LAS COPAS DE IRA
Matthew Henry
Ap.16:1-21
“Este capítulo contiene la ejecución de los juicios
representados en las siete copas llenas del furor de Dios. Una por una se van
vaciando las copas. Al derramar la primera copa, se produce una epidemia de
úlceras malignas (vs.1,2). Al derramar la segunda, el agua del mar se convierte
en sangre como de cadáver (v.3). Tras el derrame de la tercera, se convierten
en sangre las aguas de los ríos y de las fuentes, lo cual provoca dos
doxologías (vs.4-7). Al derramarse la cuarta copa, el sol recibe el poder de
abrasar a los hombres, pero ellos continúan impenitentes (vs.8,9).Sé derrama
la quinta copa, y el mundo entero queda sumido en tinieblas. Lejos de
arrepentirse, los hombres continúan maldiciendo a Dios (vs.10,11) Se derrama la
sexta copa, y se seca el Éufrates para dar paso a los invasores que vienen del
lejano oriente (vs.12-16). Al derramarse la séptima copa, el cataclismo es
monumental, después que la voz de Dios mismo anuncia que su ira se va a consumar
(vs.17-21)
“Oí una gran voz que decía desde el templo, o santuario, a
los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de
Dios” (v.1) “Una gran voz”, a saber, la de Dios. Hay gran semejanza en los objetos sobre los
que se derrama el furor de la ira de Dios en las trompetas y en las copas. La
diferencia está en la intensidad, pues las trompetas afectan a una tercera
parte, mientras que las copas afectan a la totalidad. Es como una rápida
secuencia en que los juicios anunciados en la séptima trompeta se ejecutan en
un breve período de tiempo al fin de la Gran Tribulación. Las cuatro primeras
plagas son parecidas entre sí y nos recuerdan las del Éxodo. Una nueva
diferencia de éstas, es que las trompetas simbolizan las plagas anteriores a la
salida de Egipto y van acompañadas de una llamada al arrepentimiento, mientras
que las copas representan la sumersión de los egipcios en el mar Rojo. Las tres
últimas tienen que ver: la quinta, con el destronamiento de la Bestia; la
sexta, con la invasión de su imperio por las hordas diabólicas que proceden del
oriente; y la séptima, con la destrucción de la capital, la Gran Babilonia. Que
la voz sale del templo es la voz de Dios el Padre, lo confirma el versículo 17,
donde el que dice “¡hecho está!” es, sin duda, Él.
“Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino
una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la
bestia, y que adoraban su imagen” (v.2) La primera de las cuatro plagas sobre
los hombres marcados con la señal y el número de la Bestia (véase vs.6, 9,11,21, para ver la perversidad
de estos hombres) La plaga que esta cipa de furor desencadena es semejante a la
sexta plaga de Egipto (Éx.9:8-12) y ataca a los malvados de los continentes,
mientras que la primera trompeta había afectado a la tercera parte de los árboles
y al césped (Ap.8:7). Aquí, la copa les produce a los hombres una úlcera
maligna y dolorosa (Éx.9:9-11) La imagen de la Bestia fue erigida en la primera
mitad de la última semana de Daniel (Dn.13:14-17). Solo el pequeño y fiel
remanente de Ap.13:8 resiste y escapa del castigo. Se ve, pues, que estos
malvados, rebeldes e impenitentes, al llevar la marca indeleble de su amo
(“hijo de perdición” 2Ts.2:3), se comportan tan perdidamente como él.
“El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió
en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar” (v.3). Así
como la primera copa es derramada sobre la tierra, la segunda lo es sobre el
mar. La tercera será derramada sobre los ríos y las fuentes de agua dulce, y la
cuarta sobre el aire, cubriendo así todo el entorno ecológico. Esta segunda
plaga convierte en sangre las aguas del mar, pero es sangre como de cadáver,
pereciendo así todo ser que vive en el mar. Puede advertirse la semejanza entre
esta plaga y la de la segunda trompeta (Ap.8:8, 9), y es análoga a la primera
plaga de Egipto (Éx.7:20-25), que mató todos los peces del Nilo y contaminó
toda agua potable. Es probable que no sea literalmente “sangre”, sino algo que
corresponda en el color y contaminación, con un olor pestilente que obligará a
la gente a marcharse lo más lejos posible de las costas. En las trompetas, el
mar era el mar Mediterráneo.
“El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las
fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangr2 (v.4). La plaga producida por
la tercera copa lleva los efectos de la plaga anterior más lejos, extendiéndose
a las fuentes de aguas, esto es, a las aguas dulces manantes. Se parece, como
la plaga anterior, a la primera de las plagas de Egipto. Es notable la sobriedad
con que se describe esta plaga, como bien conocida. No se dice aquí que la
sangre sea como la de un cadáver, pues no es necesario; el solo hecho de que
precisamente las aguas potables (las de los ríos y fuentes) se conviertan en
sangre es ya suficiente para que no puedan beberse; en especial, si se tiene en
cuenta la repugnancia de los judíos a beber sangre, dada la estricta orden de
Dios. El ángel que pronuncia la doxología de los vs.5 y 6 es aquel a cuyo cargo
estaban las aguas. El original dice textualmente: “el ángel de las aguas”.
“Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos” (v.7)
“El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (vs.8,9) Aunque ahora se menciona solamente el sol, el autor sagrado contempla más bien el efecto atmosférico que se deriva de un aumento sobrenatural del calor del sol, como si se desvaneciera la función que la atmósfera cumple al filtrar el intenso calor que el sol produciría si sus rayos cayesen directamente sobre nuestro planeta sin la mediación de tal “filtro” (Sal.11:6). Curiosamente, el efecto de la cuarta copa parece ser el contrario del producido por la cuarta trompeta (Ap.8:12), pues entonces fue más bien el oscurecimiento de la luz solar lo que se produjo, no el aumento de su calor. Los hombres se abrasan con el tremendo calor producido por esta plaga y reconocen que el castigo viene de Dios, pero lejos de “arrepentirse para darle gloria”, blasfeman de su nombre (Ro.1:21). Son los mismos malvados de los versículos 2, 5 y 6. Ello significa que los buenos, lo fieles creyentes no sufrirán esta plaga.
“El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron con el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (vs.10,11). Después de herir los cuatro elementos: tierra, mar, aguas debajo de la tierra y aire atmosférico, la ira de Dios se abate ahora sobre el trono de la Bestia. Siendo el Anticristo (Ap.13:1) el jefe del nuevo Imperio Romano, el trono de la Bestia habrá de estar, naturalmente, en Roma (sin dogmatizar). La plaga producida por esta quinta copa es parecida a la de la novena plaga de Egipto (Éx.10:21-23), y sus efectos son un combinado de los producidos tras de los toques de las trompetas cuarta y quinta (Ap.8:12; 9:2). Pero hay un detalle que no debe perderse de vista: La oscuridad afecta únicamente al reino de la Bestia (Éx.10:23, “más todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones”)
La severidad del castigo y la magnitud del dolor se manifiestan
en el morderse la lengua, sinónimo de exasperación. En todo caso, es corriente
entre quienes sufren un dolor muy agudo, morder algo, y aun morderse a sí
mismos. El texto da a entender que la propia plaga de las tinieblas, y no sólo
los dolores y úlceras producidos por las otras plagas, ocasiona un dolor agudo
especial. Una y otra vez, se repite que los hombres no se arrepienten, sino que
continúan blasfemando de Dios. Es algo parecido a lo que le ocurría al Faraón
con las plagas de Egipto (Éx.7:13, 14, 22; 8:15, 19, 32; 9:7), hasta que
llegamos a (Éx.9:12) De la misma manera, cuando la gracia de Dios cae una y otra
vez sobre un inconverso, y no produce la bendición que debería producir, la gracia
rechazada se torna juicio condenatorio (Heb.6:8)
“El sexto ángel derramó su copa sobre el gran rio Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vena su vergüenza. Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (vs.12-16)
La sexta copa a producir efectos sumamente misteriosos, como
misteriosa es, a primera vista, la advertencia del Señor en el versículo 15.
Vamos a ver aquí: 1) El efecto de la copa sexta (vs.12-14): 2) La admonición
del Salvador (v.15); 3) La convocación de las tropas enemigas de Dios y de su
pueblo para la batalla de Armagedón (v.16) Ahora le toca su turno al río
Éufrates, llamado aquí “el gran río” (Gén.15:18; Dt.1:7 y Josué 1:4) Su
importancia estriba, más que en su caudal de agua, en ser como la frontera
oriental del territorio que Dios había prometido al pueblo de Israel. En tiempos
de Juan, el Éufrates era también la frontera natural entre el imperio romano y
las tribus indómitas del oriente. El secado del río Éufrates tiene aquí por
objeto “preparar el camino de los reyes dl oriente”, Esto tenía, para Juan y
sus lectores, un precedente en el paso del mar Rojo y del río Jordán a pie
enjuto. Juan vio (v.13) salir de las respectivas bocas del dragón, del
Anticristo y del falso profeta, “tres espíritus inmundos como ranas”. La identificación
de estos espíritus inmundos es sumamente fácil con el texto sagrado a la vista
(v.14): No son otra cosa que demonios que han de tomar posesión de los líderes
de las naciones, quiénes por medio de una propaganda seductora y satánicamente organizada,
hipnotizaran a sus respectivos pueblos para lanzarlos contra el pueblo de Dios.
El creciente ejemplo de Hitler es una prueba de lo que el diablo puede llevar a
cabo mediante un perverso personaje político. En el caso que comentamos, la “trinidad
satánica” echará por sus bocas los espíritus demoniacos que harán presa en las
mentes de la humanidad impía.
