DOCTRINA BÍBLICA
ESTUDIOS DE DOCTRINA BÍBLICA
Prof. Ernesto TRENCHARD
REVELACIÓN E INSPIRACIÓN
1. La necesidad de una revelación
Esta serie de estudios doctrinales empieza con el tema
de “la revelación”, por la sencilla razón de que si Dios no se ha revelado a
los hombres no tenemos ninguna “doctrina” que exponer. O la luz sobre toda
cuestión fundamental en cuanto al hombre y Dios se alcanza por las
investigaciones y los razonamientos de los hombres, en cuyo caso sobra una
“revelación”, o hemos de reconocer los estrechos límites y los obvios defectos
del pensar humano en este terreno, para esperar que Dios se manifieste.
Los conocimientos humanos “Creo lo que veo, lo que
oigo y lo que palpo, pero nada más”, asevera el hombre de “sentido común”,
creyendo que así afirma su propia personalidad y se salva de caer en la
credulidad o en la superstición. De hecho, solamente una pequeña parte de los
hechos que nos afectan en la vida puede ser comprobada por nuestros cinco
sentidos o elaborados por nuestro propio raciocinio. Cada día se extiende más
el área de los conocimientos humanos; de modo que aun hombres inteligentes, con
sólida formación cultural, necesitan consultar al especialista en multitud de
materias que les interesan. El geógrafo pasa su vida estudiando los accidentes
de nuestro globo terráqueo y su atmósfera, pero sólo es especialista en temas
determinados que afectan una mínima parte del campo total de los estudios
geográficos, y así con el astrónomo, el químico, el físico, el médico, etc.
¿Y podemos estar seguros aun de lo que vemos y oímos?
Los sentidos operan con notoria incertidumbre, y necesitan la ayuda de toda
clase de instrumentos si han de acumular datos firmes y comprobados. Diferentes
personas aprecian los mismos hechos de distinta manera, hasta el punto de que
el filósofo idealista llega a pensar que lo único cierto es la impresión que se
produce en la mente del observador, dudando de la realidad objetiva. Tan
complicado es el tema, que la epistemología, la teoría de la base y de los métodos
del conocimiento, llega a ser un extenso ramo de la filosofía.
2. El método científico
Nosotros vivimos en la era científica, en la que
conocimientos sobre nuestro medio ambiente se han acumulado, se han
interpretado y se han aplicado en sentido práctico como en ninguna época
anterior de la historia del hombre. Los resultados del método científico
afectan las vidas de los hombres en todo pueblo civilizado, aunque en mayor
grado en los países desarrollados, pero el método se conoce y se aplica únicamente
por una minoría muy reducida de la raza, y aun así el especialista en estas
materias puede ser un ignorante en otras de mayor importancia humana. ¿En qué
consiste este método de acumular y utilizar conocimientos? No hay misterio
alguno en el método, que consiste en acumular datos que se van comprobando
hasta el límite de lo posible y que se clasifican.
El cuidadoso escrutinio de estos datos, con la ayuda
de aparatos cada vez más complicados y exactos, revela analogías y
combinaciones que desembocan a menudo a maravillosas aplicaciones prácticas,
bien que el científico genuino busca primeramente la verdad, y sólo en segundo
término la aplicación provechosa. Las explicaciones de los fenómenos estudiados
se presentan en forma de hipótesis, que ofrecen nuevas posibilidades de estudio
hasta comprobarse o desecharse a la luz de nuevos descubrimientos. La ciencia
es internacional, de modo que muchos miles de científicos trabajan en su
materia en miles de laboratorios o campos de experimentación, y al notar los resultados,
los comunican a colegas de la misma especialidad por medio de libros, tesis e
informes muy diversos.
Las matemáticas constituyen el alma del método, pues
es imprescindible emprender complicados cálculos sobre toda suerte de masa y
movimiento, pasando desde partículas infinitamente pequeñas a los gigantescos e
innumerables cuerpos celestes. A veces sale a luz un factor vital que permite
la utilización de una multitud de conocimientos anteriores, y entonces el mundo
se da cuenta repentinamente de destacados inventos, como son los del motor de
combustión interna, del avión reactor, de los rayos láser, de la bomba atómica.
Nos hemos extendido algo en estas consideraciones
porque la ciencia ha llegado a ser la “diosa” de nuestro siglo y es necesario que
la apreciemos juntamente con sus frutos dentro de una perspectiva exacta. Para
bien y para mal afecta nuestras vidas en muchos aspectos y necesitamos saber lo
que es, pues muchas veces se presenta, por sabios y por ignorantes, como rival
serio a la revelación de la Biblia.
