QUINTA TROMPETA
Dr. Evis L. Carballosa
Ap.9:1-12
“El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó
del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo” (9:1)
El toque de la quinta trompeta trae consigo la apertura “del
pozo del abismo” de donde salen unas criaturas de aspecto aterrador y con
capacidad mortífera. Juan vio “una estrella”. Es evidente, en este caso,
que el sustantivo “estrella” se usa para designar a un ser inteligente como
ocurre en 1:20 (véase Job.38:7) La expresión “que cayó del cielo a la tierra”
no significa que Juan vio la estrella en el momento de caer, sino que, según el
tiempo verbal, vio una estrella que ya había caído. La frase “y se le dio la
llave del pozo del abismo” ayuda a entender que la mencionada “estrella”
representa a una criatura a la que “se le dio” cierta autoridad. La voz pasiva
aquí tiene una función teológica, indicando que es Dios aquel que da. “La
llave del pozo del abismo” sugiere que el personaje que la recibe tiene
autoridad delegada para abrir el lugar llamado “pozo del abismo”. En le
versículo 11, se le identifica como el “rey” de las criaturas que habitan en el
pozo del abismo y se le llama “ángel del abismo”.
El término “abismo” se usa en el Nuevo Testamento para
designar: (1) La habitación de los muertos (Rom.10:7); (2) la habitación de los
demonios (Lc.8:31); (3) la prisión donde Satanás es retenido por mil años
(Ap.20:3); y (4) la habitación de la Bestia (Ap.11:7; 17:8); y (5) el reino de
Abadón (Ap.9:11). El pozo del abismo está habitado por criaturas de aspecto
aterrador. Dichas criaturas, evidentemente, guardan cierta organización, puesto
que “tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo” (Ap.9:11) Debe recordarse,
sin embargo, que el pozo del abismo es sólo un lugar temporal de “detención” de
los ángeles malignos, su rey y el mismo Satanás. La palabra de Dios declara que
todos ellos e incluso la bestia o Anticristo y su portavoz, es decir, el falso
profeta, serán confinados eternamente en el lago que arde en fuero y azufre (véase
Mt.25:41; Ap.20:10)
“Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo
de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo” (9:2)
El ángel simbolizado por la estrella del versículo 1 “abrió”
el pozo del abismo. Hizo uso de la autoridad que le había sido delegada para
poner al descubierto el misterio del pozo insondable. “Y subió humo del pozo
como humo de un gran horno”, el tiempo indicativo del verbo sugiere un acto
concreto e histórico. El denso humo que asciende del pozo se describe por Juan
mediante un símil “como humo de un gran horno”. Evidentemente, el pozo
del abismo es un lugar donde hay fuego como lo demuestra el humo que sale de
éste. El humo espeso que sale del pozo del abismo produce oscuridad en el sol y
en el aire, produciendo, como es de esperarse, contaminación del ambiente. Las
densas nubes de humo que ascienden del abismo traen a la memoria la escena del
descenso de Dios sobre el monte Sinaí. Éxodo 19:18 dice que el humo de la
montaña se alzó “como el humo de un horno”. Al subir el humo, hace que el sol
se oculte y se oscurezca la atmósfera de la tierra. La diferencia, sin embargo,
estriba en el hecho de que el humo que se levanta del pozo del abismo es un
humo infernal que surge del sitio donde habitan seres diabólicos que están a
punto de ser sueltos con el fin de atormentar a los hombres que persisten en su
rebeldía y desafían orgullosamente la autoridad de Dios.
“Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio
poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra. Y se les mandó que no dañasen
a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino
solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes. Y les
fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su
tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre” (9:3-5)
A medida que el humo salía del pozo del abismo, también salía
un ejército de langostas. La presencia de langostas era común en el entorno del
medio oriente. Las referidas langostas ·eran insectos ortópteros, saltadores
que se reproducen copiosamente y llegan a constituir verdades plagas para la
agricultura” El carácter voraz y destructor de las plagas de langostas que con
cierta frecuencia atacaban los sembrados de los países del medio oriente sirve
de marco histórico para el pasaje bajo consideración. Juan dice que “salieron
langostas sobre la tierra”, mejor “salieron langostas hacia la tierra”.
