¿HABRÁ RESURRECCIÓN?
“Si Cristo resucitó de los muertos ¿Cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos?”
(1ª Cor.15:12)
LA RESURECCIÓN
Por José GRAU
Al apóstol Pablo dejaron de
escucharle en Atenas cuando se atrevió a sostener que Jesucristo había
resucitado de los muertos: “Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos,
unos se burlaban y otros decía: Ya te oiremos acerca de esto otra vez”
(Hch.17:32)
Los griegos estaban muy influenciados
por las enseñanzas de sus grandes filósofos; aceptaban fácilmente que el alma
fuera inmoral, pero se les hacía cuesta arriba acoger con igual facilidad la
doctrina bíblica de la resurrección. De ahí que, en Corinto, llevados por dicha
alergia, intentaran armonizar la teología cristiana con la filosofía pagana.
Pero este empeño de adaptar la revelación bíblica al gusto y talante helénicos
lo que hacía, en realidad, era diluir y eliminar la sustancia del Evangelio.
Parece que lo máximo que podían
aceptar algunos corintios era la resurrección de Jesucristo, pero no la
resurrección de nadie más. Podían creer que el Hijo de Dios, de manera singular
y por específicos propósitos divinos, había resucitado, pero no veían la
necesidad de la resurrección final de todos los seres humanos en el último día.
El apóstol que no se mordió la lengua
en Atenas, tampoco vaciló al escribir a la comunidad de Corinto para afirmar y
explicar la doctrina bíblica de la resurrección de los muertos. Se trata, como
lo expone en el capítulo 15 de su carta a los cristianos de Corinto:
1.
La resurrección es un hecho histórico.
2.
La resurrección es una vedad revelada.
3.
La resurrección es una afirme esperanza.
4.
La resurrección será la muerte de la muerte.
I. LA RESURRECCIÓN ES
UN HECHO HISTÓRICO
Hay una combinación de evidencias
bíblicas e históricas que el apóstol considera irrefutables.
a)
Evidencias bíblicas
“Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras; fue sepultado y resucitó al tercer día, conforme a
las Escrituras” (1Cor.15:3-4). La resurrección, exactamente como la muerte, de
Cristo Jesús había sido profetizada por los mensajeros de Dios del Antiguo
Testamento con muchos siglos de anticipación (Sal.16:8-10; Oseas 6:2). Porque,
tanto la una como la otra forman parte del plan redentor de Dios (Is.53:5-12)
“que él había prometido antes por sus profetas en las Santas Escrituras”
(Rom.1:2-4)
b) Evidencias históricas
“Y apareció a Cefas, y después a los
Doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales
muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a
todos los apóstoles; y al último, me apareció a mí” (1Cor.15:5-8)
Pablo tenía que estar muy seguro de
lo que afirmaba, porque apela al testimonio de muchas personas que todavía
vivían. De no ser cierto lo que decía, podían haberle contradicho fácilmente.
La unanimidad, sin embargo, era tal
que añade: “Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos y así habéis creído”
(1Cor.15:11)
2. LA RESURRECCIÓN ES
UNA VERDAD
REVELADA POR DIOS
“Porque si no hay resurrección de
muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces
nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1Cor.15:13-14)
La resurrección de Cristo. un hecho
histórico. Es la base de nuestra propia resurrección. Tal es la lógica de
Pablo.
Nuestra identificación con Cristo es
el todo de la salvación. Somos salvos al unirnos a él por la fe, al aceptar que
murió por nosotros en la cruz y resucitó para nuestra justificación. En el
bautismo expresamos gráfica y simbólicamente esta verdad, “porque somos
sepultados juntamente con él (Cristo) para muerte, a finde que como Cristo
resucitó de los muertos por la gloria del Padre, nosotros también andemos en
vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su
muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Rom.6:4-5)
“Cristo ha resucitado de los muertos;
primicias de los que durmieron (murieron) es hecho. Por cuanto la muerte entró
en el mundo por un hombre (Adán), también por un hombre (Jesucristo) la
resurrección de los muertos” (1Cor.15:20-21)
El pecado original revive en cada una
de las criaturas que viene a este mundo. Esta muerte original señala más allá
de la descomposición física, para indicar la muerte espiritual -estado natural
en que nos encontramos por naturaleza todos los seres humanos antes de ser
unidos a Cristo (Ef.2:1) – y sus casusas de entre las cuales la corporal es a
la vez símbolo y consecuencia inevitable. La muerte es, pues, el sacramento del
pecado. Si Cristo no hubiese resucitado, no quedaría esperanza para nadie. No
habría perdón de Dios o éste sería ineficaz. Y los que murieron – incluso- los
que durmieron en Cristo- hubieran perecido definitivamente. Esta es la
conclusión aterradora del apóstol (1Cor.15:16-18)
Pero ahora sabemos que Cristo
resucitó y, por consiguiente, habrá resurrección de muertos. Los que crean en
Cristo – aunque mueran en él, antes del día de su Segunda Venida – seremos
todos vivificados (1Cor.15:22). Esto es una verdad revelada, un artículo de fe
para el cristiano; no podemos llamarnos cristianos si no creemos en la
resurrección que, simultáneamente, es una realidad fundada en hechos
históricos, testificada por testimonios veraces y proclamada como la gran
garantía del mensaje del Evangelio. Tal es la gloriosa esperanza que nos
alienta y que deseamos compartir con los demás.
