SENTIDO DE LA ENFERMEDAD
José Manuel González Campa
(Dr. en Psiquiatría)
Existen numerosos ejemplos en los que una enfermedad, un
traumatismo o una dolencia sirve para clarificar en la conciencia del hombre el
sentido de su trascendencia metafísica. De manera particular podríamos hacer
referencia a las experiencias denominadas “Vida después de la vida”. Este tipo
de experiencias ocurren cuando después de un acontecimiento traumático de la
naturaleza que sea se produce un paro cardíaco. Muchas personas manifiestan que
durante el período de inconsciencia experimentan percepciones extrasensoriales
de carácter parasicológico y probablemente metafísico. El elemento más
importante de la experiencia vivenciada consiste en la percepción
extrasensorial que el individuo tiene sobre su propia realidad yoica.
Para ilustrar lo anteriormente expuesto voy a traer a
colación el ejemplo paradigmático de un antiguo paciente mío, cuya experiencia
fue motivo de una sesión científica en la que participaron diversos
especialistas de las Ciencias Neurológicas.
El paciente fue atendido en el Servicio de Cirugía Vascular
del Hospital General de Asturias, debido a una enfermedad periférica de sus
arterias. Encontrándose hospitalizado sufrió de manera súbita y repentina un
paro cardíaco como consecuencia del cual fue trasladado urgentemente al
quirófano, donde se procedió, por parte de los médicos especialistas, al
intento de revivificación del paciente.
Al día siguiente, el médico encargado de este paciente,
durante la visita habitual, quiso hablar con él mismo de la situación ocurrida
el día anterior y del grave peligro por el que había pasado su vida. Cuál no
sería la sorpresa del doctor, cuando el paciente le dijo: “¿Quiere usted que yo
le cuente todo lo que ocurrió dentro del quirófano durante el período que usted
afirma que yo estuve inconsciente?” El doctor no salía de su asombro y con una curiosidad
ansiosa, invitó a que el paciente le expresara la experiencia vivida. El relato
de la misma dejó perplejo al facultativo, al comprobar que, efectivamente, el
paciente conocía las circunstancias y detalles de todo lo ocurrido en el
quirófano durante el tiempo que había permanecido inconsciente a causa de su
paro cardíaco.
Después de escuchar el relato de las vivencias de su paciente, el médico le preguntó: “¿Dónde se encontraba usted durante todas las maniobras realizadas para reanimar su corazón para que pudiera tener conocimiento de los hechos acontecidos?” La respuesta no se hizo esperar: “Yo me encontraba en el techo del quirófano, desde donde podía percibir las personas, sus conversaciones y las maniobras que realizaban”. Posteriormente yo tuve acceso al protocolo clínico de su historia, en la que constaba, como consecuencia del paro cardíaco, la impresión diagnóstica de MUERTE CLINICA.
Pedí a este paciente que intentara escribirme sus
experiencias acerca de este hecho, a sabiendas de que le sería muy difícil
hacerlo. Del esfuerzo realizado destaco algunas de sus manifestaciones: “De
repente me encontré fuera de mi propio cuerpo, situado en el techo de la
habitación donde se encontraba el quirófano; podía verme a mí mismo tendido
sobre la mesa del quirófano y observar la celeridad con que los doctores
procedían a dar a mi cuerpo choques eléctricos, y posteriormente, después de
realizar una toracotomia, aplicarme masajes directos al corazón. También oía
sus comentarios acerca de mi persona y cómo procedían a llamar al sacerdote del
Hospital, dado que mi situación de muerte clínica les parecía irreversible.
Después tuve la sensación de que EL QUE VOLVIA encajaba CON EL QUE ESTABA
ESPERANDO. Cuando abrí los ojos estaba ya en mi habitación”.
El ejemplo explicitado es muy completo en sus contenidos y detalles pero constituye una entre los miles y millones de experiencias relatadas por personas que se han encontrado en la situación de muerte clínica por paro cardíaco. Cuando menos, este tipo de experiencias apuntan no sólo a la relación alma-cuerpo, sino a remarcarnos que la esfera de la intimidad psico-pneumática (alma-espíritu) mantiene una autonomía respecto de lo biológico (somático-físico) y en determinadas circunstancias, una trascendencia metafísica.
Si bien este tipo de experiencias no demuestran de manera indubitable y taxativa la existencia de Dios, no cabe duda que ponen de manifiesto la realidad de un mundo trascendente y ubicado, vivencialmente, más allá de la materia. Si quisiéramos ilustrar científica y bíblicamente estas experiencias extraordinarias, podríamos recurrir al testimonio personal de dos egregios personajes en la historia de la humanidad. Se trata de una de las mentes científicas más preclaras en la historia del pensamiento humano: C.G.Yung, y por otro lado, del mayor adalid y teólogo del cristianismo de todos los tiempos: Saulo de Tarso.
En su obra autobiográfica “Recuerdos, sueños, pensamientos”,
el Dr. Yung nos habla, entre otras experiencias, de las vivencias
experimentadas a nivel anímico y espiritual durante un paro cardíaco. Respecto
de sus vivencias personales, nos dice: “No fueron sólo mis propios sueños, sino
también a veces los de otros los que me formaron en la creencia sobre una vida
posterior a la muerte; me la hicieron revisar o me la confirmaron… Aunque no
sea posible aportar una prueba válida sobre la vida del alma después de la
muerte, existen, sin embargo, vivencias que dan que pensar… Concretamente esto
era lo que experimenté en mis visiones de 1944, la liberación de la carga del
cuerpo y la percepción del sentido, profundamente satisfactoria… Podemos decir
que existe una cierta probabilidad de que algo de nuestra psique continúe
viviendo después de la muerte física”.
Todas las incertidumbres que pudieran surgir en la mente del
gran psicólogo suizo quedan trascendidas y superadas para el cristiano por el
relato que el apóstol San Pablo hace de su propia experiencia: “Conozco a un
hombre en Cristo que hace 14 años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del
cuerpo, no lo sé; Dios los sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo… fue
arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre
expresar” (2ª de Corintios 12:1- 4).
Las diversas experiencias vividas por un ser humano en su
devenir patológico (enfermedades) pueden suponer la posibilidad de que le sea
revelado el sentido del eterno: ¿De dónde venimos, adónde vamos? Es decir, el
sentido de su trascendencia.
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