LA DOCTRINA BÍBLICA ACERCA DE SATANÁS

Prof. Daniel SAGUAR  

“E.C”.  Enero,  Febrero y Marzo - Abril 1974

LA EXISTENCIA DE SATANÁS

“Tal vez ofrezca sus problemas la explicación de cómo vino a existir Satanás, pero de lo que no cabe duda es de su existencia. La ciencia nada puede aportar en este sentido, ni en favor ni en contra, y por ello hemos de limitarnos a la Revelación. Jesús habló de Satanás (y de los demonios, huestes al servicio del diablo) como realidades espirituales, y no podemos aludir estas afirmaciones de Jesús mediante el malabarismo de hacerlas desaparecer en la corriente de las ideas propias de su tiempo, que él adoptaría ingenuamente en busca del vehículo adecuado para hacerse entender. Jesús no obró así con respecto a otras ideas de su tiempo; siempre habló con autoridad propia y la novedad de sus enseñanzas era nota predominante en su ministerio. Que le diablo existe es una afirmación categórica de las Escrituras. ¿Cómo vino a existir? Ése es otro asunto, posiblemente más comprensible después de estudiar lo que la Biblia dice acerca de su naturaleza. Por ahora adelantamos la interpretación de muchos y buenos expositores sobre Ezequiel 28:12-19, y que ven en este pasaje, junto con Isaías 14:121-14, una referencia a la caída de Satanás, con descripción de su estado glorioso original en el que fue creado por Dios. El lenguaje empleado en uno y otro pasaje, en relación con el rey de Tiro y el rey de Babilonia, respectivamente, adquiere caracteres demasiado sublimes para tratarse de simples mortales. En Juan 8:44, Jesús afirma que el diablo “no ha permanecido en la verdad”, y aunque en el mismo texto dice que “es homicida desde el principio”, no debemos agarrarnos a este principio en un sentido absoluto, sino desde el punto de vista de la experiencia humana, considerando el hecho de no haber “permanecido en la verdad” como un indicio de que originalmente estuvo en ella. El aporte de estos textos junto con oros, sustenta la idea generalizada acerca de Satanás de que se trataba de un ángel que originalmente ocupó un lugar destacado entre las huestes celestiales, pero que pecó, perdiendo su pureza.

LA NATURALEZA DE SATANÁS

Como afirma un teólogo evangélico, “no podemos negar la personalidad de Satanás, a no ser sobre principios que nos llevarían a negar la existencia de los ángeles, la personalidad del Espíritu Santo y la del Padre, Dios”. El relato que se hace de Satanás en Job caps.1 y 2 confirma fuertemente su personalidad. Él es una persona tanto como lo eran “los hijos de Dios”, Job, y hasta el mismo Dios. Sólo un ser personal y depravado encaja en las actuaciones y relaciones que la Biblia atribuye a Satanás para con los hombres y con los seres celestiales (Zac.3:1-2; 1º Crón.21:1). En el relato de la tentación de Jesús (Mt.4:1-11) destaca el enfrentamiento entre dos personas. El diablo, a quien Jesús da el apelativo personal de Satanás, aparece aquí tan persona como el mismo Hijo de Dios. No debemos sin embrago caer en la ridícula idea de una grotesca figura satánica. La “composición” esencial de la persona es voluntad, inteligencia y emociones, elementos comunes a los seres espirituales y a los humanos, independientemente del cuerpo. Satanás es un ser incorpóreo se pone de manifiesto por el hecho de poder estar presente en las regiones espirituales y en la esfera de los hombres, sin las limitaciones de tiempo y espacio (aunque no es eterno ni omnipresente) que a nosotros nos afectan (Job.1:7; Mt.4:8). La designación de “el diablo y sus ángeles” (Mt.25:41) da cuenta de su naturaleza espiritual, así como de su jerarquía entre los toros seres igualmente espirituales que se hallan en rebeldía contra Dios. Así, la definición clásica de Satanás como un ángel caído está en perfecta armonía con el consenso general de las Escrituras.

