BAUTISMO Y PLENITUD DEL ESPÍRTU SANTO
Juan Bta. García Serna
BAUTISMO Y PLENITUD
En el libro de Hechos de los Apóstoles capítulo 2, se narra
la historia de la venida del Espíritu Santo en el día de
Pentecostés, y leemos que “fueron todos llenos del Espíritu Santo”
(Hch.2:4). Esta descripción habla del resultado de ser bautizados en el
Espíritu Santo. Sin embargo, es preciso distinguir entre estas
dos experiencias, o sea, el hecho de ser bautizados con el Espíritu Santo, y el ser
llenos del Espíritu Santo.
El bautismo del Espíritu Santo es una experiencia única que
se recibe en el momento de la conversión, cuando uno es hijo/a de Dios ((Jn.1:12). Y según las palabras del apóstol Pedro
en Hechos de los Apóstoles 2:38: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada
uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo”. Es una manera de indicar la venida del
Espíritu Santo para hacer morada en la vida de cada hijo/a de Dios (véase Ro.8:9 al
11)
Este bautismo no se puede anular, es decir, tenerlo hoy, y
mañana no, ni recibir otra vez; sino que es una experiencia única, de
iniciación en la vida cristiana, y como leemos en Juan 3:6: "nacido del Espíritu". En ninguna parte de las Sagradas Escrituras se
nos exhorta a recibir el bautismo del Espíritu Santo por segunda vez; en
cambio, si se nos dice que seamos llenos de Él: “No os embriaguéis con vino en
la lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef.5:18).
La idea en el original griego es llenarse de manera continuada del Espíritu, y no una sola vez, y en contraste es "apagar al Espíritu" (1Ts.5:19)
Esto quiere decir que un cristiano puede tener una serie de
experiencias de la plenitud, o llenura del Espíritu Santo. Hay ejemplos de ello, el
apóstol Pedro fue lleno del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, al igual
que los demás apóstoles, pero más tarde, ante el tribunal del Sanedrín,
experimentó otra vez esta plenitud: “Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo”
(Hch.4:8) Así ocurrió en la vida de Esteban y también de Pablo: “Esteban, varón
lleno de fe y del Espíritu Santo” (Hch.6:5) “Pero Esteban lleno del Espíritu
Santo” (Hch.7:55). “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino
por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del
Espíritu Santo” (Hch.9:17). Y en otra ocasión: “Entonces Saulo, que también es
Pablo, lleno del Espíritu Santo” (Hch.13:9)
¿CUÁLES LOS RESULTADOS?
TESTIMONIO
Mediante esta llenura del Espíritu Santo, uno entonces
testifica con una autoridad de poder espiritual: “Pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch.1:8).
Y en otro lugar leemos en cuanto a los discípulos de Jesús frente a la
adversidad: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados templo,
y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de
Dios” (Hch.4:31) Y cuando Esteban testificaba ante sus acusadores se nos dice:
“Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba”
(Hch.6:10). Y los apóstoles: "con gran poder daban testimonio" (Hch.4:33) ¿De dónde viene ese poder de testificar a otros de Evangelio? (véase 2Cor.3:5)
DIRECCIÓN
¿Sabes cuál es la dirección Divina?, pues será el Espíritu
Santo quién la muestre: “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el
Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he
llamado. Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo” (Hch.13:2 y 4).
Aunque la iglesia intervino con su vida de oración, y vida espiritual, no
obstante, quien “apartó y envió” fue el Espíritu Santo. Y así fue en el caso
del apóstol Pedro (véase Hch.11:12 al 15)
TRIUNFO
La exhortación bíblica es: “No reine, pues, el pecado en
vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” (Ro..6:12)
Un creyente no es perfecto: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1Jn.1:8) No obstante,
leemos: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado”
(1Jn.5:18), entonces la victoria sobre el pecado está anclada en haber "nacido de Dios". Y además,
por la obra del Espíritu, el creyente "hace morir las obras de la carne" (Ro.8.13) Por ello, no se trata de ´esfuerzo´ humano, sino por la obra del Espíritu, actuando poderosamente en la vida del creyente, siempre que éste se someta al Espíritu de Dios.
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