DIFERENCIAS DOCTRINALES ENTRE PROTESTANTES Y CATÓLICOS

Juan Bta. García Serna

Recopilo este artículo, aunque un poco extendido, y que no abraca algunos otros detalles, en lo que respecta a las diferencias entre católicos y protestantes. Sin lugar a dudas que aclarará las preguntas que cada cual pueda tener al respecto. 

¿QUÉ NOS SEPARA?

LAS LLAVES A PEDRO

El jesuita Sebastián Botina, comentando el pasaje de Matero 16:18-19, afirma que las llaves del reino de los cielos fueron confiadas por Jesús al apóstol Pedro, quedando así convertido en el primer Papa. Es doctrina oficial del Vaticano. ¿Pueden mostrarnos los teólogos católicos en que lugar del Nuevo Testamento aparece Pedro ejerciendo autoridad sobre los demás apóstoles? Pedro jamás tuvo conciencia de poseer privilegios especiales. Después del episodio de las lleves Cristo le llama Satanás (Mt.16:23). Y en pleno juicio de Jesús Pedro le niega cobardemente (Mt.26:69-70)

 SUCESIÓN APOSTÓLICA

¿Qué entiende la iglesia católica por sucesión apostólica? El catecismo de Ripalda se dispara. Dice que Cristo nombró a Pedro primer Papa de la Iglesia y que la jerarquía pasó luego “a sus legítimos sucesores”.

Tres objeciones: Una:  No existen las pruebas de que Pedro estuviera Roma en tiempo alguno. Sí hay pruebas de lo contario. Dos:  En el supuesto de haber ido a Roma no hay ni una sola referencia histórica de que viviera allí 25 años convertido en Papa como pretende la Iglesia católica. Tres: Aún dando por hecho que Pedro fuera el primer Papa, cosa imposible, ¿en qué lugar de los cuatro Evangelios leemos que Cristo le dijera: te daré las llaves del reino a ti y a tus sucesores?

 INFABILIDAD DEL PAPA

El Nuevo Catecismo para Adultos publicado por la Iglesia católica en 1969 sigue la línea de los viejos y radicales catecismos de Astete y Ripalda. Afirma sin prueba alguna que el Papa posee en grado especial la infalibilidad cuando se expresa como cabeza de la Iglesia y en asuntos que le concierne. Fue en 1870 cuando el Vaticano promulgó el dogma de la infalibilidad. Es uno de los más recientes en la Iglesia católica.  Pues ¿qué pasa, que hasta el siglo XVIII al Espíritu Santo no se le ocurrió dar al Vaticano la noticia de que los papás eran infalibles? La infalibilidad papal roba a Dios un atributo que sólo a Él corresponde. Abramos el Nuevo Testamente, por cualquiera de sus muchas páginas, en ninguna de ellas leemos sobre papas y mucho menos sobre papas infalibles.

 MARIA, INMACULADA

El 8 de diciembre del año 1874 el Papa Pío IX proclamó el llamado dogma de la Inmaculada concepción de la Virgen María. Quiere esto decir, según el Catecismo católico, que “María no conoció la culpa original. Fue concebida inmaculada”. En primer lugar: Tal como ocurre con el dogma de la infalibilidad papal, pasaron diecinueve siglos desde la instalación del cristianismo antes de que el Vaticano dijera que María nació sin el pecadlo original. En segundo lugar: Según la Biblia, en todos sus textos, absolutamente en todos, ninguna criatura humana ha nacido sin pecado original.  En tercer lugar: Para apoyar este dogma el Vaticano se basó Cantares 4:7, que nada tiene que ver con la Virgen María En cuarto lugar: Los padres de la Iglesia, escritores de los primeros cinco siglos, nunca creyeron semejante invención. En quinto lugar: En Lucas 1:47 María llama a Dios “mi Salvador”. Si no tenía pecados, ¡de que tenía que salvarla?

