¿POR QUIÉNES MURIÓ CRISTO? (IV)
EXÁMEN BÍBLICO DE LA REDENCIÓN ILIMITADA
El tema exige plantearnos algunos asuntos iniciales que
pueden servirnos como elementos conductores en el examen general de este
aspecto de la doctrina.
1. Dios manifiesta en
su palabra una voluntad salvífica universal (Is.55:7; Ezq.3:18;18:23; Jn.3::16;
1Tm.2:4; 2Ped.3:9) Esta voluntad divina no es una voluntad imperativa – lo que
nos llevaría a un universalismo – sino una voluntad afectiva, que expresa el
deseo íntimo del amor divino hacia los hombres.
2. Dios ordena a todos los hombres que se arrepientan
(Hch.17:30) y su Palabra señala que la razón de la condenación de los hombres
es consecuencia de su rechazo al mensaje de Dios (Jn.3:36), por tanto, nunca se
señala como causa de condenación un decreto eterno de Dios por el que excluye a
algunos de la salvación, sino sólo la resistencia voluntaria del hombre al
evangelio (Is.5:5; 55:6,7; 59:1,2; Ezq.18:23, 31; 33:11; Mt.23:37; Lc.13:5;
Jn.3:19-21; 8:24; Hch.13:46; Rom.1:18; 2:4,5)
Sobre esas dos sencillas bases la posición hipercalvinista
que sostiene una redención limitada, queda seriamente afectada. Con toda
probabilidad las deducciones erróneas, tanto del universalismo como del
limitacionismo, se producen por una incorrecta manera de entender la obra del
Calvario, al hacerlo en términos de una sustitución formal, es decir personal,
en lugar de considerarla como una sustitución potencial.
Por sustitución potencial se quiere indicar que Cristo
no sustituyó vicariamente al hombre (de lo contrario todos naceríamos
justificados al haber sido expiados nuestros pecados), sino que en y por
esa obra, Dios hace “potencialmente salvables a todos los hombres”, habiendo
hecho provisión de recursos suficientes para que todo hombre pueda ser salvo y
ninguno pueda decir jamás a Dios que no ha tenido posibilidad de salvación aun
cuando lo hubiera deseado. Este es el sentido que permite al “reconciliación
global del mundo” (2Cor.5:18-19), por la cual Dios cambia contractualmente – en
general – la posición del mundo respecto a Dios. Así puede entenderse con
facilidad la precisión doctrinal de Isaías 53:6, en la que el profeta afirma
que “Jehová cargó sobre Él (el Mesías) el pecado de todos nosotros”,
manifestado con claridad una Sustitución potencial que provee salvación
a todo hombre en cualquier lugar y condición. Por otro lado, el versículo 5
enseña la sustitución formal”, al cambiar el singular por el plural, señalando
a las rebeliones propias de cada creyente, que al ser imputadas a Cristo se
cambian por eterna redención para el que cree: “Más Él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados”. Coincide plenamente con la
posterior enseñanza de Pablo, quién hablando de los resultados de la
sustitución personal del creyente por Cristo en la cruz, afirma que Dios le ha “perdonado todos los
pecados” (Col.2:13). Se resume, pues, que la sustitución personal se produce
únicamente cuando el pecador, en arrepentimiento y fe, recibe a Cristo como
Salvador personal, pasando para él en ese momento de la esfera potencial a la
personal, sólo así adquiere su gran significado la instrucción paulina acera de
que Cristo “es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los
creyentes” (1Tm.4:10)
La obra salvífica no es una obra natural del hombre, como si
éste la pudiera general de sí mismo (Ef.2:8-9), pero entraña una actividad del
hombre en un ejercicio de su voluntad potenciada, iluminada y conducida por el
Espíritu Santo.
