CIENCIA Y BIBLIA
La Ciencia y la
Biblia
¿Son incompatibles?
Hay personas que piensan que la ciencia ha desplazado definitivamente a todas las formas de fe religiosa. "¡No me venga usted con esto de la Biblia y Cristo!" se ha dicho seguramente más de una vez a los cristianos al dar testimonio de su fe. Y luego, con sonrisa irónica, se ha añadido: "En nuestro siglo XX, siglo de la ciencia y el progreso, está fuera de lugar hablar de la Biblia o de religión; la ciencia está explicando todos los misterios que fueron antes objeto de la fe. La ciencia llegará a comprender e interpretar todas las cosas. Ya no nos sirve para nada su Biblia.
Pero antes de juzgar si tales afirmaciones están en lo cierto, antes de darles la razón o contradecirlas, hemos de examinar con seriedad e imparcialidad lo que es la ciencia, y mayormente su objetivo, y lo que es la Biblia y su finalidad. Sólo después de este examen podremos contestar con propiedad al interrogante que abre nuestro estudio: La Ciencia y la Biblia ¿son incompatibles?
EL OBJETIVO DE LA CIENCIA
"La misión de la ciencia es describir los hechos
impersonales de la experiencia, en términos comprobables, tan exactamente, tan
sencillamente, y tan completamente como sea posible. La ciencia es una
construcción intelectual, una concepción activa del mundo. Dentro de su
"universo discursivo" se atiende siempre a los términos
experimentales, o a los derivados de éstos que sean comprobados. Es formulación
descriptiva, no explicación interpretativa. Las cosas que inquiere la ciencia
son causas secundarias, no últimas causas; causas eficientes, no causas
finales". Así resume el Prof. J.A. Thomson, de Inglaterra, el objetivo de
la ciencia. Dejaremos que sea él, con su autoridad científica, quien continúe
enseñándonos la misión de la ciencia. Tomamos sus palabras del libro
"Introducción a la Ciencia" editado por "Editorial Labor,
S.A.", núm. 66 de su Colección Labor, sección "Ciencias Filosóficas".
"Las largas controversias sostenidas entre la Ciencia, y la Religión, la Ciencia y la Teología, la Ciencia y la Filosofía, la Ciencia y la Poesía, deben su longevidad a una idea equivocada sobre la finalidad de la Ciencia. "El principal objeto de la ciencia es la descripción concisa del Mundo cognoscible -repite una y otra vez el Prof. Thom- son-. Citaremos un caso concreto aducido por el profesor Karl Pearson: "La ley de la gravitación es una breve descripción de cómo cada partícula de material del Universo altera su movimiento con relación a cada una de las otras partículas". No nos dice por qué se mueven las partículas; no nos dice por qué la Tierra describe determinada curva alrededor del Sol. Simplemente resume en breves palabras, la relación observada en una vasta serie de fenómenos.
Con el mismo fin escribe el doctor J.T. Merz: "La misión de todas las ciencias exactas es ofrecer una descripción completa y sencilla en que intervenga el cálculo". "No debemos aspirar a la captación de la causa última y final, ni pretender que la Ciencia nos enseñe a comprender la Naturaleza y la vida. La Ciencia es el análisis de los fenómenos como aparecen en el espacio y de su proceso en el tiempo". La verdadera naturaleza de la explicación científica se concreta en la definición que hizo Kirchhoff de la Mecánica como la ciencia del movimiento, cuyo objeto es describir del modo más completo y sencillo los movimientos como ocurren en la Naturaleza".
"Huxley expresó el mismo punto de vista sobre las leyes
de la Naturaleza: "Yo concibo el Universo como un gran juguete eternamente
en movimiento; a nosotros, pobres mortales, nos está permitido disfrutar un
poco en él. Por fortuna para nosotros el "más sabio" de todos ha
establecido algunas reglas sobre el juego, tal y como se juega en la actualidad.
Llamamos a estas reglas "leyes de la Naturaleza", y las respetamos
porque sabemos que obedeciéndolas aliviamos mucho nuestras penas. Los naipes
son nuestras teorías e hipótesis, las jugadas son nuestras verificaciones
experimentales".
