LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA CREACIÓN

Por Fernando PUJOL

“Edificación Cristiana” – Noviembre, 1972

La palabra soberanía, según el diccionario, significa ejercicio de la autoridad suprema; ahora bien, tratándose de Dios, este ejercicio es perfecto, no arbitrario ni despótico. Una afirmación categórica de la Soberanía de Dios la encontramos en Daniel 4:34-35, y es la enseñanza constante de la Escritura. Para este estudio voy a ceñirme al principio fundamental de Deuteronomio 29:29: “Las cosas secretas pertenecen a Jehová, mas las reveladas son paran vosotros y vuestros hijos.”.

PRIMERA PARTE

Esta primera parte se basará en dos preguntas insoslayables, a saber: “¿quién creó estas cosas?” Is.40:26; y, “¿dónde estabas tú cuando yo formaba la tierra?” Job.38:4.

El Dios único y trascendente.

Refiriéndonos en primer término a la primera pregunta, diremos que la respuesta es sencilla: Dios creó todas las cosas. El enunciado principal de nuestro tema lo tenemos en Génesis 1.1 “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y todo el resto del capítulo 1 y también el capítulo 2 es la explicación de este enunciado. Dios no sólo creó el cielo y la tierra, sino que todo el universo y todas las cosas son obra de sus manos (Neh.9:6).Sin embargo, al pensar en la soberanía de Dios no hemos de verlo en forma abstracta, sino considerar que este Dios Soberano es también misericordioso tal como se apunta repetidamente en el Salmo 136:1-9. Se pueden, además, consultar los siguientes pasajes: Hch.4:24; 1Cor.8:5-6; Ef.3:9; Heb.2:10, 3-4; Ap.4:11, para ver cómo se enfatiza la respuesta a la pregunta formulada más arriba, “¿quién creó estas cosas?”.

Frente a modernas teorías hemos de enfatizar la enseñanza bíblica acerca de la creación, y lo primero es señalar que todo fue creado por la Palabra de Dios. Así vemos muchas veces repetida la frase: “dijo Dios”, y cómo, ante este mandato, las cosas eran creadas. Ver también Salmo 148:1-6 y Salmo 33:6-9, donde se señala la soberanía y poderosa palabra de Dios en relación con la creación de todas las cosas.

Antes de la creación, la realidad existía sólo en Dios, de quien todo procede. Dios es origen y fuente de toda energía. Ahora bien, nosotros, los sencillos creyentes, los sabemos por el principio de la fe, no por tener ninguna carrera humana, no por ser científicos, sino por el principio de la fe. Ignoramos el método o procedimiento seguido por Dios, pero fue El, por su poder infinito, que lo hizo. Esto es lo que tenemos que creer nosotros (Heb.1:3; 2 Ped.3:5)

Las características del Creador.

Pero hemos de pasar a considerar algunos de los atributos de Dios, pues sólo un Dios como el que se nos presenta en la Biblia puede ser el Soberano Creador. Lo primero de todo es su omnipotencia, sabiduría e inteligencia (Jeremías 51:15), lo que hace posible que ninguna cosa sea difícil para Dios (Jeremías 32:17). Un Error fundamental que enfrentó el Señor Jesús fue el de los dirigentes religiosos que erraban porque ignoraban las Escrituras (Mateo 22:29). Luego, hemos de comprender que sólo un Dios eterno puede ser el soberano de la creación, pues no se puede concebir un Creador limitado por el tiempo o por cualquier otra limitación. Él existe antes de cualquier creación y para siempre será el mismo (Is.40:26-28; Heb.1:10-12). En tercer lugar, Dios es Espíritu, según unas palabras del Señor que son dogma para nosotros en Juan 4:24. Relacionando esta enseñanza con la creación, podemos consultar Jeremías 10:11-16, donde se compara la acción creadora de Dios, con los ídolos, con los dioses de los gentiles. Y esto nos lleva a Dios como Vida, pues sólo Él es la fuente soberana de la vida (Sal36:9). No tiene vida recibida, sino que la vida les inherente (Jn.5:26;1Tm.6:13). Y a un Dios así, ¿quién podrá describirle adecuadamente?, pues es un Dios magnífico, y al decir de Salomón: “Los cielos de los cielos no le pueden contener”. Nadie tampoco puede aconsejarle o enseñarle algo, pues Él está fuera de toda comprensión humana (Is.40:12-31)

Este Dios no puede ser fruto de la criatura, no puede ser creación de manos humanas, aunque los hombres hayan tratado de hacerse dioses de entre lo creado. Ya Pablo sienta un principio elemental en Hechos 19:26, donde afirma “que no son dioses los que se hacen con las manos”. Hemos de decir también que nuestro Dios es Soberano tanto como generoso. La creación fue un ejercicio de autoridad suprema (Salmo 148:5), pero no hemos de olvidar ese caudal de dádiva que siempre va unido a las operaciones de Dios, pues Él es el “que DA a todos vida, aliento y odas las cosas”. Si queréis más pruebas, ver también lo que “dice Jehová Dios, Creador de los cielos, t el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que DA aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan” (Is.42:5). Por último, el Creador es el Dios de la providencia. Él no claudica ni abandona el trono celestial. Desde arriba, desde el cielo, Él tiene con su poder las riendas. Ejerce su cuidad directivo y provisor que le es propio, empleando a los hombres, a los ángeles, a las naciones, a las circunstancias para el cumplimiento de sus fines.  El creador se revela en las obras de la naturaleza, y esta revelación, juntamente con la conciencia, deja a los hombres sin excusa. Las obras de la creación son una acusación para todo ser humano (Rom.1:18-32)

