LA POSESIÓN DEMONIACA ¿MITO, ENFERMEDAD O REALIDAD?

Pablo MARTÍNEZ

Dr. en Psiquiatría

“Edificación Cristiana”. 1983

El escritor inglés C. S. Lewis escribe: “Hay dos errores idénticos y opuestos en los que pueden incurrir nuestra raza respecto a los demonios. Uno es el de no creer en su existencia, el otro es creer, pero con un sentimiento enfermizo, casi neurótico, de aprensión. Los demonios se sienten igualmente complacidos en ambos errores”. Por desgracia estos dos grupos de personas, los que con arrogancia y autosuficiencia desprecian como superstición todo lo que tiene que ver con lo diabólico, y – por otro lado- los que viven atormentados por sentimientos casi neuróticos y ven demonios por todas partes, estos dos grupos ven adquiriendo adeptos con gran rapidez en nuestros días. ¡El diablo debe frotarse las manos de alegría! De ahí la gran actualidad del tema. En este artículo vamos a desgranar el título que lo encabeza: la posesión demoniaca, ¿es un mito?, ¿es únicamente enfermedad psíquica?, ¿o puede haber algo de realidad?

1.   MITO

La idea de que la personalidad humana puede estar dominada por demonios es ampliamente rechazada por la cultura occidental en nuestros días. Y no sólo en concepto de posesión demoniaca, sino la idea misma del diablo es considerada una superstición, una leyenda. Cuando uno afirma creer en los demonios le miran con una cara mitad de sorpresa mitad de compasión: “¡pobrecito! ¡qué ingenuidad tan encantadora!”. Pero esta actitud, en el fondo, no es tan sorprendente. Si hace unos años se proclamó la muerte de Dios, ¿Cómo vamos a continuar creyendo todavía en el demonio? Vivimos inmersos en un contexto social que razona aproximadamente en los siguientes términos: El único camino para llegar a la verdad es el camino científico. En la Edad Media o incluso en el siglo XIX era “normal” ver brujas y demonios por todas partes. Pero este pensamiento mágico, religioso, primitivo ha progresado con el avance intelectual del hombre y ha sido sustituido por un pensamiento racional, lógico, más maduro. Creer en milagros hoy en día, incluyendo el exorcismo, es una señal de primitivismo intelectual, de superstición.

No es este el momento ni el lugar de hacer una apologética de este tipo de razonamiento. Baste decir que creer en una sola categoría de pensamiento, única, que ha evolucionado de manera vertical desde una forma mágica y religiosa hasta una dimensión científica y moderna es dar muestras de un reduccionismo histórico muy pobre. Además, ¿por qué atacar lo religioso para convertir el objetivismo científico en una nueva religión?. Quizá lo más llamativo es que esta forma de pensar ha influido en el campo de la teología y por consiguiente nos afecta a nosotros como cristianos. Algunos teólogos, supuestamente cristianos, niegan la existencia del diablo. Los milagros, incluyendo los exorcismos, no fueron hechos históricos reales sino alegorías, es decir, relatos simbólicos de los que nosotros “podemos aprender mucho”, pero que no tuvieron lugar en la realidad. Esta es, por ejemplo, la teoría de David Strauss, la teoría del símbolo: “lo importante de los milagros de exorcismo en el Nuevo Testamento es que simbolizan el triunfo de Cristo sobre el mal”, Se rechaza su autenticidad histórica.

No podemos aquí tampoco entrar en disquisiciones teológicas y hermenéuticas. Nos limitaremos a mencionar las palabras textuales de Lucas: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtela por orden, para que conozcas bien la verdad de las cosas” (Lc.1:1-4) Quien escribe esto no era un lerdo ignorante, sino un médico formado en la prestigiosa escuela greco-romana. Podemos aceptar o rechazar sus palabras. Pero lo que no podemos hacer es pasar por alto la rigurosidad histórica que Lucas pretende dar a sus escritos. Podríamos analizar otros pasajes (II Pedro 1:16; I Juan 1:3) donde explícitamente se nos reitera la misma idea: el evangelio no se basa en fábulas artificiosas y en supersticiones.

