UNA REFLEXIÓN BÍBLICA

Juan Bta. García Serna

Introducción.

Quiero explicar, aunque que sea escueto, cada una de las palabras que el apóstol Pablo expresa en su doxología al final de su segunda epístola a los Corintios, capítulo trece y versículo once. Cada una de las expresiones paulinas tienen un contenido aplicativo a la vida cristiana en su texto y contexto bíblico. El apóstol Pablo habla de estas cualidades en pluralidad.

“Por lo demás, hermanos, tened gozo”, una expresión que se reitera en otras partes de las Sagradas Escrituras, y que indica que tal “gozo” no está en las circunstancias adversas, sino en la “esperanza” del absoluto control de Dios sobre cualquier situación de angustia que venga a nuestra vida: “Estad siempre gozosos” (1ªTs.5:16) Aunque parezca algo contradictorio no lo es: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil.4:4). La clave está en la expresión: “regocijaos en el Señor”, y no en los males que nos hacen sufrir. Dice la Sagrada Escritura: “Y tomó (Jesús) consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse” (Mr.14:33)

Cuando el apóstol Pablo habla en cuanto al “gozo” está refiriéndose a los cristianos al llamarles: “Hermanos”, en cambio, el patriarca Job habla del mismo tema, pero hace alusión a los incrédulos: “¿No sabéis esto, que así fue siempre, desde el tiempo que fue puesto el hombre sobre la tierra, que la alegría de los malos es breve, y el gozo del impío por un momento?” (Job.20: 4 y 5). Sin lugar a dudas, hay un gozo de estabilidad en el creyente y, otro muy distinto, de brevedad en el incrédulo. Precisaré, cuál es la fuente del gozo.

Jesús, en su oración de intercesión, ante el Padre, dijo: “Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos” (Jn.17:13). “Mas el fruto del Espíritu es gozo” (Gál.5:22). “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom.14:17). “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom.15:13). “Por heredad he tomado tus testimonios para siempre, porque son el gozo de mi corazón” (Sal.119:111). “Porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Neh.8:10) “En tu presencia hay plenitud de gozo. Delicias a tu diestra para siempre” (Sal.16:11). Aun en situaciones de tribulación, el apóstol Pablo, dijo: “Sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones” (2ªCor.7:4) Según estos textos de la Biblia señalados, cada creyente puede echar mano de la palabra de Dios, y así, entrar en el auténtico gozo.

“Perfeccionaos”.

Un cristiano debe aspirar a un progreso de perfección espiritual; “vamos adelante a la perfección” (Heb.6:1), así que, los cristianos debemos crecer y pasar de la infancia a la madurez, de lo contrario seríamos: “niños en Cristo, os di a beber leche, y no vianda” (1ªCor.3:1-2); “porque el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez” (Heb.5:14). Si uno ha de alcanzar la madurez espiritual, entonces, inevitablemente necesita ir progresivamente “limpiándose de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2ª Cor.7:1), y así, alcanzar un estado ideal de integridad, por medio de una vida santificada, “seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb.12:14). La claridad de este texto sagrado es contundente; no será posible tener comunión con Dios si está ausente la santificación.

Una perfección absoluta es inalcanzable, así lo expresó el apóstol Pablo: “no que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logró asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás , y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”  (Fil.3:12-14) ¿Hay en nosotros este sentir de seguir “adelante a la perfección”, hacia la madurez espiritual? Según nuestro pensamiento, así hacemos: “porque cual es su pensamiento en su corazón tal es él” (Prov.23:7). ¿Y dónde ubicar todo pensamiento?; en toda positividad santificada, así lo expresa el apóstol Pablo: “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil.4:8) ¿Hacia dónde encaminamos nuestros pensamientos?

La naturaleza adámica es innegable, por ello, “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1ªJn.1:8), no obstante, Dios promete perdón, previa confesión de pecados: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1ªJn.1:9). Un cristiano tiene todo aquello que contribuye a su perfeccionamiento espiritual (Ef.6:10 al 18). Y la paciencia es un medio de progresiva perfección:  “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis prefectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Stg.1:4) ¿Quién nos perfecciona? Así dice el apóstol Pedro: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1ªPed.5:10), por ello, no es obra nuestra, sino de Dios.  Sin un perfeccionamiento en la vida espiritual no seremos “canales” de edificación. Y el testimonio al exterior en la evangelización “carecerá” de poder espiritual ante los no convertidos. Y también, “escaseará” la comunión que debemos tener con Dios.

“Consolaos”, una acción de valor incalculable, pero, quién puede llevar a acabo esta labor de consolar, ya que el patriarca Job tuvo una experiencia negativa, de sus "pretendidos" consoladores, y así lo compartió: “Muchas veces he oído cosas como estas; consoladores molestos sois todos vosotros. ¿Tendrán fin las palabras vacías? ¿O que te anima a responder?” (Job.16:2 y 3). Uno puede ser un consolador ineficaz si carece de la experiencia previa de haber sido consolado, y realmente, ¿de dónde proviene el verdadero consuelo? Pablo, el apóstol lo dijo: “El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2ª Cor.1:3 y 4) Dios dijo al profeta Isaías, para que lo trasmitiese al pueblo de Israel: “Yo, yo soy vuestro consolador” (Is.51:12). Jesús dijo a sus discípulos: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Jn.14:16). Dios también utiliza a los cristianos para que ejerzan consolación, ¿eres tú uno de ellos?  “Por ello, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por medio de vuestra fe” (1ª Ts.3:7)

“Sed de un mismo sentir”, Pablo, el apóstol, reitera esta enseñanza en otros textos bíblicos: “Sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1ª Ped.3:8) “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimado cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil.2:2 al 4). Un mismo sentir se observa en los primeros cristianos: “Todos los que había creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas” (Hch.2:44), y mantenían la enseñanza bíblica: “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles”, y llevaban a cabo la vida eclesial: “En la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch.2:42). Hoy hay diversidad de posturas denominacionales, y cada una de ellas cree estar en lo cierto, pero la certeza está en lo que enseña la Biblia: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” (1ª Ped.4:11)

“Y vivid en paz”, Pablo, el apóstol, señala una de las condiciones para vivir en paz con otros: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Rom.12:18). Quizás haya ocasiones en que no dependa de nosotros, pero que, sin duda, otras veces sí. Y el no buscar la paz con los demás estaríamos incurriendo en pecado. ¿Cómo obtener paz para uno mismo? Pablo, el apóstol, dice: “El ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Rom.8:6). Jesús dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Jn.14:27). Pablo, el apóstol, señala la procedencia de la paz: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil.4:7). Según estos textos bíblicos, la paz es de origen divino; pero debe haber una actitud: “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela” (Sal.34:14) ¿Qué dijo Dios al profeta Isaías? “No hay paz para los malos, dijo Jehová” (Is.48:22)

“Y el Dios de paz y de amor estará con vosotros”, lo que señala Pablo, el apóstol, es que, si uno atiende a la enseñanza que él ha dicho, entonces, uno experimentará la paz y el amor de Dios. La presencia de Dios no es algo ilusorio, sino real, no deberíamos hablar de esta realidad, en forma teórica, sino práctica. A través de las Sagradas Escrituras: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb.1:1 y 2) En la Era Apostólica Dios se manifestó con señales, prodigios y milagros, y cambiando muchas vidas, tanto del pueblo religioso judío como del pueblo pagano de los gentiles.  Lo más valioso en la vida de un cristiano es saber y experimentar “la paz y el amor de Dios”.

 

 



















 

 

 

 

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