CURSO DE ESTUDIO BÍBLICO (IX)
Prof. ERNESTO TRENCHARD
Lección IX
LO EXTERNO Y LO INTERNO
(7:1-23)
Introducción
El éxito de la misión de los Doce, juntamente con el
entusiasmo que produjeron en las multitudes las grandes obras del Señor en
Genezaret y en otros distritos alrededor del lago, alarmaron a los dirigentes
de la secta de los fariseos en Jerusalén hasta el punto de mandar otra comisión
a la provincia de Galilea para hacer otro vano intento de “cogerle en sus
palabras”. La llegada de esta comisión, y su queja de que los discípulos
violaban la “tradición de los ancianos” por comer sin el acostumbrado acto de lavarse
las manos, motivó una fuerte reprensión de parte del Señor sobre la hipocresía
de los fariseos, juntamente con importantísimas enseñanzas acerca del valor
relativo de los “externo” y lo “interior”. Este énfasis sobre lo de adentro, en
contraste con las formas de la religión y las palabras de la boca, es
característico de las enseñanzas del Maestro y necesita aprenderse de nuevo por
cada nueva generación.
La queja de los fariseos (7:1.5)
Al leer estos versículos, hemos de notar que los versículos 3
y 4 forman un paréntesis en el que Marcos explica las costumbres de los judíos
relativas al lavatorio ceremonial de las manos y de los vasos, a beneficio de
sus lectores gentiles, quienes, de otra forma, no habrían comprendido el
significado de este incidente.
La “tradición de los ancianos” era una colección de
preceptos, adicionales a la Ley de Moisés, que pretendía guiar al israelita en
la aplicación de los mandamientos a las variadas circunstancias de la vida.
Según los rabinos, Moisés había dado estos preceptos oralmente a los ancianos
de Israel, quienes los habían transmitido también oralmente a las generaciones
sucesiva. De hecho, tuvieron su origen después de la vuelta de Israel del
cautiverio babilónico, cuando el escriba Esdras y sus sucesores procuraban
instruir y guiar al pueblo, al par que les separaba de las naciones
circundantes. El propósito original había sido bueno, pero estas
interpretaciones de la Ley se multiplicaron en las interminables discusiones de
las escuelas rabínicas, de tal forma que este “cerco alrededor de la Ley” llegó
a ser una barrera que se interpuso entre el pueblo y la Verdad Divina. Una y
otra vez Cristo chocó contra esta barrera e insistió en el retorno al sentido
espiritual de la Ley, en contraste con la preocupación por lo meramente externo
que caracterizaba la “tradición”.
Acordémonos de que esta “costra” de la tradición humana
tiende a acumularse alrededor de la Verdad Divina en todas las épocas, y no
menos en la nuestra. Hemos de romperla y desecharla, volviendo constantemente a
los principios bíblicos que s comprenden y se aplican en el poder del
Espíritu Santo.
La contestación del Señor a los fariseos (7:6-13)
Recuérdese que los fariseos eran una secta de los
judíos, cuyo primitivo afán de purificar la vida del pueblo se había
convertido, en los días del Señor, en una hipócrita apariencia de la piedad
externa. Los escribas no eran una secta, sino una profesión de hombres
dedicados a la interpretación de la Ley.
El Señor requiere el amor del corazón y no la
profesión de los labios (7:6). En la
primera parte de su contestación, el Señor cita un importante pasaje de Isaías
(29:13), para señalar la constante tendencia de Israel de honrar a Jehová con
los labios mientras que el corazón (sede de los deseos, los afectos y la
voluntad) andaba lejos de Él. La queja de los fariseos era del mismo orden, y
por eso Cristo les calificó duramente de “hipócritas”.
Los mandamientos divinos se habían sacrificado para
seguir los preceptos humanos (7:7-8). Los
legalistas judíos habían convertido la buena costumbre de lavarse las manos y
de fregar los cacharros en un rígido mandamiento ceremonial, mientras que
descuidaban los grandes principios del amor y de la justicia. Esta tendencia
está muy clara en el sistema romanista, pero el peligro existe en todos los
sectores de la profesión cristiana.
El caso del “Corbán” (7:9-13). El Señor continuó su denuncia de la hipocresía de los
fariseos citando un ejemplo concreto y terrible del abandono de un gran
mandamiento básico (el de honrar a los padres) a favor de su “tradición, La
palabra “Corbán” quiere decir: “dedicado a Dios”, y se empleaba cuando un
hombre quería dedicar sus bienes a la tesorería del Templo. Pero, por un
arreglo con los sacerdotes israelitas, podía “dedicar” su dinero o su propiedad
al Templo, al par que disfrutaba de ellos durante su vida, dejándolos luego
como un “legado” al servicio del Templo. Si se daba el caso de que este hombre,
según la santa obligación natural y legal tuviese el deber de mantener a padres
ancianos o enfermos, los mismos sacerdotes le impedían ayudarles con los fondos
que eran “Corbán”, para no menguar el legado al Templo. Este caso típico
suscitó la justa indignación del Señor, pues por un impío subterfugio y bajo
una apariencia de piedad se quebrantaba uno de los principales mandamientos de
Dios.
Lo externo y lo interno (7:14-23)
Después de reprender tan duramente a los fariseos, el
Señor se dirige a las multitudes en general, procurando hacerle comprender que,
contrariamente a las enseñanzas de la tradición, lo que entra en el hombre como
alimento por vía bucal no puede contaminarle moral o espiritualmente, sino que
la impureza viene de los pecados que salen de su pervertido corazón. Los mismos
discípulos, quienes habían descuidado la “tradición” en el asunto de comer sin
haberse lavado las manos, no estaban aún preparados para recibir este hondo
principio que reemplazaba las distinciones levíticas sobre los animales limpios
e inmundos, y preguntaron más particularmente sobre él cuando llegaron a casa
(7:17), lo que dio lugar a enseñanzas aún más claras y detalladas de parte del
Señor. Lo que entra por la boca se somete a un proceso fisiológico que interesa
solamente al cuerpo, pero del corazón del hombre salen los malos pensamientos
con su triste secuela de horribles pecados que tienen su raíz en la naturaleza
caída del hombre.
Notemos el comentario que hace Evangelista sobre estas enseñanzas al final del versículo 19: “Esto decía (Jesús) haciendo limpias todas las viandas”. Marcos recibió y escribió las enseñanzas de Pedro sobre la vida del Señor cuando el Evangelio se extendía más entre los gentiles que entre los judíos, y ya se comprendía bien la “libertad cristiana” en cuanto a lo que se come, y en cuanto a lo material en general. Compárese con Hechos 10:12-16, Romanos 14:14, 17 y 20. En este lugar el Señor repite su gran refrán que subraya la importancia de verdades que se escondían de la mente carnal: “Si alguno tiene oído para oír, ¡oiga!”.
Preguntas:
1. ¿Quiénes eran los fariseos? ¿Y los escribas?
2. Dese una breve
explicación de lo que era la “tradición de los ancianos”.
3. ¿Qué quiere decir la palabra “Corbán”? ¿Cómo la
empleaban los judíos para escapar de su obligación hacia sus padres
necesitados?
4. ¿En qué otra ocasión empleó el Señor la frase “El
que tiene oídos para oír” en este Evangelio?
5.¿Qué queremos decir por “corazón” en su uso
bíblico? ¿Qué relación tiene con los pecados que envilecen al hombre?
E-mail: jbmoredaaller@outlook.com.
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