EX - SACERDOTE (2ª)
INTRODUCCION
"¿POR QUÉ DEJÉ EL CATOLICISMO?" Esta pregunta muchísimos la formularán. Unos con amor; otros con desprecio; otros con la duda.
Con amor los menos. ¿Por qué los hombres serán así?
San Ignacio, el fundador de la Compañía de Jesús, comienza su
célebre libro de los Ejercicios Espirituales con un presupuesto que él
considera esencial: "Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la
proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera
cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjala con amor; y si no basta,
busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se
salve."
Esto quisiera que consideraran los que juzgarán mi decisión.
Y que no olviden las palabras de Jesús: "No juzguéis y no seréis
juzgados." Mis públicas actuaciones como predicador de gran[1]des multitudes han hecho
que mis amigos y conocidos se cuenten por millares. He dado público testimonio
de una doctrina y he convencido a muchos que vivían alejados de ella. ¿He sido
un hipócrita que predica lo que no cree?
¿He desviado a muchos del camino de la Verdad? Prefiero que
lo juzgue el Señor. Pero el hecho me obliga a dar alguna satisfacción a mis
familiares, amigos y conocidos, y a no marcharme como quien huye avergonzado de
un delito cometido.
No. Puedo presentarme ante todos con la cabeza bien
levantada, y lo haría públicamente si las leyes y las circunstancias de mi
Patria lo permitieran. No pudiendo ser así, lo hago por escrito, con este
folleto, que desearía leyeran todos los que me conocen, serenamente, sopesando
las razones que en él escribo.
No es éste un escrito literario. No miren pues el estilo. Es
como una carta que, envío a todos los que amo, y deseo que brille en su alma la
luz que brilló en la mía. No es un libro de teología ni un manual de apologética.
Los protestantes encontrarán que tiene todavía sabor de catolicismo.
Es natural. En él expongo las razones principales que me movieron a dar el paso que di. Cada capítulo será más adelante explanado en obras más profundas y más extensas. Aquí una simple enumeración. La respuesta que darán los más a la pregunta "¿Por qué dejé el Catolicísmo? la conozco bien. En otros casos parecidos han dicho lo mismo que dirán ahora: Unos que me he vuelto loco. Otros que me enamoré de alguna mujer. El católico convencido no puede creer haya otras razones por las que uno abandone la religión católica: locura o pasión.
Pero yerran los que así juzgan, como yerra casi siempre el
que juzga de prisa sin profundizar el caso. Los motivos que me decidieron no
son uno, sino muchos.
Después de 43 años de vida sinceramente católica, 15 de
profunda formación eclesiástica, 10 de sacerdote predicador de grandes
multitudes y de públicos especializados, y 23 de vida religiosa en la Compañía
de Jesús, llego al convencimiento de que la Iglesia Católica Romana no es la
verdadera Iglesia de Jesucristo. Y no lo es, porque está llena de sofismas. Y
no puede ser la Iglesia de Jesucristo la que no esté apoyada única y
exclusivamente en la Verdad.
La Iglesia Católica está alejada de la verdad cristiana; y lo
que es peor, no tiene posibilidad de volver a la pureza de la fe de Jesucristo.
Un corazón sincero y que de veras quiere conseguir su
salvación, ante el convencimiento de esta verdad, debe dar un nuevo rumbo a su
vida. Así lo hice, y al hacerlo entró en mi corazón una paz desconocida.
Trece años de estudio intenso de la apologética me han
llevado a un convencimiento inquebrantable. Conozco los argumentos de ambas
partes. Los he analizado, y al hacerlo, unos se me han desmenuzado en mis manos
como arena movediza, y los otros se han robustecido como roca firme, capaz de
sostener el formidable edificio de la fe.
Aquellos que mejoraron su vida oyendo mi predicación, que no
vuelvan atrás. Fue cierto lo que les dije. Recuerden que nunca les prediqué
sobre la divinidad de la Iglesia Católica, ni sobre la infalibilidad del
Pontífice Romano.
Acepten lo que les dije y den un paso más. Busquen que el Señor está cerca. Al católico le es esencialmente difícil encontrar la Verdad religiosa, por los límites de la censura eclesiástica. Si no puede leer y no puede comparar, le será difícil encontrar el Camino. Si hasta la Palabra de Dios, la Biblia, debe leerla con una interpretación impuesta por los hombres, difícil le será saber lo que dijo el Salvador: "Buscad y encontraréis." "Pedid y se os dará." "Llamad y se os abrirá."
Nadie crea que abandono la Compañía de Jesús por disgustos
personales con mis superiores. Desgraciadamente no siempre los superiores de
las órdenes religiosas tienen entrañas de caridad y espíritu paternal. Pero
quiero dejar claro aquí en este mi primer escrito después de mi conversión al
Evangelio, mi más sincera gratitud y admiración al P. Provincial, y al P.
Superior de la Residencia. Los he visto proceder siempre con espíritu sinceramente
sobrenatural.
Siento en el alma tener que abandonar el Instituto Loyola que
con tanta ilusión y tan sangrientos sacrificios fundé y sostuve durante cinco
años. Pero como que la dirección de este Instituto debe ser católica, no puedo
continuar en él mientras no se modifiquen los Estatutos del mismo. Agradezco la
valiosa ayuda que me han prestado los amigos y bienhechores del mismo, y sepan que
la labor se ha realizado tal como ellos deseaban.
A mi padre y demás parientes que en estos momentos estarán
afligidos pensando que apostaté de la fe, que lean este folleto despacio, y
pidan luz al Señor, y se convencerán de que no es apostatar de la religión
cristiana, el buscar el Evangelio en toda su pureza, libre de las añadiduras y
tergiversaciones que en el transcurso de los años han acumulado los hombres.
Luis Padrosa
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