¿EXISTIRÁ EL INFIERNO?
Pedro PUIGVERT
“Edificación Cristiana” – Año 1999
La doctrina del infierno en el N.T.
Lejos de ser una doctrina extraña, el Nuevo Testamente
insiste ampliamente en ella, aunque justo es decirlo, hay más referencia al
estado final de los salvados que al de los condenados. Empezando por Juan el
Bautista, siguiendo por Jesús y terminado por los apóstoles, en sus páginas no
hay duda alguna de la existencia del infierno como un lugar destinado a los
impíos después del juicio final. Curiosamente, quien más veces se refiere al
infierno fue el Señor Jesucristo: “El hecho de que el amoroso y sabio Salvador
tenga más que decir respecto al infierno que cualquier otro es
ciertamente causa de seria consideración”.
La enseñanza de Juan el Bautista
El precursor del Mesías, predicando un mensaje poderoso
conmocionó a todo Israel con el anuncio del juicio escatológico con la mención
del infierno a través de las figuras de ser echado en el fuego y de ser quemado
en fuego que nunca se apagará (Mt.3:10,12). Estas expresiones aluden, sin duda,
a Isaías 66:24: "Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará". La figura
del fuego denota un castigo durísimo de aflicción para el impío y aparece en otros
contextos (Is.33:14: "¿Quién de nosotros habitará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?". Mt.5:22: "Quedará expuesto al infierno de fuego". 13:40: "De manera que como se arranca la cizaña, y se echa en el fuego, así será en el fin de este siglo". "Y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes" (v.42) "Y los echarán en el el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes" (v.50) (véase Mt.18:8-9, 25:41; Mr.9:43-48;
Lc.3:17, 16:19-31; Jud.7; Ap.14:10, 19:20, 20: 10, 14, 15)
La enseñanza del Señor Jesucristo.
En el sermón del monte, hallamos tres referencias de Jesús al infierno usando el término gehenna (Mt.5:22, 29-30). En estos versículos, Jesús se refiere al infierno de manera inequívoca como un lugar de tormento en el que sufre la persona entera, cuerpo y alma. Otro texto que muestra que los padecimientos del infierno comprenden tanto el cuerpo como el alma es Mateo 10:28: "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien aquel que pude destruir el alma y el cuerpo en el infierno". Y, por tanto, presupone la resurrección del cuerpo. Pero aquí se unas el término apolésai (destruir) que necesita ser explicado porque ha dado origen a la teoría de la aniquilación. El vrbo apollymi se traduce comúnmente por “destruir” o “arruinar”; y en la voz pasiva por “perderse” o “perecer”. Los que se oponen a la doctrina del castigo eterno, señalan que cuando se refiere a los malvados significa aniquilar o borrar de la existencia. Sin embargo., los eruditos en griego coinciden en que apollymi en el Nuevo Testamento nunca significa aniquilamiento cuando se aplica a otras cosas y por eso debería traducirse por “arruinar” porque la idea que comunica no es la de extinción sino de ruina; no del ser, sino del bienestar.
A veces se usa implemente para “estar perdido”, como, por
ejemplo, en la parábola en tres secuencias de Lucas 15 en que designa a la
oveja perdida, la dracma perdida y el hijo perdido. Pero también se usa para significar
“volverse inútil”, como en Mateo 9:17 que muestra lo que sucede con los odres
de vino viejos cuando se echa en ellos vino nuevo, los odres se pierden, o sea,
se vuelen inútiles. En otras ocasiones se emplea para decir “matar”, como en
Mateo 10:13. Aunque este texto se refiere al intento de Herodes e matar a
Jesús, ¿matar y aniquilar es lo mismo? Evidentemente no, porque Mateo 10:28
enseña que quienes “matan el cuerpo el alma no pueden matar”, por lo que la aniquilación
es imposible. Otros textos corroboran
los versículos que hemos tomado como evidencia (1Ped.1:7; Mt.8:25, 18:14, 22:7,
27:20; Lc.13:3, 5; Jn.3:16, 10:28, 17:12; Rom.2:12; 1Cor.15:18; 2Cor.2:15, 4:3;
2Ts.2:10; Stg.4:12; 2 Ped.2:1, 3:9, 16)
Después de comprobar que apollymi no significa
aniquilamiento cuando se usa en otros casos, tampoco cabe esperar que
signifique aniquilación cuando se usa para describir el desino final de los
malvados, sino que por los versículos citados anteriormente significa perdición
eterna de la comunión con Dios y al mismo tiempo un estado de tormento y pena
sin fin. "El fuego eterno, la oscuridad absoluta, pero, lo peor será no ver a
Dios" (detalle de un mural del siglo XIII, España)
Una referencia adicional al hecho de que el castigo del infierno
es eterno, la tenemos en Mateo 9:43 porque dice que el fuego “nunca puede ser
apagado” y en el versículo 48 que “el gusano de ellos no muere y el fuego nunca
se apaga” (cf. Mt.25:41) Estas palabras nos transmiten una imagen de angustia y
tormento internos simbolizados por el gusano y la llama que no cesan. Otra
imagen la tenemos en Matero 13:41-42 en el “llanto y crujir de dientes” para
referirse a la amargura del remordimiento y la desesperada condenación. Jesús se
refirió al infierno como “las tinieblas de afuera” (Mt.8:12, 22:13, 25:30), una
metáfora que indica el aislamiento de los perdidos y su separación de la
comunión con Dios. El que figuradamente se usen expresiones como fuego y
tinieblas, no quiere decir que sean excluyentes, sino dos formas distintas de
comparar el estado final terrible del impío. En cuanto a la duración del
castigo, en Mateo 25:46 se emplea el mismo adjetivo, tanto para los malditos destinados
al fuego preparado para Satanás y sus ángeles, como para los justos la vida: (eterno/a).