Siguiendo con la "idea descriptiva" de la
explicación científica, continúa el Prof. Thomson: "De acuerdo con esta
doctrina, defendida por pensadores eminentes, como Kirchhoff, Mach y Ostwald
entre los físicos, y con algunas modificaciones por Avenarius, Munsterberg, Royce
y James Ward; entre los filósofos modernos el último ideal de la Ciencia, o de
alguna parte de la Ciencia física, es, sencillamente, la descripción del curso
de los hechos con el auxilio de la fórmula general más sencilla. El ¿por qué?
de las cosas no es el verdadero problema de la Ciencia; su sola misión es
facilitarnos la apreciación de cómo son". "Junto a la primera
sensación de desaliento ante la definición de la Ciencia como descripción de
hechos experimenta- les, surge una segunda pregunta: ¿Tiene la Ciencia la
misión de explicar las cosas? ¿Es de su incumbencia ir más allá de la
descripción y suministrar la explicación?
A tal pregunta habremos de responder: a) La creencia vulgar de que la Ciencia "lo ha explicado todo" es un error lamentable. Como podremos ver más adelante, se acercaría más a la verdad decir que la Ciencia no ha explicado nada. b) La Ciencia no pretende referir los hechos de la experiencia a realidades últimas. No es ésta su misión. c) En un sentido limitado la Ciencia explica las cosas que nos interesan, reduciéndolas a términos más sencillos, descubriendo las características de sus relaciones y averiguando su historia. ¿Qué queremos decir cuando afirmamos que la Física ha comprobado el fenómeno de las mareas, o que la Fisiología ha hecho las funciones del cuerpo humano más inteligibles de lo que acostumbraban a ser? Esto quiere decir que hemos adquirido una concepción general de la naturaleza de los hechos en cuestión y que podemos concretarlos en una fórmula general. Sólo en este sentido la Ciencia explica las cosas, pero, realmente, no va más allá de una descripción".
UN ERROR
LAMENTABLE
"La creencia vulgar de que la Ciencia "lo ha
explicado todo" es un error lamentable". Esta es la conclusión de un
científico. Y no es otro el testimonio de toda la verdadera Ciencia. La ciencia
"describe" el Universo, pero no puede "interpretarlo". Nos
explica su “cómo pero no su "por qué". El esfuerzo científico del
hombre logra descubrir ciertas leyes naturales por las que deduce el
funcionamiento y las características de las cosas, pero jamás alcanza a
descubrir el por qué estas leyes son así y no de otra manera, nunca consigue
comprender ni su causa primera y fundamental ni su propósito. En realidad, la
Ciencia opera sobre hechos dados, jamás puede crearlos a su antojo. El éxito de
la aplicación práctica de los descubrimientos científicos se debe precisamente
a la "obediencia" a estas leyes "descubiertas". pero de las
cuales el hombre no puede "crear" ni una sola. A lo máximo que llega
el hombre es a la imitación, imitación que no es otra cosa sino una forma más
de obediencia. La desobediencia a una sola de las leyes de la Naturaleza,
aunque fuera la más pequeña e insignificante, echaría por tierra en unos
segundos todo el edificio de la Ciencia.
Los grandes adelantos de la técnica moderna son un ejemplo de que sólo la sumisión más completa a las leyes de la Naturaleza hace posible los grandes progresos de que es testigo nuestro siglo. La puesta en órbita de satélites artificiales, imita a la astronomía, pero no crea nada, es pura obediencia a unas leyes que la Ciencia encuentra "hechas" sin saber por qué. El hombre debe acatarlas y sólo entonces puede utilizarlas en su provecho. Pero la Ciencia no tiene respuesta para las grandes incógnitas de la vida y del universo ¿Por qué hemos nacido? ¿Para qué? ¿Cuál es el significado de nuestra vida? ¿Qué es el Universo? ¿Cuál fue su origen? ¿Qué hay detrás, y aún, en medio de estas incontables galaxias de mundos? ¿Qué propósito rige la vida y el Universo? Con razón decía el gran pensador español Ortega y Gasset: "La Ciencia acaba sin acabar la cosa. Nuestra capacidad científica qué es sino un punto de conocimiento en medio de dos abismos infinitos de ignorancia. Los dos abismos insondables del "Por qué" y el "Para qué" de todas las cosas y de nosotros mismos”.