La Biblia enseña que “Cristo se dio a sí mismo en rescate por
todos” (1Tm.2:6), o lo que es lo mismo: que “Cristo murió por todos”
(2Cor.5:14,15); es decir, que la obra efectuada por Cristo, Jesús, el Señor, en
su muerte expiatoria, es una obra efectuada en favor de todo el mundo, de tal
manera que Dios, mediante la redención llevada a cabo en el Calvario, puede dar
provisión de salvación – y medios suficientes para ello – a todos los
hombres, si bien sólo es efectiva la salvación para aquellos que se apropian
de ella por medio de la fe. Únicamente en esta base puede hablarse de un
llamamiento general y genuino para todos los pecadores. Sólo asumiendo que el
Padre envió a su Hijo al mundo para proveer a los hombres, sin discriminación
alguna, de una fuente de salvación segura y eficaz para todo aquel que cree,
podemos entender textos tales como Juan 3:16, donde el término “mundo” señala
de forma ejemplar a una redención universal para todo aquel que crea. (cf.Jn.1:29; 5:24; Hch.10:43) Se debe
afirmar, con la autoridad de la Biblia, que no habrá nadie que queriendo ser
salvo sea rechazado por Dios (Jn.6:37)
Si la posición hipercalvinista basada en una redención
limitada y, por ende, en un decreto de reprobación que imposibilita a aquellos
que “son reprobados” para toda posibilidad de salvación, convertiría en un
absurdo – por no llamarlo de otro modo- el mandado divino: “Pero Dios, habiendo
pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los
hombres en todo lugar que se arrepientan” (Hch.17:30). Sin una redención
ilimitad, no sería posible afirmar lo que Pablo asevera: “Porque todo aquel
que invocaré el nombre del Señor, será salvo” (Rom.10:13) Véase también Mt.11:28;
28:18-20; Mr.16:15-16; Lc.2:10, 11, 14; 5:32; 19:10; Jn.1:12; 3:14-15, 17, 18,
36; 7:37-38; 8:12; 11:25; 20:31; Hch.2:38; 4:12; 5:31; 8:12; 10:43; 16:31;
26:18; Rom.1:16; 3:22-25; 4:3-4; 5:1, 6-10; 6:23; 8:1; 10:9-13; 1Cor.15:2;
2Cor. 5:14-21; 1Tm.1:15; Ap.22:17. ¿Qué intérprete de la Escritura podrá negar,
en una sana y desprejuiciada visión de la doctrina expuesta en ella, la
redención ilimitad, es decir, que Cristo murió por todos los hombres para
salvar a todo aquel que crea en Él?
En la segunda de las premisas enunciadas al principio de este
apartado, se indica que la causa de la condenación de los que se pierden, según
la Escritura no obedece a un decreto eterno de Dios por el que ha excluido a
los tales de la salvación, sino a la resistencia voluntaria de ellos al plan
divino de redención revelado por Dios en el evangelio (Jn.3:36). Sobre esta
cuestión, el calvinismo extremo ha llegado a una conclusión errónea por medio
de una reducción filosófica aplicada a la Escritura. Su silogismo es este: “Si
Dios ha escogido a alguno para salvación y sólo ellos se salvan, luego los
demás son escogidos para condenación”. Esto acaso sea lógico en el plano de la
filosofía humana, pero es sofismático en el bíblico.
La Biblia presenta al hombre como un ser moral y responsable,
si bien es cierto que para volverse a Dios ha de ser asistido por el Espíritu;
pero Dios se ha comprometido a dejar sin excusa a todo pecador; como se apuntó
anteriormente, nunca nadie podrá decir a Dios: Tú no has querido salvarme, a
pesar de mi deseo personal. La Gracia de Dios es la única base de salvación.
Los hombres se salvan por gracia mediante la fe (Ef.2:8-9), en donde la gracia
es la causa y la fe el medio de salvación. La salvación se obtiene por el
ejercicio de la fe personal voluntariamente depositada en la Persona de
Jesucristo. Que la salvación es por la sola gracia está claramente expresado en
la Escritura (Hch.15:10-11; Rom.3:24; 5:20, 21; 6:14; 1Cor.15:10; 2 Cor.8:9;
Gál.5:4; Ef.1:7; 2:5, 7, 8; Tito 2:11; 3:7; Rom.11:6) Estos textos nos enseñan
a no dar opción alguna al hombre en la obra de la salvación, en el sentido de
que el hombre tenga que hacer una parte que Dios no puede hacer. Esto es
humanismo puro, cuando no arminianismo radical. El hombre sólo tiene que obedecer,
ejercer la fe en Cristo y recibir la salvación. La fe salvífica no es una obra
natural del hombre, como si éste la pudiera generar de sí mismo (Ef.2:8-9),
pero entraña una actividad del hombre en un ejercicio de su voluntad
potenciada, iluminada y conducida por el Espíritu Santo. De que el ejercicio de
esta fe es el único medio de salvación, no cabe duda alguna:
(Jn.1:12; 3:16, 18, 36; Hch.16:30-31; Rom.10:4, 11; Hab.2:4;
Rom.1:17; Gál.3:11; Rom.3:25; 4:5, 16; 5:1, 2; Gál.2:16; 3:14, 26; Ef.2:8, 9; Fil.3:9;
2Tm.3:15)
Los hipercalvinistas suelen cita dos pasajes que
aparentemente sostienen su tesis de un decreto de reprobación. El primero de
ellos es Romanos 9:16-18. La simple lectura del mismo, pudiera llevar a la
conclusión de que Dios había escogido a Faraón para demostrar su poder y
justicia reprobándolo y endureciéndolo para que no alcanzarse salvación. Pero
lo cierto es, que cuando leemos la historia de Faraón, encontramos que por
cinco veces se nos dice que “Faraón endureció su corazón” (Ex.7:13, 22, 8:15,
19, 32); es más enfático aún el último texto citado, en el que Dios revela que
“Faraón endureció aún esta ve su corazón”, señalando claramente que esta fue la
última vez que voluntariamente se resistió el rebelde monarca. Desde ahí en
adelante, Dios confirma el endurecimiento de Faraón (Ex.9:12). Es, por tanto,
el resultado de un corazón que fue endureciéndose a pesar de las
manifestaciones de poder del Dios de los cielos.