3. Limitaciones de la ciencia
No hemos escatimado nuestra admiración ante la
perspicacia, la tenacidad y la habilidad de los científicos y de los ingenieros
que colaboran en la producción de tantos ingenios, a cuál, más asombroso. Pero
antes de pensar con los materialistas que estos conocimientos son los únicos de
base sólida y de verdadera utilidad, debemos meditar en los hechos siguientes:
a) Cuanto más se investiga tanto mayor es el campo sin
explorar que se va descubriendo. En el siglo XVIII un estudiante de buena
formación cultural, de privilegiada memoria, de discernimiento y constante en
sus lecturas y estudios, podría dominar una buena parte de los conocimientos
científicos y filosóficos de su tiempo, llegando a creer que estaba bien
situado para orientarse en la vida. Así eran los célebres enciclopedistas de
aquel siglo. Todo eso ha cambiado radicalmente, y Sir James Jeans (científico y
filósofo) declaró que lo que saben los científicos no es más que una pequeña
isla en el océano de lo que ignoran.
Ya hemos visto que el especialista en una pequeña
subdivisión de su campo, bien puede ser ignorante en las humanidades, y aun en
materias científicas ajenas a la suya. El ingente cúmulo de datos,
experimentos, hipótesis, combinaciones y aplicaciones llega a ser una montaña
que no deja de crecer y que ningún ser humano es capaz de escalar. El hombre es
muy limitado en su inteligencia y tan pequeño moralmente como hace siglos.
¿Será capaz de controlar las enormes fuerzas que ha evocado y la “máquina” que
ha creado? Hay muchos pensadores que no son creyentes evangélicos que creen que
no.
b) Los resultados de la ciencia son asombrosos en su
aspecto informativo y utilitarios, pero el profano en la materia no se da
cuenta de que el científico es tan ignorante de la razón fundamental de las
cosas como “el hombre de la calle”. Una cosa es nombrar, describir y relacionar
los fenómenos, y otra comprenderlos. La electricidad se describe como una forma
de energía, y se utiliza de mil maneras, pero nadie sabe lo que realmente es.
Se conocen exactamente todas las etapas del desarrollo del feto en el seno de
la madre, pero nadie sabe por qué y cómo la célula fertilizada se divide y se
multiplica millones de veces, imponiéndose un plan especializado en los miles
de órganos embrionarios, hasta que el nuevo ser esté listo para ver la luz en
un espacio de nueve meses.
Los procesos de los más complejos polígonos industriales son sencillos en comparación con aquellos que se llevan a cabo durante la gestación, sin pensar en los asombrosos factores psíquicos que son inseparables del desarrollo físico del nuevo ser. Biólogos y fisiólogos sinceros confesarán lo mismo que David en cuanto a la razón íntima de la maravilla que aceptamos sin cuestión por ser parte de la experiencia común de la raza (Sal 139:13-16). No nos dejemos deslumbrar, pues, por la gloria pasajera y limitada de la “diosa” ciencia, porque dista mucho de ser omnisciente y omnipotente aun en el plano inferior que le corresponde.
c) La ciencia está sujeta a la “ley de frustración”
que se describe en el libro de Eclesiastés y en (Ro 8:19-24). Dios ha
determinado que el hombre no ha de prosperar en su pecado, ni le es permitido
hallar soluciones finales que prescinden de Dios. Así el descubrimiento de la
energía nuclear podrá suplir la falta de otras fuentes de energía cuando éstas
se agoten (carbón, petróleo, etc.), pero a la vez, por medio de las bombas
nucleares, coloca a la humanidad sobre el borde del precipicio de una guerra
nuclear, capaz de destrozar nuestra civilización y matar o mutilar la mayoría
de la raza. Las máquinas, y aún estamos en los principios de la era
electrónica, pueden acrecentar el ritmo de la producción, pero la “explosión
demográfica”, resultado de los beneficios de la ciencia médica, aumenta hasta
tal punto el número de bocas a alimentar, que dos terceras partes de nuestros
semejantes no comen bastante, una tercera parte come demasiado, y la situación
tiende a empeorar. Son ejemplos de la acción “bochornosa” de la ciencia, que
tiende a quitar con una mano lo que entrega con la otra, solucionando ciertos
problemas y creando otros peores.
d) La ciencia no trae solución a los problemas
psíquicos y espirituales del hombre. Hay más psicólogos y psiquiatras que
nunca, pero el número de enfermos mentales aumenta sin cesar a causa del ritmo
acelerado de la vida de nuestros tiempos, en los que lo artificial reemplaza
con grado creciente lo natural. Damos por descontado que el hombre tiene alma,
o vida interior, muy enlazado con el hombre físico y el proceso fisiológico,
pero diferenciada de ellos y superior a ellos. Allí en lo íntimo brotan anhelos
y se formulan plegarias que la “diosa ciencia” no entiende ni puede de modo
alguno satisfacer. Reconocemos, pues, el valor relativo de la ciencia, como
exploración de lo que Dios ha creado y como utilización de energías que él ha
ordenado, pero como hombres, hechos a imagen y semejanza de Dios, esperamos una
voz mucho más elocuente y poderosa; voz que proceda de Dios y que llegue a nuestras
almas y espíritus con el poder del Espíritu de Dios.