LA CIENCIA
ES NEUTRAL
Ciertamente, "la Ciencia acaba sin acabar la cosa porque
nuestra necesidad de conocimiento no termina allí donde acaba la investigación
científica. Necesitamos saber mucho más de lo que la ciencia puede decirnos. Imaginemos
una gran fábrica, con enormes complejos industriales, grandes máquinas, toda suerte
de aparatos, miles de obreros y técnicos, administradores y directores y que no
supiese cuál objetivo la mantenía en funcionamiento. Que al preguntar qué
hacían y por qué trabajaban no supiesen, ni obreros, ni directivos, darnos una
respuesta. Sería absurdo, ¿verdad? Pues, precisamente éste es el panorama, el
único, que puede darnos la Ciencia acerca del Mundo en que vivimos. Al ser
descripción y no interpretación, no puede responder a los grandes interrogantes
que, desde todas las épocas, formula el inquieto espíritu humano. Al describir
las cosas cómo son, pero no decirnos por qué son así y para qué, la Ciencia, de
he- cho, no nos explica nada. Nada de lo que atañe a nuestro origen y a nuestro
destino, al significado de la vida y al propósito del Universo.
Pero al decir esto, ¿intentamos desprestigiar a la Ciencia? En absoluto. Nos faltarían páginas para contar los beneficios de todo orden que la humanidad debe a la Ciencia. La Ciencia es uno de los logros que más enaltecen al hombre. Pero debemos tener ideas muy claras en cuanto a sus objetivos y, sobre todo, en cuanto a sus límites. Al no poder responder a los grandes enigmas de la vida y del Universo, la Ciencia nos dice claramente que ella se halla, en una posición neutral respecto de estos problemas. Lo que es lo mismo que decir que no se interfiere, en absoluto, con ninguna filosofía o credo religioso que trate de responder a los mismos.
PURA
MITOLOGIA MATERIALISTA
De ahí que cuando alguien, en nombre de la Ciencia, intenta
desprestigiar la fe cristiana no "juega" limpio. Seguramente por
ignorancia de lo que constituye el campo de acción del método científico, o por
partidismo fanático que le hace confundir sus prejuicios anti-religiosos con
los resultados de la ciencia. Hecho, este último, contradictorio si tenemos
cuenta que, como acabamos de decir, la Ciencia es religiosamente neutral. Sus
fines no atañen a lo espiritual o filosófico. Está muy de moda, en todo lo que
va de siglo, el confundir lamentablemente la Ciencia con la concepción atea y
materialista del mundo y del hombre. Tiene razón Claude Tresmontant al
escribir: "Esas tesis fundamentales de la metafísica materialista no están
fundadas, evidentemente, en ninguna ciencia real ni posible. La ciencia
positiva en tanto que tal describe y analiza el proceso cósmico, la estructura
de la materia y la estructura de los vivientes, despeja las leyes de lo real
objetivamente analizado. Pero ninguna ciencia actual ni posible podrá decirnos
jamás que la materia existe por sí misma que es autocreadora, que el mundo
existe por sí y es autocreador, que la materia produce en virtud de sus propios
recursos esas síntesis altamente complejas en la que es arrastrada. Esas tesis
no son científicas, sino metafísicas y esas metafísicas no descansan sobre ningún
fundamento en la experiencia ni en la razón. Son, pues, desde el punto de vista
filosófico y racional que aquí es el nuestro, puramente mitológicas. Esas tesis
que vuelven a considerar el mundo y la evolución como el Absoluto vuelven de
hecho a una metafísica que nos es bien conocida: la de Heráclito, la de
Aristóteles, que también consideraban el mundo como increado y eterno dado que
divino. "El ateísmo -es- cribe Feuerbach-, es el panteísmo
invertido".