La otra interrogante la encontramos en Job 38:4, “¿Dónde estaba tú cuando yo formaba la tierra?”. Lógicamente, Job no estaba allí ni existía, pero sí había uno que seguía paso a paso toda la creación. Uno que puede decir “cuando Dios formaba los cielos allí estaba yo, ordenándolo todo” (Poirv.8). Este es el Hijo de Dios, el Verbo eterno, Sabiduría encarnada, el rey de la gloria. No una criatura, sino medio de la creación, brazo ejecutor de la voluntad del Padre en la obra divina, causa eficiente de toda la creación (Jn.5:17; 1:1-3, 10; Col.1:15-17). A Él no le era difícil convertir el agua en vino (Jn.2:1-11) o multiplicar los panes y pees (Jn.6:1.15), porque era Dios manifestado en carne.

La creación manchada por el pecado.

Dios miró todo lo que había hecho, y era bueno (Gén.1:31; 1Tm.4:4; Sal.11:1-3), pero esta creación quedó manchada por el pecado (Gén.3:17-18; Rom.8:19-23). Sin embargo, Dios tiene en sus propósitos traer “nuevos cielos y nueva tierra donde mora la justicia”. Muchos pasajes lo dicen. Y de nuevo hemos de enfatizar que al final Dios se saldrá con la suya, porque, a fin de cuentas, es SOBERANO.

SEGUNDA PARTE

Aquí vamos a dar preeminencia a la parte antropológica, o sea, lo que se refiera al hombre. Y de nuevo surgen unas preguntas insoslayables, la primea de las cuales la tenemos en Mateo 12:12: “¿cuánto más vale un hombre que una oveja?”. Y luego hay otra que quisiera fuese directriz ahora, es “¿Qué es el hombre?”.

La Biblia responde, sin ninguna duda, que el hombre es creación de Dios (Gén.1:26-31; 2:7, 20-23), pero si bien se habla de hombre en singular, Génesis 5:1-2 nos dice que este hombre está compuesto de varón y mujer; son dos partes que se complementan para forma un solo ser. Nosotros con el salmista y los hombres piadosos de todas las épocas no tenemos reparo en reconocer que “Jehová es Dios. Él nos hizo y no nosotros mismos”.

El orden de la creación.

En relación con la Soberanía hemos de entender que Dios ha establecido un orden: a) Dios el Creador; b) el varón, y c) la mujer. Esto es importante para la interpretación de ciertos pasajes de la Escritura y hemos de decir también que este orden existía en la esfera de la vida, de la iglesia y en toda esfera de la creación (1Cor.11:7-9; 1Tm.2:13)

La naturaleza del hombre se deja entrever al principio de la Biblia, pues al repasar el relato de la creación vemos que el hombre es una creación distinguida de todas las demás cosas que Dios reo, pues sólo el hombre se dice que fue hecho a imagen y semejanza de Dios (Gén.1:27), como también Pablo al disertar en el Areópago de Atenas señala “porque linaje suyo somos” (Hch.17:28). El escritor de Eclesiastés dice textualmente que Dios “todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto Dios eternidad en el corazón de ellos” (Ecl.3:11) y todo el desarrollo de la vida del hombre sobre el mundo no parece ser otra cosa que buscar la inmortalidad, demostrando con su experiencia que el aserto de la Biblia es cierto.

Entendemos que puesto que Dios creó al hombre con semejanza a él mismo le dotó de un sentido de justicia, de rectitud. Pero no lo entendemos solamente por la lógica, sino, sobre todo, porque la Palabra de Dios dice: “que Dios hizo al hombre recto” y este aserto es suficiente para nosotros.

En su composición, el hombre es una unidad con tres divisiones (tripartito): cuerpo, alma y espíritu. Esto también nos distingue de los animales, toda vez que éstos tienen cuerpo y alma solamente, mientras que nosotros tenemos cuerpo, alma y espíritu (1Ts.5:23). En el hombre hay una vida recibida directamente de Dios. “Dios sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Gén.2:7)

La caída del hombre. Pero este maravilloso ser cayó en el pecado por instigación del diablo (Gén.3:1-6) y el hombre llamado como era a señorear sobre todo lo creado por Dios perdió este privilegio, teniendo que decir el escritor de Hebreos que “todavía no vemos que todas las cosas sean sujetas” (Sal.8; Heb.2:8)

La recreación del hombre. Sin embargo, Dios tiene propósito para la raza humana. Si en su Soberanía Dios traerá nuevos cielos y nueva tierra, también por su misma Soberanía recreará al hombre conforme al modelo perfecto que es Cristo, el postrer Adán (Rom.5:12; 2Cor.5:17; 1Cor15.

Finalizamos este estudio haciendo referencia al DIOS DE JUSTICIA, pues esto también es parte importante del Dios Soberano. A todo hombre se le llama a “acordarse de su Creador, porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o mala” (Ecl.12:1-14). Algunas veces nos vemos tentados como en los días de Malaquías a preguntar, “¿dónde está el Dios de justicia?”, sin recordar que Dios si tiene un día en el cual será “pronto testigo contra todos” (Malaquías 2:1u-3:5; Romanos 2:1-16)

Conclusión.

Ante todo, lo considerado sólo nos resta decir con el apóstol de los gentiles: “¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque, quién entendió la mente del Señor, ¿o quién fue su consejero?, ¿o quién le dio a él primero para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

 

 

 

 

 

 

 

 

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