¿CONVERSIÓN O PERDICIÓN?

Juan Bta. García Serna

Recopilo un sermón, resumido, del que fue un gran predicador de la palabra de Dios, el Sr. Spurgeon, que fue publicado en la Revista: “El Eco de la Verdad” * 1951. Sin duda que, será una aportación para todos aquellos que, de una manera u otra, enseñan las Sagradas Escrituras, “procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse., que usa bien la palabra de verdad”. ¡Una enseñanza del apóstol Pablo!

Por C.H. SPURGEON

En el Salmo 7, versículo 12, leemos: “Si no se convirtiere, Él afilará su espada”. El pronombre Él contiene en su seno el nombre Dios, por lo que, el texto nos lo presenta en actitud decidida pronto a castigar al hombre que no quiere convertirse, y al cual va a castigar por su iniquidad. Este es el valor del texto, en contraposición a la falsa idea que nuestra presente y perversas generación se esfuerza en afirmar de que Dios ha envainado su espada y en Su paciencia bondadosa está pronto para pasar por alto el pecado, pero según la Biblia es una idea equivocada. 

El DIOS JUSTO

El grito de nuestro tiempo es que Él es Amor, pero esto es verdad sin dejar de serlo, asimismo, que Él es justo, inflexiblemente justo. No sería Dios si no lo fuese, ni amor si no fuese, primeramente, justicia, puesto que el castigo de los perversos es indispensable para poder mostrar su misericordia hacia los que, dejando su perversidad, acuden a Él en demanda de la misma, en contraste con los primeros. “Los perversos serán castigados en el Infierno y todos los que olvidan a Dios” es también un texto bíblico, como igualmente este otro: “Dios está airado contra los malos cada día”, y muchos otros textos. Es, precisamente, por la perversidad reinante hoy, que los hombres niegan el Infierno, y es por razón de su hipocresía que fingen no temerlo. ¡Ay del predicador que predicando del Amor de Dios deja a un lado Su Justicia faltando a su deber, predicando la Verdad a su propio gusto y al de su auditorio, olvidando que son llamados a testificar de la Revelación de Dios tal y como nos ha sido entregada por Su Santo Espíritu! Yo temo que, en muchos casos, la doctrina del castigo eterno es dejada de lado, y burlada como una fantasía y quimera mental. Sin embargo, el día vendrá cuando la realidad se impondrá inexorablemente. La generación de los días de Noé se burló de su amonestación, burlándose del “viejo loco”. Pero ¡ay! Cuando sintió en su pecho el dardo mortal, o cuando las aguas del diluvio subían amenazadoras, unos y oros creyeron ser verdad la profecía, cuando no había ya camino de escape. Así es, también, con nosotros en los días presentes, y así será para siempre. No, nos pidáis, pues, que, disimulando el mal que llega, prediquemos un Evangelio sin un juicio para los que le rechacen. Jesús dijo con toda claridad: “Si no se arrepintieren, todos perecerán”.

EL ARREPENTIMIENTO

El significado del mismo es, primeramente, que nuestra conversión debe ser real y efectiva, no aparente, en lo más real de nuestro ser y vida. Acaso algunos alegarán: “Si; yo me vuelvo hacia Dios, y desde este día no desearé pecar más, y viviré procurando andar en santidad. Mis pasiones serán abandonadas por mí, mis pecados aventados lejos, y de todo corazón yo obedeceré la voz de Dios”. Yo os aseguro que no todo consistirá en verter vuestros ojos una lágrima o dos, que al día siguiente se habrán secado ya, olvidando nuestra decisión momentánea. No es vuestra promesa de arrepentimiento, ni vuestra solemne resolución, o vuestras lágrimas lo que podrán salvaros. No es la emoción de un momento sentida en vuestro corazón, lo que puede ser estimado como “conversión” o vuelta a Dios, puesto que, si decís que os sentís tristes por vuestro pecado, pero seguís pecando, vuestro arrepentimiento es vuestro pecado mayor en realidad, haciendo vuestra perdición más segura, ya que, el que promete a su Hacedor algo, que luego no le paga, ha pecado terriblemente por intentar engañar al Todopoderoso, mintiendo a Dios, a su propio Creador. El arrepentimiento verdadero, para ser evangélico, y por consiguiente bíblico, debe afectar, real y profundamente a la vida entera, y manifestarse como tal en toda conducta de vida espiritual. 

