CURSO DE ESTUDIO BÍBLICO (VI)

 Prof. Ernesto TRENCHARD

EXPOSICION DEL EVANGELIO

SEGÚN MARCOS

Introducción

El ministerio público del Señor se detalla más en San Mateo y en San Lucas, pues ya hemos visto que Marcos se interesa sobre todo en la obra del Señor. El estudiando haría bien en leer Mateo capítulo 13 juntamente con esta porción, para comprender mejor el alcance y la importancia de estas parábolas del Reino. Se comprende que el Señor no había empleado este método anteriormente, o por lo menos en la misma escala, pues antes anunciaba claramente el advenimiento del Reino e ilustraba sus principios por medio de sus grandes obras. Las multitudes habían tenido tiempo de ir formando sus ideas sobre la proclamación del Reino y de apreciar la divina potencia y la sabiduría del Rey. El ministerio parabólico viene a sr como una especie de “prueba” para hacer una diferencia entre los corazones sencillos y obedientes que estaban dispuestos a recibir al Señor y aquellos otros que iban rechazándole por la dureza de su corazón y su apego a sus pecados y a las cosas materiales. Una parábola es una historia humana que encierra una lección espiritual. El método ayuda a los que “oían” con corazón sencillo a retener el mensaje en la memoria y a meditarlo después, gracias a la hermosa ilustración; pero oscurecía la verdad a los incrédulos que no se preocupaban en buscar lo divino detrás de la forma externa de la historia. “A vosotros es dado saber el misterio del Reino de Dios; más a los que están fuera, por parábolas todas las cosas”. No es que el Señor les colocara fuera, sino que quedaban fuera por falta de deseos de entrar y entonces, no viendo más que la forma externa, no comprendían el mensaje espiritual (4:11-12)

Las circunstancias (4:1)

El ministerio del Señor su centro todavía en Capernaum y las otras ciudades vecinas del litoral del mar de Galilea. Ya hemos visto en 3:9 que los discípulos tenían apercibida una barquilla que servía de “púlpito” cuando las multitudes apretaban a Jesús, quien ahora se sienta en ella al iniciar esa nueva etapa de su ministerio.

La parábola del sembrador (4:2-20)

Es posible que estuviese a la vista algún sembrador mientras el Señor predicaba y que se le viese de lejos echando sus puñados de semilla en el terreno crudamente preparado en las laderas de los cerros; pero de todas formas los oyentes de Jesús estarían muy familiarizados con esta labor. En aquellos tiempos el arado era muy primitivo y los labradores surcaban el suelo entre os peñascos y los caminos lo mejor que podían, pero con poca ciencia. Hay que notar que el grano es igualmente bueno en todos los casos y la labor del sembrador es igual. Lo que produce la variación en el resultado es la condición del suelo. Nótese cuidadosamente todos los casos: 1) La semilla cayó en terreno tan duro que no quedó sepultada, y las aves pudieron comerla sin que hubiera dado señal alguna de vida. 2) “En pedregales” quiere decir más bien en tierra poco profunda extendida sobre la roca. Empezó a germinar, pero no pudo echar raíces, y el sol pronto quemó la pequeña planta. 3) En este caso la germinación fue perfecta y el crecimiento bueno hasta que, sobrepujando las espinas a la planta, la oprimieron de tal forma que no llevó fruto. La frase correspondiente en el Evangelio de Lucas (en el griego) quiere decir: “y no se perfeccionó el fruto”. Es decir: hubo espigas, pero la fuerza superior de las espigas las malogró y el grano no halló su desarrollo. 4) Aquí el grano encontró el terreno bien preparado, y no sólo germinó, sino que creció y dio su fruto plenamente, bien que con diferencias de rendimiento: “uno a treinta (por uno), y oro a sesenta, y oro a ciento”.

La interpretación de la parábola

No estamos en duda en cuanto a las líneas generales de la interpretación de la parábola, pues el Señor mismo accedió al ruego de los discípulos para que diese el significado. Tengamos en cuenta que la parábola ilustra la manera en que los hombres reciben la predicación del Reino y explica la necesidad de tener “buen oído”, o sea, : la disposición de escuchar la Palabra con corazón humilde y con deseos de saber la verdad. Sin esto aun la siembra hecha por el Señor mismo quedó estéril.  La clave se halla en el llamamiento: “El que tiene oídos para oír, oiga” (4:19). Daremos explicación (4:14-20) en el mismo orden: 1) La Palabra se escucha por hombres y mujeres indiferentes, llenos de sí mismos y de las cosas del mundo. Les parece una cosa ridícula o inútil, y el diablo pronto logra borrar hasta la memoria de lo que han oído. 2) Almas superficiales escuchan el mensaje que les parece muy bueno y profesan recibirlo con gozo, pero el arado de la convicción del pecado nunca ha hecho profundo surco en su corazón, de modo que no ha profundidad y la Palaba no puede arraigarse; así es que al hallarse frente a la oposición o a la persecución, vuelven al mundo. 3) Aquí el desarrollo hubiese podido ser bueno, pero las cosas del mundo – los cuidados, el engaño del dinero y los pasatiempos – ahogan la Palabra. Por la frase ya citada de Lucas parece ser que se admite la posibilidad de algo de fruto, pero imperfecto y malogrado. 4) En este último caso la siembra de la semilla de la Palabra produce cosecha abundante, porque el corazón del oyente estaba preparado por la convicción del pecado y por el ferviente deseo de conocer y hacer la voluntad de Dios. En tal condición la Palabra divina puede cumplir toda su bendita obra. Si hay señales de vida, como en los casos2 y 3, no nos toca juzgar la cuestión de la eterna salvación de la persona. Aquí se trata del fruto y de la cosecha. Es de temer que muchísimos creyentes pertenecen a la clase tercera, ya que se perciben ciertas manifestaciones de vida en ellos. Por lo que dice el Señor en 4:13, parece ser que esa parábola es como un modelo de todas, ya que en ellas se ilustra, de una forma u otra, la actitud del hombre frente a la manifestación que Dios ha dado de si mismo en Cristo y por la Palabra.

