TERAPÉUTICA DE LA DEPRESIÓN

Juan Bta. García Serna

Rescato y publico este artículo, el cual es la continuación del último que subí al Blog, y que deseo que sea de mucha ayuda a todo lector, y proporcione una reflexión a la salida de la amenaza de una vida deprimida, de la cual tanto cristianos como los que no lo sean puedan reconsiderar este material, que la Biblia nos presenta haciendo referencia concreta al caso de Elías.

Carlos de la Vega

“La Psicología médica y la Psiquiatría, que se ocupan de las alteraciones del pensamiento, de las emociones, de los sentimientos y de la conducta general de las personas afectadas por problemas psíquicos, tienen sus formas propias para tratar y curar las depresiones. Pero aquí nos interesa la terapéutica divina, los remedios que dictó Dios a las crisis internas de Elías. Esta terapéutica puede concretarse en seis puntos, cuyo contenido puede ser ampliado por aquellos a quienes interese el tema.

Primero, la alimentación: “Un ángel, le tocó, y le dijo: Levántate, como. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una tora cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse” (19:6) El doctor J. P. Amiel, médico francés especializado en medicina del trabajo, dice que muchas depresiones tienen como causa las anomalías alimenticias. Exceso de comidas en unos casos, regímenes adelgazantes en otros, o desnutrición como consecuencia de una alimentación deficiente, Dios sabía esto antes que el doctor Amiel. Por ello aconseja al profeta deprimido que cobre fuerzas mediante la comida y la bebida.

Segundo, el descanso; “Comió, bebió y volvió a dormirse” (19:6) El sueño fue una auténtica cura para Elías y debe serlo para los cristianos que se sientan deprimidos. En la cama se olvidan muchas preocupaciones y las cosas se ven distintas tras un buen descanso nocturno, sin tranquilizantes ni relajantes farmacéuticos. El profesor Péquignot, eminente gerontólogo, afirma que “cuando se conoce la importancia del sueño para el equilibrio fisiológico del ser humano, es imposible pasar por algo esta observación”.

Tercero los ánimos. Darle ánimos a una persona deprimida supone alentarla, infundirle valor, ayudarla a salir de su postración. Esto fue lo que hizo Dios con Elías: “Volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, le tocó, diciéndole: Levántate y come, porque largo camino te resta” (19:7). Así obra el divino psiquiatra. No le recrimina por su huida; no le increpa por su estado de desesperación. A una persona hundida no se la puede hundir más. Lo que Dios hace es darle ánimos. Come. Bebe. Duerme. Reemprende la vida, porque el camino es aún largo. ¿Lo comprendes, tú que te deprimes fácilmente? ¿Captas la lección, tú que estas puesto para dar ánimos a los deprimidos?

Cuatro, el sentido de la vida. Respuesta del cansancio, Elías emprende el camino hacia el monte Horeb. Anda durante cuarenta días y cuarenta noches, en etapas cortas, caminando de noche y descansando de día. Llegando a su destino, Elías se refugia en una cueva, para descansar de su largo viaje. Allí le llega de nuevo palabra de Dios, que le pregunta: “¿Qué haces aquí, Elías?” (19:9) La misma pregunta se repite poco después. A la persona deprimida hay que preguntarle por el sentido de la vida, de su vida. Quienes sufren depresiones creen que su existencia carece de sentido, que la vida ha perdido su importancia. Y no es así. Pasa que ellos lo ven todo a través de la negrura de su propia depresión. En opinión del doctor Juan Rof Carballo, cuando se pierde el horizonte de la trascendencia de la vida humana, las repercusiones en la unidad psicofísica del hombre son inevitables. De ahí la necesidad de despertar su sentido a la revalorización del a vida con la pregunta:“¿Qué haces aquí?”

Quinta, cultivo de la espiritualidad. Tras preguntar al profeta por el sentido de su presencia allí, Dios se le manifiesta de forma espectacular. Primero, un viento fuerte y poderoso; luego, un terremoto; más tarde un fuego. Con todo, Dios no estaba en el viento, ni en el terremoto, ni en el fuego. Dios estaba en “un silbido apacible y delicado” que siguió a este desencadenamiento de las fuerzas naturales (19:11-14). Era justo lo que necesitaba Elías. Por regla general, las personas deprimidas proceden de ambientes cargados, ruidosos, que producen alteraciones cerebrales y conducen alteraciones de “stress”. Nada más eficaz para estas personas que el cultivo de una espiritualidad serena, íntima, dulce. Esto mata el espíritu de depresión e inunda el ser con la presencia de Dios. No hay en todo el mundo tratamiento médico para la cura de las depresiones que no sea más eficaz que el aplicado aquí por Dios a Elías.

Sexto, nuevas metas. Finalmente, cuando le hubo hablado de aquella manera tan íntima. Dios renueva su confianza en el profeta Elías, señalándole nuevas metas y encomendándole tres cometidos específicos: Unción de Jazael como rey de Israel y de Eliseo para que fuera profeta en su lugar (19:15-18) Las lecciones de este texto son tantas y tan hermosas, que el alma creyente percibe la caricia de la aurora. La fidelidad de Dios no mengua ante situaciones extremas. Al hombre que acaba su atravesar por un período de depresión violenta, Dios lo rescata del abismo de su impotencia, lo restituye al ministerio profético y le señala nuevas metas. ¡Esto es altamente consolador y reconfortante para el cristiano!  Saber que en nuestras caídas y humillaciones la mano de Dios continúa sosteniéndonos. A pesar de nuestras claudicaciones y de nuestros hundimientos en el pozo de la depresión, el corazón de Dios continúa amándonos. No sólo esto, sino que además sigue utilizando nuestros dones, revitaliza nuestro ánimo decaído, confía em nuestra capacidad de servicio y nos encomienda nuevas tareas de alta responsabilidad.

De las depresiones de Elías podrían extraerse lecciones para componer muchas páginas de imprenta. Tal vez la más importante de todas sea ésta: Que Dios permite nuestra inmersión en las noches de la depresión, al borde mismo de la oscuridad de la fe, para rescatarnos fortalecidos por la prueba con el corazón purificado, para elevarnos a cimas más altas en donde su luz nos envuelva con la claridad de día. En esta situación, su gloria es nuestro único anhelo”.

 

(Ref. Revista: “Restauración” * 1980)

 

 

 

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