Evidentemente, la idea trasciende el territorio de algunos países y se
extiende, más bien, por la superficie del planeta, puesto que los juicios que
aquí se contemplan han de afectar globalmente a los hombres “que no tuviesen el
sello de Dios en sus frentes”. En el Antiguo
Testamento, la plaga de langostas enviada por Dios contra el faraón egipcio
(Éx.10:12-20) fue tan severa que obligó al monarca a pedir perdón (Éx.10:16,
17) También en el libro de Joel se relata acerca de la plaga de los
destructores insectos que acabarían con toda la vegetación (Jl.1:4-7). “Una plaga de langostas era vista como un
castigo por el pecado”.
Las langostas de Apocalipsis 9 no parecen ser insectos
comunes. En realidad, se diferencian de las de Éxodo 10 y las de Joel 1 o las
de cualquier otra plaga similar ocurrida en el pasado. Estas langostas son revestidas
de “poder” o “autoridad” de manera similar al poder o autoridad que
tiene los escorpiones del a tierra. Obsérvese que la “autoridad” que estas
criaturas poseen “se le dio”. Dios tiene absoluto control de todas las
cosas que ocurren a través del drama del Apocalipsis. Debe observarse que las
langostas de Apocalipsis 9 no se comportan como tales sino, más bien, como
escorpiones infernales. La picada venenosa del escorpión es proverbial tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Testamento (Ezq.2:6; Lc.11:12). El escorpión ocupa
su lugar con la serpiente y otras criaturas hostiles al hombre, y con ellas
simboliza las fuerzas del mal espiritual que están activas en el mundo.
El Apocalipsis pone de manifiesto el hecho de que, en los
postreros días, sucederán acontecimientos insólitos. Cosas que la humanidad
jamás había imaginado tendrán lugar. Entre esas cosas estará la aflicción que
un número considerable de seres humanos sufrirán a manos de estas criaturas
diabólicas descritas como langostas, pero con poder o autoridad de escorpión. Una
de las cosas sorprendentes es el hecho de que dichas criaturas reciben la orden,
seguramente de parte de Dios, de “que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a
osa verde alguna, ni a ningún árbol”. Las plagas precisamente atacaban a la vegetación
(Éx.10:12-15). Es concretamente lo verde lo que es vedado a estas terribles
criaturas de Apocalipsis 9. “Sino
solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes”. Pro
lo general, la picada de un escorpión es extremadamente dolorosa, aunque podría
no ser mortal. La ponzoña y el veneno que inyecta causan inflamación y Servera molestia.
Esa realidad histórica es generalmente conocida. El texto bíblico captura esa
realidad y dice que el tormento de las criaturas diabólicas sobre los hombres “era
como tormento de escorpión cuando hiere al hombre”. Ese tormento tendrá lugar
por un peído de “cinco meses”. Ese era el tiempo de la vida de las
langostas. Tal vez por eso se menciona ese espacio de tiempo. No existe razón
exegética ni teológica para que esa cifra sea tomada literalmente. Alegorizarla
o espiritualizarla resultaría en una pérdida lamentable de la fuerza del
pasaje. Durante esos cinco meses de “tormento” o castigo, los afectados tienen
la oportunidad de arrepentirse y ser salvos mediante la fe en Cristo. “La plaga
no es un acto de crueldad caprichosa, sino un indicio absoluto de que la maldad
no puede continuar indefinidamente sin recibir la retribución divina”. Los
hombres que experimentan el castigo causado por las langostas con características
de escorpión, evidentemente, endurecen el corazón y neciamente rechazan los
beneficios d la gracia de Dios.
