JESÚS Y NICODEMO
Juan Bta. García Serna
JESÚS Y
NICODEMO
Evangelio según
Juan 3:1 al 7
INTRODUCCIÓN
Un pasaje bíblico del cual podemos substraer algunas
enseñanzas respecto a la salvación eterna, imperecedera reservada en el reino
de los cielos, la cual algunos podrán obtener, si cumplen las condiciones que
Jesús señala. Una tendencia natural es dejarse guiar, en cuestión religiosa,
por la propia opinión, o la de cualquier sector religioso al cual esté adherido
la persona, anulando el escrito sagrado, que no es otro que la propia palabra
de Dios, a la cual aludió el apóstol Pedro:
“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” ((1Ped.4:11).
Y la exhortación de Pablo a Tito: “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la
sana doctrina” (Tito 2:1). “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y
extrañas” (Heb.13:9). Sólo la Biblia tiene toda la autoridad de Dios: “Toda la
Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2Tm.3:16-17). Jesús dijo
a los religiosos judíos: “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas
mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a
la tradición de los hombres. Invalidando la palabra de Dios con vuestra
tradición que habéis transmitido” (Mr.7:7-8, 13)
1. Nicodemo era un “fariseo” religioso que, ocupaba una
posición de “un principal entre los judíos” (v.1), que mostró interés por las
obras de Jesús, atribuyéndolas a la intervención divina (v.2). Las señales
que Jesús hacía deban testimonio de quién era Jesús: “Mas yo tengo mayor
testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que
cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me
ha enviado” (Jn.5:36). “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Mas si
las hago, aunque no me creáis a mí, creed en las obras, para que conozcáis y
creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Jn.10:37,38)
2. Jesús conduce el diálogo con Nicodemo hacia un cambio de
vida, que es realmente lo que él necesitaba oír y aceptar, ya que los milagros
no siempre producen un arrepentimiento y conversión: Jesús, “comenzó a
reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos milagros, porque no
se habían arrepentido” (Mt.11:20). Los religiosos que se reunían en la
sinagoga, eran unos incrédulos respecto a las enseñanzas y a las obras de
Jesús, de tal manera que Jesús mismo se asombraba: Jesús, “comenzó a enseñar en
la sinagoga; y muchos, oyéndole se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste
estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es da, y estos milagros que por
sus manos son hechos?”. Y Jesús, “estaba asombrado de la incredulidad de ellos”
(Mr.6:2,6)
3. Jesús le dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v.3). Jesús deja
a un lado la cuestión novedosa de los milagros, y centra su atención en un cambio
de vida, en la expresión de “nacer de nuevo”, y enfatiza esta necesidad con la
reiteración: “de cierto, de cierto te digo” (v.5). “Os es necesario nacer de
nuevo” (v.6)
“NACER DE NUEVO”
¿QUÉ ES?
(1) Una obra del Espíritu
Santo: “el que no naciere del Espíritu” (v.5) “Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (v.6). (2) Una
obra operada por Dios: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza vivía, por la resurrección de Jesucristo de los muertos” (1Ped,1:3).
“Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de varón, sino de
Dios” (Jn.1:13) (3) Dios utiliza la palabra Divina: “Siendo renacidos,
no de simiente corruptible, sino de incorruptible por la palabra de Dios que
vive y permanece para siempre” (1Ped.1:23).
Uno no es hijo de Dios
por nacimiento natural, sino por nacimiento espiritual, y éste se efectúa creyendo
en Jesús: “Mas a todos los que le recibieron, a los creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn.1:12) Y esta fe nos da, de manera
gratuita, la salvación: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y
esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se
gloríe” (Ef.2:8,9) Y sin esta experiencia no hay salvación.
Y lo reitera: “el que no naciere de nuevo, no pude entrar en
el reino de Dios” (v.3,5) Pablo, el apóstol, señala claramente el proceso de la
salvación (a) Oír la palabra de Dios (c) Creer en el Evangelio (c)
Recibir el sello del Espíritu Santo, como garantía de ser salvos: “En Él
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en Él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa, que es las arras de nuestra herencia” (Ef.1:13-14)
CONCLUSIÓN
¿Eres salvo? Sólo lo serás si aceptas las enseñanzas bíblicas
y, además, experimentas un verdadero cambio de vida, conversión, denominado
“nuevo nacimiento”, y éste es por la gracia de Dios, y no por obras meritorias: “Porque por gracia sois salvos por medio de
la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie
se gloríe” (Ef.2:8-9)
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