ver con Jesús mismo y con los acontecimientos futuros que involucran la historia de la humanidad, desde la perspectiva de la soberanía de quien tiene el nombre de suprema autoridad en cielos y tierra (Fil.2:9-11)

Esta revelación que Jesús da a su siervo Juan, les es a su vez dada por el Padre, como escribe Juan, “que Dios le dio”. Pudiera parecer que hay una contradicción con el ministerio revelador que Jesús trajo en su vida humana. Aquel que venía del cielo, el Verbo encarnado, manifiesta en plenitud absoluta y suprema a Dios mismo (Jn.1:18; Heb.1:2). En su naturaleza divina nada hay de la mente del Padre que no conozca el Hijo. Ninguna cosa puede haber secreta en Dios para quien es el Verbo de Dios. Dios se expresa en el Hijo. El Verbo expresar es frecuentativo del verbo exprimir, es decir, cuando expresamos algo primeramente hemos exprimido nuestra mente para generar la idea y comunicarla por medio de palabras. Dios se expresó a si mismo en un exprimirse absoluto en el Hijo que como Verbo lo revela y hace en Él mismo, como hombre, visible al invisible.

Ahora bien, si en su naturaleza divina no hay limitación de conocimiento y, por tanto, de revelación de Dios hacia el exterior, si la hay en su naturaleza humana. En cuanto hombre, como corresponde a la limitación del ser humano, puesto que se hizo carne (Jn.1:14), hay limitación en el conocimiento de cosas que corresponden exclusivamente a Dios y que están veladas al hombre. De ahí que Jesús mismo reconozca limitaciones en el plano de la humanidad: “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (Mr.13:32). Durante el ministerio terrenal Jesús, desde el plano de su naturaleza humana, vinculada con los discípulos como Maestro, se limitó a darles las palabras que había recibido del Padre (Jn.17:8, 14). Es desde su dimensión de humanidad glorificada que puede comunicar lo oculto de Dios, en la dimensión dable al hombre, y todo lo futuro de la historia humana (Jn.3:3435; 5:20-24; 7:16; 8:28; 12:49; 14:10, 24; 16:15; 17:8)

De todo lo futuro conocía en el plano de su humanidad lo que Dios le comunicaba., Juan se refiere aquí al contenido de la revelación que se establece en el Apocalipsis. El Padre comunica al Hijo la revelación como Agente divino, Mediador entre Dios y los hombres, en toda la extensión de la palabra, la da a conocer a Juan. Dios el Padre es la fuente inicial y final de toda revelación, mientras que es por Dios Hijo que es impartida y llega a los hombres. El Hijo exaltado y glorificado recibió del Padre todo lo que es y lo que tiene, verdad enfatizada ampliamente en la Escritura y, especialmente en los escritos de Juan (Jn.3:35; 5:20-26;7:16; 8:28). Esto no significa en modo alguno desconocimiento o limitación alguna de conocimiento, en el plano de la deidad que sustentaba la humanidad de Jesús de Nazaret, quién como el Verbo de Dios encarnado, no desconocía nada desde su naturaleza divina.

Además los acontecimientos profetizados deben ocurrer pronto. Juan usa un sustantivo que se relaciona con velocidad, precedido de una preposión que le da carácter adverbial, no tanto en el sentido de que ocurrirán en un tiempo próximo, sino  en un espacio de tiempo reducido. No ocurrián en los tiempos próximos a Juan, o incluso en su tiempo, sino que cunado comiencen a producirse se llevrán a cabo con gran celeridad. Algunos consideran que esto enfatiza la inminencia de la segunda venida del Señor, como creían los creyentes en la iglesia primitiva (1 Ts.4:16,17). Sin embargo, lo que se está revelando en Apocalipsis, no es la traslación de la Iglesia, sino los acontecimientos que tendrán lugar después de ese acontecimiento.  Que cada creyente debe esperar el llamado del Señor para recoger a los suyos en cualquier momento, no tiene que ver con el hecho de que habrá un tiempo especialmente intenso que precederá a su literal segunda venida a la Tierra. El mismo vocablo que usa Juan se traduce como pronto, en el sentido de rápidamente, en otro lugar (Lc.18:8)