Otra teoría para explicar, desde el campo de la teología, los milagros de exorcismo, es la llamada teoría de la adaptación. “El Señor ya sabía que aquellos enfermos no eran endemoniados, desde luego que lo sabía, pero Jesús tenía que adaptarse a las creencias populares de su tiempo, a la gente ignorante y supersticiosa”. La idea, por tanto, es que Jesús respetó las creencias de su tiempo aun a sabiendas de que eran falsas. ¿Qué podemos responder a esto? En primer lugar, si examinamos cuidadosamente los diversos milagros de Jesús, vemos que no toda enfermedad Jesús la atribuye a la posesión demoniaca. El Señor discernió entre un grupo de enfermedades, para cuya sanidad se emplea un verbo, y la posesión demoniaca para la que se emplea otro verbo distinto. Las curaciones no están metidas todas dentro de un mismo saco. Por ejemplo, en Mateo 8:16, 17 encontramos dos palabras y dos verbos distintos: “Echó fuera muchos demonios”. Y “Sanó a todos los enfermos”. La misma idea encontramos en Marcos 1:32-34 y otros pasajes. Jesús sabía discernir claramente entre lo que era una enfermedad y lo que era una posesión demoniaca hasta el punto que sus métodos terapéuticos eran distintos.

En segundo lugar, si Jesús lo que quería era adaptarse a las multitudes ignorantes y supersticiosas, ¿por qué entonces en la instrucción privada a sus discípulos les habla de exorcismo y de posesión demoniaca? En un ambiente secreto y privado Jesús podía decirles perfectamente a sus apóstoles: “Yo he hablado de demonios ante esta gente porque son ignorantes, pro a vosotros os tengo que decir la verdad porque seréis los que me vais a suceder”. En cambio, no leemos esto. En Mateo 17:19-21 no vemos ninguna insinuación por parte de Jesús de que sus exorcismos fuesen mentira y de que tuviera que adaptarse a las creencias populares de su tiempo. ¿Qué necesidad tenía Jesús de guardar el secreto con sus apóstoles? Y el tercer argumento que podemos dar a la teoría de la adaptación es el siguiente: si Jesús no quería defraudar al pueblo en sus creencias en este punto tan importante de la posesión demoniaca, ¿Por qué entonces censuró la superstición en detalles de mucho menor importancia? (Mt.23:5, 16-20). ¡O es que Jesús no sabía discernir entre las cosas realmente importantes y los detalles pequeños? En el pasaje mencionado, Jesús critica francamente formas mucho menores de superstición. Si Jesús lo que quería era no defraudar al pueblo en sus creencias, ¿por que salen de su boca estas palabras?

No pretendemos con estos breves argumentos convencer desde un punto de vista meramente intelectual. Estoy persuadido que, si algún tipo de convicción debe haber para los escépticos en este campo del exorcismo, no es tanto una convicción racional sino una convicción global de la persona de Jesús en todas sus dimensiones. Creer el evangelio y todo lo que su mensaje implica va mucho más allá de una mera aceptación de premisas lógico- racionalistas. Implica, en último término, humildad, despojarse de la arrogancia, de ese dios que cada uno llevamos dentro. Para concluir este primer punto, me gustaría citar a un experto en tema de milagros y exorcismo. Leslie Weatherhead: “Pues de bastantes observaciones personales en Oriente, de conversaciones con expertos sobre el tema y después de treinta años de estudios exhaustivos, por lo menos he llegado a una conclusión: que el asunto no se puede tratar ligeramente, no se pued3 ser frívolo ni simplista”.

2. ENFERMEDAD PSIQUICA

Esta es la segunda de nuestras opciones: ¿es la posesión demoniaca únicamente una forma de patología psiquiátrica?

