¿POR QUIÉNES MURIÓ CRISTO? (III)
EXÁMEN BÍBLICO DE LA REDENCIÓN ILIMITADA
El tema exige plantearnos algunos asuntos iniciales que
pueden servirnos como elementos conductores en el examen general de este
aspecto de la doctrina.
1. Dios manifiesta en
su palabra una voluntad salvífica universal (Is.55:7; Ezq.3:18;18:23; Jn.3::16;
1Tm.2:4; 2Ped.3:9) Esta voluntad divina no es una voluntad imperativa – lo que
nos llevaría a un universalismo – sino una voluntad afectiva, que expresa el
deseo íntimo del amor divino hacia los hombres.
2. Dios ordena a todos los hombres que se arrepientan
(Hch.17:30) y su Palabra señala que la razón de la condenación de los hombres
es consecuencia de su rechazo al mensaje de Dios (Jn.3:36), por tanto, nunca se
señala como causa de condenación un decreto eterno de Dios por el que excluye a
algunos de la salvación, sino sólo la resistencia voluntaria del hombre al
evangelio (Is.5:5; 55:6,7; 59:1,2; Ezq.18:23, 31; 33:11; Mt.23:37; Lc.13:5;
Jn.3:19-21; 8:24; Hch.13:46; Rom.1:18; 2:4,5)
Sobre esas dos sencillas bases la posición hipercalvinista
que sostiene una redención limitada, queda seriamente afectada. Con toda
probabilidad las deducciones erróneas, tanto del universalismo como del limitacionismo,
se producen por una incorrecta manera de entender la obra del Calvario, al
hacerlo en términos de una sustitución formal, es decir personal, en lugar de
considerarla como una sustitución potencial.
Por sustitución potencial se quiere indicar que Cristo
no sustituyó vicariamente al hombre (de lo contrario todos naceríamos
justificados al haber sido expiados nuestros pecados), sino que en y por
esa obra, Dios hace “potencialmente salvables a todos los hombres”, habiendo
hecho provisión de recursos suficientes para que todo hombre pueda ser salvo y
ninguno pueda decir jamás a Dios que no ha tenido posibilidad de salvación aun
cuando lo hubiera deseado. Este es el sentido que permite al “reconciliación global
del mundo” (2Cor.5:18-19), por la cual Dios cambia contractualmente – en general
– la posición del mundo respecto a Dios. Así puede entenderse con facilidad la
precisión doctrinal de Isaías 53:6, en la que el profeta afirma que “Jehová
cargó sobre Él (el Mesías) el pecado de todos nosotros”, manifestado con
claridad una Sustitución potencial que provee salvación a todo hombre en
cualquier lugar y condición. Por otro lado, el versículo 5 enseña la
sustitución formal”, al cambiar el singular por el plural, señalando a las
rebeliones propias de cada creyente, que al ser imputadas a Cristo se cambian
por eterna redención para el que cree: “Más Él herido fue por nuestras rebeliones,
molido por nuestros pecados”. Coincide plenamente con la posterior
enseñanza de Pablo, quién hablando de los resultados de la sustitución personal
del creyente por Cristo en la cruz, afirma que
Dios le ha “perdonado todos los pecados” (Col.2:13). Se resume, pues, que la
sustitución personal se produce únicamente cuando el pecador, en arrepentimiento
y fe, recibe a Cristo como Salvador personal, pasando para él en ese momento de
la esfera potencial a la personal, sólo así adquiere su gran significado la
instrucción paulina acera de que Cristo “es el Salvador de todos los hombres, especialmente
de los creyentes” (1Tm.4:10)
La obra salvífica no es una obra natural del hombre, como si éste la pudiera general de sí mismo (Ef.2:8-9), pero entraña una actividad del hombre en un ejercicio de su voluntad potenciada, iluminada y conducida por el Espíritu Santo.
La Biblia enseña que “Cristo se dio a sí mismo en rescate por
todos” (1Tm.2:6), o lo que es lo mismo: que “Cristo murió por todos”
(2Cor.5:14,15); es decir, que la obra efectuada por Cristo, Jesús, el Señor, en
su muerte expiatoria, es una obra efectuada en favor de todo el mundo, de tal
manera que Dios, mediante la redención llevada a cabo en el Calvario, puede dar
provisión de salvación – y medios suficientes para ello – a todos los
hombres, si bien sólo es efectiva la salvación para aquellos que se apropian
de ella por medio de la fe. Únicamente en esta base puede hablarse de un
llamamiento general y genuino para todos los pecadores. Sólo asumiendo que el
Padre envió a su Hijo al mundo para proveer a los hombres, sin discriminación
alguna, de una fuente de salvación segura y eficaz para todo aquel que cree,
podemos entender textos tales como Juan 3:16, donde el término “mundo” señala
de forma ejemplar a una redención universal para todo aquel que crea. (cf.Jn.1:29; 5:24; Hch.10:43) Se debe afirmar,
con la autoridad de la Biblia, que no habrá nadie que queriendo ser salvo
sea rechazado por Dios (Jn.6:37)
Si la posición hipercalvinista basada en una redención
limitada y, por ende, en un decreto de reprobación que imposibilita a aquellos
que “son reprobados” para toda posibilidad de salvación, convertiría en un
absurdo – por no llamarlo de otro modo- el mandado divino: “Pero Dios, habiendo
pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los
hombres en todo lugar que se arrepientan” (Hch.17:30). Sin una redención
ilimitad, no sería posible afirmar lo que Pablo asevera: “Porque todo aquel
que invocaré el nombre del Señor, será salvo” (Rom.10:13) Véase también
Mt.11:28; 28:18-20; Mr.16:15-16; Lc.2:10, 11, 14; 5:32; 19:10; Jn.1:12;
3:14-15, 17, 18, 36; 7:37-38; 8:12; 11:25; 20:31; Hch.2:38; 4:12; 5:31; 8:12;
10:43; 16:31; 26:18; Rom.1:16; 3:22-25; 4:3-4; 5:1, 6-10; 6:23; 8:1; 10:9-13;
1Cor.15:2; 2Cor. 5:14-21; 1Tm.1:15; Ap.22:17. ¿Qué intérprete de la Escritura
podrá negar, en una sana y desprejuiciada visión de la doctrina expuesta en
ella, la redención ilimitada, es decir, que Cristo murió por todos los hombres
para salvar a todo aquel que crea en Él?
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