Como bien indicó Zofar (Job 11:7), el hombre es incapaz de penetrar en el secreto de la realidad de la vida espiritual, que se esconde detrás de las apariencias al alcance de los sentidos, sin el auxilio del Dios que le creó en su imagen y semejanza. Menos aún podrá comprender el Dios que le creó, aparte de la iniciativa del mismo Creador, quien levanta el velo para descubrir lo que el hombre, limitado por las condiciones de su creación, y más aún por el pecado, es incapaz de percibir. Esta iniciativa de Dios, que se realiza mediante los medios que hemos de notar, se llama revelación, o sea, el “descorrer de un velo”. No sólo creemos que Dios existe, sino estamos seguros de que puede y quiere revelarse al hombre que ha creado, habiendo ordenado los medios más apropiados para darse a conocer.
Los medios por los cuales Dios se revela
1. Por las obras suyas en la naturaleza
Por “la naturaleza” entendemos el “conjunto de las
cosas, fenómenos y fuerzas que componen el universo”. Muchos de los Salmos, con
una buena parte del Libro de Job, glorifican a Dios por la infinita sabiduría y
potencia ilimitada manifestadas en las obras suyas de la naturaleza. No podemos
creer que los incontables miles de maravillas que se hallan en el mundo
inanimado, en el vegetal, y en el animal, se hayan producido por un proceso de
evolución ciega. Lo que hacen los científicos materialistas (hay muchos otros
que son creyentes y disciernen la mano de Dios) es quitar al Dios Creador,
conocido por la revelación bíblica, sustituyéndole por una “diosa” que se llama
“evolución”, que planea procesos complejos llevándolos a su realización y
culminación.
¿Cómo lo hace? Esto no se explica, pues pocos creen
ahora que pueda surgir sólo de la supervivencia de los más aptos, según la idea
de Darwin. Alguna “Mente” tiene que haber que ponga en marcha tantísimos
complicados y eficaces procesos, y parece mucho más lógico relacionar la obra
con el Dios revelado por medio de Cristo, figura histórica, que no con una
fuerza hipotética que no tiene base ni en la revelación ni en la filosofía. La
revelación de Dios a través de sus obras, con las deducciones que lógicamente
surgen de ella, se llama “teología natural”, y, si nos dejamos guiar por la
Biblia, ni hemos de exagerar su importancia ni excluirla tampoco. Pablo expresa
el valor de este principio de revelación en las claras palabras de (Ro
1:19-20): “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo
manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se
hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por
medio de las cosas hechas, de modo que (los idólatras) no tienen excusa”.
En el (Sal 19:1-6), declara que la naturaleza tiene
“voz” que llega a los oídos de los sumisos capaces de percibirla, y Dios mismo
convence a Job de su pequeñez y sus limitaciones haciendo que considere las
maravillas de la creación (Job capítulos 38 y 39). Esta faceta de la revelación
de Dios puede ser un principio de luz para los “niños” que desean conocerle (Mt
11:25-26), pero no echa luz sobre los problemas internos del hombre pecador que
se siente culpable y necesita el perdón. Tampoco revela de una forma clara el
amor de Dios. Las obras de la naturaleza nos convencen de la sabiduría infinita
de Dios, de su potencia, de que es fuente de la hermosura, de que es Dios de
orden, pero quedamos esperando mayor luz de la que la creación en sí nos puede
suministrar.
2. Dios se revela en la historia en general
La historia nos provee de ciertas lecciones, unidas
con enigmas que somos incapaces de descifrar. Ayudados por la Palabra escrita
sabemos que, en un mundo de pecado, Dios, en su providencia, ha determinado que
las naciones y las civilizaciones no podrán llegar a una consumación estable
mientras se obstinan en su rebeldía en contra de su Creador. Esto reduce la
vida humana “debajo del sol” a la “vanidad”, o a la frustración, según el agudo
análisis del Libro de Eclesiastés, iluminado por las declaraciones de Pablo en
(Ro 8:18-25). Estas nos enseñan que Dios sujetó al mundo a esta “vanidad”, no
porque desee que los hombres sufran, sino por la necesidad de que aprendan la
imposibilidad de prosperar en el pecado. La historia de las civilizaciones
señala sus comienzos, bajo el impulso de alguna fuerza religiosa, o algún ideal
colectivo, su crecimiento en el que intervienen inevitablemente las codicias y
las violencias que caracterizan a los hombres, para llegar a un momento de
culminación, dentro de lo posible, tratándose de la raza caída. Después se
inicia un proceso de decadencia que lleva aquella civilización a la ruina, para
ser reemplazada por otra más cruda, quizá, en sus principios, pero más pujante.