NECESIDAD DE
UNA REVELACION
La capacidad cognoscitiva del hombre no puede, por sí sola,
alcanzar aquellos conocimientos que escapan a la Ciencia, hija, al fin y al
cabo, de aquella capacidad humana. El hombre mediante el método experimental,
dependiendo entera y únicamente de sus facultades y capacidades ha hecho
posible la Ciencia, saber limitado y restringido a las causas secundarias, al
mundo visible. Y el esfuerzo humano no da más de sí. Buscar un complemento a
este conocimiento científico en la filosofía equivale a arriesgarse mucho
porque esta filosofía, en realidad, es producto del mismo esfuerzo humano
limitado que no consigue "acabar la cosa". ¿Y las religiones? De
hecho, no son más que esfuerzos humanos para alcanzar lo Infinito y lo Eterno,
para escapar de la estrecha cárcel de conocimientos en que tiene
"encadenada" la Ciencia nuestra sed y necesidad de ulterior y
trascendental conocimiento. Pero, esfuerzos "humanos", al fin, y como
tales, partícipes de los mismos límites que caracterizan el poder de
conocimiento de la mente humana.
Solamente una Revelación, un conocimiento impartido desde
fuera, podría despejar la nube de incógnitas que cubre el cielo de nuestro
saber. Un conocimiento directo de Dios. Si Dios existe puede revelarse. Aún
más: Si Dios existe es lógica- mente razonable que haya hablado. Si existe,
pues, tal revelación, ella constituye la prueba más concluyente de la
existencia de un Dios Creador, Ordenador en el que el Universo y sus seres
hallan sentido y propósito. Ahora la cuestión es: "¿Existe tal
Revelación?". En cuanto a su necesidad, no es menester que hablemos. Queda
demostrado que la misma Ciencia prueba la conveniencia de una tal revelación
para completarla. Pero, "¿Hay una tal Revelación?". Lo que en el
terreno de lo ideal es una conveniencia indiscutible ¿es un hecho en el terreno
de la realidad?
¿QUÉ ES LA BIBLIA?
La Biblia, el libro sagrado del cristianismo, pretende ser el
registro de esta Revelación de Dios a los hombres. La Biblia dice ser la
Palabra de Dios, con autoridad divina, y constituye por tanto un documento
digno de tenerse en cuenta por parte de todo aquel que busca sinceramente
hallar una respuesta a todos los grandes problemas, que ya hemos mencionado, y
para los que la Ciencia no tiene respuesta. Es muy fácil, pero muy
"anticientífico, el rechazar sin más ni más las evidencias de la Biblia.
El sólo hecho de que exista un tal libro, que pretenda tal cosa (el ser la
misma Palabra de Dios) merece estudio y consideración y aquí también, solamente
un examen sereno e imparcial nos capacita para juzgar equitativamente. El que
dice: "Cree sin preguntar" no es más dogmático que otro que diga:
"Rechaza sin probar". Es fácil, en medio de un montón de libros de
texto, pretender ignorar la Biblia y no consultarla apenas, desdeñándola. ¿Qué
científico comprueba los resultados de un experimento sin haberlo realizado
exactamente como estaba prescrito? Nos creemos inteligentes, ¿pero, qué sabio
se atrevería a formular un juicio sin un pleno conocimiento de evidencias?
Muchos rechazan ciegamente una oferta que ni han investigado
ni han aplicado. Es la oferta de la Palabra de Dios. La Biblia dice ser esta
Palabra. Pero no todos están dispuestos a desafiar las "modas" y el
orgullo social y la codicia intelectual para luchar contra la corriente. ¿Es
que acaso es una bagatela una bagatela detenerse a considerar la Persona de
Cristo? ¿Es una bagatela el mensaje del evangelio? ¿Tan seguros estamos del más
acá y del más allá? No es una tontería dar oídos a Dios que amó de tal manera
al mundo que dio a su Hijo para que todo aquel que quiera recibirle no perezca,
sino que tenga vida eterna. El que no quiera preocuparse de la Escritura, puede
hacer lo que le plazca, pero no tiene derecho, en su ignorancia, ni de
criticarla ni siquiera de hablar de ella. Concederle este derecho, equivaldría
a pedir a un ciego que nos describiera una puesta de sol sobre el océano o a un
mudo a que nos recitase los discursos de Cicerón.
Examinemos, pues, la Biblia y veamos lo que pretende ser.
