LA SOBERANÍA DE DIOS EN EL PLAN DE LA REDENCIÓN
Pablo WICKHAM
Revista: “Edificación Cristiana”. Año 1973
CONSIDERACIÓN Y DEFINICIÓN DE LOS TÉRMINOS
“La soberanía de Dios”. Según su raíz etimológica, soberanía es la calidad
de soberano, o la dignidad soberana; un soberano es el que ejerce o posee la
autoridad suprema e independiente de cualquier otra. Es un término utilizado
normalmente en el Derecho Político, que as su vez fue derivado de la teología
de Aquino, que fundo la soberanía del Estado en el concepto de la soberanía de
Dios.
La palabra o sus derivaciones se halla pocas veces en la Biblia, pero el concepto o la idea es muy amplio. Una multitud de imágenes y conceptos lo encierran, porque todo lo que Dios hace es el producto directo de su soberanía. Y sólo Dios es soberano (si no lo fuera, no sería Dios) porque es infinito en sus atributos. Como decía don Ernesto, en algunas ocasiones: “Si Dios no es soberano, quién lo va a ser. ¿El diablo? ¿Acaso los hombres?”.
Ahora bien, aunque toda la operación de Dios es la de su
soberanía, ciertos atributos suyos se destacan más en relación con ella. Estos
son: su omnipotencia (su poder sin límites); su omnisciencia (su
conocimiento absoluto de todo, que incluye la presciencia) y su voluntad o
propósito (que quiere decir que en todo lo que hace persigue una meta).
Dios puede hacer lo que quiere, cuando y como quiere, porque todos sus
atributos son infinitos y perfectamente equilibrados y armonizados. Esto es su
derecho como CREADOR y SEÑOR del universo. Como dice el salmista: “Nuestro Dios
está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” y “Jehová es grande, y el Señor
nuestro, mayor que todos los dioses. Todo lo que quiere, lo hace” (Salmos 115:3
y 135:5-6, y véase Dn.4:34-35; 2Tm.2:13; Heb.6:17-18; Gén.18:25). Pero esta
idea de intencionalidad en la soberanía de Dios no puede incluir el más
mínimo asomo de capricho, arbitrariedad o injustica, porque es justo
y es amor, manifestándose siempre si misericordia y su compasión en todo.
Si esto parece contradecir la idea del libre albedrío de criaturas
racionales y la presencia evidente del mal en el universo, es porque no nos es
posible comprender la naturaleza del conocimiento divino y su perfecta
comprensión de las leyes que gobiernan la conducta de hombres y ángeles. Nos “parece”
que su soberanía absoluta queda “limitada” por los demás atributos y por la
libertad de sus criaturas que, a fin de cuentas, Él ha querido que tengan, pero
la realidad está más allá de nuestra comprensión. Siempre hay muchas cosas en
la operación de la soberanía divina que son incomprensibles para el hombre, lo cual
abre oportunidades para el ejercicio de la fe y de la esperanza en todas las
edades de la historia de la revelación.
El concepto bíblico de la soberanía de Dios no es abstracto,
sino concreto, de
acuerdo con la mentalidad hebrea. Se expresa a través de situaciones e imágenes
concretas, en términos de la realeza o imperio divinos; su señorío.
El tema del Reino (o, mejor, reinado) de Dios es uno de los más importantes y
de más envergadura de toda la revelación escrita, y el reinado de Dios no es
más ni menos que el ejercicio de su soberanía.
Muchos Nombres suyos demuestran eso: es EL ELYON (Dios
Altísimo); EL SADDAI (Dios omnipotente); ADONAI (Señor), a los que corresponden
en el Nuevo Testamento los títulos SEÑOR y DUEÑO o AMO. Por medio de las frases
adjetivales añadidas al nombre REY se nos describen distintas facetas de su
soberanía: es el Rey eterno, Rey de los siglos. Rey de la gloria, Rey sobre
toda la tierra, Rey sobre todos los dioses, Rey de reyes y Señor de señores,
Rey grande (o, gran Rey), Rey de Israel (o Jacob), Rey de las naciones, Rey de
los santos, Rey mío.
Como la revelación bíblica emplea lenguaje humano, remos el
desarrollo del concepto de la soberanía a través de todo el Antiguo Testamento
y especialmente en relación con la nación de Israel. De forma destacada, se
centra el reinado de Jehová en algunos hombres que Él levantaba de tiempo en
tiempo, todos los cuales reflejan alguna faceta del REY IDEAL, que Dios iba a
enviar, cuyos rasgos se van revelando a través de las profecías mesiánicas, en
las instituciones del sacerdocio levítico, de la monarquía y de los profetas.
Es decir, que las operaciones de la soberanía divina se realizaban, se
concretaban y se proyectaban con cada vez más claridad en la vida colectiva de
su pueblo y por medio de él, a todas las naciones. Esta progresiva revelación
constituye el Plan de la redención que se lleva a cabo pese a la oposición de
hombres y ángeles caídos y rebeldes.
“El Plan de la redención”. Este es otro término que hemos de definir en
relación con la soberanía de Dios. Es más fácil ver la operación de ésta en la
Creación y en la Providencia que en el Plan de la redención, porque la mente
del hombre caído está oscurecida por el pecado. Habiendo desplazado a Dios del
centro de las cosas y habiéndose erigido a si mismo en SOBERANO, el hombre
juzga todo desde su propio punto de vista, que da lugar a las distintas formas
de ateísmo, y por otro lado, de religiosidad, al reemplazar al
Dios de la revelación por uno de su propia fabricación. Esto quiere decir que el
hombre no busca al verdadero Dios, y subraya la necesidad de que Dios tenga que
revelarse a él. Así la iniciativa total parte de Dios, hacia el hombre:
éste ni merece la redención ni la busca. Tal iniciativa divina es
su gracia, el producto de su esencia, que es AMOR; he aquí el punto de
arranque del gran PLAN y el atributo que fundamenta cada redención parcial de
él. Tenemos ejemplos de tales manifestaciones parciales de gracia en Gén.3:15
(el llamado Pro evangelio); Gén.12:1-3 (el llamamiento de Abraham); la elección
de Israel y su redención de Egipto. Hablando de aquel episodio cumbre, Moisés
dice de parte de Dios en Dt.7:8-9: “No por ser vosotros más que todos los
pueblos, os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros eráis el
insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y
quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con
mano poderosa”. Y los profetas añaden: “En toda angustia de ellos él fue
angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia
los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad” (Is.63:9º);
“Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo, con
cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor, y puse delante de ellos la comida”
(Os.11:1, 4); “Jehová se manifestó a mi hace ya mucho tiempo diciendo: “Con
amor eterno te he amado, por tanto, te prolongue mi misericordia” (Jer.31:3)
P.D.
Seguirá.
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