LA CONVERSIÓN INMEDIATA

Esto significa la enseñanza del texto, pues se refiere a un inmediato arrepentimiento. Si decís que os arrepentiréis cuando os sintáis a la muerte y entonces cambiaréis vuestro camino, decís una tontería sin valor alguno. No os engañéis. Pocos han cambiado al fin de una larga vida de pecado. El Dios de los Cielos, dirigiéndose a los pecadores les dice: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón”. Cuando de veras el Espíritu Santo redarguye al hombre de pecado, éste no deja para mañana su arrepentimiento. Los rabinos judíos decían: “Cada hombre debe arrepentirse un día antes de su muerte; y cono sea que puede mañana, procure volver de sus malos caminos hoy”.  Además, debe ser nuestra conversión, del Corazón. No será, por lo tanto, el acto de verter unas lágrimas falsas, o mostrar una aparente tristeza por el pecado mientras el corazón ríe escondido; ni cerrar todas las ventanas apagando todas las luces en señal de luto; sino, el apagar cada lámpara de fiesta en el corazón en señal de pena en el alma.  Un hombre puede renunciar a cada pecado exteriormente, sin arrepentimiento interiormente, y el verdadero arrepentimiento es un cambio de frente no solamente en el corazón, sino que, también, en la vida, un darse el alma a Dios para siempre, renunciando a cada pecado del corazón de la vida. Al no ser así, será una mera fantasía mental, sin que el “hombre viejo” haya muerto, siendo la criatura “hecha nueva” por el "nuevo nacimiento". 

¡CONVERSIÓN LEGAL O CONVERSIÓN EVANGÉLICA?

Hay una gran distancia entre ambas. La primera es, sencillamente, miedo a la condenación. La segunda, temor a la causa que nos condena, es decir, al Pecado. Estos dos distintos sentimientos nos marcan o señalan qué sea la verdad real. Cuando un hombre se arrepiente por el don de la gracia del Espíritu Santo, la cual obra en él, no se arrepiente del castigo que ha de seguir a su culpa, sino de la culpa que ha de motivarlo. Este es el arrepentimiento que nos lleva a la salvación, sin el cual, “todos pereceréis igualmente”. Es necesario sentir profundamente que nuestro pecado es merecedor del justo castigo de Dios, confesándolo con verdadera humillación de espíritu, confiando solamente en la “sangre de Cristo que limpia nuestro pecado”, y sólo en esta sangre, sin ningún mérito propio nuestro. Con frecuencia hemos, al predicar, de usar de ideas claras. No es posible imaginar a un Dios justo en la Biblia, que puede dejar pasar al pecado en nosotros sin castigarlo. Nadie puede en un buen rey, sin la aplicación de justicia.

LA CONVERSIÓN PERPETÚA

La conversión debe ser para siempre, no por un tiempo. No será volver a Dios hoy para dejarle mañana, pues, ni pensar que ganaremos en un mes de fidelidad a su Palabra como prueba de ser convertidos. En cambio, que Él debe obrar en nosotros no será transitorio ni superficial, no el corte por encima del tumor, ni el limpiar el polvo exterior de un día, sino el atacar a la raíz del mal y el limpiar de la suciedad y su causa en lo más hondo de nuestro yo. En los tiempos antiguos, cuando los reyes ricos y generosos visitaban una de las ciudades de su Reino, hacían manar sus fuentes con leche y vino; pero, después, volvían a verter solamente agua, una vez partido el monarca. Así, también, vosotros, podéis ir a vuestras casas hoy, saliendo de este templo, y pretender orar, podéis hoy sentiros serios, solemnes, ser mañana honrados, veraces, honestos, pasado mañana devotos, pero si después, como dicen las Escrituras: “el perro vuelve a su vómito y como la puerca lavada a revolcarse en la suciedad”, vuestro arrepentimiento no os servirá de nada, sino para hundiros más profundamente en el Infierno, por haber rechazado la Gracia divina que se os ha ofrecido para la salvación eterna, y que de manera deliberada, la habéis rechazado.

LA DIVINA PRUEBA

Suponer que no hay castigo para el pecado y que el hombre puede ser salvo sin arrepentimiento, es negar toda la Sagrada Escritura. ¿Serán nada todos los recuerdos de la Historia Sagrada guardados en la Biblia? ¿No sería que Dios hubiese cambiado totalmente, si Él, al presente, no castigase ya el pecado como lo hizo ayer? ¿Será posible que el que desterró a nuestros primeros padres por una sola desobediencia, o condenó a los antediluvianos, o dio el castigo merecido a los habitantes de Sodoma y Gomorra, dejará sin castigo a todo pueblo, nación, tribu, e inclusive individuos que rechacen a Dios? Además, este mundo no es la celda, en especial, del castigo donde Dios nos disciplina, que el verdadero castigo está en el otro mundo, en la eterna, de separación de Dios. ¿Acaso diréis: “yo no puedo creer que Dios quiera castigar el pecado”?  ¿Qué dice la Biblia? Habla de un lugar, denominado: Infierno, “donde el gusano no muere ni el fuego no se apaga”. ¿Pensáis que es algo metafórico? “Él es poderoso para echar vuestro cuerpo y vuestra alma en el Infierno”. “Cuerpo y alma”, y es Cristo Jesús mismo quien lo dice al referirse al tormento eterno de los nos salvos: “Y los unos Irán al castigo eterno, preparado para el diablo y los que le siguen”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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