La responsabilidad de los discípulos (4:21-25)

Los creyentes que tienen “oídos para oír” son también los responsables de manifestar la Palabra a otros. Cambiando la figura, el Maestro les hace ver que si han la antorcha de la verdad es para que alumbre en medio de las tinieblas del mundo. El “almud” es una medida para grano, así que significa el comercio, pues la luz del testimonio del creyente suele esconderse muy a menudo por dar demasiada importancia a las preocupaciones materiales; la “cama” simboliza la pereza, que también ahoga el testimonio. Todo ha de manifestase, pero es importante que todo sea en el momento oportuno, según el plan eterno de Dios (4:22)

Haremos bien en fijarnos con mucha atención en el importante principio que el Maestro expone en 4:24 y 25, pues el egoísmo y el miedo de perder algo “nuestro” nunca dan buen resultado a la larga, y mucho menos en la esfera espiritual. Si estamos deseosos de ser medios para que la luz y bendición lleguen a otros, volveremos nosotros mismos a recibir mayor bendición; si hemos recibido la verdad del Evangelio con un corazón sumiso y obediente, Dios tiene muchos más tesoros que darnos; en cambio, si los hombres son faltos en deseos de saber la voluntad de divina, pronto perderán toda apariencia de piedad. Es otro caso de la ley eterna: Todo lo que el hombre sembrar, eso también segará”, y el alma generosa que da liberalmente será enriquecida, mientras que el “mezquino” que quiere guardar “lo suyo” quedará pobre y vacío.

La parábola de la simiente que crece en secreto (4:26-29)

Sólo Macos reproduce esta breve pero preciosa parábola. En ella vemos más claramente lo que pasa cuando un “grano” de la Palabra cae en terreno preparado. El siervo del Señor que lo siembra no puede forzar el proceso del crecimiento, sino que “la simiente brota y crece como él no sabe” en su corazón del creyente sincero; pero gracias al poder del Espíritu Santo se produce la hierba (la hoja), luego la espiga, y por último el grano lleno en la espiga. La vida en el corazón del Creyente se desarrolla de forma progresiva hasta producir todo el fruto que Dios quiere, siempre que el creyente mismo no coloque obstáculos por su propio egoísmo y pecado.

La parábola del grano de mostaza (4:30-34)

He aquí un aspecto distinto del “Reino”. Hemos visto la obra de los sembradores que han seguido en pos del Gran Sembrador y hemos notado los efectos de la siembra de la Palabra de Dios en los corazones de los hombres. También hemos considerado una preciosa ilustración del crecimiento de la semilla en un corazón preparado. La parábola del grano de mostaza completa el cuadro al enseñar el resultado de la predicación del Reino en el mundo. Los principios, al parecer insignificantes, de la predicación de la Palabra de Dios en el mundo dan lugar luego no sólo a la Iglesia verdadera que siempre será “manada pequeña”, sino a los grandes sistemas del “cristianismo” nominal. Una “legumbre” que se hace “árbol” no es una cosa natural y simbolismo de “las aves” no significa nada bueno. Se puede pensar en la manera en que la “Iglesia” romana se hizo una potencia mundial en la Edad Media, ora “cobijando”, otra destruyendo los reinos de los hombres, Léase las parábolas de “La cizaña””, de “La leva<dura” y de “La red” en Mateo capítulo 13, que también indican una esfera de “profesión” en la que falsos cristianos están mezclados con los verdaderos hijos del Reino.

Preguntas:

1.    Cítense tres incidentes en lo que vemos a Jesús en un barco.

2.    Dese una clara definición de lo que es una “parábola”. Colóquense en orden los cuatro Evangelios según el número de parábolas que contienen.

3.    En relación con la parábola del Sembrador, colóquense las referencias siguientes en su debido orden: a) espinas, b) pedregales, c) buena tierra y d) camino. En los cuatro casos de la parábola del Sembrador, cuántos presentan una semilla que germina. ¿En cuántos casos llega a formase una planta? ¿En cuántos se llena de espiga?

4.   Indíquese cinco etapas en el desarrollo del grano que crece en secreto. ¿Qué representa este crecimiento?

E-mail: jbmoredaaller@outlook.com.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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