EL CARÁCTER DE SATANÁS

Es cierto que la enseñanza acerca de Satanás está mucho más desarrollada en el Nuevo Testamento. Pero las referencias en el Antiguo Testamento ponen de manifiesto su carácter maligno, que está en consonancia con su propio nombre Satanás adversario. Él es adversario de Dios en su obra, y muestra esa oposición obrando en contra de los hombres o por medio de los hombres contra Dios. Sus malévolos designios se destacan en el engaño a Eva, a causa del pecado en la humanidad (Gén.3:1-16); en el intento de desacreditar a Job; en la inducción a David para realizar un censo que Dios desaprueba (1º Crón.21:1); en su resistencia al sumo sacerdote Josué (Zac.3:1); y en general, en su nefasta influencia en los impíos (Sal.109:6) Jesús afirmó que “ha sido homicida desde el principio”, y que “es mentiroso y padre de mentira” (Jn.8:44) y Juan añada que “el diablo peca desde el principio” (1º Jn.3:8) Eva y Adán entrarán en contacto con él en el arranque mismo de la historia humana. Su malévola condición se pone de manifiesto en su obra, punto que será considerado más adelante. La nota destacada de su actuación ya ha sido señalada: oponerse a la Obra de Dios. Es “el malo” que roba la semilla de la Palabra (Mt.13:19), y “el enemigo” que siembra cizaña entre la buena semilla (Mt.13:39) En su calidad de diablo, acusador, difamador, y mentiroso, procura descreditar a Dios a los ojos de los hombres (Gén.3:1-7) y al pueblo de Dios a sus ojos (Ap.12:10) Por lo que se deduce de Ezequiel 28: 12_19 e Isaías 14:12-17, si se consideran como referencias a la caída de Satanás, fue el ansia de poder y el orgullo que le levaron a su caída. Y es ese mismo espíritu de orgullosa independencia de Dios y ansia de poder en rebeldía que procura inculcar a los hombres. Proverbios 16:18 nos alerta acerca de la soberbia: “La arrogancia precede a la ruina; el espíritu altivo a la caída”. Y Pablo señala el peligro de acceder un neófito a la “obra” de obispado, “no sea que envaneciéndose caiga en la misma condenación que el diablo” (1Tm.3:6) Entre todas las monstruosas deformidades y espirituales de Satanás descuellan la soberbia, el orgullo y el egoísmo.

LA OBRA DE SATANÁS

No es fácil separar el estudio del carácter de Satanás de la consideración de su obra. Por ello, hemos de partir aquí de algo que ya se ha dicho: “La nota más destacada de su actuación es oponerse a la obra de Dios”, y en su carácter de adversario se opuso a la perfección y armonía de la Creación introduciendo el mal (Gén.3:1-16) El problema de la existencia del mal, que se manifiesta tanto en el Universo como en la frustración moral del hombre y que aparentemente no concuerda con la creencia en un Creador infinitamente sabio, poderoso y justo, tiene su explicación si consideramos lo que la Biblia enseña: el mal no es el resultado de un acto creador, sino una consecuencia o efecto originado por la actitud de una criatura libre y responsable que se sitúa en oposición a Dios. La “pre- obra” de Satanás, vista desde nuestra experiencia humana, fue dar origen al mal en el Universo por haberlo originado en sí mismo. Y, consecuentemente, su primera obra en relación con la humanidad fue introducir el mal. El resto de las actuaciones del diablo está en línea con esa postura suya.

 1.  Actúa como príncipe en una esfera espiritual. Como suprema jerarquía en el ámbito de los seres espirituales en rebeldía, arrastrando sin duda en su caída, a los demonios (Mt.12:24; 9:34) es “el príncipe de la potestad del aire”, y extiende su dominio hasta los hombres, pues es el “espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia” (Ef.2:2)

2.   Ejerce como príncipe y dios de este mundo. La “corriente de este mundo” (Ef.2:1, 2) sigue la pauta del príncipe del mal, y aun la “voluntad de la carne y de los pensamientos” del hombre caído se amoldan al código satánico. Y porque es “el príncipe de este mundo” (Jn.12:31; 14:30; 16:11) y “el mundo entero está bajo el maligno” (1º Jn.5:19), surge el conflicto ente su reino, de t6inieblas, y el reino de Jesucristo, de luz. Ciertamente Dios no ha renunciado a su soberanía sobre la tierra (Sal.24:1), pero temporalmente y bajo control permisivo de Dios (Sal.76:10) el demonio del mundo está en manos del diablo (Job.9:24; Mt.4:8-9), quien pretende prerrogativas divinas (2ª Cor.4:4)