El término tiene en todos los textos del Nuevo Testamento el significado de “sin
fin”, a excepción de Romanos 16:25, 2Tm.1:9 y Tito 1:2 que significa “sin
comienzo”. Se dice de Dios que es eterno (Rom.16:26) y de los creyentes que
tienen vida eterna, una bienaventuranza futura sin fin dada por Cristo mismo
(Jn.10:28; 2Tm.2:10; Heb.9:12, 15, entre otros muchos textos bíblicos). Si
aceptamos que esta palabra tiene el significado sin fin cuando se trata de los
creyentes, salvo que haya alguna evidencia en contra en el contexto, también
significa sin fin cuando se aplica a los que están destinados a la condenación del
infierno (cf.2Ts.1:9)
La enseñanza de Jesucristo sobre el infierno implica también separación entre justos e impíos con un destino diferente, un trabajo que realizaran los ángeles (Mt.13:49, mientras Cristo estará sentado en el trono como Juez ( Mt.Mt.25:32), siendo apartados de los impíos (Mt.25:41) porque nunca fueron conocidos por él (Mt.7:23), el siervo inútil es arrojado a las tinieblas de afuera (Mt.25:30). Al ser todas estas fórmulas de exclusión absoluta, hace inadmisible toda idea de como si la exclusión tuviera un final con la posibilidad de que todos se salven.
La enseñanza de los apóstoles.
Uno de los textos paulinos más claros es, sin duda, 2
Ts.1:7-9. De este pasaje destacamos las palabras griegas oletron aionon
(eterna perdición). Olethros no puede referirse nunca a aniquilación
porque no tendría sentido al ir acompañado del adjetivo eterna. Por tanto,
2Ts.1:9 solamente puede significar la ruina eterna o el castigo sin fin con exclusión
de la presencia de del Señor. Pablo se refiere al juicio de Dios en el día de
la ira, la cual sufrirán todos los que hacen lo malo, un sufrimiento expresado con
términos que son un eco de los que encontramos en los evangelios, como por
ejemplo tribulación y angustia (Rom.2:5-9).
El autor de la carta a los Hebreos se refiere al castigo de aquellos
que desprecian al Hijo de Dios y tienen por inmunda la sangre del pacto
(Heb.10:29-31). Después de instar a los destinatarios de la carta a vivir con
toda fidelidad, ante la persecución que sufrían, les dice en el versículo 39; “nosotros
no somos de los que retrocedemos para perdición”. También en las cartas
apostólicas de Pedro y Judas hallamos referencias al destino de los falsos
maestros (2ª Pedro 2:17 u Judas 13) En ambos casos la figura empleada nos
recuerda las palabras de Jesús sobre las “tinieblas de afuera”, aunque Pedro
dice “densa oscuridad” y Judas “oscuridad de las tinieblas”. Juan en su
revelación del Apocalipsis 14:11, haciendo mención del “humo del tormento que
sube por los siglos de los siglos”. Finalmente, en Apocalipsis 21:8 tenemos
otra declaración del castigo de los perdidos, con la imagen del lago de fuego
ya descrita en Ap.20:10, 14-15. Pero además, el fin de los malvados se define
como “la muerte segunda”, una frase que en este libro se usa para designar el
castigo eterno.
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