EL OBJETIVO
DE LA BIBLIA
"La Biblia nos ha sido dada no para que sepamos cómo es
el Cielo, sino para ir a él", dijo Galileo cuando fue condenado por la
Inquisición por afirmar que la Tierra era esférica y que giraba alrededor del
Sol. Este juego de palabras del genial matemático, físico y astrónomo italiano,
¿era sólo un ardid verbal o constituía casi una regla de exégesis para la
interpretación bíblica? Busquemos la respuesta en la misma Escritura: las
Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud (salvación)
por la fe que es en Cristo Jesús. "Toda Escritura es inspirada divinamente
y útil para en- señar, para redargüir, para corregir, para instituir en
justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruí- do para
toda buena obra" (2 Timoteo 3:15, 16). De este texto se desprende el
objetivo doble de la Biblia: 1) Dar el conocimiento salvador por la fe en
Cristo. 2) Instruir al hombre salvado, por aquel conocimiento, en todo aquello
que le perfeccione para toda buena obra. Salvación y perfección de los salvados:
he ahí la finalidad del conocimiento que imparte la Escritura. Ni una sola
palabra, ni en éste ni en ningún otro texto bíblico, acerca de conocimiento
científico y ni siquiera de referencias a la Ciencia como a tal.
Entonces, ¿por qué hablar de pretendidas equivocaciones y
contradicciones en el "lenguaje científico" de la Biblia, si ésta no
se ocupa de Ciencia? Sencillamente, los que impugnan la Escritura bajo pretexto
de su erróneo "lenguaje científico" desconocen la Biblia y su objeto,
del mismo modo que los que pretenden inutilizarla porque creen que la ciencia
lo explica todo no saben, con propiedad, cuáles son los verdaderos fines de la
Ciencia. Del mismo modo que la Ciencia, por no ocuparse de teología ni de
filosofía, no puede tener un lenguaje teológico ni filosófico, así tampoco la
Escritura tiene vocabulario científico. por ser muy otro su campo de acción.
Conviene poseer ideas claras sobre el particular. Cuando la Biblia se refiere a
la Naturaleza, qué lenguaje emplea.
LENGUAJE BIBLICO RELATIVO
A LA NATURALEZA
El lenguaje
de la Escritura para referirse a los fenómenos naturales no es científico, ni
anticientífico, es POPULAR, según unánime testimonio de los mejores expositores
bíblicos.
Lenguaje
popular.
Es el lenguaje del pueblo, el que empleamos comúnmente en
nuestra vida social, familiar y de trabajo. El lenguaje que todo el mundo
entiende. El lenguaje popular se caracteriza porque es un lenguaje de
"apariencias", es decir: expresa las cosas tal como aparecen y son
percibidas, sin estudio previo, y con toda facilidad por los sentidos. El
primer capítulo del Génesis describe la Creación del Sol, de la Luna, de las
Estrellas, pero nada dice de los Asteroides, cometas, nebulosas, etc., porque
ello ya sería entrar en el terreno de la Ciencia, y significaría abandonar el
lenguaje popular que le es característico. En el mismo capítulo se habla de
animales y peces, y aves, como podría hacerlo cualquier persona de cualquier
época, pero no cita las diversas clasificaciones del mundo animal: anfibios,
mamíferos, etc., que serían designaciones típicas del lenguaje científico.
Dentro del mismo libro del Génesis se da el caso de que se dediquen sólo dos
capítulos a la creación y doce, en cambio, a la vida de Abraham. Con ello se
confirma el objetivo apuntado en 2 Timoteo 3:16 de impartir conocimiento
espiritual, no cien- tífico. Como muestras de este lenguaje popular, limitado a
las apariencias sensibles, tenemos el uso de términos como "corazón",
"entrañas", etc., para referirse a fenómenos de la con- ciencia, la
mente y el espíritu. Términos usados a través de todas las generaciones, y aún
hoy día, pese a los modernos adelantos de la Ciencia. En Romanos 10:9, 10 se
habla de creer" con el "corazón", lo que todos entendemos
perfecta- mente, y en Filipenses 1:8 de amar "en las entrañas de
Jesucristo " dando a entender aquella unión tan perfecta del creyente,
ejemplarizada en el apóstol Pablo, que le hace uno con el Señor, convirtiendo
sus afectos y su amor en algo propio del mismo Cristo.