El versículo 14 dice expresamente que estos espíritus
inmundos, salidos de las bocas de Satanás, del Anticristo y del Falso Profeta,
hacen señales (Ap.13:12-15), es decir, portentos que sobrepasan las fuerzas naturales
del hombre y, por tanto, aparecen como milagros a los sentidos alucinados y a
las mentes hipnotizadas de las masas impías. Con estos milagros, que parecen
confirmar la verdad y el pragmatismo del sistema diabólico, será fácil
persuadir a los líderes de los gobiernos del mundo para que usan sus fuerzas y
se dispongan a dar el golpe de gracia – así pensarán ellos- al pueblo de Dios.
Pero el texto sagrado no dice que se van a reunir “para la batalla de su gran
día, sino “del gran día del Dios Todopoderoso”, pues es Dios, no ellos, quien
va a ganar la batalla.
Esta batalla es, sin duda, el preludio de la gran batalla en cuyo clímax se producirá la Segunda Venida del Señor. Lo más probable es que se refleja un conflicto entre las naciones mismas, al final de la Gran Tribulación, cuando el imperio del Anticristo comenzará a desintegrarse rápidamente, para de nuevo juntarse, también rápidamente, a fin de combatir con Jesucristo y sus ejércitos cuando Su gloria comience a manifestarse desde los cielos en el día de Jehová (Zac.14:1-3) El final del versículo 14 hace significativo el hecho de que interviene la omnipotencia de Dios. A primera vista, el versículo 15 parece un inciso fuera de lugar: “¡Mirad que vengo como un ladrón! Feliz aquel que esté velando y guarda junto a sí su ropa, para que no tenga que salir desnudo y se vea expuesto a la pública vergüenza”. Que no es un inciso fuera de lugar, sino una admonición muy en su punto dentro del presente contexto, lo advertirá todo el que se percate de que estamos ante un escenario de guerra. En el versículo 16 “reunió”, que no es otro que “el Dios, el Todopoderoso”. Esto muestra, una vez más, que, aun cuando los hombres piensan que son ellos los que tienen la iniciativa en el desarrollo de los acontecimientos de la historia, no son otra cosa que instrumentos en las manos de Dios para el cumplimiento de los propósitos divinos, meros “peones de ajedrez” en las manos del Gran Gobernador del Universo.
Entre la apertura del sexto sello y la del séptimo hubo un
gran paréntesis, seguido de un silencio de media hoja al abrirse el séptimo
sellos (Ap.6:12-8:1). Igualmente, hubo un gran paréntesis entre el toque de las
sexta trompeta t el de la séptima (Ap.9:13-11:15). Pero entre la sexta copa y
la séptima no ha ningún intervalo, porque hemos llegado ya al final.
“El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una
gran voz del templo del cielo, del trono de Dios, diciendo: Hecho está. Entonces hubo relámpagos y voces y truenos y un gran temblor de tierra, un terremoto tan
grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
Y la gran ciudad fue dividida en tres partes y las ciudades de las naciones
cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el
cáliz del vino del ardor de su ira. Y toda isla huyó, y los montes no fueron
hallados. Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de
un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo;
porque su plaga fue sobremanera grande” (vs.17-21)
1. En los versículos 8 y 9 vimos que la cuarta copa produjo
sus efectos en el sol y, de rechazo, en la atmósfera de la tierra: ¿Por qué se
menciona ahora el aire? Sencillamente, porque no se trata ahora del aire como” atmósfera”
sino del aire como “región” en la que domina el diablo (Ef.2:2; 6:12) “El hecho
de que Satanás ha sido arrojado del tercer cielo, no significa que no tenga ya
gran poder en el cielo atmosférico, que es el que aquí se considera. Está
también claro en nuestra época moderna que el control del aire, también en cuanto
al espacio, se ha hecho más y más importante en los asuntos militares”.
2. Es la segunda vez
que, en este capítulo (v.17, leemos: “salió del santuario una potente voz”
(v.1) Como en otros lugares, es la voz de Dios. Lo que Dios dice ahora está
expresado en el original en una sola palabra: ha sido hecho; el verbo está en
pretérito perfecto. La frase equivale a un “¡Se acabó!”. En efecto, los
resultados catastróficos que son efecto de la séptima copa son finales, como puede
verse por el versículo 19, que resume lo que se nos va a declarar en detalle en
los capítulos 17 y 18, y por el 20, que parece ser un anticipo de 21:1
3. El superlativo
cataclismo del versículo 18 simboliza que la ira de Dios ha llegado a su
consumación. La frase cumulativa “la copa del vino del furor de la ira de él”.
Se nos dice (v.18 que el terremoto producido en esta ocasión será el mayor de la
historia de la humanidad. ¡Grande ha de ser el terremoto, cuando va acompañado
de la convulsión de todo el planeta! El final de este mismo versículo 21 nos
ofrece un triste final del capítulo 16: En lugar de arrepentirse ante esta
demostración excepcional y, por supuesto, sobrenatural de la majestad y de la
ira de Dios, los hombres odian y maldicen a Dios”. 1
1. Apocalipsis: Comentario
exegético y devocional a toda la Biblia por Matthew HENRIY. Traducido y
adaptado al castellano por Francisco LACUEVA (Editorial CLIE -1991)
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