EL ANTICRISTO
José Grau
Revista “Restauración”. Mayo 1982
"En el siglo XVI la Iglesia se vio despertada y conmovida por
el avivamiento evangélico comúnmente conocido como la REFORMA. Aunque se
diversificó en varias ramas, había algunos puntos de unanimidad por encima de
las divergencias. Destaquemos dos:
1. Los reformadores
llegaron a una unánime comprensión del significado de la justificación por
la fe. Todos sin excepción sostenían que esta doctrina era central en la
teología cristiana.
2. Los reformadores
llegaron a la unánime comprensión de que la obra de anticristo consistiría en
oponerse a la gloriosa doctrina de la justificación por la fe, o bien a
corromperla. Para los reformadores, la justificación por la sola fe era la gran
verdad de la que depende que la Iglesia permanezca como tal o bien caiga de su
lugar primero. Arrancar a la Iglesia cristiana esta doctrina es como quitarle
su misma vida. Dado que la estructura eclesiástica de aquel día rechazaba la
gran doctrina reavivada por la Reforma, los reformadores declararon
unánimemente que la religión oficial de su tiempo era una expresión del
Anticristo.
EL PUNTO DE VISTA PROTESTANTE TRADICIONAL
Sea lo que sea lo que pensemos acerca de los puntos de vista
de los reformadores sobre el Anticristo, tenemos que reconocer que los mismos
fueron tan persistentes y ampliamente defendidos a lo largo de trescientos años
que llegó a ser calificada esta doctrina como la “interpretación protestante”
en la escatología.
La Iglesia oficial no iba a permanecer con los brazos cruzados
cuando los reformadores la acusaban de rasgos propios del Anticristo. Tenían
que presentar una alternativa a la interpretación protestante de la profecía
bíblica. Los jesuitas fueron los que a Roma esta alternativa y así presentaron
lo que se ha venido en llama el sistema futurista. En esta hermenéutica
se afirma que el Anticristo es un personaje futuro y no un sistema presente en
el mundo desde la caída del Imperio romano y hasta el fin del mundo. Fue
difundido este sistema futurista que remitía al final de la historia la
aparición de este nefando personaje; por consiguiente, al ser una figura futura
no tenía nada que ver con la cristiandad presente y, por lo tanto, no puede
tener ninguna relación con el Papado. Estos puntos de vista futuristas echaron
raíces en el protestantismo inglés. Hoy, estas ideas están arraigadas entre un
amplio sector protestante que incluso en algunas partes constituyen casi una
prueba de ortodoxia evangélica.
La Biblia presenta cuatro características sobresalientes del
Anticristo:
1. Su naturaleza religiosa.
El prefijo griego anti significa literalmente “en lugar de”, “en
vez de”. Puede conllevar la idea de sustitución. Por ejemplo, cuando Pablo dice
que Cristo “se dio a sí mismo en rescate por todos” no está usando la
palabra ordinaria para “rescate, sino que emplea el prefijo anti, lingüistas,
indican que el vocablo significa, literalmente, rescate sustitutorio. Anticristo,
pues significa alguien que se coloca en el lugar de Jesucristo. Es un sustituto
de Cristo. Se coloca en el lugar de Cristo porque quiere también desempeñar
las funciones que sólo a Jesucristo corresponden. Así, su Evangelio es “otro
evangelio”.
Este carácter religioso del Anticristo preocupó a los
reformadores. El suyo no fue simplemente el amargo tono del anti papismo. Su
ansia y su preocupación predominante eran el bienestar de la Iglesia. Para los
reformadores, el Anticristo era tanto más peligroso cuanto que se presentaba
con este ropaje religioso. Durante la Reforma, este tema del Anticristo
sentándose en el templo de Dios (2ª Tesalonicenses 2:4) fue tomado muy
seriamente. El templo no era el de Jerusalén, era la Iglesia y la estrategia
del Anticristo era primordialmente sacar al verdadero Dios del templo y reemplazarlo.
2. Su
naturaleza presente.
El Anticristo de Juan no era una realidad futura meramente.
Era una realidad presente. Basta leer 1ª de Juan 2:18-19; 4:3 y 2ª Juan 7 para
comprobarlo.
El mismo apóstol Pablo escribió que “el ministerio de
iniquidad está ya en acción” (2ª Tesalonicenses 2:7=). De manera que el
Anticristo debe ser entendido como una realidad presente. La aparición del
Anticristo pertenece a los “últimos tiempos”, el tiempo que cubre la etapa
final de la historia, desde la primera a la segunda venida de Cristo
(Heb.1:1-2; Hechos 2:17; 1ª Corintios 10:11; 1ª Pedro 1:19-20; 4-7) Y de
acuerdo con el apóstol Juan el espíritu del Anticristo se manifiesta en los
falsos maestros hasta el último día. La Iglesia es una comunidad escatológica que
tiene en el don del Espíritu Santo la garantía de su herencia (Efesios 1:14);y
como pueblo de Dios espera el retorno de Cristo. Mientras tanto, debe darse
cuenta de que vive en la hora en que actúa el Anticristo.
No negamos que el Anticristo tenga una futura y final
manifestación. El problema, sin embargo, del futurismo radical estriba en su
ceguera, que le incapacita para discernir la realidad presente del Anticristo.