3.   Procuró influir adversariamente en la obra de la Redención. Los poderes del mundo; Herodes, los principales de Israel, Pilato, se opusieron a Cristo instigados por Satanás, pero además hay referencias directas a su actuación (Jn.8:44). En la tentación de Jesús procuró que iniciara su obra con un enfoque torcido, y aun llevarle a la derrota, por capitulación, en la lucha entre el reino de Dios y el reino del diablo (Mt.4:1-11). Más tarde usó a Pedro (Mt.16:23) en el intento de disuadir a Jesucristo de ir a la Cruz. Cuando el firme propósito de Cristo no deja resquicio, entonces influye en los actores directos a fin de hacer la cruz lo más amarga y cruel posible: la infame traición de Judas se atribuye a Satanás (Lc.22:3; Jn.13:2, 27). El diablo está tan vinculado a la crucifixión, que Jesús al encararla dice: “viene el príncipe de este mundo” (Jn.14:30). Fue allí donde Satanás usó su arma suprema: la muerte. Pero también en la muerte y por la muerte, arma, huestes y caudillo fueron destruidos (Heb.2:14; Col.2:14-15)

4.   Se opone a la evangelización. Ya que se ha dicho que es “el malo” que roba la semilla de la Palabra, y “el enemigo que siembre la cizaña entre la buena semilla” (Mt.13:19-39). Es el “dios de este mundo”, quien ciega “los entendimientos de los incrédulos” (ª Cor.4:4), procurando evitar que “escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a la voluntad de él” (2ª Tm.2:26). Estorba los planes misioneros )1ªTs.2:18); levanta hombres que se opongan al Evangelio (Hch.13:10); o muchachas con espíritu malo, que comprometan el testimonio relacionándolo con prácticas ocultistas (Hch.16:187)

5.   Como “padre de la mentira”, trata de destruir la verdad por todos los medios y engañar. En la primera parte se mencionó su calidad de diablo: acusador -difamador (Gén.3:1-7); Ap.12:10). Una de sus tácticas es la “fascinación”: hacerse pasar a si mismo u actuar de forma tal como si procediera de Dios (2ª Cor.11:14-15), y ese será su método para “colocar” al anticristo en este mundo (2ª Ts.2:9-10; Ap.13:11-14) 

EL DESTINO DE SATANÁS

Ya hemos dicho que la oposición a Cristo por parte de Satanás fue desde el nacimiento, pasado por la tentación, a desencadenarse de la forma más feroz en la crucifixión. Sin embargo, Jesús declara a la vista de la cruz: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn.12:31), y “el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Jn.16:11). En el texto de Heb.2:14, se ve el triunfo rotundo de Cristo sobre Satanás, y en Col.2:15 sobre todas sus huestes: “despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. Satanás es un enemigo vencido. Reo sentenciado a pena eterna irrevocable. En Apocalipsis 20:2 y 7 se nos dice que Satanás va ser encarcelado durante el milenio y soltado de nuevo después del milenio y hasta su juicio definitivo. Es entonces cuando Satanás será “lanzado en el lago de fuego y azufre” donde ya se encontrarán sus agentes: la bestia y el faso profeta (Ap.20:10; 19:20) 

EL CRISTIANO FRENA A SATANÁS

Cristo “vino para deshacer las obras del diablo” (1ªJn.3:8). Y su victoria trajo la emancipación de los creyentes de la esclavitud del pecado: identificados con él en su muerte y resurrección, por medio de la fe, renacidos a una nueva vida y hechos siervos de Dios y de su justicia (Ro.cap.6). El cristiano está pues al lado de Cristo, en el reino de Dios y contra el reino de Satanás. Por tanto, no es extraño que sea objeto de los ataques furiosos o de las emboscadas del diablo y sus “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef.6:12). En una táctica de lucha eficiente, se impone conocer al enemigo y estar plenamente capacitados para emplear los efectivos de que disponemos contra él. Satanás es un ser astuto, pero un creyente maduro debe saber como obrar “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2ªCor.2:11) ¡Hay que estar al tanto de sus trucos! Puede pretender que queramos pasar por muy justos o por muy misericordiosos, si nuestras decisiones no las tomamos “en la presencia de Cristo” (2ª Cor.2:10) Ananías, creyente normal al menos, cayó en sus trampas, fraude (Hch.5:3). Pero también una práctica piadosa puede darle ocasión de tentarnos (1ªCor.7:5). Sin embargo, el hecho de ser tentados no tiene por qué implicar derrota, y Dios está dispuesto a librarnos (1ªCor.10:13). La hermosa descripción de nuestros efectivos, o armadura, en Efesios 6:11-13 nos debe dar aliento para la lucha. Si nos vestimos de ella y no “damos lugar al diablo” con nuestra propia actitud (Ef.4:27), antes le “resistimos firmes en la fe” (1ªPed.5:9), tendremos la gozosa experiencia de verle huir (Stg.4:7). Claro que a veces puede alcanzarnos con algún golpe en nuestra carne o en nuestros sentimientos (2ªCor.12:7)”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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