MARÍA, MEDIADORA UNIVERSAL

El Doctor de la Iglesia católica Alfonso María de Ligorio escribió verdaderas herejías sobre el supuesto ministerio mediador de María. Ligorio fue un prestigioso sacerdote italiano nacido en 1696. Murió en 1787. Escribió mucho. Su libro más citado es “Las glorias de María”, publicado en 1750. Este libro dice cosas como estas: “Muchas cosas se piden a Dios y no se alcanzan; se piden a María y se consiguen”. “María es puerta del cielo, porque ninguno puede entrar en esta dichosa mansión si no pasa por ella”. Por mucho amor que se tenga a la Virgen María no se pueden decir tantas barbaridades, que hoy mantiene la Iglesia católica.  El único mediador entre Dios y nosotros es Jesucristo, según doctrina de San Pablo (1ªTm.2:5). El mismo Señor Jesús dejo dicho: “Nadie viene al Padre sino por Mí” (Jn.14:6)

LA ASUNCIÓN DE MARÍA

El 1 de noviembre de 1950 el Papa pío XII proclamó en Roma un nuevo dogma, el de la asunción de la Virgen María. Los dos inmediatamente anteriores tuvieron lugar en 1970, el dogma de la infalibilidad papal y el de la Inmaculada concepción de la Virgen María. El dogma de la Asunción de la Virgen afirma que María “fue elevada en cuerpo y alma al cielo”. Ni el Nuevo Testamento ni la Historia avalan semejante despropósito. Una tradición la sitúa en Éfeso, acompañada de San Juan, donde se dice que murió. Pero tal leyenda carece de fundamento. La verdad más aceptada es que María murió en Jerusalén. Y la última vez que se hace mención de la Virgen María fue en los Hechos de los Apóstoles ((Cap.1:14)

 CULTO A MARÍA

El culto que se atribuye a la Virgen María es totalmente anticristiano. No tiene base argumental en los cuatro Evangelios, ni en el libro de los Hechos de Apóstoles, ni en el Apocalipsis de San Juan. Si alguien duda de lo anterior lo invito amablemente a que lea con detenimiento el Nuevo Testamento, iniciando la lectura en el Evangelio de San Mateo y concluyéndolo en el último capítulo del Apocalipsis.

Cuando el Catecismo católico de 1969 recomienda el culto a María asegurando que la “devoción a la Virgen María es un camino para llegar al Señor”, no dice la verdad. Cristo nunca autorizó el culto a la Madre. Los escritores del Nuevo Testamento nunca aludieron al culto a María.

La Iglesia de los primeros siglos jamás aconsejó orar o venerar a María.

MARÍA MADRE DE DIOS

El término tiene importancia capital para la Iglesia católica. De hecho, la oración mariana más repetida comienza con esta clara invocación: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros”.

Cristo participa de una doble naturaleza, divina y humana. María fue madre de la naturaleza humana de Cristo, pero no de su naturaleza divina. Cristo existía desde la eterna, siglos antes de que María naciera.

Por otro lado, Dios y madre de Dios son términos contradictorios. Si se enseña que Dios salió de la nada, ¿de dónde salió María? ¿Existía María antes de la vida?

 El Nuevo Testamento no contiene ni una sola referencia indicadora de que María se la madre de Dios.

 LOS LIBROS APÓCRIFOS

¿Existe una Biblia católica y una Biblia evangélica? No, de ninguna manera. Biblia sólo hay una. La diferencia entre la versión evangélica y la versión católica consiste en que en esta última se incluyen siete libros más y dos apéndices. A saber, los dos libros de Macabeos y los libros de Judit, Tobías, Sabiduría, Eclesiástico, Baruch y apéndice al libro de Ester y al de Daniel.

Estos libros no se consideran inspirados. Contienen numerosas contradicciones. Las versiones que los judíos hacen del Antiguo Testamento no incluyen apócrifos. Y los hebreos son los auténticos destinatarios y depositarios de los primeros 29 libros de la Biblia.