“Y en aquello días los hombres buscarán la muerte, pero no la
hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos” (9:6)
A través de los siglos, la muerte ha sido el terror de la
humanidad. El hombre, por lo general, ha hecho todo lo posible por alargar sus
años en la tierra. La muerte ha sido y sigue siendo un verdadero aguijón para
el ser humano. La expresión “y en aquellos días” es enfática. Podría
traducirse “y precisamente en los días aquellos”. Durante ese tiempo los
hombres buscarán ansiosamente la muerte, pero “no la hallarán”. Los hombres,
continuamente buscarán quitarse la vida por el medio que sea, pero no tendrán
éxito. Hay aquí una gran paradoja. Los mismos que persiguieron a los creyentes
y los llevaron al martirio, ahora anhelan morir, pero la muerte se escapa de
ellos y los abandona para que experimenten sus propias carnes los sufrimientos
de los que son merecedores. La expresión “y ansiarán morir” está formada
de dos verbos. El primero es el futuro indicativo, voz activa de que significa “ansiar”,
“desear con vehemencia”, “anhelar”. Pablo usa el sustantivo afín a ese verbo
para expresar su deseo de morir para estar con Cristo. Los hombres de Apocalipsis
9:6 anhelan morir sencillamente porque piensan que de esa manera se acabarán
los sufrimientos que experimentan. La gran diferencia es que la muerte par Pablo
significaba partir de este mundo para estar en la presencia de Cristo. Para los
hombres de Apocalipsis 9:6 la muerte significaría la entrada en la esfera de
las tinieblas eternas donde es el lloro y el crujir de dientes (Mt.25:30)
“El aspecto de las langostas era semejante a caballo
preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras
eran como caras humanas; tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran
como de leones; tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era
como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla; tenían
colas como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder
para dañar a los hombres durante cinco meses. Y tienen por rey sobre ellos al
ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón y en griego Apolión” (9:7-11)
Obsérvese que en este pasaje Juan usa seis veces el término “como”
y tres veces (en el texto griego) “semejante”. Eso significa que el
apóstol está usando la figura de dicción llamada símil para describir la visión
que tiene delante porque, evidentemente, de otro modo no podría hacerlo. En
primer lugar, el escritor compara a las langostas con un ejército montado
preparado para iniciar una guerra, es decir, marchar disciplinadamente y
erguidos. Sus cabezas estaban adornadas con algo así como “coronas” hechas
de algo semejante al oro. Los rostros de estas criaturas eran como los de los
seres humanos. Estas criaturas, además, poseen cabello como de mujer y dientes
como los de un león. Los dientes como de leones sugieren la capacidad voraz u fiera
de estas criaturas. Las corazas como corazas de hierro” sugiere que
estos demonios hacen acto de presencia en la tierra como un ejército invencible
y preparado para el combate. El ruido de sus alas es intimidante, puesto que se
asemeja al “estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla”. La
parte posterior de estas criaturas se describe como “colas como de
escorpiones”. Sus colas están previstas de aguijones y con ellas torturan a
los hombres por un periodo de cinco meses.
Finalmente, Juan señala el hecho de que al frente de ese
ejército diabólico viene su rey, es decir, el “ángel del abismo”. Ese
hecho revela con claridad que el apóstol no se ha referido a una plaga natural
de langostas como las que atacaban los cultivos de las naciones del Oriente
Medio. El escritor sagrado describe, más bien, a un ejército sobrenatural
compuesto de criaturas infernales que ha habitado el lugar llamado “el pozo del
abismo”.
“El primer ay pasó; he aquí, vienen aún dos ayes después de esto”
(9:12)
Este versículo marca el final de los acontecimientos que
trascurren durante los juicios de la quinta trompeta, pero, al mismo tiempo,
también señala el comienzo de las aflicciones relacionadas con la sexta
trompeta. Los juicios de las trompetas despliegan un crescendo tanto en su alcance
cono en su intensidad y culminan con el anuncio de la segunda venida de Cristo
en gloria que, a su vez, viene acompañada de los juicios de las copas con los
que se consuma la ira de Dios. La severidad de los juicios del primer “ay”
debería advertir a “los hombres de la tierra” tocante a la rigurosidad de las
dos restantes. Al parece, la humanidad estará totalmente despreocupada e
indiferente al respecto a los efectos de dichos juicios tal como profetizó el
Señor Jesucristo (véase Mt.14:37-39)
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