En Jeremías 11:20, Lamentaciones 2:1 y otros muchos textos tenemos ejemplos de este modo popular de ex-presión, comprensible a todo el mundo. Hablando en términos técnicos de su especialidad es difícil que un astrónomo diga que el "Sol se pone o sale", pero hablando con su esposa y aún con sus mismos colegas del Observatorio, en una simple conversación lo difícil sería que renunciara a esta expresión. Hablará de "salida" y "puesta" de Sol, a sabiendas de que esta expresión no expresa una explicación científica de las leyes de astronomía, pero consciente de que expresa la misma verdad en términos populares. La Biblia, como el astrónomo de nuestro ejemplo, no usa lenguaje científico para dirigirse al común de los mortales. Pero el lenguaje popular, no científico, tampoco es anticientífico. De hecho, como define Bernard Ramm, se trata de un lenguaje "pre-científico".
No saben lo
que piden.
Cuando una persona pone objeciones a la Biblia porque no está
redactada en términos científicos, no sabe, en realidad, lo que pide. ¿Qué es
el lenguaje científico? Entendemos por tal toda esta serie de expresiones
técnicas desarrolladas y cambiantes a lo largo de la historia de la ciencia y
que expresan en muy pocas letras o palabras conceptos muy complejos que, de
tenerse que definir en el lenguaje corriente, resultarían mu- cho más extensas
y menos exactas. Este lenguaje permite a los hombres de ciencia comunicarse en
su trabajo más eficiente. rápida y técnicamente. Pero es un lenguaje que sólo
entienden los científicos, por lo general, pues no es otra cosa que un
instrumento más de su oficio. Y, repetimos, cambia como cambian los conceptos
de la Ciencia revolucionados por cada nuevo descubrimiento.
Ambos lenguajes, el popular y el científico, sirven a Su propósito. El científico escribe su ensayo para la revista técnica de su especialidad, en el lenguaje técnico de la misma y este lenguaje representa para él un elemento valioso para la comunicación de las ideas. Pero cuando converse con su vecino recurrirá prudentemente al lenguaje popular incluso en aquellos temas que pudieran tener carácter científico. la humanidad no sólo tuviese un carácter popular al alcance de la comprensión de todos, sino que guardó este mismo lenguaje para que se mantuviera libre de toda disquisición de tipo cien- tífico,
LA BIBLIA ES
NEUTRAL
Antes decíamos que la Ciencia es neutral en cuestiones de orden religioso. Y hace unos momentos acabamos de decir que la Biblia es neutral en lo tocante a hechos naturales. La combinación de ambas definiciones nos da la fórmula que armoniza la Ciencia con la Biblia. La Biblia no describe la Naturaleza en el sentido de dar una explicación científica de la constitución interior de las cosas y fenómenos visibles. Es neutral en lo relativo a cuestiones científicas. La tarea de la Ciencia, por su parte, es describir la Naturaleza y permanecer neutral en las cuestiones trascendentes de tipo religioso. La Ciencia y la Biblia ¿son compatibles? Después de lo apuntado creemos que la Ciencia y la Biblia no sólo son compatibles, sino que se complementan y unidas constituyen la máxima fuente de conocimiento que le es dable tener al hombre.
LA ARMONIA BIBLICO CIENTÍFICA
La Ciencia estudia el mundo visible: la Naturaleza. Su método
es la experimentación y depende de las facultades intelectuales, limitadas, del
hombre. Sus posibilidades, dado los límites humanos, abarcan únicamente la
descripción de los hechos y el conocimiento de las causas secundarias. La
Biblia revela el mundo invisible de Dios y arroja un potente rayo de luz sobre
el significado del mundo natural visible. Su método es de revelación, sus
posibilidades son infinitas mediante la obra del Espíritu Santo en el creyente
que aplica las verdades de la Palabra divina a su espíritu. Diferentes
objetivos, diferentes métodos, diferentes campos de estudio, la Biblia y la
Ciencia no se contradicen ni se oponen. sino que se complementan en una
maravillosa armonía. Podríamos concluir diciendo que el hombre tiene a su
alcance dos libros supremos: la Naturaleza y la Biblia, ambos escritos por
Dios. La Ciencia escudriña el primero y la fe el segundo, pues como señala J.H.