Tras siglos de discusiones sobre el valor de los apócrifos, el Concilio de Trento en su sección cuarta, entre 1545 y 1547, los declaró inspirados al mismo nivel que todos los demás libros de la Biblia. Los evangélicos los rechaza.

EL BAUTISMO

La Enciclopedia Larousse, al comentar la voz bautismo, aclara que fue instituido por Cristo, que ha de efectuarse en nombre de la Trinidad y que debe ser “por inmersión total”.

Cualquiera otra Enciclopedia dirá los mismo. Bautizar significa sumergir, no rociar agua en la cabeza de un recién nacido.

Tengo ante mí la versión católica realizada por los católicos Nácar y Alberto Colunga. En la página 1377, donde el apóstol Pablo rata del bautismo en su epístola a los Romanos, capítulo seis, los biblistas citados comentan: “La imagen está tomada del rito de inmersión, que era el corriente”.

En efecto: En todos los casos de bautismos que se relatan en el Nuevo Testamento, las personas eran bautizadas en edad adulta y por inmersión total. La costumbre de bautizar a los recién nacidos por aspersión se introdujo gradualmente en la Iglesia Católica y fue definitivamente legalizada el año 1311, en el Concilio de Ravena.

FE Y OBRAS

Ninguna doctrina ha sido debatida entre evangélicos y católicos como esta de la fe y las obras. A Lutero le obsesionaba el tema. Se han escrito centenares de libros al respecto. Los evangélicos anclamos nuestra creencia en las epístolas del Nuevo Testamento y decimos con el apóstol Pablo: “Por gracias sois salvos, por medio de la fe, no por obras, para que nadie se justifique” (Ef.2:8-9)

 SACERDOCIO UNIVERSAL

Creemos que cada cristiano es un sacerdote.  Los reformadores del siglo XVI concedieron especial importancia a esta doctrina. El sacerdocio universal de los cristianos, como el tema de la fe y las obras, fue motivo de encendidas discusiones entre papas y reformadores. Los pietistas alemanes que aceptaron la doctrina de Lutero defendían con calor la idea de que todos los convertidos a Cristo son sacerdotes.

Para los evangélicos, en palabras del siglo XVI, “todo hombre cristiano es sacerdote, toda mujer, sacerdotisa, sea joven o mayor, señor o sirviente, señora o sirvienta, estudiado o laico”. Esto mismo se desprende de textos como 1ª Pedro 2:4, 2:9, Apocalipsis 1:6, 5:10.

 EL CELIBATO DEL CLERO

Los sacerdotes de la Iglesia ortodoxa contraen matrimonio. Los pastores evangélicos mujer e hijos, los rabinos judíos también, y lo mismo los imanes del Islán.

Toda la Biblia enseña que el hombre fue creado para vivir en pareja.  Los escritores del Nuevo Testamento comparan el matrimonio a la unión de Cristo con la Iglesia: “Honroso es en todos, el matrimonio”, escribe el autor de la epístola a los Heb.12:4). Pedro, de quien dice la Iglesia católica que fue el primer Papa, era casado. Los demás apóstoles también. En los primeros siglos del cristianismo los sacerdotes podían contraer matrimonio. El verdadero introductor del celibato en el catolicismo fue el Papa Gregorio VII, en el siglo XI.

EL LIMBRO

El Nuevo Catecismo para Adultos, publicado con el visto bueno del Vaticano, no trata el limbo, ni siquiera consta la palabra en sus 511 páginas. Tanto Juan Pablo II como el Papa actual se han manifestado en contra del limbo. No existe, ha dicho.

Enhorabuena. Ya era hora. A Benedicto XVI se le ha encendido la luz. El 20 de abril del año 2007 publicó un documento en el que decía: “Es cada vez más difícil aceptar que Dios sea justo y misericordioso y a la vez excluya a niños que no tienen pecados personales de la felicidad eterna”.

¡Exacto! Ahora bien: Durante setecientos años, desde el siglo XII, se ha estado enseñando a los padres católicos que los hijos que morían sin bautizar iban al limbo. Ahora el Papa debería publicar otro documento pidiendo perdón por un engaño tan prolongado.