3. LA RESURRECCIÓN ES
UNA FIRME ESPERANZA
Todos esperamos la muerte. Se trata
de una cita ineludible. Pero, para el cristiano, la espera se ha convertido en
esperanza; una esperanza fundamentada en el hecho de que Dios no miente.
Jesucristo no puede engañarnos: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora
cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo
bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a
resurrección de condenación” (Jn.5:28-29)
Todos oiremos su voz, incluso los que
ahora no quieren saber nada de él. Pero existe una radical diferencia entre
unos y otros. Para el incrédulo será una “resurrección de condenación”.
Apoyado en éstas – y otras- palabras
de Jesús, el apóstol Pablo explica el orden de acontecimientos en su
perspectiva histórica hasta el triunfo final:
“Cada uno en su debido orden: Cristo,
las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego, al fin, cuando
entregue el Reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda
autoridad y potencia” (1Cor.15:23-24)
1º. Cristo resucitó, las primicias
(1Cor.15:20-23)
2º. Los que somos de Cristo resucitaremos
a la vida definitiva, en su venida.
Nuestra resurrección tendrá lugar “en
su venida”; es decir: el Día de la Segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo.
El vocablo que se emplea aquí “parusía” es el mismo que se emplea para indicar
la venida de un monarca, o alto personaje, que obsequiaba con su presencia. El
mismo vocablo en 1Cor.16:17 (“Me regocijo con la venida de Estéfanas, de
Fortunato y de Acaico, pues ellos han suplido vuestra ausencia”) y otros muchos
textos (1Ts.3:13; 5:23)
Lo que ya sucedió – Cristo ya resucitó
en el pasado – es la garantía de lo que tiene que acaecer en el futuro; nuestra
propia resurrección. No vivimos de ilusiones, nos apoyamos en la Palabra de
Dios. Nuestra esperanza es firme y gloriosa.
4. LA RESURRECCIÓN SERÁ
LA MUERTE DE LA
MUERTE
“Luego el fin, cuando entregue el
Reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y
potencia” (1Cor.15:24)
¿Qué significa la expresión: “Luego
el fin”?
No es tanto una indicación de tiempo
como de propósito, la expresión tiene que ver más con la finalidad que con la
cronología. “Eita tò télos” (“Luego el
fin”) podría traducirse: “Entonces viene la consumación final”, puesto que no
se refiere a ninguna secuencia cronológica necesariamente. La frase podría
indicar un suceso simultáneo, aunque tuviera lugar un pco después dentro de una
misma línea de acontecimientos. La idea principal, sobre todo, es la de
propósito y finalidad. Luego de la resurrección final es el tiempo del clímax
al que se dirige la historia; entonces llegamos a la consumación de todas las
cosas.
Cristo asume la autoridad
efectivamente, sobre todo en su Reino (Basilea =gobierno) con la finalidad de
volver al universo a su condición primera, para que todo quede definitivamente sujeto
a Dios (1Cor.15:25; 2Ts.1:7)
Todo lo que se opone a Dios será
destruido; todo dominio, toda autoridad y potencia que no sean el dominio, la
autoridad y la potencia del Señor mismo. Así será porque así lo quiere el
Soberano del universo; poner a sus enemigos debajo de sus pies (Sal.110:1) “y
el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1Cor.15:26)
Nada ni nadie puede resistir a la
muerte, pero en aquel último día de la resurrección la muerte no podrá resistir
el poder vivificador de Dios que hace nuevas todas las cosas. A partir de aquel
momento, la muerte ya no podrá tocar a nadie.
Y el objeto supremo, en aquel día del
triunfo total de la vida, es que “DIOS SEA TODO EN TODOS”; el que fue el
principio es también el fin, Alfa y Omega, de la historia y del destino.
No es de extrañar que el apóstol
Pablo termine este capítulo sobre la resurrección con palabras victoriosas:
“Porque es necesario que esto
corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad. Y
cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya
vestido de inmortalidad, entones se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida
es la muerte en victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿oh
sepulcro tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado y el poder
del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio
de nuestro Señor Jesucristo” (1Cor.15:53-57)
UNA RESURRECCIÓN
ESPANTOSA.
La Biblia no enseña solamente una
resurrección para vida eterna y plena sino, asimismo, habla de una resurrección
espantosa para condenación.
“Ha de haber resurrección de los
muertos – afirma Pablo (Hch.24:15) -, así de justos como de injustos. Y por
esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los
hombres”.
“No os maravilléis de esto; porque
vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán la voz; y los que
hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas lo que hicieron lo malo,
a resurrección de condenación”. Son palabras de Jesús mismo (Jn.5:29), quien en
otro lugar precisa que esta condenación es “castigo eterno” (Mt.25:46), en el
día del juicio (Lc.11:31-32)
“Y vi a los muertos, grandes y
pequeños, de pie ante Dios – escribe el apóstol Juan en el último libro de la
Biblia-, y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, que es el
libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas
en los libros según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y
la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron
juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al
lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el
libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap.20:12-15(
¿En qué grupo estarás tú? ¿En el
grupo de los resucitados para vida o, en el de los resucitados para condenación
cuyos nombres no constan en el libro de la vida?
Sólo Cristo es capaz de escribir tu
nombre en este libro (Ap.5); todo depende de tu relación con nuestro Salvador
Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad
por el Evangelio” (2Tm.1:10)
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