Pratt: "El libro de la Naturaleza y la Palabra de Dios emanan de un mismo
e infalible Autor, y por tanto. no pueden estar en desacuerdo". Y, cierta-
mente, no lo están. Esta neutralidad de la ciencia en materia de religión y de
la Biblia en materia científica, ¿es absoluta? ¿No existe ni una sola relación
entre ambas? ¿Jamás toca la Escritura cuestiones que rozan el límite de lo
científico?
Es un hecho que el relato bíblico refiere acontecimientos históricos de tal naturaleza que escapan al control de la Ciencia: la encarnación de Jesucristo y su resurrección en el Nuevo Testamento y el paso de los israelitas en medio de las aguas separadas milagrosamente del Mar Rojo, son tan sólo algunos ejemplos de los muchos más que se hallan en la narración bíblica. Estos hechos milagrosos no pueden ser explicados cien- tíficamente. Y si, por su parte, la Biblia no es un manual de ciencia sino una revelación de Dios que sólo provee verdad espiritual, ¿cómo razonaremos acerca de estos fenómenos sobrenaturales que se dan en el relato bíblico? Además, la Biblia si bien no presenta una teoría científica acerca del Universo y la naturaleza, sí que nos ofrece una cierta visión propia del mundo, pues las verdades espirituales de que trata al estar relacionadas con el hombre, forzosamente han de tocar, aunque sea rozándolos en muchos casos, las realidades del universo físico que ocupan a la Ciencia.
VISIÓN BÍBLICA DE LA NATURALEZA
Las
Escrituras, en sus primeras páginas, enseñan que el mundo físico es una
creación de Dios. La materia no es eterna, ni se originó en el caos. Detrás del
mundo visible existe una Inteligencia espiritual y creadora que dio vida a
cuanto existe.
En segundo
lugar, la Biblia afirma que este Universo físico se sostiene por la Providencia
de Dios. Dios es el Creador y el sostenedor de esta Creación, por consiguiente,
aunque la haya dotado de leyes cuyo estudio es la ocupación de la Ciencia, como
Señor soberano puede alterar las mismas cuando así con- viene a sus propósitos.
La Biblia no sabe nada acerca de esta clase de "Dios" en el que
algunas personas parecen creer: un Dios que no puede actuar más que de acuerdo
con las leyes de la Naturaleza y al que no le está permitido hacer ningún
milagro. Como alguien ha dicho, para creer en un Dios de tal modo esclavo de
sus propias obras, es mejor no creer en ninguno. El Dios de Abraham, de Isaac y
Jacob, el Dios revelado en Jesucristo es, sin embargo, bien distinto: es un
Dios Creador, Sustentador y Soberano.
Las Escrituras enseñan también que el hombre es la cima de la
Creación. Pero este honor ha sido manchado por el pe- cado, de ahí que el que
fue creado Rey es ahora un ser caído y arruinado moral y espiritualmente. La
antropología bíblica no es optimista en cuanto al hombre: lo conoce bien y lo
pinta sin ambages. Por todo lo expuesto, se desprende que, aunque la Biblia no
quiere hacer Ciencia, en el sentido que no es su misión explicar el cómo de las
cosas sino sólo su porqué (proyectándolas dentro del fondo espiritual de que
emergen), sí es suficientemente clara en cuanto a algunos puntos fundamentales
que podrían Entrar en conflicto con algunas "teorías" (nada más que
teorías) llamadas científicas, tales como el materialismo, el pan- teísmo y el
racionalismo. La Biblia enseña además que Dios ha querido identificarse con la
humanidad y se ha introducido en la Historia, en una época y en unas
condiciones determinadas. Esta "intrusión" de Dios no podía dejar de
ser milagrosa. Toda la vida de Cristo es un milagro. Querer negar esta
evidencia no es hacer ciencia, es cerrar los ojos y caer en el oscurantismo
fanático del materialismo, que es tan lamentable como el supersticioso de la
Edad Media.