A veces los juicios de Dios se manifiestan rápidamente en contra de hombres que
se “deifican”, entregándose sin escrúpulos a realizar sus locas ambiciones,
como en el caso del régimen nazi bajo la dirección de Hitler, y el del fascismo
italiano que glorificó a Mussolini.
3. Dios se revela sobre todo en la historia de Israel
Aun después de la dura lección del Diluvio, los
descendientes de Noé imitaron a sus predecesores antediluvianos, entregándose
más y más a la idolatría. El capítulo 12 de Génesis señala el principio de un
nuevo método de revelación, puesto que Dios escogió a Abraham, le sometió, a
diversas disciplinas, prometiéndoles que sus descendientes habían de constituir
un pueblo numeroso, hecho bendición para todas las familias de la tierra. Así
formó Dios un “vaso”, la nación de Israel, capaz de recibir, guardar y
transmitir su Palabra revelada en medio de la corrupción de la idolatría que
contaminaba a toda la raza.
El Pentateuco, narra la formación de este pueblo,
“siervo de Dios” para la obra de revelación, la cual no depende sólo de
mensajes proféticos, sino que se discierne en las intervenciones de Dios en la
historia, sea en obras de gracia, sea por la aplicación de sus justos juicios.
El Éxodo llegó a ser el ejemplo más destacado de cómo Dios administraba sus
juicios y cumplía sus promesas, siendo tema de muchos de los salmos que habían
de alabar a Dios en tiempos posteriores. Como ejemplo, el estudiante debiera
leer con cuidado los salmos 105 y 106, el primero de los cuales enaltece la
obra de gracia de Dios a favor de su pueblo en la época del Éxodo y de las
peregrinaciones, mientras que el segundo analiza las reacciones del pueblo de
Israel, tan dado a la ingratitud y la rebeldía. Esta revelación que Dios da de
sí mismo por medio de sus obras es rasgo característico de la Biblia, tanto en
el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, y enlaza los mensajes
divinos con la historia humana de una forma desconocida en las supuestas
fuentes de revelación de otras religiones.
4. Dios se reveló por medio de mensajeros divinamente
inspirados
Estos son los profetas del Antiguo Testamento y los
Apóstoles del Nuevo. De su misión e inspiración trataremos más adelante.
5. Dios se reveló de una forma completa en su Hijo
La culminación del proceso de revelación en Cristo se
expresa maravillosamente en (He 1:1): “Dios, habiendo hablado muchas veces y de
muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros
días nos ha hablado por el Hijo”. La frase traducida por “por el Hijo” es,
escuetamente, “en Hijo” en el griego, y condensa la idea de que Dios se dio a
conocer ya por medio del Hijo suyo, complementando la declaración de Juan: “El
Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como
del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn.1:14)
“Carne” en este contexto equivale a la esencia de la
humanidad, y el Verbo que siempre había dado a conocer el misterio de la Deidad
como Agente de la creación, se encarnó, recabando la Humanidad que había creado
y llegando a ser el Postrer Adán. Por este medio tan sublime, Dios revela tanto
su corazón como su mente a los hombres en las condiciones de una vida humana
(sin pecado) y en el contexto de la sociedad de los hombres. El estudio de los
Evangelios es de importancia fundamental, pues sólo a través de las obras,
palabras y actitudes del Dios-Hombre podemos conocerle a él, y por medio de él
a Dios, pues “El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn.14:9).
Los Evangelios son documentos históricos. No negamos
que existan problemas en cuanto a la transmisión de estos escritos
fundamentales de la fe cristiana, pero las variantes en detalle entre las
narraciones de los cuatro escritos, que surgen del proceso de transmisión, de
la necesidad de resumir ciertos relatos y de la finalidad del autor, no hacen
más que confirmarlos como historia, redactados según el proceso que Lucas nota
al principio de su Evangelio. Este evangelista señala la existencia de
documentos desde el principio (Lc.1:1-4). Directa o indirectamente todos llevan
el marchamo de la autorización apostólica, además del valor netamente histórico
que ya hemos discernido.
6. Dios se revela por medio de la Biblia
Libro inspirado Notamos aquí el excelso valor de la
Palabra escrita como medio por el cual Dios se revela a los hombres, pero
siquiera un esbozo de este tema requiere un tratamiento aparte, que reservamos
para la segunda parte de este estudio y el siguiente.
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