También aquí existen dos extremos igualmente contrapuestos y equivocados, En un lado del péndulo están los que sistemáticas niegan la posibilidad de la enfermedad psíquica. Y cuando un creyente está “mal de los nervios” lo atribuyen al demonio. Esto ocurre en determinados círculos cristianos supere -espiritualistas. Llegan incluso al extremo de afirmar que problemas de carácter o neuróticos, estados de depresión o de ansiedad, problemas en la relación padres e hijos, etc., se deben a que “tienes el demonio dentro”. Es muy serio, extraordinariamente serio, atreverse a afirmar que cuando uno tiene problemas emocionarles indefectiblemente se trata de problemas demoniacos, No podemos imaginar el daño, a veces irreversible, que se puede causar a un creyente con problemas emocionales cuando se le acusa de estar endemoniado y se organizan apresuradas sesiones de exorcismo para “curarle”. Lejos de sacarle el demonio lo que posiblemente están haciendo es abrirle la puerta al diablo mismo p ara trabajar a sus anchas en el fértil campo de la frustración, la duda y la crisis. No son ocas las personas que he visto en mi consulta atormentadas, rotas interiormente por la ignorancia y la estulticia de hermanos que ven demonios por todas partes y hacen exorcismo. ¿Cuándo llegaremos a entender que el ser humano es extraordinariamente complejo y que en materia de problemas emocionales hemos de andar con suma precaución? ¿De dónde proviene esa necesidad de pontificar y atribuir alegremente al diablo lo que en la mayor parte de casos nada tiene que ver con el diablo?

En el otro extremo, encontramos a los que niegan la posibilidad de que detrás de una enfermedad mental haya algo más de tipo espiritual o diabólico. Para este grupo, la posesión demoniaca no existe. Pueden ser casos de esquizofrenia, de epilepsia, de psicosis maníaca, incluso de histeria; pero no ha nada más. Esta postura, sin embargo, deja interrogantes muy importantes a la luz de los pasajes del Evangelio. En estos relatos encontramos detalles serios que no se explican en términos únicamente de enfermedad mental. Por ejemplo, cómo explicar el conocimiento sobrenatural que los endemoniados tenían de Jesús. Su visión de él era superior, incluso, a la d los apóstoles, ¿recordáis que estos no se dieron cuenta plenamente de la identidad de Jesús hasta después de su resurrección? Entonces les fueron abiertos los ojos totalmente. Sin embargo, los endemoniados conocían bien la identidad del Señor mucho antes de que Jesús lo anunciase y desde luego mucho antes de su muerte. En Marcos 3:11, justo al inicio del ministerio de Jesús, leemos: “Y los espíritus inmundos, al verle, se postraron delante de Él, y daban voces diciendo, Tú eres el Hijo de Dios”. ¿De dónde procedía este conocimiento? ¿Se puede explicar en términos que no sean sobrenaturales? En Marcos 5:6,7 encontramos algo parecido con el endemoniado gadareno: “Y clamando a gran voz dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?”.

Llegamos entonces a una pregunta clave; ¿Cuál es la relación entre posesión demoniaca y enfermedad psíquica? En nuestra opinión, el principio fundamental es este: la posesión demoniaca es en su base un problema espiritual, pero que tiene diversas formas de manifestarse, diversos síntomas entre los cuales hay manifestaciones psiquiátricas, neurológicas, etc. En este sentido, los síntomas que observamos en un supuesto endemoniado no son la causa sino una de las consecuencias – entre oras varias- de la posesión. El que no cree en la posesión demoniaca diría: “La enfermedad mental que tiene esta persona es lo que provoca supuestos signos de estar endemoniado”. Nosotros decimos: los signos de enfermedad mental los tiene porque está endemoniado. Esta es la gran diferencia. Tales síntomas pueden ser de varios tipos. En unos casos únicamente de tipo físico: mudos (Mt.9:32), ciegos y mudos (Mt.12:22), etc. En otros casos son evidentemente manifestaciones psíquicas. En Marcos 5:1-20 encontramos algunos detalles que nos hacen pensar en una enfermedad mental llamada psicosis maniaca. Pero, como veíamos antes, este relato no se puede explicar únicamente en términos psiquiátricos. En cualquier caso en este ejemplo del endemoniado gadareno, aunque negáremos la posesión demoniaca, es incontrovertible que nos hallamos ante un milagro; yo no he visto nunca a ningún psiquiatra curar una psicosis maniaca sencillamente con su palabra, porque se trata de una de las enfermedades psiquiátricas difíciles de curar. Por tanto, aceptemos o no que este muchacho estuviese endemoniado, lo irrefutable es que Jesús hace uso de un poder sobrenatural.

