¿PROBLEMAS?

Juan Bta. García Serna

He leído con atención esta reflexión bíblica que incluyo en el Blog, porque la considero que puede ser de ayuda, que, aunque está enfocada las hermanas cristianas, creo que también lo será al hombre, ya que los problemas tienen su efecto tanto en unos como en otros. Así que he recopilado íntegramente este artículo que consta como “inspiración”.

Esther Francés

Vda. De Borrás

¿Tienes algún problema? Pocas serían los que a esta pregunta contestarían que no. Si tú que lees estas líneas eres una de ellas, puedes sentirte dichosa, pues, los problemas forman parte de la vida; y si no hay puedes decir que no tienes ninguno, una cosa te puede decir sin equivocarme: “mañana los tendrás”. Siendo que casi todo el mundo tiene problema, o varios, ¿Qué podemos hacer para encontrar solución a los mismos y no sufrir indebidamente? La mayor parte de la gente, ante un problema, toma alguna de estas posiciones que te voy a describir:

1. Quejarse ante un problema es cosa muy común; la persona se ofusca, se preocupa en demasía, se pone enferma, imagina lo peor, pues nuestra poderosa mente tiene una capacidad enorme para imaginas; algunas desarrollan hasta una depresión. Sí, hay muchas formas de enfrentarse a un problema, y cualquiera de las que he mencionado es mala en sí misma. Es decir, y para que se entienda bien, ninguna de estas reacciones soluciona el problema que tenemos caemos en una depresión, entonces, en vez de tener un problema tenemos dos. O sea, quejándonos no resolvemos nada y el problema sigue en nosotras; ¿conoces a alguien que haya resuelto problema quejándose? Yo, no.

2. Culpar a las circunstancias en las que se encuentran y responsabilizarles de lo que les está pasando: “Si yo hubiera hecho esto o aquello, si no me hubiera decidido a hacer tales estudios o elegir la profesión que tengo, si hubiera hecho otras cosas, si hubiera tenido la oportunidad que tuvo mi prima u otro. Todo esto no serve de nada; no cambia nada; te puedes martirizar hasta el infinito y más allá, como dice mi nieta, y tu problema sigue contigo. Hay un refrán que me gusta mucho y que dice: “no llores por la leche que ya están en el suelo”.

3. Cambiar totalmente de situación, de un sitio a otro; incluso los hay que ponen una distancia gran grande entre ellos, y, el ambiente que creen ser el culpable de su situación, que cambian hasta de continente, pero el problema todavía está en ellos. S donde van, el problema va, porque el problema lo tienen dentro y eso es lo que ocurre muchas veces. Generalmente, los problemas son internos o externos. Cualquiera que sea el que nos afecte a nosotras, siempre hay que una parte nuestra dentro del problema al que nos enfrentamos. Alguien dijo que muchos buscan la felicidad, igual que buscan el sombrero, y no se dan cuenta de que lo llevan encima de la cabeza.

4. La única cosa que puede ayudarnos a resolver un problema, como cristianas, es entregárselo a Dios. Como el salmista David debemos decir: “A ti, oh Señor, levantaré mi alma. Dios mío, en ti confío”, y dejar nuestro problema en sus manos para que Él lo resuelva. Cuando confiamos en Dios, estamos empezando bien el camino y, cuando se empieza algo bien, generalmente, se acaba bien. A mi mente vienen las palabras del profeta Isaías cuando dijo: “Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen, pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán” (IIs.40:3’0-31). Cuando dejamos de poner nuestra confianza y nuestra esperanza en nosotras, o sea, cuando entregamos el problema al Señor, empezamos a ver las cosas desde otro punto de vista. Ya no somos nosotras los sujetos agentes, sino que el poder y la dirección los entregamos a Dios. Cambiamos nuestra insuficiencia por su sabiduría, y de este modo, el problema tiene más probabilidades de ser resuelto.

Quizás me digáis que cómo vais a esperar y confiar en Jehová, y quedaros sin hacer nada, sólo esperando; pero en este esperar el Señor da fuerzas, renueva la energía, cambia muchas veces nuestro punto de vista y empezamos a mirar desde el punto de vista de Dios, y ahí reside el secreto de nuestro triunfo. Entonces empezamos a volar. Alguien dijo, en una ocasión, que el enemigo más grande que cada uno de nosotros tenemos lo llevamos dentro, y, únicamente, cuando nos vencemos a nosotras mismas, se empieza a resolver los problemas porque ya hemos quitado la parte negativa.

Había un misionero que, cuando alguien le preguntaba qué hacía con sus problemas, él contestaba: “yo no tengo problemas, se los entrego todos al Señor”. Muchas veces los problemas vienen y senos presentan tan horribles, porque los miramos como una maldición o como algo imposible de sobrellevar, sin darnos cuenta de que “a veces las mejores bendiciones de Dios, como dice Spurgeon, vienen en sobres de luto”, y sólo cuando preguntamos al Señor: “Señor ¿^qué quieres enseñarme o qué me quieres dar por medio de este problema por el que me permites pasar?”, es cuando viene la solución. No olvidemos que, como dice el pastor Derek Stringer: “fuimos programados para volar sobre las circunstancias y no para dejarnos arrastrar por ellas”.

El secreto está en ESPERARAR EN JEHOVÁ o sea en confiar en Jehová. El Señor no nos dará ningún problema que ÉL no pueda llevar. Nosotras sí que desfallecemos, pero Él es el Dios del eterno presente, pronto a socorrer y presto para ayudar a sus hijos que esperan en Él. Cada cosa que nos ocurre es una preparación para algo más que vendrá, sea bueno o malo. ¿Por qué no confiamos en el Señor? Sin duda, tenemos más fe en el ascensor de nuestra casa que en el Señor. Porque cuando subimos en él, nunca pensamos si cumplirá su cometido. Y sin embargo, con el Señor no hacemos lo mismo.

Otro secreto a nuestra disposición para resolver nuestros problemas es PRESENTARLOS EN ORACIÓN AL SEÑOR. La oración, decimos, es fuente de poder, pero no utilizamos ese medio como deberíamos. Nos olvidamos de que el Señor nos dijo: “Pedid y se os dará”. Toda nuestra vida debería estar impregnada de oración. Juan Bunyan dijo: “Tú puedes hacer muchas cosas después de orar; pero no puedes hacer nada hasta que no ores·”. A veces, el Señor decide no quitarnos el problema, pero nos cambia a nosotras y entonces empezamos a encontrar tranquilidad, aún en medio del problema. El salmista había experimentado muchos problemas y no dice (Salmo 42) que fueron sus lágrimas su pan de día y de noche, hasta que se acuerda de Dios y de cómo le alababa con la multitud y al finalizar el salmista nos repite, una gran verdad diciendo: “¿por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío”.

En estos versículos vemos que el escritor sagrado hizo, al principio del salmo lo que nosotras solemos hacer, es decir: llorar, preocuparse en demasía, entristecerse, y viendo que lo que le preocupa no se solucionaba se acuerda de Dios y empieza a hacer lo único razonable que necesitaba, y en ese volverse a Dios, empezó a ver la solución. ¿Tienes algún problema?  Preséntalo a Dios en oración. No cargues con él todo el día y volarás, como llevado por un águila, hasta las mismas alturas donde mora Dios y descansarás de tus fatigas… Sí, espera en Dios y en esa espera encontrarás la paz.

(Ref. Revista: “Nosotras” * 2004)

 

 

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