El proceso de revelación consiste en una declaración, que en el texto griego expresa la idea de dar a entender algo, que incluye también el uso de alguna señal, que que la raíz del bverbo tiene que ver con señal. El proceso de la revelación pasa del Padre a Jesucristo y de Éste, mediante un ángel a Juan. Es una revelación enviada, usando un agente, en este caso un ángel, para hacerla llegar a Juan. En el texto griego se lee su ángel, por lo que pudiera tratrarse de algún ángel conocido ya en la Escritura que Dios usó para enviar mensajes a los hombres, por lo que algunos piensan que podría tratarse de Gabriel, quien intervino ya en la comunicación y aclaración de la profecía de Daniel (Dn.8:16; 9:21,22) y más tarde en la anunciación de la concepción y nacimiento de Jesús, a su madre María (Lc.1:26-31). Sea cual sea ese ángel debe entenderse que su intervención en revelación que se hace a Juan, es meramente instrumental. De la misma manera que Dios usó a los ángeles para entregar a Moisés las tablas de la ley (Hch.7:53; Gál.3:19), así también en este caso utiliza a uno de sus servidores celestiales para esta comunicación a Juan. 

La intervención de los ángeles, tan notable en Apocalipsis, relacionada con el mensaje de Dios conlleva el carácter de confirmación, "porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme" (Heb.2:2). En todo esto el Espíritu está introduciendo el escrito de Juan rodeándolo de seguridad y firmeza en cuanto a cumplimiento de cuanto se anuncie en él. Sin embargo, es notable que aunque la revelación se da a Juan por emdio del ángel, no aparece en esa función sino hasta mucho más adelante (17:15; 19:9; 22:16), aunque en estas refeencias, especialmente  en la primera, el ángel está haciendo labores de interpretación en ayuda de Juan, y el resto tiene que ver con otras manifestaciones angélicas en el libro y no con el ángel enviado para dar la revelación al apóstol. El comunicador del mensaje es Cristo mismo, el instrumento para ello es su ángel. Debe tenerse en cuenta que Jesús es el Verbo encarnado (Jn.1:14); el único Mediador entre Dios los hombres (1 Tm.2:5); a quien el Padre ha entregado todas las cosas en su mano (Mt. 28:18; Jn.3:35; 5:19;13:3), por tanto, es el único que formula y establece la revelación, hasta el punto que en ocasiones es Jesús mismo quien dialoga con Juan (1:17) y en otras cosasionhes será alguno de los anacianos (5:5;7:13-17)

 El receptor de la revelación es "su siervo Juan". El apóstol se considera a sí mismo como siervo de Jesucristo. Ese es el título de honor para el creyente (1Cor.4:1). Aunque apóstol es también siervo, es decir apóstol por don y siervo por condición. El Señor coloca a este siervo suyo, Juan, en el ministerio de trsladar la profecía que desea comuncar a todos los siervos en el transcurso del tiempo. 

2. Que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.

Juan afirma su misión de testimonio desde su condición de profeta, en una triple dimensión. Primeramente, relacionado con la Palabra de Dios: “Que ha dado testimonio de la palabra de Dios”.  Esto en el Nuevo Testamento tiene que ver muchas veces con la palabra hablada. En otro lugar de este mismo libro se aplica al evangelio (1:9; 6:9; 20:4)) En esta ocasión debe considerarse como la palabra que Dios da a Juan, como lo termina el genitivo subjetivo que equivale a la palabra dada por Dios. En el caso concreto del libro, la revelación en último extremo procede de Dios. En segundo lugar, el testimonio de Juan tiene que ver con Jesucristo: “Y del testimonio de Jesús”. Nuevamente en este caso el genitivo subjetivo produce el mismo efecto que en el anterior, ya que la palabra era testificada por Jesucristo, quien es el objeto principal de la profecía (19:10) y que autentifica la palabra dada (22:16, 18, 20). El tercer testimonio está referido a “todas las cosas que ha visto” en relación con la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, ya que en el texto griego no aparece la conjunción y después de Jesucristo. El texto bíblico dice: “que testificó la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, que es cuanto vio”, puesto que la revelación que traslada en el libro le fue dada mayoritariamente por medio de visiones. Tocante a los dos temas, la palabra de Dios, y el testimonio de Jesucristo, Juan escribió con toda fidelidad cuanto recibió y vio, bajo la dirección y control del Espíritu Santo.

3. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.

Después de la presentación y misión del autor aparece la bienaventuranza de las siete que aparecen en el libro (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6,14). Es el mismo adjetivo que aparece varias veces en el Sermón del Monte, y que expresa la idea de ser dichoso, intensamente feliz. El término en el griego clásico se usaba para designar el estado en que se encontraban los hombres que gozaban de extraordinaria felicidad, especialmente porque habían alcanzado posiciones sociales o beneficios que los hacía estar por encima del resto de las gentes. En el Nuevo Testamento el concepto griego no tiene nada que ver en relación con la verdadera felicidad. Sólo es feliz quien disfruta del favor y de las bendiciones de Dios (Stg.1:17)

Cada vez que aparece una bienaventuranza en la Escritura incluye la declaración de la dicha, el destinatario, el motivo y la recompensa que encierra el ciclo de la felicidad. En este caso la declaración de la bienaventuranza, está ligada con “los que leen, oyen y guardan las palabras de la profecía”. La expresión o “el que lee”, pudiera muy bien referirse al lector en público de la Escritura en la congregación cuando se reúne la iglesia. Debe tenerse presente que el apóstol Pablo recomienda a Timoteo el ejercicio de esta lectura en la congregación (1Tm.4:13)

Las palabras a que Juan se refiere que constituyen la base de la bienaventuranza son “las de esta profecía”, literalmente en el testo griego “de la profecía”. No cabe duda que se está refiriendo a la profecía que sigue y cuyo escrito acababa de iniciar. Por tanto, Juan establece la naturaleza del escrito como profecía. Que el pensamiento de Juan era este se ve corroborado por la referencia hecha al finalizar el escrito sobre el contenido, donde se habla de “las palabras de la profecía de este libro” (22:19), y también de “las palabras de este libro de la profecía” (22:19)

La razón final de la bendición que se establece para el lector y oidor, está completamente con el aliento que produce el saber que “el tiempo está cerca”. El sustantivo que Juan usa para tiempo9 denota un período histórico determinado, una porción de tiempo. Dios había revelado a Daniel cosas que atenían que ver con el tiempo del fin (Dn.8:17), esto es, con un plazo determinado por Dios mismo (Dn.11:35). Ciertos conflictos se sucederían “al cabo del tiempo” (Dn.11:40). No eran para el tiempo de Daniel, sino para un período más lejano de la historia, por tanto, su profecía quedaba sellada hasta que llegase ese tiempo (Dn.12:4,9)

Juan se refiere a aquellos acontecimientos como algo que está cercano a la luz de la revelación que recibió del Señor (11:18). La acción de Satanás contra Dios se acerca a su fin (12:12). El tiempo es corto para que el Señor regrese trayendo su galardón con Él (22:12). Todo ello condiciona la felicidad íntima y personal del creyente, que sabe que desde el punto de vista de la revelación profética el tiempo está cercano. No quiere decir que vaya a ocurrir de inmediato, pero sí esta próximo. Juan anuncia como cercano el tiempo en que Dios va a intervenir en la historia del hombre, haciendo desaparecer el sistema de impiedad en que se desenvuelve en el tiempo presente y reconduciendo todo para establecer su reino, primeramente, en el nuevo estado de ciclos nuevos y tierra nueva, donde morará la justicia. Todo esto levanta el ánimo del lector de la profecía y produce una felicidad íntima sabiendo que Dios va a cumplir aquello que ha revelado a sus siervos por medio de la profecía.

 

 

 

 

                              

 

                                           

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