Si no discernimos la obra y las formas de los anticristos desde los tiempos del
Nuevo Testamento, especialmente las que revistió en la Edad Media y el
Renacimiento, ¿Cómo podremos discernir la obra y las formas que tomará en su
manifestación escatológica final? Las advertencias bíblicas no nos dicen
simplemente: “la hora está cerca”, sino que nos avisan claramente: “Y ahora
es”.
Cuando la Iglesia primitiva perdió de vista la clara doctrina
bíblica de la justificación por la fe, perdió también su visión escatológica;
dejó de percibir con claridad la dimensión profética bíblica. El “último día”
se convirtió en un evento muy distante, lejano, en el futuro. Fue así como la
mentalidad de la Iglesia se fue convirtiendo en futurista. Pero con el
redescubrimiento de la doctrina de la justificación por la fe en el siglo XVI,
la esperanza escatológica se reavivó y la Iglesia se vio, nuevamente, viviendo
en “los últimos tiempos” en el sentido bíblico del término (Heb.1:1-2) y otros
textos citados más arriba. Lutero se vio rodeado de fuertes tensiones
escatológicas. Parte de esto incluía el papel que juega el Anticristo. Para
Lutero el anticristo no era una figura remota de algún futuro “tiempo final”,
sino una amenazadora y peligrosa posibilidad de cada día. El punto principal
era que el peligro resultaba algo presente, no algo relegado al futuro.
Obviamente la realidad del anticristo es descrita por Juan de
acuerdo con la total y completa proclamación escatológica del Nuevo Testamento.
La Iglesia debe buscar al anticristo como una realidad inminente. El
reconocimiento del Anticristo es una cuestión muy seria; toda otra conversación
sobre el anticristo carece de sentido y se convierte en un juego irresponsable.
A medida que la historia avanza, la Iglesia se enfrenta con
graves amenazas; tiene que discernir las configuraciones que asume el Anticristo
en sus formas más corrientes de oposición al Evangelio de Jesucristo. La
Bestia - el Anticristo- de Apocalipsis
tiene siete cabezas que simbolizan las diferentes formas que ha asumido en su
oposición a la verdad de Dios desde una época a ora.
No basta, afirman teólogos, que veamos el vestido del
anticristo del año 65 cuando Juan se enfrentaba con la herejía gnóstica, ni
tampoco que lo discernamos en 1517 cuando Lutero clavó sus protestas en la
puerta del sistema religioso de su época. El Anticristo es una realidad
presente. Tenemos que descubrir cómo trabaja ahora, en esta época.
3. La
naturaleza interna de su peligro.
Mirar de descubrir el Anticristo como un enemigo fuera de la
Iglesia es perder de vista una parte fundamental, y vital, de la advertencia
bíblica. El Anticristo no es meramente un enemigo que está a la puerta; se ha
metido ya en la ciudad. Se trata de un zorro con piel de oveja que se ha
infiltrado en el rebaño. Parece un cordero, pero habla como un dragón. Como su
nombre ya lo sugiere, es una falsificación de Cristo, su caricatura; y su
mensaje, por supuesto, un evangelio cambiado, reemplazado. Las amonestaciones
de Juan y de Pablo dan a entender claramente que procede del interior mismo de
la Iglesia. “Porque el peligro viene de dentro, la Iglesia tiene el deber de
estar alerta sobre sí misma.
4. La
naturaleza humana de su forma.
Finalmente, es un error buscar, o esperar, un anticristo en
la forma de un supermán fantástico, grotesco o monstruoso. La Biblia enfatiza
su configuración verdaderamente humana. Se le llama “hombre de pecado” (2ª
Tesalonicenses 2:3). Tiene un número humano (Apocalipsis 13:18) Tiene ojos como
ojos de hombre (Daniel 7:8). Ciertamente, viste unos ropajes religiosos, pero
como ya lo vio claro Lutero, el peor pecado es el pecado religioso.
“Lo que resulta claro de todas las referencias del Nuevo
Testamento ala figura del Anticristo es que no se trata de ningún concepto
sobrenatural o sobrehumano, sino que se manifiesta y se expresa a nivel humano.
Detrás de los poderes anticristianos podemos discernir la sombra “demoniaca”,
pero el concepto mismo de “Anticristo” no nos conduce a ningún terreno remoto
de maldad, sino al ámbito bien conocido de la vida humana cotidiana. De hecho,
el nivel humano del Anticristo constituye uno de los mensajes más importantes y
necesarios del Nuevo Testamento. Es una fuerza humana profundamente humano, que
busca su propia promoción, pero que será derrotado con la victoria definitiva
del Cordero” (Berkouwer, p.278).
CONCLUSIÓN
Es menester que la Iglesia comprenda bien la naturaleza del
Anticristo como la han comprendido los estudiosos australianos. “Hijitos, ya es
el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora
han surgido muchos anticristos” (1ª Juan 2:18) Para discernirlos, debemos
recordar sus cuatro rasgos fundamentales: su naturaleza religiosa, su realidad
presente, su peligro interno y el carácter humano de sus formas. Esto quiere
decir que no podemos mirar atrás, al remoto pasado; ni tampoco al distante
futuro".
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