¿ALIMENTAS BIEN A LOS TUYOS?

Juan Bta. García Serna

Recopilo un buen artículo donde se hace énfasis en la educación de nuestros hijos, y si no lo hacemos, seguro que habrá muchos otros “educadores” que lo harán a su manera, sin tener en cuenta, claro, las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. ¿Permitirás que tus hijos/as sean instruidos por personas sin escrúpulos éticos, morales y espirituales, y ello, les apartará de ser verdaderos cívicos ciudadanos, y temerosos de Dios?  ¿Qué prefieres para los tuyos?

Esther Francés

Vda. De Borrás

No creo equivocarme si digo que, para una madre, lo que más le preocupa referente a sus hijos, cuando son pequeños, es el hecho de que coman bien y crezcan debidamente. Sí, junto con la educación intelectual, el bienestar físico del hijo es lo que más preocupa a una madre, y todas las que los somos, podemos dar prueba de ello. Esto es una realidad, pero no debemos olvidar también, que, en todo ser humano, hay ora parte esencial que es el alma o espíritu, que hay que cuidar por igual.

Alimentar la parte física es muy importante, así como la intelectual; pero no debemos contentarnos con estas dos, con todo lo que cada una requiere; sino que debemos enfatizar, y no poco, la parte espiritual. Ahora bien, ¿cómo se alimenta el alma? ¿Sabemos que el pan sacia el hambre, los libros son alimento para nuestra mente; pero ¿y el alma? ¿Cómo la alimentamos? Jesús, cuando se encontró ante una gran tentación de tomar alimento, que necesitaba, por la insinuación del mismo diablo, le respondió con una gran frase: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Esto es una gran verdad que muchas personas han descubierto, y después de haber satisfecho sus necesidades físicas, y han visto que ésas no satisfacían su vida. San Agustín decía: “Señor nos hiciste para ti, e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en ti”. El salmista decía, también: “En Dios solamente está acallada mi alma”, y Jesús nos dijo: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar”. Creo que no necesito argumentar más, sobre esto, para saber que necesitamos a Dios, y su Palabra, en nuestros corazones para satisfacerlo. Ni el dinero ni la sabiduría dan alimento para el alma. ¡Cuántos sabios se han lamentado de no poder creer! Les faltaba algo.

Como podéis deducir, fácilmente, hoy quiero enfatizar la necesidad de conocer la Palabra de Dios y enseñarla a nuestros hijos y nietos y a aquellos que podamos influenciar, para que tenga principios por los que guiarse. Los judíos deban mucha importancia a los Escritos Sagrados y los utilizaban en la educación de sus hijos e, incluso el primer día que un niño judío iba al colegio, lamía, literalmente, las tablillas que contenían las Palabras Sagradas, que habían sido untadas, previamente, con miel para que saboreara el dulzor de la Palabra de Dios. En Deuteronomio 1:18.20 se lee: “Pondréis mis palabras en vuestro corazón”, como un mandamiento a tener en cuenta. Si la Palabra de Dios está en nuestro corazón, toda nuestra vida estará impregnada de esta influencia.

El salmista había vivido muchas experiencias y nos dice que, “la Palabra de Dios era: lámpara a sus pies y lumbrera a su camino”, ¿Cuánta dirección se necesita para vivir una vida dignamente? Sin duda alguna, no hay otra más excelsa que la Palabra de Dios. ¿Cuántas preguntas e inquietudes, en la juventud, pueden encontrar respuesta en la Palaba de Dios? El apóstol Pablo dice en Colosenses 3:16: “la Palabra de Cristo more en abundancia en vuestros corazones”. More, o sea, viva en el corazón. El apóstol enfatiza que la idea del lugar donde morar la Palabra de Dios: el corazón. ¿Y cómo sucede esto si esa Palabra es poco o nada conocida? Yo creo, firmemente, que nos “falta Biblia” en nuestras vidas, en nuestras iglesias, y en nuestros hogares. Si no se tiene principios fuertes, que se basen en la Palabra de Dios, nuestros niños, jóvenes y adultos caerán, fácilmente, ante cualquier doctrina o teoría que se les presente. Pensemos que la Sociedad está bombardeando, por todas partes, en contra de la fe y la moral cristianas, y deber nuestro es observar para ver los peligros y evitarlos poniendo remedio.

Volvamos, otra vez, al versículo que mencionamos anteriormente: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palaba que sale de la boca de Dios”, y esto lo dijo Jesús a Satanás basándose en las Escrituras: “Escrito está”, fue el arma que Jesús usó, contra el mismo diablo, por tres veces. Hablamos de aquello de lo que nuestro corazón está lleno. Se es de lo que come, lo que se piensa y lo que lee. Jesús conocía las Escrituras y por eso las pudo usar. Si queremos que los nuestros utilicen las Escrituras para vencer en sus dificultades, no dudemos en alimentarlos, cada día, de la Palabra de Dios.

Hay quien es capaz de trabajar hasta 18 horas al día para dar a los suyos todo lo que comprarse con dinero, y sin embargo, nosotras que tenemos a nuestra disposición la Palabra de Dios, muchas veces no le damos importancia que ésta tiene, y no la enseñamos a los nuestros por falta de tiempo. Dios estaría con nosotras y su presencia nos ayudaría en los momentos difíciles, pues Él dijo también: “no te dejaré ni te desampararé” (Heb.13:5)

¿Cuándo hay que empezar a enseñar a esta Palabra de Dios a nuestros hijos? Yo pienso que desde el momento en que tenemos a nuestros hijos en nuestras manos. Con nuestros himnos, como decía Lutero, les hablamos de Dios; cuando son mayorcitos leyéndoles los Evangelios, también les estamos hablando de Dios. Pensemos que el niño, cuando nace, su mente y su alma son como una “tabla rasa”, como decía los filósofos en la antigüedad y esa mente y ese corazón se van llenado de lo que nosotras ponemos en ellos. Lo que nosotras escribamos en sus almas y en sus corazones, será lo que podrá leer más tarde; y el vacío que nosotras no llenamos lo ocuparán otros, y, con toda seguridad, el contenido no será tan bueno.

Una organización muy poderosa tiene una norma que dice: “déjame a un niño hasta los cinco años, y yo te garantizo que será lo que yo quiero el día de mañana”. Y en la Biblia leemos en Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su carrera y aun cuando fuere viejo no se apartará de ella”. Todo esto nos debería bastar para darnos cuenta de la “materia prima” que tenemos con nuestros niños, para no dejar pasar esos años preciosos de la infancia, sin darles el alimento espiritual que necesitan.

¿Estamos alimentando bien a los nuestros con la Palabra de Dios, o somos deficientes en esto, dejando que otros asuntos ocupen el lugar que le es debido a Dios y a su Palabra? No desperdiciemos el tiempo y demos cada día una porción de la Biblia en nuestro hogar para que las palabras del salmista “en mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11) sean una realidad en nosotras.

(Ref. Revista: “Nosotras” * 2004)

 

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