Cristo es un acontecimiento histórico irrefutable y un hecho
milagroso contundente. En El podemos ver al Dios que hizo los cielos y la
tierra y todo cuanto existe, al Sustentador y al Redentor de una humanidad
caída. Debemos observar, como ya notamos a su debido tiempo, que desde el punto
de vista de Dios no hay tal cosa como milagro. Dios hace lo que desea, como
quiere y cuando le place. Ahora bien, ningún milagro implica capricho o
despropósito: todo lo contrario. El poder perfecto de Dios se ejerce para
castigo o bendición, pero siempre dirigido con la finalidad de enseñar algo al
hombre acerca de la gracia de Dios. Lo
que está escrito en la Biblia es Palabra de Dios, no el resultado de la
investigación humana, de ahí el inconmensurable abismo que separa a este
conocimiento del meramente humano como el adquirido por la Ciencia. No es que
la Biblia tenga que erigirse por encima de las obras de geología, biología,
astronomía, medicina, etc. No; porque no es éste su objetivo como hemos venido
repitiendo hasta la saciedad. Pero, si, que es superior la Biblia en la
explicación del porqué del mundo, del hombre y del propósito y destino de toda
la Creación. Por- que aquí la Ciencia sólo sabe que no sabe nada y ha de
apoyarse en la verdad revelada o sumirse en la ignorancia y locura de simples
hipótesis.
CUATRO PRINCIPIOS ÚTILES
El profesor F. Steele ha dado cuatro grandes principios que
nos ayudarán a establecer la correcta relación entre la Ciencia y la Biblia.
Helos aquí: 1.o Debemos reconocer la eminente autoridad de la Escritura como
verdad absoluta e infalible. 2.o Debemos darnos cuenta de que el propósito de
la Palabra es revelarnos verdades espirituales. Toda otra información dentro del
marco de la revelación, sea histórica o literaria, es secundaria y subordinada
al mensaje espiritual. 3º. Nuestro concepto de los milagros viene originado por
los límites del conocimiento humano y no de la Omnipotencia divina. Y 4º, las
evidencia históricas y arqueológicas que en los tiempos modernos han ayudado a
corroborar muchos datos bíblicos, han de examinarse siempre críticamente sobre
las bases de lo que narra la Escritura y nunca ser aceptadas a la ligera antes
de comprobación minuciosa. Hay que precaverse de adoptar proposiciones científicas,
como axiomas para explicar la verdad bíblica en vez de ilustrarla o confirmarla
solamente. La ciencia ha hecho en el pasado y hará aún más en el futuro valiosas
contribuciones al estudio de la Palabra de Dios, pero siempre debemos
considerarla como una sirvienta: útil pero no imprescindible y siempre sujeta a
corrección por la eterna verdad de la Biblia.
EL DESTIN O DEL HOMBRE
Dios sólo dedica un capítulo en la Biblia para contarnos cómo
creó todas las cosas. En el segundo capítulo nos habla acerca del origen del
pecado. Y a partir del cuarto capítulo, y así a todo lo largo de la Sagrada
Escritura, se ocupa sobre todo de mostrar al hombre cómo puede reconciliarse
con Él, ser transformado y vivir en comunión con la Divinidad. También le en
seña en dónde pasará la eternidad.
Pero el hombre gusta de conocer todo lo contrario. Trata de
ocuparse la mayor parte de su vida acerca de su origen y la estructura del
mundo que le rodea, pero sin preocuparse mucho en cuanto a su destino eterno.
Quiere saber de dónde viene, pero no se pregunta a dónde va.
Querido lector, detente unos momentos y medita en tu destino
eterno. Sabemos que venimos de Dios, porque Él nos creó; pero también sabemos
que el pecado nos aparta de Él. Conocemos que Dios ha provisto un medio de
salvación en Cristo, de modo que tengamos un acceso abierto por el cual volver
al Padre y ser convertidos en sus hijos amados. ¿Por qué no empezar a ocuparte
en esta investigación? Vale la pena, no sólo ilustrará ,sino que cambiará tu
vida, si verdaderamente estás dispuesto a con conocer la verdad de Dios
J.G.
(Ref. "Cuadernos Bíblicos de Reflexión")
Comentarios
Publicar un comentario