El segundo pasaje está en el mismo capítulo del anterior. La
cita es Romanos 9:22-23. Mediante el mismo afirma que Dios había preparado
vasos para gloria; en aquellos para mostrar su ira y poder en estos para
mostrar su misericordia. Una aproximación sería al texto revela (1) En relación
con los vasos de ira (v.22) el texto dice que estaban preparados por Dios. En
concordancia con la Escritura, ésta es la posición de todo hombre no
regenerado, a consecuencia de su pecado (Ef.2:1-3), ellos mismos se dispusieron
para su condenación (Rom.2:5). Pero el pasaje señala la paciencia de Dios
soportando a los tales, como manifestación de una misericordia extendida
temporalmente a fin de dejarles sin excusa (Rom.2:4; 2Ped.3:7,9), (2) En
cambio, la soberanía actúa en relación con los que serían salvos, habiendo sido
preparados de antemano por Dios para gloria (v.23) A éstos llamará el Padre en
el tiempo, tanto judíos como gentiles (v.24), para ser justificados y
glorificados por Dios (Rom.8:28-30). La gracia actuará en ellos iluminando su
mente para que entiendan el mensaje y capacitándolos para un arrepentimiento
auténtico y un ejercicio genuino de la fe salvífica.
Al concluir esta siempre exposición llegamos, necesariamente,
a dos gloriosas conclusiones: 1) Cristo ha muerto todos para hacer salvable a
todo hombre siempre que por fe acuda a Dios y reciba el perdón que Cristo
obtuvo para él en la cruz.2) Dios no ha decretado en ningún lugar la exclusión
de algunos para condenación eterna, sino que su afecto entrañable produce en él
el deseo de que todos procedan al arrepentimiento y vivan. Sin embargo, no se
debe concluir sin hacer una seria advertencia en cuanto a un evangelio no
bíblico que proclama que la fe salvadora es un producto del hombre, semejante a
cualquier otro tipo de creencia personal, y que el hombre no necesita ningún medio
de gracia para acudir a Cristo. El hombre es un ser moral y responsable, pero a
la vez es incapaz por sí mismo de volverse hacia Dios, necesitando el auxilio
divino para tal menester.
Por último, hacer notar a todo estudioso de la Palabra de que
hay líneas doctrinales paralelas que no podemos hacer coincidir sin violentar
la Escritura, porque nos faltan niveles de revelación que lo permitan. Esa
revelación la poseeremos cuando estemos en la gloria y “conozcamos como somos
conocidos”. Mientras tanto, no debemos hacer ora cosa que aceptar por fe
aquello que no podamos reconciliar con la mente Ahora no es fácil entender la
gloriosa verdad del Mesías triunfante y sufriente, porque tenemos una
revelación que los antiguos no tenían; ellos hubieron de aceptar por fe las dos
líneas doctrinales reveladas en la profecía. Del mismo modo, cuando en la
Escritura descubramos conceptos irreconciliables, descansemos en la verdad
completa; no optemos humanamente por asumir “solo una parte”, prediquemos,
amemos y defendamos “todo el consejo de Dios”, mientras le damos toda la gloria
por su bondad para con nosotros.
Se debe afirmar, con la autoridad de la Biblia, que no habrá
nadie que queriendo ser salvo sea rechazado por Dios (Jn.6:37)
(Ref. Revista: “Edificación Cristiana” * 1989)
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