El tercer tipo de síntomas que produce son alteraciones netamente neurológicas. Tal es el caso que encontramos en Marcos 9:14-29 cuando le traen a Jesús un chico que sufría evidentes ataques de epilepsia dese niño: se revolcaba por el suelo, sacaba espuma por la boca, etc. Curiosamente a este caso Mateo no le malla endemoniado sino lunático. Me gustaría concluir este punto con una observación: aunque un día llegaremos a explicar por mecanismos psicológicos o médicos estos milagros de exorcismo, tales explicaciones sólo nos dirían algo del mecanismo, pero nada acerca de la causa última del proceso, y mucho menos nada acerca de la verdad o falsedad o este proceso. Una cosa es descubrir el mecanismo por el que se produce una enfermedad, la patogenia; otra cosa es descubrir la causa, la etiología.

3. CONCLUSIONES PRACTICAS.

Ahora bien, qué nos dice todo esto a nosotros hoy. ¿Cómo podemos considerarlo desde una perspectiva actual? Vamos, por tanto, a sacar algunas conclusiones de tipo práctico.

1. Pensamos que es poco frecuente una posesión demoniaca en el sentido clásico de la palabra en el mundo occidental en nuestros días. ¡Cuidado! No estamos negando la posibilidad de que exista. Si el diablo es el diablo, y creemos que sí, puede provocas posesiones tanto ahora como hace veinte siglos. Pero tengamos lo que un autor evangélico llama “escepticismo reverente”. Porque, como veíamos antes, practicar exorcismo de manera indiscriminada, alegremente puede tener consecuencias psicológicas y espirituales irreversibles. Por el contrario, y según testimonio de bastantes misioneros, con relativa frecuencia en aquellos lugares donde la iglesia cristiana es más joven, concretamente en África y en determinados lugares de Asia. Los que viven y trabajan allí dan testimonio de casos clásicos de posesión.

2. El diablo es un ser sumamente inteligente y cambia su estrategia de acuerdo con la evolución de los tiempos con una sola meta: tener éxito. En este sentido permitidme una adaptación del pasaje de Mateo 12:43-45 donde leemos: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, dice: volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla ocupada, barrida y adornada. Entonces va y vuelve con siete espíritus peores que él”. El diablo ha cambiado las formas externas y ha vuelto con siete espíritus nuevos mucho más sutiles y refinados que el anterior. “Y no es maravilla, no es sorprendente porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (II Cor.11:14)

Las torturas más atroces que ha conocido la humanidad en los campos de concentración nazi, los genocidios, la utilización de armas químicas y biológicas en guerras muy recientes, el empleo de tratamientos psiquiátricos como forma de hacer sumisos a los disidentes, ¿no son todo esto formas nuevas y más sutiles de influencia demoniaca? Las formas externas pueden haber cambiado, pero la posesión demoniaca existe en nuestros días. Durante la Segunda Guerra Mundial sesenta millones de muertos, ¿es posible explicar esta cifra escalofriante, el origen de esta guerra, la ideología que había detrás, en términos humanos o intrahistóricos? Y una última observación para los que somos de Cristo: ¿es que estamos todos expuestos a la posesión demoniaca? Si somos creyentes y el Espíritu mora dentro de nosotros, la casa está ocupada. El diablo nos puede asediar y probar, pero no poseer. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan10:27-29). Ante esta promesa la pregunta clave es, ¿estoy yo en el rebaño? Si eres hijo de Dios, alguien infinitamente más poderoso que el diablo está contigo. “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros” (Romanos 16:20)

 

                                                                                                            (Tomado de “ANDAMIO”)

 

 

 

 

 

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