 EL PURGATORIO

Los evangélicos creemos que en el más allá de Dios sólo existen, de acuerdo a la Escritura, dos lugares, cielo e infierno.

Fue el Papa Pío IV, ya citado, quien estableció en el siglo XVI la doctrina del purgatorio. La Iglesia católica de nuestros días no cree ya en el purgatorio, pero no se atreve a suprimirlo como ha hecho con el limbo. Cuestión de dinero. Si no hay purgatorio no ha misas. Y si no hay misas no hay negocio.

ORACIONES POR LOS MUERTOS

Las oraciones por los muertos están íntimamente ligados a la creencia en el purgatorio. Según el dogma católico, “a las ánimas que purgan sus pecados en el Purgatorio se las socorre con el sacrificio del altar, con oraciones, ayuno, limosnas y otras buenas obras de los vivos como también con indulgencias”.

No hay en toda la Biblia testimonio directo alguno que autorice las oraciones por los muertos. Lo contrario, si, y en abundancia de textos que por cuestión de espacio no puedo reproducir aquí: “Buscad al Señor mientras pueda ser hallado”, dice el profeta Isaías (55:6). El Señor puede ser hallado en vida. Tras la muerte, todas las oraciones del mundo, todo el dinero de los bancos suizos, no son suficientes para cambiar el destino de una persona en el más allá.

LA CONFESIÓN AURICULAR

En el siglo XVI el Concilio de Trento fue más lejos, instituyó que toda persona que negara el origen divino de la confesión al sacerdote fuera declarada anatema.

Así pues, los evangélicos estamos todos siendo anatemas. Y con nosotros los millones de católicos que tampoco creen en la confesión, que viven y mueren sin haber sido confesado sus pecados al sacerdote ni una sola vez en la vida.

La doctrina bíblica de la confesión es muy simple, está muy clara en todas sus páginas, especialmente en el Nuevo Testamento. El apóstol San Juan la define con estas palabras: “Hijitos míos, no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogados tenemos para con el Padre, a Jesucristo el Justo” (1ª Juan 2:1)

A Jesucristo hemos de confesar nuestros pecados, comenta San Agustín, no al sacerdote.

 LA CRUZ

Los cristianos de los primeros siglos no tributaban culto alguno a la cruz. Fue el Concilio de Nicea, en el siglo VIII, el que decretó que la cruz debía ser objeto de culto. El 14 de septiembre la Iglesia católica celebra “la exaltación de la cruz”. También el 3 de mayo se conmemora el supuesto descubrimiento de la cruz en la que fue clavo Cristo.

¿Por qué no exaltan también las espinas, los clavos, las lanzas y demás instrumentos utilizados en la crucifixión? Y si a Jesús lo hubieran ahorcado en lugar de crucificarle, ¿se exaltaría la horca?

Para los evangélicos, la cruz nos recuerda la muerte de Cristo. Nada más. Lo que importa no es la cruz, sino el crucificado.

 EXTREMA UNCIÓN

Copio de la página 536 del Catecismo explicado por Santiago José García Mazo, magistral que fue de la Iglesia catedral en Valladolid, publicado en 1874: “Este sacramento no se debe dar sino al enfermo cuya muerte se teme, el cual ha de ser ungido en los ojos, narices, boca, manos y pies, diciendo al ungir los ojos: por esta santa unción, y su piadosísima misericordia ter perdone el Señor cuanto has pecado por la vista y demás sentidos”.

Aunque algunos catecismos modernos eluden hablar de la extremaunción, la Iglesia católica sigue practicando este rito hasta el día de hoy.

Los evangélicos creemos que, para obtener el perdón divino de los pecados, la persona ha de dar muestras de arrepentimiento en vida. En el instante de la muerte puede ser demasiado tarde.

 Estos son los puntos principales que separan a católicos de evangélicos.

(Ref. Revista: "Vinculo" *2008)

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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